Título: Konets
Autor: César Pérez Gellida
Editorial: Suma de Letras
Género: novela, distopía, thriller, negra
Páginas: 560
Publicación: Noviembre 2017
ISBN: 9788491291848
Olek Opiozcenek no es únicamente un nombre más en el extenso listado de víctimas que conformaron la «Obra» de uno de los más crueles asesinos en serie de la historia. Aquel niño nacido de la perversa simiente de Augusto Ledesma ha crecido bajo los cuidados de sus abuelos maternos y con el respaldo económico de una peculiar hada madrina: Rusalka. Sin embargo, Olek está empeñado en desenterrar esos secretos del pasado exprimiendo sus habilidades como hacker; pero, en ocasiones, descubrir el punto de partida condiciona el itinerario y, consecuentemente, el destino.
Konets («fin» en ruso) es un thriller frenético, un tratado sobre la maldad estructurado en cuatro movimientos y desarrollado en dos escenarios temporales: la adolescencia de Olek y su madurez, o, lo que es lo mismo, el antes y el después de los sucesos que se narran en Khimera. Ambas novelas conforman el engranaje conclusivo entre las dos aclamadas trilogías «Versos, canciones y trocitos de carne» y «Refranes, canciones y rastros de sangre» que han atrapado a miles de lectores en el inabarcable universo gellidista.
«La luz y la oscuridad son dos conceptos que conforman una única idea. Dos fuerzas complementarias, pero opuestas. Si el mar es el yang: la absorción, lo pasivo, lo oscuro, y el río es el ying: la penetración, lo activo y la luz, ¿de cuál de las dos fuerzas te gustaría ser partícipe si tuvieras el privilegio de elegir sabiendo que ninguna se impone a la otra?»
Cuando me tocó esta novela en el sorteo organizado por Kayena: Negro sobre Blanco, De tinta en vena y Con el alma prendida dentro de la iniciativa #SoyYincanera casi muero del alegrón. Luego vinieron los problemas: no pude leerlo al mismo tiempo que el resto de los participantes de la lectura simultánea porque se me juntaron varios asuntos personales que me impidieron tener todo el tiempo que necesitaba para leer y también porque al empezar a hacerlo, no me enteraba de nada: como ando tan en la parra últimamente no sabía que tenía que leer antes Khimera, así que interrumpí Konets para adelantar la lectura de la distopía gellidista por excelencia.
Solventados los inconvenientes, no te puedes imaginar lo que disfruté de la lectura. Creo que Konets supone un cierre magnífico para la octología que conforman las trilogías Versos, canciones y trocitos de carne y Refranes, canciones y rastros de sangre, junto con la ya citada distopía Khimera. Y lo hace no solo porque cierre (desde mi punto de vista) de una forma magistral todas las tramas abiertas en los siete libros anteriores sino porque lo hace al más puro estilo Gellida: con acción, intriga y un ritmo trepidante.
Y, por si eso fuera poco, lo hace uniendo dos géneros que, en principio, no tienen nada que ver: la distopía y el género negro. Y, encima, haciéndolo bien. Muy bien diría yo.
Pérez Gellida logra algo que a mí me parece muy complicado: viajar en el tiempo y ofrecernos una visión de conjunto no solo de las historias expuestas en las otras siete novelas sino regalarnos una advertencia de futuro para la realidad que vivimos y, de propina, una posible solución (guste más o guste menos).
Creo que lo que más me ha gustado de Konets es la coherencia interna que guarda con toda la octología (y eso que, como he dicho, me parece complicadísimo hacer que una distopía pueda incluirse a la perfección en un saga negra y criminal pero negrísima y criminalísima). No me ha chirriado nada; todo lo contrario: me parece que todo fluye de manera tan natural que no concibo que Pérez Gellida no tuviera todo pensado y repensado cuando empezó a escribir.
Descubrimos aquí, pues, cómo les ha ido a algunos de los personajes más queridos de los libros anteriores y también al hijo de uno de los más odiados: Augusto Ledesma. En este sentido, me han parecido super interesantes y francamente sugerentes algunas de las reflexiones que Pérez Gellida nos propone en esta obra: ¿asumimos los hijos el legado de nuestros padres? ¿Lo hacemos nuestro? ¿Nos alejamos de él? ¿Intentamos perpetuarlo o, hasta cierto punto, corregirlo? ¿Nos arrepentimos de los errores de nuestros progenitores? ¿Hay una carga genética (buena o mala) de la que no podemos librarnos y que nos condiciona queramos o no? Estas son solo algunas de las preguntas que me han surgido mientras leía y a las que el autor da respuesta a su manera en las tramas y subtramas de su octología.
