Título: Cuando todo cambió
Autora: Donna Milner
Editorial: Maeva
Género: novela contemporánea
Páginas: 328
Publicación: 2012
ISBN: 978-84-15120-98-8
Cuando Natalie Ward recibe la noticia de la enfermedad terminal de su madre Nettie, no duda en regresar a su pueblo natal, en la pequeña localidad canadiense de Atwood, tras más de treinta años de ausencia. En el largo viaje de autobús que emprende desde Vancouver, rememora su idílica infancia y los acontecimientos que en 1968 le cambiaron la vida, y la de su familia.Entonces ella vivía en la granja familiar con sus padres y sus cuatro hermanos varones. Pero un caluroso día de julio, al entrar el joven River por primera vez en su jardín, comprendió que todo cambiaría. River, que representaba un mundo libre de conservadurismos opuesto a lo que había vivido hasta entonces, entró a trabajar en la granja y se ganó en poco tiempo el cariño de la familia y especialmente la admiración de Natalie. Pero, a partir de ese momento, también se empezó a tambalear su estable vida familiar
Con un título como este, una ya sabe lo que cabe esperar del libro que lo lleva por bandera: una historia que se va a centrar en un momento de cambio en la vida de los protagonistas y las consecuencias que este cambio va a tener en el futuro (aunque, en el fondo... ¿qué libro no habla de eso?). En este caso, la protagonista es Natalie y lleva arrastrando las secuelas de lo que motivó aquel cambio durante toda su existencia.
Elegí este libro porque figuraba entre la lista de los libros recomendados dentro del Reto Serendipia Recomienda. Y he de decir que me ha gustado aunque, a medida que iba avanzando en la lectura, los giros y las sorpresas se me han ido haciendo predecibles. Al menos, la mayoría. Pero no creo que eso reste emoción a lo que nos cuenta Donna Milner ni valor a algunas de sus afirmaciones. Ni a las reflexiones que plantea, que son muchas y jugosas.
Milner nos hace pensar en las familias. En las que parecen perfectas y guardan secretos y mantienen costumbres que las hacen imperfectas. Es lo que le ocurre a la familia de Natalie y a su manía de enterrar lo que ocurre, de no hablar de lo que les va sucediendo, de esconder bajo la alfombra lo que puede hacer daño sin pararse a pensar que más daño puede hacer lo que se va guardando durante años.
Si el silencio es uno de los temas fundamentales del libro, no menos importante es el sentimiento de culpabilidad y lo que puede llegar a hacernos una culpa asumida pero no superada. Y Natalie es un buen ejemplo de ello.
Además, la obra plantea otra serie de cuestiones como el rechazo al diferente, la homosexualidad y la homofobia, los abusos sexuales a niños, los embarazos no deseados, el poder de los libros, la amistad, la relaciones que se establecen entre hermanos o entre padres e hijos... Todo ello en un contexto muy peculiar: el de una granja lechera en una pequeña localidad canadiense.
La estructura de la novela nos va llevando de los recuerdos de la Natalie adolescente al presente de una mujer adulta que no ha superado todo lo que vivió en su momento y que sigue arrastrando una culpa que no le pertenece y un horrible suceso pasado para el que tampoco ha encontrado cura. Me ha gustado mucho el uso de los tiempos verbales que hace la autora, que mantiene el pasado para los recuerdos pero actualiza el presente con unos tiempos verbales que nos permiten ir descubriendo lo que ocurre casi a tiempo real. De este modo, nos da la sensación de acompañar a Natalie en su vuelta al pasado que, más que una vuelta al pasado, es un billete para un futuro mucho más radiante.
En definitiva, una novela interesante y entretenida que plantea cuestiones y reflexiones que me ha gustado mucho descubrir en ella. Nos seguimos leyendo.
Elegí este libro porque figuraba entre la lista de los libros recomendados dentro del Reto Serendipia Recomienda. Y he de decir que me ha gustado aunque, a medida que iba avanzando en la lectura, los giros y las sorpresas se me han ido haciendo predecibles. Al menos, la mayoría. Pero no creo que eso reste emoción a lo que nos cuenta Donna Milner ni valor a algunas de sus afirmaciones. Ni a las reflexiones que plantea, que son muchas y jugosas.
Milner nos hace pensar en las familias. En las que parecen perfectas y guardan secretos y mantienen costumbres que las hacen imperfectas. Es lo que le ocurre a la familia de Natalie y a su manía de enterrar lo que ocurre, de no hablar de lo que les va sucediendo, de esconder bajo la alfombra lo que puede hacer daño sin pararse a pensar que más daño puede hacer lo que se va guardando durante años.
Si el silencio es uno de los temas fundamentales del libro, no menos importante es el sentimiento de culpabilidad y lo que puede llegar a hacernos una culpa asumida pero no superada. Y Natalie es un buen ejemplo de ello.
Además, la obra plantea otra serie de cuestiones como el rechazo al diferente, la homosexualidad y la homofobia, los abusos sexuales a niños, los embarazos no deseados, el poder de los libros, la amistad, la relaciones que se establecen entre hermanos o entre padres e hijos... Todo ello en un contexto muy peculiar: el de una granja lechera en una pequeña localidad canadiense.
La estructura de la novela nos va llevando de los recuerdos de la Natalie adolescente al presente de una mujer adulta que no ha superado todo lo que vivió en su momento y que sigue arrastrando una culpa que no le pertenece y un horrible suceso pasado para el que tampoco ha encontrado cura. Me ha gustado mucho el uso de los tiempos verbales que hace la autora, que mantiene el pasado para los recuerdos pero actualiza el presente con unos tiempos verbales que nos permiten ir descubriendo lo que ocurre casi a tiempo real. De este modo, nos da la sensación de acompañar a Natalie en su vuelta al pasado que, más que una vuelta al pasado, es un billete para un futuro mucho más radiante.
En definitiva, una novela interesante y entretenida que plantea cuestiones y reflexiones que me ha gustado mucho descubrir en ella. Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Serendipia Recomienda: 3/3
- Reto Noveles: 7