miércoles, 31 de octubre de 2012

Balance #retopendientes octubre y nuevo reto mensual: #unnoviembreagridulce


    Hoy acaba octubre, así que toca hacer balance de lo leído este mes dentro del Reto de Libros Pendientes propuesto por Estantes llenosCaminando entre libros, Momentos de Silencio Compartido y Libros que hay que leer. En su momento, allá por mediados de septiembre, hice una lista que ya dije que era provisional porque no incluía los que aún ni siquiera había pedido para reseñar en Anika entre Libros. En cualquier caso, no he cumplido mi reto :(. No he llegado a los 15 que me había propuesto. Cierto es que he leído la Divina Comedia, de Dante, que es un libro mucho más exigente, que te obliga a leer (por lo menos a mí me ha obligado) en un ambiente más específico (en silencio, donde puedas concentrarte para comprender todo lo que Dante cuenta, donde puedas leer las notas y releer el texto con tranquilidad) y no donde suelo aprovechar para leer (prácticamente, cualquier lugar: la cola del banco, en el coche mientras espero a que la niña salga del cole, en el parque, en el salón mientras mi chico ve la tele...), pero lo cierto es que de los 15 propuestos, solo he leído 11. Además, he cambiado muchos títulos... o sea que muchos de los libros que pensaba leer en octubre tendré que dejarlos para noviembre. Sí o sí. 
    Esta era mi lista original:
  • Muerte en primera clase, de J. M. Guelbenzu 
  • Black, black, black, de Marta Sanz 
  • Atlas de geografía humana, Almudena Grandes 
  • Trilogía de la huídaAlgún amor que no mateBlanca vuela mañana y Háblame, musa, de aquel varón, de Dulce Chacón. 
  • Los amantes tristes, de Eugenia Rico 
  • La muerte blanca, de Eugenia Rico 
  • Entre amigas, Laura Freixas 
  • Amor o lo que sea, Laura Freixas
  •  Y acabar la saga de Petra Delicado: Muertos de papelSerpientes en el paraísoUn barco cargado de arrozNido vacío y El silencio de los claustros
    Y estos son los libros que, finalmente, he leído:
   Como de lo que se trata es de leer y de compartir lo que leemos, los cuatro blogs antes citados han propuesto institucionalizar este tipo de retos en un reto mensual que cada uno configure como buenamente pueda. Antes de que lanzaran la idea, yo ya estaba haciendo mi lista para noviembre, porque tengo que leer las novelas del Trabajo Fin de Máster (TFM) ya, no puedo demorarlas más. Pero como siempre es más divertido leer en compañía, he vuelto a apuntarme al reto propuesto. Y si de compartir se trata, hemos creado una serie de hashtag para encontrarnos fácilmente en Twitter: #retopendientes, #retodeestasemana, #retomensual, #leoycomparto, #nosinmilibro y #ponunasusientuvida.
    En mi caso, el Reto de Noviembre va a resultar un noviembre agridulce, porque todas las novelas elegidas hablan de las relaciones personales, que siempre tienen ese sabor: dulce, agrio... o los dos, directamente. Así que estas son las novelas que leeré en mi #retomensual (#unnoviembreagridulce):
  • Atlas de geografía humana, Almudena Grandes, 
  • Trilogía de la huídaAlgún amor que no mateBlanca vuela mañana y Háblame, musa, de aquel varón, de Dulce Chacón, 
  • Entre amigas, Laura Freixas, 
  • Amor o lo que sea, Laura Freixas,
  • El lado frío de la almohada, Belén Gopegui,
  • El padre de Blancanieves, Belén Gopegui,
  • Te trataré como una reina, Rosa Montero,
  • Amado amo, Rosa Montero,
  • Irse de casa, Carmen Martín Gaite,
  • Amor, curiosidad, prozac y dudas, de Lucía Etxebarría, 
  • Una tienda en París, de Maxim Huerta, dentro de la lectura conjunta organizada por Momentos de silencio compartido y
  • Baila, baila, baila, de Haruki Murakami (si finalmente me llega de parte de Priceminister)
   Son 14 y aún tendría que leer alguno más. No tengo ninguno pendiente de leer para Anika entre Libros (aunque seguro que alguno pido, que tendría que sumar a la lista) pero sí para el TFM... así que habrá que coger aire y dedicar todo el tiempo del mundo a leer. ¡Menudo sacrificio!, ¿eh? Ojalá todos fueran así ;).
   Nos seguimos leyendo.