Y otro de los aspectos que más me han gustado de la novela es cómo Pérez Gellida maneja no solo los tempos (o, más bien, el ritmo vertiginoso de la obra; algo a lo que, por parte ya nos tiene acostumbrados) sino los giros y contragiros que nos hace dar y que a más de uno cogerán desprevenido a lo largo de la trama. Como me pasó a mí. ¡Qué congoja, madre mía, en un determinado momento de la obra (que, obviamente, no voy a desvelar) y qué reflexiones sobre la justicia poética, las serendipias y los círculos que se cierran!
No quiero hablar mucho más sobre Konets porque creo que el lector debe ir dejando que el autor le lleve por dónde él quiere (y mira que quiere llevarnos por vericuetos y, además, llevarnos bien llevados) y debe ir sorprendiéndose con los efectos y sorpresas que tan extraordinariamente ha planteado. Así que termino esta reseña recomendando no solo este cierre, sino la octología completa. Una octología épica que ya ha cambiado la historia de la literatura española y que creo que seguirá haciéndolo durante mucho tiempo.
Nos seguimos leyendo.
Solventados los inconvenientes, no te puedes imaginar lo que disfruté de la lectura. Creo que Konets supone un cierre magnífico para la octología que conforman las trilogías Versos, canciones y trocitos de carne y Refranes, canciones y rastros de sangre, junto con la ya citada distopía Khimera. Y lo hace no solo porque cierre (desde mi punto de vista) de una forma magistral todas las tramas abiertas en los siete libros anteriores sino porque lo hace al más puro estilo Gellida: con acción, intriga y un ritmo trepidante.
Y, por si eso fuera poco, lo hace uniendo dos géneros que, en principio, no tienen nada que ver: la distopía y el género negro. Y, encima, haciéndolo bien. Muy bien diría yo.
Pérez Gellida logra algo que a mí me parece muy complicado: viajar en el tiempo y ofrecernos una visión de conjunto no solo de las historias expuestas en las otras siete novelas sino regalarnos una advertencia de futuro para la realidad que vivimos y, de propina, una posible solución (guste más o guste menos).
Creo que lo que más me ha gustado de Konets es la coherencia interna que guarda con toda la octología (y eso que, como he dicho, me parece complicadísimo hacer que una distopía pueda incluirse a la perfección en un saga negra y criminal pero negrísima y criminalísima). No me ha chirriado nada; todo lo contrario: me parece que todo fluye de manera tan natural que no concibo que Pérez Gellida no tuviera todo pensado y repensado cuando empezó a escribir.
Descubrimos aquí, pues, cómo les ha ido a algunos de los personajes más queridos de los libros anteriores y también al hijo de uno de los más odiados: Augusto Ledesma. En este sentido, me han parecido super interesantes y francamente sugerentes algunas de las reflexiones que Pérez Gellida nos propone en esta obra: ¿asumimos los hijos el legado de nuestros padres? ¿Lo hacemos nuestro? ¿Nos alejamos de él? ¿Intentamos perpetuarlo o, hasta cierto punto, corregirlo? ¿Nos arrepentimos de los errores de nuestros progenitores? ¿Hay una carga genética (buena o mala) de la que no podemos librarnos y que nos condiciona queramos o no? Estas son solo algunas de las preguntas que me han surgido mientras leía y a las que el autor da respuesta a su manera en las tramas y subtramas de su octología.
Y otro de los aspectos que más me han gustado de la novela es cómo Pérez Gellida maneja no solo los tempos (o, más bien, el ritmo vertiginoso de la obra; algo a lo que, por parte ya nos tiene acostumbrados) sino los giros y contragiros que nos hace dar y que a más de uno cogerán desprevenido a lo largo de la trama. Como me pasó a mí. ¡Qué congoja, madre mía, en un determinado momento de la obra (que, obviamente, no voy a desvelar) y qué reflexiones sobre la justicia poética, las serendipias y los círculos que se cierran!
No quiero hablar mucho más sobre Konets porque creo que el lector debe ir dejando que el autor le lleve por dónde él quiere (y mira que quiere llevarnos por vericuetos y, además, llevarnos bien llevados) y debe ir sorprendiéndose con los efectos y sorpresas que tan extraordinariamente ha planteado. Así que termino esta reseña recomendando no solo este cierre, sino la octología completa. Una octología épica que ya ha cambiado la historia de la literatura española y que creo que seguirá haciéndolo durante mucho tiempo.
Nos seguimos leyendo.
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