Título: Lejos del corazón (Bevilacqua y Chamorro #11)
Autor: Lorenzo Silva
Editorial: Destino
Género: novela, policíaca, intriga
Páginas: 384
Publicación: 24/05/2018
ISBN: 978-84-233-5390-3
Un joven de veinticinco años, con antecedentes por delitos informáticos, desaparece en la zona del Campo de Gibraltar. Hay testigos que aseguran haber visto cómo un grupo de hombres lo abordaban en plena calle y lo metían a la fuerza en un coche. Poco después de su desaparición, se reclama por él un abultado rescate en efectivo, que los suyos abonan sin rechistar. Desde entonces, no se vuelve a saber de él, lo que hace pensar que han acabado con su vida.
Tres días después de la desaparición, el subteniente Bevilacqua y la sargento Chamorro reciben el encargo de tratar de esclarecer lo ocurrido. Viajan para ello al Estrecho, donde se encuentran con un microcosmos en el que las leyes son relativas, el dinero negro corre a raudales y su blanqueo es una necesidad cotidiana. Un lugar lejos del corazón de todo donde nada es de nadie y todo puede tomarse, donde nadie mira y nadie ve, y donde, en fin, cualquier cosa es posible.
Hacía mucho que no publicaba una reseña en el blog pero esta vez tengo una buena excusa para hacerlo: Bevilacqua y Chamorro cumplen 20 años y este rincón de internet, que sigue con cariño e interés las andanzas de los dos guardias civiles más famosos de la literatura española, no podía pasar por alto la efeméride.
Esos 20 años de trayectoria se notan cada vez más tanto en el reposo y el trabajo de la trama (algo que, por otra parte, nunca se le ha podido reprochar a Lorenzo Silva) como, sobre todo, en la madurez de los protagonistas. Ya no son quienes eran cuando empezamos a acompañarles en sus investigaciones y ese bagaje se nota. Es más, diría que es uno de los alicientes de la trama: es como reencontrarse con unos viejos amigos y ver cómo les va, cómo han cambiado en este tiempo sin vernos, qué han hecho, cómo han madurado o en qué obsesiones siguen anclados.
Junto a este, otro de los factores que más me gustan de las novelas de Silva es cómo consigue pegarse a la actualidad, a veces hasta adelantarse a ella. Ya lo he dicho en varias ocasiones: además de por su elegancia a la hora de escribir (y de hablar, cosa que he podido comprobar en los encuentros con autor o las charlas a las que he asistido; la última, sin ir más lejos, el pasado 21 de septiembre, en Guadalajara, en el marco del recién estrenado certamen Guadalajara En Negro), el padre literario de Bevilacqua y Chamorro me gusta por su capacidad para analizar la sociedad en la que vivimos y las cosas que van pasando en ella. Me encanta su manera de analizar la actualidad y de ser capaz de, hasta cierto punto, prever cuestiones que a otros se nos escapa.
En este caso, los protagonistas se trasladan (y, de paso, nos llevan con ellos) a La Línea de la Concepción y Campo de Gibraltar. Allí investigan la desaparición de un joven con antecedentes por delitos informáticos que ha sido secuestrado. Poco a poco, nos vamos sumergiendo en una trama relacionada con la delincuencia a través de la red y, tangencialmente, con todo lo que tiene que ver con el contrabando de droga y tabaco en la zona.
El contexto en el que se sitúa la acción no podía ser más interesante. Pero, además, Silva rasca en la realidad para ofrecernos una reflexión sobre qué está ocurriendo realmente allí, cómo afecta todo ese tráfico a la gente normal y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, por qué se puede detectar ciertos apoyos por parte de la población hacia los delincuentes o a qué tipo de sociedad dará lugar esta situación.