martes, 30 de octubre de 2012

Fuera de la sociedad


     Reconozco que no son pocas las ocasiones en las que me siento fuera de esta sociedad. Me ocurre, por ejemplo, cuando tengo la feliz idea de ir a comprar ropa y me doy cuenta de que si tienes una talla 50 o más (a veces, incluso menos), la moda no está hecha para ti. Vamos, que te debe dar igual lo que se lleve, porque no vas a encontrar nada a precio asequible que se le parezca. Pero bueno, esa es otra historia de la que escribiré, tal vez, cuando se me pase el mosqueo que me provoca.
    En esta ocasión, si lo decía es por el fútbol. Debo ser de ese pequeño, mínimo, ínfimo, porcentaje de personas a las que no les gusta el fútbol. Y no puedo decir que no me guste porque no lo haya probado: en mis tiempos jugué en un equipo de chicas, no me perdía ningún partido de los que ponían en la tele y, lo que es peor, iba los domingos al campo. O sea que lo de que no me guste el fútbol es una decisión casi casi meditada. Dejó de gustarme cuando me di cuenta de que el fútbol es poco más que dinero, que el final lo del ‘mercado de jugadores’ es literal y de que es capaz de despertar lo peor de demasiada gente.
    Pero para gustos se hicieron los colores, que dice el refrán, y creo que lo más importante es respetar lo que cada uno prefiere hacer con su tiempo libre. Por eso, yo ya no discuto con mi media mitad: cuando toca ver fútbol por la tele (o baloncesto, o tenis, o automovilismo, o lo que sea) ya no me desespero. He asumido mi papel de ‘forofa del deporte consorte’. Es más, he conseguido sacarle rentabilidad: dedico ese par de horitas a lo que más me gusta del mundo (además de estar con él y con mi niña, claro): leer. Y ya no me avergüenzo por sacar mi libro en el bar donde él está viendo el fútbol. Lo que ya no sé es si él se avergüenza de mí.
    Nos seguimos leyendo.

Que conste que en el ejercicio de mis funciones como 'forofa consorte' hasta he ido al Bernabéu. Y me lo pasé bien, añado.

