viernes, 31 de enero de 2014

BBF#71: "Mientras no digas te quiero", de Lola Beccaria

  
    No puedo decir mucho todavía sobre esta novela porque la verdad es que la voy a empezar hoy, así que aún no tengo primeras impresiones más allá de su comienzo:

 BBF#71



  —Tienes que reciclarte, Iris.

   Quien hablaba era un hombre obeso, de pelo canoso y enormes ojos verdes, sentado tras un escritorio. Una esquina de pan de molde le asomaba por entre los dedos. Sobre la mesa, en una bandeja de cartón gris, aguardaba un último emparedado, que parecía esperar su destino con resignación.  (“Mientras no digas te quiero, Lola Beccaria)
  La tengo que leer este fin de semana, así que espero contarte muy pronto qué me parece.
   Nos seguimos leyendo.

jueves, 30 de enero de 2014

"Dies irae", de César Pérez Gellida: rizando el rizo

http://www.sumadeletras.com/es/libro/dies-irae/










Ficha técnica:


Título: Dies irae           Autor: César Pérez Gellida             Editorial: Suma de Letras   Género: novela negra, thriller     Páginas: 552 Publicación:  Octubre 2013 ISBN: 9788483655375

Sinopsis (editorial):


  La acción de este thriller implacable arranca en la peculiar ciudad italiana de Trieste, frontera entre dos mundos. Au­gusto Ledesma elige el que fuera hogar de James Joyce como primer escenario para continuar su siniestra obra, que alimenta del aliento de sus víctimas y de la humilla­ción de sus perseguidores. Hasta allí se trasladará el ins­pector Ramiro Sancho en su frenética y obsesiva persecu­ción de un asesino en serie que parece haber acentuado su voracidad. Entretanto, al otro lado de la frontera, el psicó­logo criminalista y exagente del KGB Armando Lopategui, «Carapocha», recorrerá las calles de Belgrado junto a su hija y ahora discípula con el propósito de zanjar cuentas con un pasado despiadado del que no logra despojarse. En otra vuelta de tuerca, a través de fugaces viajes en el tiem­po, descubriremos cómo se fraguó la relación entre Pílades y Orestes y asistiremos a su sorprendente desenlace.  Tras el rotundo éxito de Memento mori, primera parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, César Pé­rez Gellida nos conduce de nuevo por los complejos labe­rintos que conforman la mente criminal desde los ojos de sus protagonistas, ya sean víctimas, asesinos en serie, ge­nocidas o quienes les persiguen. El inesperado desarrollo de los acontecimientos obligará al lector a pasar páginas en una ineludible búsqueda de respuestas.  Haciendo gala de un particular estilo cinematográfico aclamado por la crítica literaria, el autor nos envuelve en una trama adictiva, tejida a partir de un argumento sólido y pespunteado de poemas y canciones que componen una singular banda sonora del crimen.
   No voy a hacer esta reseña demasiado larga (o por lo menos, voy a intentarlo). No porque crea que hay poco de lo que hablar en esta segunda entrega de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne (estaría hablando horas y horas sobre tooooodo lo que me ha hecho sentir y pensar), sino porque, en primer lugar, no quiero que se me escape nada que pueda destripar el gran final de la obra a nadie y, segundo, porque me ha dejado tan impactada uno de los asesinatos de la novela, que prefiero medir mucho mis palabras, no vaya a ser una indirecta para críticos y blogueros y pague mi verborrea con la muerte.
    César Pérez Gellida consigue mantener el interés, la intriga y la capacidad de adicción de la primera parte aunque introduce aquí un nuevo elemento para la reflexión: como dice Carapocha, "no hay peor asesino en serie que aquel que se siente legitimado por una bandera". El autor abre la puerta así a otro tipo de asesinatos y de asesinos sobre los que el peso de la ley suele caer con menos contundencia que sobre los Augustos de la vida: los que se producen en el desarrollo de una guerra, los asesinatos justificados por el fragor de una batalla o, directamente, ordenados o permitidos por quienes han de velar por el cumplimiento de la ley. Pérez Gellida nos devuelve al conflicto ocurrido en la antigua Yugoslavia durante la década de los 90, una de las primeras guerras de las que guardo memoria, que viví con cierta consciencia y sobre la que, en su momento, me mantuve bastante informada, quizá porque me pilló en la Facultad de Periodismo y hablamos bastante de ello en clase. O sea que es una guerra que me toca de cerca, que en su momento me impactó y que, por lo tanto, me ha unido (aún más, si cabe) a la obra de Pérez Gellida.