Junto a este tema, Silva nos hace reflexionar también sobre el universo del cibercrimen. Desde los medios que las fuerzas de seguridad tienen para atajarlo hasta el perfil social, psicológico y ético de los delincuentes, muchas son las cuestiones que el autor explora en este sentido. Una de las que más me ha llamado la atención es la deshumanización que se produce en este tipo de delitos: ojos que no ven, corazón que no siente. O, lo que es lo mismo, como no veo a quien daño, como no percibo directamente el perjuicio que causo, no siento remordimientos por lo que hago. Un tema francamente interesante que, creo, puede extrapolarse a cuestiones relacionadas con internet pero alejadas de la delincuencia, como pueden ser las redes sociales.
Así pues, Silva nos vuelve a ofrecer una trama solvente que nos permite conocer y reflexionar sobre cuestiones tan actuales como reales. Una nueva entrega que no decepcionará a los dos millones de lectores que seguimos fielmente las andanzas de estos dos guardias civiles que ya son como de la familia.
Nos seguimos leyendo.
Esos 20 años de trayectoria se notan cada vez más tanto en el reposo y el trabajo de la trama (algo que, por otra parte, nunca se le ha podido reprochar a Lorenzo Silva) como, sobre todo, en la madurez de los protagonistas. Ya no son quienes eran cuando empezamos a acompañarles en sus investigaciones y ese bagaje se nota. Es más, diría que es uno de los alicientes de la trama: es como reencontrarse con unos viejos amigos y ver cómo les va, cómo han cambiado en este tiempo sin vernos, qué han hecho, cómo han madurado o en qué obsesiones siguen anclados.
Junto a este, otro de los factores que más me gustan de las novelas de Silva es cómo consigue pegarse a la actualidad, a veces hasta adelantarse a ella. Ya lo he dicho en varias ocasiones: además de por su elegancia a la hora de escribir (y de hablar, cosa que he podido comprobar en los encuentros con autor o las charlas a las que he asistido; la última, sin ir más lejos, el pasado 21 de septiembre, en Guadalajara, en el marco del recién estrenado certamen Guadalajara En Negro), el padre literario de Bevilacqua y Chamorro me gusta por su capacidad para analizar la sociedad en la que vivimos y las cosas que van pasando en ella. Me encanta su manera de analizar la actualidad y de ser capaz de, hasta cierto punto, prever cuestiones que a otros se nos escapa.
En este caso, los protagonistas se trasladan (y, de paso, nos llevan con ellos) a La Línea de la Concepción y Campo de Gibraltar. Allí investigan la desaparición de un joven con antecedentes por delitos informáticos que ha sido secuestrado. Poco a poco, nos vamos sumergiendo en una trama relacionada con la delincuencia a través de la red y, tangencialmente, con todo lo que tiene que ver con el contrabando de droga y tabaco en la zona.
El contexto en el que se sitúa la acción no podía ser más interesante. Pero, además, Silva rasca en la realidad para ofrecernos una reflexión sobre qué está ocurriendo realmente allí, cómo afecta todo ese tráfico a la gente normal y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, por qué se puede detectar ciertos apoyos por parte de la población hacia los delincuentes o a qué tipo de sociedad dará lugar esta situación.
Junto a este tema, Silva nos hace reflexionar también sobre el universo del cibercrimen. Desde los medios que las fuerzas de seguridad tienen para atajarlo hasta el perfil social, psicológico y ético de los delincuentes, muchas son las cuestiones que el autor explora en este sentido. Una de las que más me ha llamado la atención es la deshumanización que se produce en este tipo de delitos: ojos que no ven, corazón que no siente. O, lo que es lo mismo, como no veo a quien daño, como no percibo directamente el perjuicio que causo, no siento remordimientos por lo que hago. Un tema francamente interesante que, creo, puede extrapolarse a cuestiones relacionadas con internet pero alejadas de la delincuencia, como pueden ser las redes sociales.
Así pues, Silva nos vuelve a ofrecer una trama solvente que nos permite conocer y reflexionar sobre cuestiones tan actuales como reales. Una nueva entrega que no decepcionará a los dos millones de lectores que seguimos fielmente las andanzas de estos dos guardias civiles que ya son como de la familia.
Nos seguimos leyendo.