lunes, 29 de octubre de 2012

"Nido vacío", de Alicia Giménez Bartlett: Petra Delicado da un giro a su vida


   La verdad, no sé cómo hacer esta reseña sin desvelar la gran sorpresa que nos regala la séptima entrega de la saga de Petra Delicado. Lo único que se me ocurre es que no sigas leyendo si quieres conservar la capacidad de sorprenderte con el giro que Alicia Giménez Bartlett da a su personaje: aunque tratara de disfrazarlo con eufemismos, cualquier cosa que dijera a partir de ahora te va a conducir a la conclusión correcta, así que, lo dicho, si quieres quedarte tan ojiplático como se queda la comisaría en pleno cuando conocen la noticia, no sigas leyendo. ¡ALERTA SPOILER!! (super spoiler, diría yo).
    La autora llevaba un par de entregas mostrándonos las grietas que iban apareciendo en el sólido muro que separaba a Petra del resto del mundo, el que la parapetaba y la protegía, el que velaba por conservar contra viento y marea, el que había erigido como su bien más preciado: su soledad. Primero, en Serpientes en el paraíso, con todas las reflexiones sobre las familias felices y las organizaciones sociales comunitarias y con esa niña que robó el corazón de la inspectora a las primeras de cambio. Segundo, en la entrega anterior, Un barco cargado de arroz, Petra no para de darle vueltas al tema de la soledad y de la locura. Y no con la misma ligereza o de la forma desapasionada o, todo lo contrario, con la pasión con la que se defiende el territorio conquistado con la que se ha hablado de la soledad en el resto de la saga (es un tema recurrente, aparece en todos los libros, de una manera u otra; no en vano, es, como he dicho, el valor supremo de Petra. Hasta ahora), sino con un cierto temor a las consecuencias de estar solo y hacerse mayor. Y en esta séptima y penúltima entrega, el muro salta por los aires hasta el punto de que Petra se vuelve a casar. No solo eso: su tercer marido también lleva a cuestas otros dos matrimonios fallidos y, por si eso fuera poco, tiene nada más y nada menos que cuatro hijos. La Petra que nunca ha sentido la llamada de la maternidad conocerá ahora las bondades y sinsabores de la vida familiar en todo su esplendor.
   Pero esta no será la única boda que celebre el departamento. Una vez cerrado el caso, serán tres los miembros del equipo que pasen por la vicaría: Sonia, Petra y el hasta ahora viudo Fermín Garzón. Con tal fiebre casamentera, no es de extrañar que la novela reflexione en muchísimas ocasiones sobre la institución matrimonial, las razones para casarse o para no hacerlo, las costumbres, la mitología relacionada con las bodas, las parafernalias, los sentimientos necesarios para dar ese paso... Reflexiones serias pero que también podrán la nota de humor a una novela, por lo demás, cargada de sinsabores.
   Y es que el caso que tendrán que resolver esta vez Delicado y Garzón no podía ser más atroz. Todo empieza (¿qué autor pone a su personaje estrella en un aprieto como este? Yo creo que solo uno con un grandísimo sentido del humor) cuando a Petra le roban el bolso (pistola incluida) en un centro comercial mientras está haciendo pis. Este será el detonante que le permitirá, por un lado, conocer a Marcos, el que será su tercer marido, y a su familia y, por otro, descubrir el lado más oscuro de la infancia: el de los niños abandonados, el de los niños inmigrantes que deambulan solos por las calles, las instituciones de acogida, el abuso de algunas familias, la marginación de la prostitución y el proxenetismo, la pornografía infantil, la delincuencia infantil y sus consecuencias jurídicas, el determinismo social y biológico, la desprotección y la impotencia que esa desprotección genera tanto en Petra como en los responsables de las organizaciones encargadas de velar por ellos.
     El caso afectará a la inspectora física y psicológicamente y no solo porque sea su pistola la que anda causando muertes esta vez. Todo lo relacionado con la cara más sórdida de la infancia causa un profundo dolor en Petra, hasta el punto de que en la novela se llega a plantear si se refugia en Marcos huyendo de la amargura del caso, si se casa con él porque su pecho acaba convirtiéndose en escondite seguro frente al desconsuelo y la desolación que le causa la investigación que está llevando a cabo. Y, en un principio, es así. Pero a lo largo del libro vamos viendo cómo Petra cambia, cómo va variando su punto de vista sobre muchas cosas, sobre todo, en lo que respecta a su idea del matrimonio.
   Junto a estos dos grandes temas, infancia marginal y el matrimonio, la novela reflexiona sobre otros asuntos como la infantilización de la sociedad, el modo en el que hablamos a los niños, la juventud actual, lo que llega a hacer la policía por un buen testimonio, las manías de Petra, la felicidad, la sobreprotección a las que a veces los padres someten a sus hijos (en ocasiones, solo aparente), la inmigración... Y por supuesto, la siempre recurrente guerra de sexos.
    Esta penúltima entrega revelará, también, la solidez de la relación que une a este Quijote y a este Sancho que son Petra y Fermín, mostrando que, como en la obra cervantina, hay un proceso de conversión mutua, destapando que es imposible que Sancho no se quijotice ni que Quijote no se sanchice cuando la convivencia es tan prolongada e intensa como la de Delicado y Garzón. De igual modo, y pese al mal carácter de la inspectora, esta séptima novela nos enseñará el cariño y la admiración que le profesan sus compañeros. Y es que, como dice el comisario Coronas en su brindis en la boda de Petra, todos estamos un poco enamorados de la inspectora. Yo incluida.
    Nos seguimos leyendo.

Ficha técnica:

Título: Nido vacío 
Autor: Alicia Giménez Bartlett 
Editorial: Planeta         Género: novela negra, policíaca, thriller, intriga     Páginas: 395  
Publicación  01/01/2007    ISBN: 9788408074625
  

domingo, 28 de octubre de 2012

Domingo de sorteos #5


    Otro puñadito de sorteos a los que me he apuntado esta semana:
  • Llevo viendo este libro en diferentes blogs desde hace algún tiempo y el tema me interesa, así que allá voy. Momentos de silencio compartido sortea un ejemplar de La pintora de Estrellas en formato ebook. Estas son las bases.

