Título: Calle de las Tiendas Oscuras
Autor: Patrick Modiano
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Editorial: Anagrama
Género: novela
Páginas: 240
Publicación: marzo 2009
ISBN: 978-84-339-7506-5
Guy Roland es un hombre sin pasado y sin memoria. Ha trabajado durante
ocho años en la agencia de detectives del barón Constantin von Hutte,
que acaba de jubilarse, y emprende ahora, en esta novela de misterio, un
apasionante viaje al pasado tras la pista de su propia identidad
perdida. Paso a paso Guy Roland va a reconstruir su historia incierta,
cuyas piezas se dispersan por Bora Bora, Nueva York, Vichy o Roma, y
cuyos testigos habitan un París que muestra las heridas de su historia
reciente. Una novela que nos sitúa ante un yo evanescente, un espectro
que trata de volverse corpóreo en un viaje de retorno a un tiempo
olvidado. Pero esta búsqueda es también una poderosa reflexión sobre los
mecanismos de la ficción, y Calle de las Tiendas Oscuras es
una novela (inédita en España y que en su día ganó el Premio Goncourt)
sobre la fragilidad de la memoria que, sin duda, perdurará en el
recuerdo. «Siempre a la caza de los espectros del pasado, empezando por
los de la Ocupación, período tabú de la historia francesa. Y Modiano
será el primer gran novelista francés en exorcizarlo» (Delphine Peras, Lire).
No había leído a Modiano todavía, así que cuando Rustis y Mustis leen nos propusieron compartir la Navidad con él, no me lo pensé. Lo que no sabía entonces es dónde acabaría leyendo el libro que elegí para la ocasión. Tuvimos unas navidades algo moviditas, mi madre nos dio un buen susto, y tuve que pasar una noche entera con ella en urgencias. ¿Qué fue lo primero que hice? Está claro: coger un libro. Y le tocó a Modiano. Así que la calle de las Tiendas Oscuras fue el lugar que transité durante aquella larga noche para la que la novela de Modiano se me quedó corta. 200 paginillas más no le hubiera venido mal.
Al leerla toda del tirón y en esas circunstancias (silencio, incapacidad de levantarte de la silla más que para lo estrictamente necesario y falta de distracciones -hasta se me acabó la batería del móvil, por si me ocurría hacer algo que no fuera leer-) pude apreciar claramente que la obra se divide en dos partes: la búsqueda de Guy y lo que podríamos llamar el momento en el que se va encontrando. Personalmente, me gustó más la primera. Me resultó muy muy curioso que Guy, detective de profesión (o al menos durante los ocho últimos años) utilizara las técnicas del gremio para investigarse a sí mismo. Esta parte de la obra viene a ser, pues, una novela de detectives, con la peculiaridad de que el buscado es el buscador, con todo lo que ello tiene de ironía y de metáfora sobre la búsqueda constante de uno mismo y de esas ocasiones en las que tratamos que los demás nos digan qué somos, quiénes somos. Modiano utiliza las técnicas propias del género (entrevistas, ocultación de información, seguimientos, búsquedas en archivos...) para resolver la paradoja del investigador investigado. Tampoco renuncia al ritmo del género y, así, esta primera parte es una sucesión de entrevistas y búsqueda de información que nos van desvelando la identidad de quien hasta ahora hemos conocido como Guy.
Literariamente, me ha gustado muchísimo esta manera de presentar a un personaje que no sabe nada de sí mismo. Es imposible que nos mienta o que trate de engañarnos: su memoria es un conjunto vacío, igual que el nuestro respecto a él cuando empezamos a leer la novela. Modiano pone, pues, en el mismo punto de partida al protagonista y al lector, de manera que ambos van descubriendo al mismo tiempo quién es y qué le pasó al personaje.
Además, la elección de un narrador en primera persona potencia esa sensación de ir hombro con hombro en la investigación, permitiendo al lector conocer todo lo que ocurre en la novela de primera mano.
En la segunda parte, en cambio, se rompe esta igualdad y Modiano va compaginando la información que vamos conociendo a través de conocidos de la vida pasada de Guy con lo que él mismo va recordando sobre su vida. Empieza entonces la parte más histórica de la novela, la que da cuenta de la ocupación francesa por parte de los nazis, el miedo, la incertidumbre y la huída hacia adelante. Esta segunda parte sacia la curiosidad del lector por saber quién es el protagonista y qué fue de él, al tiempo que ahonda en una cierta sensación colectiva, histórica: la del momento en el que se contextualiza la obra. He tenido, pues, la sensación de que Modiano contraponía la identidad personal con la identidad colectiva, lo individual con lo histórico, los grandes hechos y las pequeñas anécdotas de cada uno.
Además, por supuesto, de enfrentar la memoria y el olvido, tanto personal como colectivos. En la sinopsis se habla de la Ocupación como periodo tabú, olvidado a la fuerza, mientras que Guy olvida sin querer. Pero en ambos casos es necesario devolver la memoria a su lugar, poner en orden los hechos y conocer, saber qué ocurrió.
Pero esta vuelta a la memoria de los hechos también me ha hecho pensar en esos episodios de nuestro pasado que olvidamos o que reconstruimos en nuestra cabeza y que tan diferentes nos parecen cuando los recordamos con alguien que los revive de otra manera. Me ha hecho pensar mucho, pues, en la fragilidad y la poca fiabilidad de la memoria, no ya solo porque olvidemos sucesos, lugares o personas, sino porque muchas veces también los falseamos, los transformamos en otros. Y con ello, nosotros mismos también nos convertimos en otros, en alguien que, quizá, nunca fuimos.
He de decir que me ha gustado mucho mi primera incursión en Modiano, así que por supuesto que repetiré con el Nobel 2014. Aunque todavía no sepa cuando...
Nos seguimos leyendo.