    La guerra y sus muertes entran en Dies irae a través de la ventana que abre Carapocha (me encanta el apodo, no lo puedo remediar. Creo que dice tanto del tono general de la obra...) en su intento por vengar la muerte de su esposa. Al hilo de esta trama, secundaria en la trilogía pero igual de importante en esta entrega que la relacionada con el psicópata Augusto, al que conocimos en Memento mori, Pérez Gellida propone una reflexión sobre la guerra, sobre las muertes que quedan impunes, sobre la animalización del hombre en esas circunstancias y, de forma indirecta, sobre lo lejanas que nos quedan todas esas muertes (por muy cruentas, horribles e injustas que sean) de la comodidad de nuestro sofá y la tele a través de la que las vemos.
    Me ha interesado mucho esta subtrama o, quizá mejor en este caso, trama paralela, por la cantidad de datos que aporta, por la reflexión que plantea y por lo que me ha hecho pensar y recordar, aunque cierto es que aleja al lector del destino de Augusto y Sancho, a los que dejamos como dejamos al acabar Memento mori.
    Y hablando de acabar: César Pérez Gellida es un maestro de los finales trepidantes que te dejan sin aliento y que te fuerzan a desear, a anhelar, a suplicar, a rogar que se publique ya Consummatum est, la entrega que cerrará la saga y que verá la luz en marzo. Las 100 últimas páginas son de infarto y el final... En fin, yo cerré el libro con una única palabra en la boca. No digo más. No puedo decir más. 
    Por lo que respecta a la intriga principal, seguimos conociendo a los protagonistas de la saga en esta entrega, descubriendo algunos datos que nos dejan con la boca abierta. Pérez Gellida vuelve a atrás en el tiempo para ofrecer más información sobre cómo se fraguó la relación entre Augusto y Carapocha al tiempo que continúa la narración donde la dejó para continuar la caza del psicópata, con nuevas víctimas, nuevos métodos y nuevos personajes.
    Respecto a esta trama principal o vertebradora de la trilogía, sigue cautivándome todo lo que tiene que ver con la mente humana y, en este sentido, la descripción de Carapocha sobre cómo plantar cualquier idea en la mente de un hombre y destruir todo lo que ha sido hasta ese momento me parece tan fascinante como aterradora. La metáfora del jardinero de ideas me ha dejado tocadísima, porque veo que, en el fondo, se lleva a cabo cada día, aunque sea a menor escala. En periodismo lo llamamos crear corrientes de opinión o, en jerga de andar por casa, calentar un tema, pero nunca me había planteado hasta dónde se podría llegar, radicalizando el método y los objetivos.
     Y todo ello manteniendo algunas de las característica que ya vimos en la primera entrega: el enciclopedismo de la obra, las referencias a múltiples facetas de la cultura (lo de Vizzini y Fezzik me ha llegado al alma), a los deportes, la metaliteratura y, por supuesto, la música, pieza fundamental de la personalidad de Augusto.
     En definitiva, que Dies irae es digna sucesora de Memento mori, que Pérez Gellida ofrece más de lo mismo pero con el aliente añadido de la reflexión sobre la guerra y que no puedo esperar a acabar una trilogía que me está dejando casi tan trastornada como lo están algunos de sus personajes.
    Nos seguimos leyendo.   
   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto100 libros: 7/100
  •  Reto Autores de la A a la Z: P 4/24
  •  Reto Genérico: 7 (1 thriller)/40
  • Reto 25 españoles: 7/25 
  •  Reto Libros musicales: 3/5
  • Reto Negro y Criminal: 2/15
  • Reto Encuentra al personaje: 3/12
  He encontrado en esta obra varios personajes que me servirían para el Reto Encuentra el Personaje, pero prefiero ponérmelo (al menos de momento) un poco más difícil e intentar no meter más de un personaje por libro en el reto. Así que, de Dies irae me quedo con el pelirrojo, barbudo en este caso: Ramiro Sancho. Y  cumplo ahora con los requisitos del reto. Los datos del libro y la portada ya están puestos más arriba, así que paso al personaje directamente:
   Ramiro Sancho es uno de los personajes principales de la trilogía, concretamente, el policía que persigue al psicópata Augusto, en esta entrega, hasta más allá de los límites de su jurisdicción. En varios momentos de la obra se habla del color de su pelo y, en este caso concreto, de su barba: piensa en cortársela varias veces pero, al final, se queda en Dies irae como el barbudo pelirrojo de mirada sincera y aspecto desaliñado, según la percepción de la inspectora jefe Galo en, por poner un ejemplo, la página 210.
 