  • Fantasy World ha pedido la cabeza para celebrar su tercer aniversario y convoca una cascada de sorteos. Esta semana, me apunto a dos de ellos: un ejemplar de El límite del placer (bases aquí) y otro de El corazón de Hannah (bases).


  • Y para acabar, el sorteo que celebra Historias Susurradas para conmemorar su segundo aniversario: seis libros y seis ganadores diferentes, ahí es nada. Las bases están aquí. Voy a probar suerte con tres libros: Siempre hay un mañana de Nora Roberts, Indiscreción de Charles Dubow y La cena de los martes de Monika Peetz.

   Y finalizo con una buenísima noticia (para mí): me ha tocado uno de los cinco ejemplares de Una tienda en París que sorteaba Momentos de silencio compartido. Como me había apuntado a la lectura conjunta... ¡me viene genial!! Así que... ¡mil gracias!

   Nos seguimos leyendo.

viernes, 26 de octubre de 2012

BBF#5 "El silencio de los claustros", de Alicia Giménez Bartlett


    Sigo enfrascada en la lectura de la Divina Comedia de Dante Alighieri, así que no voy a volver a colgar su principio otra vez. Pero estoy combinándola con otra, que me exige menos silencio y menos concentración: la última entrega de Petra Delicado, El silencio de los claustros. Estoy llegando, por tanto, al fin de la saga y, la verdad, siento que Petra ya es como de familia y me da un poquillo de pena el pensar que ya no tendré nuevas aventuras que compartir con ella. En fin, es ley de vida. Alicia Giménez Bartlett comienza así esta despedida:

BBF#5 

    La encontré en el sofá. El cabello, suelto y despeinado, le ocultaba la cara por completo. Su cabeza se hallaba quebrada sobre los almohadones formando un ángulo anti natural. Las piernas, rígidas, apuntaban hacia arriba, desnudas y blanquecinas. La falda se le había arremolinado en torno a la cintura. Me quedé boquiabierta y exclamé:

  - ¡Marina!, ¿qué demonios haces así?             (“El silencio de los claustros, Alicia Giménez Bartlett)
     Nos seguimos leyendo

jueves, 25 de octubre de 2012

"Utopía", de Tomas Moro: dibujando el Estado perfecto

  Hoy rescato de la web Anika entre Libros la reseña de un libro clásico, sorprendente y todavía útil (al menos, en algunos aspectos). Y, desde luego, un buen puñado de temas relacionados con la organización social y la convivencia humana sobre los que reflexionar.

  UTOPIA (Sobre un Estado perfecto o sea la isla de Utopía)
(De optimo statu rei publicae deque nova insula Utopía, 1516)

Tomas Moro

Editorial Planeta
Colección BackList Clásicos

© Edición y traducción, Joaquim Mallafrè Gavaldà, 2011
© Planeta, 2011
1ª Edición, Marzo 2011

Género y tags: novela, utopía, renacimiento, estado ideal, organización social, política, economía, literatura clásica, literatura inglesa

ISBN: 9788408101062

224 Páginas


Argumento:

  ¿Puede existir un lugar idílico, donde todos sus habitantes sean felices y mantenga una organización social, política y económica perfecta? ¿Qué haría falta para que ello ocurriese? Estas dos preguntas se responden a lo largo de Utopía, una descripción minuciosa y detallada del sistema organizativo de la isla del mismo nombre, donde no existe la propiedad privada y nadie está desprotegido.

Opinión:

   Utopía no es un sueño, ni una quimera, ni un imposible. Utopía es la búsqueda de una organización social, económica y política que garantice la felicidad a todos los integrantes de una sociedad. Fue Moro el que inventó el término, precisamente, en esta novela, aunque a lo largo de los siglos se ha cargado de un sinfín de significados. Con esta obra, Moro también instauró la estructura de un tipo de novela que bebe de las fuentes clásicas (Platón principalmente, pero no sólo; Moro era un humanista que hacía honor a tal calificativo) y que daría lugar a una larga tradición literaria que también iría evolucionando: con el paso del tiempo, a la pura descripción social se le unió el viaje hacia el lugar descrito; o se degradó la condición de felices de sus habitantes en las llamadas contrautopías o distopías, entre las que se cuentan obras tan famosas como 1984 o Un mundo feliz.
     Utopía  se divide en dos libros diferentes. En el primero, Moro traza una contextualización ideológica, política y sociológica sobre su tiempo en la que no faltan numerosas críticas tanto a la política de la época (incipiente colonialismo, absolutismo, conquista de América…), a la religión (es el tiempo de la Reforma luterana), a la organización social, la justicia… En definitiva, a todo aquello con lo que Moro no estaba de acuerdo en su realidad histórica y que atacó a través de la ficción. En este primer libro se nos presentará a Rafael Hitlodeo, viajante portugués que conoce la isla de Utopía y que será el encargado de describirla con todo lujo de detalles en el segundo libro. También la forma literaria varía: el Libro I está escrito en forma de conversaciones (al más puro estilo del diálogo platónico, aunque en este caso no se trata de un maestro y sus alumnos) mientras que el Libro II es una narración novelada. Como curiosidad histórica cabe señalar que la obra originalmente publicada sólo contenía el segundo de los libros. El primero se añadió con posterioridad.
     Moro describe, a través de la narración de Hitlodeo, una sociedad totalmente diferente a la occidental, donde es posible otro sistema de organización y producción y que, además, da como resultado la felicidad de todos los habitantes. El orden y el dirigismo más absoluto parecen ser las claves para conseguirlo. Un dirigismo que dicta desde el modo de vestir (incluso el número de prendas que posee cada uno) hasta la distribución de las horas del día, el aprovechamiento del tiempo de ocio y hasta el número de miembros por familia.
     Curiosamente, tal dirigismo no necesita más que de un pequeño puñado de leyes básicas. Tanto es así, que se suprimieron los abogados, cada utopiense acude al juez cuando lo necesita y se defiende a sí mismo.
     La base de la economía en Utopía es la agricultura. Todos los habitantes se dedican a ella (menos los más capacitados para el estudio, que son exonerados de las labores físicas) y la aprenden desde niños. Además, pueden instruirse en uno o varios oficios más. Cada familia está especializada en un oficio hasta el punto de que si uno de los niños de una familia quiere aprender un oficio diferente, será cambiado de núcleo familiar. Si un ciudadano es capaz de desempeñar con éxito varios oficios, podrá elegir como profesión el que más le guste, siempre y cuando la colectividad no necesite otra cosa.
     En Utopía no hay propiedad privada, todo es de todos. No hay pobres, no hay ricos. Los enfermos están perfectamente atendidos en los hospitales (incluso está permitida la eutanasia), hay guarderías para los niños menores de cinco años y protección para las personas discapacitadas. La comida es colectiva, en grandes comedores, en los que se lee mientras se toma el alimento. Acabada la comida, se celebran gratificantes tertulias.
     Todos los ciudadanos son iguales en Utopía. No hay clases sociales, no hay diferencias de sexos (aunque, hombre de su época, Moro no puede por menos que señalar que la naturaleza de la mujer es más débil e, incluso, defiende que el hombre pueda castigar a la mujer en caso de adulterio), no hay dinero, ni falta que les hace. Cada familia lleva al mercado su producción y toma lo que necesita. No hay trueque ni intercambio. Cada uno consume según sus necesidades.
     Las relaciones prematrimoniales están prohibidas (el castigo puede ser el celibato perpetuo) pero el divorcio está permitido. Las calles están perfectamente trazadas y cada casa tiene su propio jardín/huerta.
     Todo está regido, organizado, normativizado en Utopía. No hay lugar para la libertad, causante de todo mal social y principio del libertinaje. Hay un príncipe, elegido por los representantes de las familias, vitalicio, pero no gobierna. Lo hace un senado, claramente descrito por Moro.
Éstos son algunos de los rasgos que caracterizan la organización de la isla, una organización siempre sorprendente, unas veces para bien y otras… no tanto.
    Más allá del relato literario, Utopía abre el camino a la reflexión política, social y económica. El dirigismo y el aislamiento recuerdan peligrosamente a los regímenes totalitarios y de hecho hay muchos aspectos del sistema utópico que hacen chirriar los dientes a una occidentalita del siglo XXI como yo. Sin embargo, también recoge algunas propuestas que podrían contribuir a mejorar un mundo, el actual, en el que el dinero parece valer más que las personas. Muchos son los movimientos políticos o sociales que, a lo largo de los años, han tomado ideas del género utópico. Su puesta en práctica no ha tenido, hasta el momento, réplicas para esa eterna pregunta del comienzo: ¿es posible la felicidad social sistemática? Quién sabe si el futuro nos regalará la respuesta.