  Además, incluyo Dies Irae en el Reto Libros Musicales. La verdad es que hay tantas referencias musicales, letras y títulos de canciones en esta novela que podría hacer todo un álbum musical (de hecho, César Pérez Gellida tiene listas en Spotify tanto de este libro como de Memento mori). Pero como el reto exige (en la categoría que yo he elegido) poner un vídeo... y soy incapaz de decidirme, he decidido compartir dos. El primero, porque Iván Ferrero me encanta y le tengo muuuuy abandonaíco al pobre (Días azules y su letra aparecen en las páginas 205 y 206).

   Y el segundo porque Lullaby, de The Cure, es una canción que me seduce y me pone los pelos de punta a partes iguales desde que era niña. Me recuerdo hipnotizada frente a la tele viendo el vídeo y escuchando esa voz susurrante y esas notas... y al mismo tiempo deseando salir corriendo. Creo que el vídeo consigue transmitir la idea de la canción. Y lo mejor es que esta canción está excepcionalmente bien elegida en la novela: por un lado, define a Augusto con una referencia cultural que muchos tenemos y que, por lo tanto, no necesita más palabras y, por otro lado, permite una representación muy visual de la tela de araña que Augusto está preparando para su víctima, en el momento en que aparece citada. La referencia a Lullaby y un pedacito de la letra se encuentran en la página 272.

Isi premia a los participantes en sus actividades in English con un super sorteo

   Tengo tanto lío encima que por poco se me olvida apuntarme al sorteo con el que From Isi pretende premiar nuestros esfuerzos por leer en inglés, sean mayores o menores. A lo largo del año pasado, convocó diferentes actividades y ahora organiza un sorteo entre quienes participaron. Yo llegué tarde al reto pero no a lo demás, así que sumo:
  • la participación en el Segundo Readathon in English, que incluía:
  • la participación en la lectura conjunta: Reseña de The Ruby Brooch, de Kathrine Lowry Logan
  O sea, dos puntitos del primero y tres de la segunda: un total de 5 puntos. A ver si hay suerte, porque entre los libros sorteados hay auténticas joyas.
   Nos seguimos leyendo.

miércoles, 29 de enero de 2014

"La noche de los peones", de Esteban Navarro: la casualidad que rompe la calma de una noche de guardia

http://www.edicionesb.es/catalogo/autor/esteban-navarro/935/libro/la-noche-de-los-peones_2895.html









Ficha técnica:


Título: La noche de los peones     Autor: Esteban Navarro Editorial: Ediciones B   Género: novela policíaca, histórica     Páginas: 256                   Publicación:  Octubre 2013             ISBN:  978-84-666-5374-9

Sinopsis (editorial):