   He dejado los enlaces de otros libros citados porque me parecía que podían completar la información y aquí está el enlace a la publicación original en Anika entre Libros. 
    Nos seguimos leyendo

miércoles, 24 de octubre de 2012

Insumisión

Situación: Recién llegadas del cole, cada una en su habitación.

    Lucía (enfadada y con el tonito que pone cuando llora): ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Más que tonto!
   Yo: ¿Qué pasa??
  Lucía: ¡¡¡Joooooo!!! ¡Que el baby y la cazadora no se quieren colgar!

   Moraleja: Tan pequeña y ya se da cuenta de que las cosas no siempre hacen lo que nosotros queremos.

  Nos seguimos leyendo.

martes, 23 de octubre de 2012

Risas, sonrisas y carcajadas


     Haciendo limpieza en el buzón de los correos electrónicos he topado con un mail que me enviaron hace algún tiempo y que olvidé borrar o que quizá guardé de forma consciente pero luego no recordé que estaba ahí. Contiene un vídeo en el que un bebé se parte literalmente de risa cuando su padre parte papeles delante de él. Y me ha recordado a lo que a veces hace Lucía, que se empieza a reír a carcajadas por cosas que, aparentemente, tampoco hacen tanta gracia. A veces pienso que es que tiene ganas de reírse, y punto. Y da igual lo que le hagas. Con cualquier cosita se ríe.
    Esas carcajadas tan puras, tan francas, tan repletas de felicidad me inundan de alegría. Pero creo que no es sólo una cuestión de que Lucía sea mi hija y me haga feliz verla reír. Creo que la sonrisa, la risa o la carcajada de cualquier niño es capaz de transmitir una contagiosa felicidad de la que no es fácil escapar. Por eso, creo, son tan valiosas. Y por eso, pienso, debemos luchar con todas nuestras fuerzas para que proliferen más.
    ¿Qué cosa hay mejor en este mundo que la sonrisa de un niño? Los mayores reímos a veces por compromiso, otras veces por no llorar, otras veces para ocultar lo que realmente sentimos. Con tanta mentira, a veces es difícil saber cuándo nos reímos de verdad, de pura felicidad.
    Sin embargo, a los niños no les ocurre lo mismo. Y aunque un bebé o un niño pequeño aún no sepa qué es reír, o qué es la felicidad, o qué es la alegría, o qué produce su sonrisa en los demás, sí es capaz de sentirlo. Y creo que por eso son tan generosos en carcajadas contagiosas que son como fuegos artificiales para quien las recibe: estallan y lo llenan todo de luz y felicidad.
     No hace falta que sea Lucía la que sonría. Pero si es ella la que me regala una sola de sus carcajadas la felicidad me invade por dentro. Tanto, que tengo vicio y ahora trato de que todos los días se ría. Por lo menos una vez. Y es que, como dijo el poeta:
“Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
[…]
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.”                                                             (Miguel Hernández, Nanas de la cebolla)

     Nos seguimos leyendo.

lunes, 22 de octubre de 2012

"Un barco cargado de arroz", de Alicia Giménez Bartlett: Petra Delicado y los sueños rotos


    La sexta entrega de la saga protagonizada por Petra Delicado avanza siguiendo tres ejes diferentes: una nueva historia de amor en la vida de la inspectora, el pertinente caso y los problemas del subinspector Garzón para asumir que su hijo es homosexual. Estos serán los tres centros de atención que darán pie a la reflexión sobre otros muchos temas. Pero vayamos por partes.
   En primer lugar, el caso. En esta ocasión, Petra tendrá que investigar la muerte de un mendigo, caso poco glamuroso para el resto del cuerpo policial pero no para Delicado, a quien este asesinato moverá por dentro. De hecho, al hilo del hallazgo del cadáver apaleado de Tomás "El Sabio", Petra se hará las preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez ante un sin techo (¿qué le sucede a una persona para llegar a este punto? ¿Cómo se puede perder todo lo que uno ha tenido en la vida? ¿Me podría pasar a mí?) e, incluso, llegará a dudar de una de sus máximas vitales: la defensa acérrima de su independencia y, ligada a ella, de su soledad. La que durante cinco novelas ha estado cantando las excelencias de la vida en solitario (aunque en ocasiones haya mostrado dudas, como la quinta entrega) y denigrando la vida marital y familiar, dudará ahora de sus propias convicciones, hasta el punto de plantearse vivir con alguien.
     Creo que hay un cambio en la forma de construir el título de esta sexta entrega frente a las cinco restantes. Hasta ahora, los títulos hacían referencia explícita, aunque con un halo poético y metafórico, al caso investigado: Ritos de muerte alude a la práctica de marcar a sus víctimas que mantiene el violador de la primera novela; Día de perros, a una trama relacionada con estos animales; Mensajeros de la oscuridad, a la acción que ejercen (o creen que ejercen) los cabecillas de las sectas y/o algunas religiones; Muertos de papel hace referencia al entorno de la víctima del cuarto caso, un periodista del corazón y Serpientes en el paraíso está relacionado con las traiciones que subyacen en las profundidades de la apariencia de felicidad de algunos tipos de familia y organizaciones sociales. Sin embargo, Un barco cargado de arroz se refiere al sueño de uno de uno de los indigentes con los que Garzón y Delicado se relacionan al hilo del caso: quiere un barco de arroz para hacer paellas a los que pasan hambre. Es una quimera, un sueño; esa fantasía que todos tenemos y que, muchas veces, acaba olvidada, incumplida o, directamente, rota.
    El caso propiciará las reflexiones de la inspectora sobre la indigencia (su soledad, su invisibilidad social), sí, pero también sobre la caridad, la que sale del corazón pero también la falsa caridad, la que se hace por conveniencia y hasta la caridad delictiva, la que practican aquellos que se aprovechan de la bondad de algunos en su propio beneficio. Y al hilo de todo ello, una crítica a una legislación que convierte en opacas las acciones y cuentas de las fundaciones, permitiendo que bajo su paraguas se oculten todo tipo de actividades, algunas no precisamente altruistas ni solidarias.
    Garzón y la inspectora se quedarán de piedra, esta vez, cuando descubran de qué es capaz el ser humano por dinero, por defender sus posesiones, sus logros o sus creaciones; cuando comprendan que para algunas personas las cosas, lo material, lo económico están por encima de los seres humanos.
    Finalmente, el hecho de que el mendigo haya muerto apaleado y que los sospechosos sean, en primera instancia, un grupo skin permite a la autora reflexionar sobre este tipo de bandas y sus integrantes y a la inspectora, mostrar su lado más duro y violento.
  Los tres ejes argumentales, pese a configurar tramas diferenciadas, están perfectamente imbricados, gracias a la reflexión, la propia narración y a personajes como Yolanda, una guardia urbana a la que Delicado y Garzón pedirán ayuda con el caso, pero que acabará implicada en las otras dos corrientes narrativas.
    Así, por ejemplo, respecto a la trama personal de Garzón, el subinspector querrá despertar la heterosexualidad de su hijo incitándole a una relación con la guapa y joven guardia urbana, intención que, obviamente, no saldrá bien y acabará distanciando al padre y al hijo. Y es que, pese a que Fermín conoce la teoría, le cuesta aceptar la práctica, asumir que su hijo es gay y que tiene una forma de vivir su vida diferente a la que él, como padre, le había imaginado. Los problemas de Garzón dan pie a unas jugosísimas conversaciones entre el subinspector y su jefa, en las que ambos ahondarán en sus prejuicios, los prejuicios de la sociedad, las apariencias, lo que es debido, lo que realmente importa en una relación, lo que los padres sueñan para los hijos y las decepciones a las que a veces les conducen esos sueños para acabar concluyendo que lo que importa es el cariño que une a dos personas y el intentar aceptar al otro tal y como es.
    Garzón acudirá a Yolanda para "convertir" a su hijo pese a que, en un principio, la guardia no cae con buen pie en el tándem perfecto en el que se han convertido Garzón y Delicado. El subinspector no soportará de ella el estar siempre dispuesta a trabajar con ahínco ni su cháchara incesante; mientras que la inspectora empezará mal su relación tras contestar con un desaire a la manifestación de admiración y cariño que Yolanda le hace nada más conocerla personalmente. En el fondo, ambos se sienten amenazados por la juventud de la guardia (que a lo largo del caso pedirá su ingreso en el cuerpo de policía); Garzón, por motivos estrictamente profesionales (hay una reflexión sobre los métodos antiguos frente a los métodos policiales más novedosos, sobre la diferente forma de trabajar de jóvenes y veteranos...) y Petra, por motivos profesionales, pero también personales. La fuerza, la sensualidad, la juventud y la belleza de Yolanda harán que la inspectora se pregunte dónde quedó su propia juventud, su belleza y su sensualidad y hasta llegará a sentir celos de ella, por mucho que intente convencerse a sí misma de que es incapaz de sentir celos.
   Y es que, a la vista está, Yolanda también servirá de nexo de unión entre el tercer eje (la nueva relación amorosa de Petra) y los demás. Un nexo no exclusivo, ya que el pilar que sostiene este tercer eje parte del principal, del caso: Ricard Castro es un psiquiatra al que Petra acude en el contexto de su investigación policial. Esta trama nos permitirá descubrir a la Petra íntima, la Petra de las relaciones sentimientales. Hasta ahora, además de sus dos maridos (presentado ya en la primera entrega), la inspectora había mantenido relaciones esporádicas con un veterinario en el segundo caso (él quiso más, pero ella ni se lo planteó), un ligero escarceo de recaída con su segundo marido, Pepe, que no fue a más en la tercera entrega; y un tórrido affaire con Alexander Rekov en la visita a Rusia que realizan, también, en esa tercera novela de la saga. Pero esta relación será diferente, porque las prisas de él acabarán arrastrado a la inspectora, quien llegará a plantearse una vida en común con él. Esto le hará reflexionar sobre su propia forma de ser, lo que quiere y con quién lo quiere. A este autoanálisis hay que sumar el certero perfil psicológico que le realiza Castro, aunque al final probará a la Petra más dura y solitaria.
   Petra y Ricard vivirán una pasión desbordante aunque ella no dejará de poner las cosas en su lugar: no quiere dormir con él, ni galanteos pasados de moda (flores ni citas prefabricadas), quiere mantener su independencia... Pero su relación con él le hará sacar a la Petra que se preocupa de su propia imagen y se prepara para el encuentro con el psiquiatra (nada que ver con la sempiterna gabardina arrugada de la que nos habla en Serpientes en el paraíso), que anhela la belleza de la juventud y detesta los estragos del paso del tiempo, que siente celos, que vigila las reacciones de su pareja frente a otras mujeres... Hay una cierta pugna entre lo que Petra es o cree ser y lo que muestra en una relación sentimental. En cualquier caso, la relación no irá a más aunque quién sabe si dejará algún resquicio abierto en la férrea determinación de soledad y negación de un nuevo matrimonio de Petra.
   Ricard y Fermín tendrán su propia relación personal, una relación que empieza, como no podía ser de otro modo, mal (Petra cree que por la resistencia al cambio propia de Garzón) pero que se irá suavizando y que dota a la novela de las escenas más cómicas de la obra.
   Esta sexta entrega, publicada originariamente en enero de 2004, ahonda, aún más, en los perfiles personales de Garzón y de Delicado, además de ofrecernos un caso interesante que, como siempre, da lugar a reflexiones sociales y críticas de gran calado. Giménez Bartlett vuelve, pues, a demostrar, que se puede hacer una novela negra profunda que, más allá de la investigación policial, indague en las relaciones humanas personales y sociales.
   Nos seguimos leyendo.

Ficha técnica:

Título: Un barco cargado de arroz 
Autor: Alicia Giménez Bartlett 
Editorial: Booket         Género: novela negra, policíaca, thriller, intriga     Páginas: 400  
Publicación  07/07/2005    ISBN: 9788423344215
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...