  En el turno de noche de una comisaría de Huesca, Andrés se entera de la muerte de un antiguo amigo al que no ha visto en veinte años, pero que por algún motivo ha ido hasta su ciudad para decirle algo. Con la ayuda de Diana, una joven policía en prácticas, el veterano policía emprenderá una investigación que lo obligará a viajar al pasado para averiguar qué los une después de tanto tiempo...  La noche de los peones es una novela policiaca diferen­te. Con una trama profundamente realista gracias a la propia experiencia del autor, policía desde hace más de veinte años, el relato es una historia de intriga además de una reflexión: sobre las contradicciones que nos ha­cen ser quienes somos y sobre la imparable marea que nos obliga, día a día, a seguir hacia adelante, como peones en un tablero de ajedrez.
   Me cuento entre quienes conocieron esta novela a través de Lorenzo Silva y sus apreciaciones sobre debate del jurado del Premio Nadal 2013. ¿Que si un poli sabría qué es la onicofagia? Sinceramente, no lo sé... pero tampoco lo pondría en duda. A veces te asombras de lo que la gente sabe. Y no hace falta ser catedrático ni médico ni estadista para quedarte con algo si llama tu atención, te sientes identificado por las razones que sea, te gustan las curiosidades de la vida o tienes una memoria de elefante. No creo que una novela deba juzgarse por una nadería así. De verdad, la gente a veces te deja pasmada. Dentro y fuera de los libros.
    Bajo el anecdótico debate sobre la onicofagia subyace la verosimilitud de los personajes, uno de los principios más sagrados de la literatura. Aun en el reino de la fantasía, un personaje ha de ser creíble. Si no, no tienes nada que hacer. Y yo creo que si algo le sobra a La noche de los peones es verosimilitud. Verosimilitud y realismo: Esteban Navarro habla sin pudor de la España de finales de los 70 y los 80, la del Nani y las drogas, la España del Vaquilla y el Torete y la admiración que despertaban. Una España que abría los ojos tras la oscuridad del Franquismo pero, deslumbrada, aún no sabía muy bien qué pasos había que dar hacia la democracia.
   Navarro afronta esas dudas desde los Cuerpos de Seguridad del Estado: habla de los cambios en las maneras de actuar, de los procedimientos, de las fronteras entre cuerpos... incluso de los cambios de vestuario. Por eso, me atrevería a decir que esta es una novela histórica, porque refleja muy bien una España en proceso de cambio, a la que le cuesta sacudirse el peso del rancio ropaje que llevaba hasta la fecha pero no sabe cómo lucir el oropel de los nuevos tiempos. 
    Esta parte de la historia queda reflejada en la novela a través de los recuerdos de Andrés, su protagonista. Pero, en realidad, la acción de la obra se concentra en una única noche: una noche en la que Andrés descubre la muerte de su amigo de la infancia, Miguel Ángel. El fallecimiento de este sume a Andrés en un mar de recuerdos en los que va diseccionando los caminos diferentes que tomaron, aun partiendo desde el mismo punto y acabando, al menos geográficamente, en el mismo lugar.
    En medio, toda una vida oposiciones y decisiones distintas que llevarán a cada uno a ocupar el lugar en el que la muerte de Miguel Ángel les sorprende: Andrés en la policía, en Huesca y Miguel Ángel, convertido en un enfermo crónico gracias  a las drogas y los periodos en la cárcel.

¿ACCIÓN O INACCIÓN?


    La coincidencia en el punto final del camino no es casual: Miguel Ángel buscaba a Andrés. Pero la muerte le sorprendió antes de que cumpliera su propósito. Un propósito que Andrés tratará de descubrir durante la noche en la que transcurre la acción.
    Aunque más que acción casi debería decir inacción, porque Navarro sitúa su novela en la tranquila Huesca, donde pocas veces ocurre algo. Y, encima, lo hace por la noche, donde la calma solo es interrumpida muy de vez en cuando. Se vale, así, de la fuerza que crea un misterio caído donde no se le espera y que viene a alterar una noche cualquiera, aunque esa alteración tenga más repercusión en la memoria de Andrés que en la comisaría de Policía. 
    He hablado con varias personas a las que esta novela no ha gustado. Que no pasa nada. Que solo es una noche. Que está mejor lo que Andrés recuerda que lo que realmente ocurre... Quiero encontrar una justificación a esta reacción en las expectativas que a cualquier lector despierta el membrete "novela negra" o "novela policíaca": acción, misterios por resolver, recovecos en la trama, giros de guión... y hasta, con suerte, alguna persecución. Y poco de eso hay en La noche de los peones. Un misterio por el que navegamos como por aguas mansas, sin sobresaltos, hasta hallar la respuesta; poca acción y mucha tranquilidad. O sea, todo lo contrario a lo que el género nos haría esperar. Navarro mimetiza la trama con esa calma que se vive en la comisaria oscense, lo que da (creo yo) a la novela un aire de trivialidad, no de excepcionalidad.
    Y sin embargo, sí creo que estamos ante una novela policíaca, porque en ella se habla (y mucho) de los procedimientos policiales, de las relaciones que se establecen entre agentes, de las esperas y las patrullas vacías, de las noches de guardia en las que no pasa nada y de los simples peones, piezas menores del ajedrez, obligados a continuar adelante o morir en el camino. Y a mí sí me ha gustado este acercamiento a la Policía, más allá de la mitología, de la admiración, de la necesidad o de la ficción creada por la literatura y el cine. Navarro presenta a policías de carne y hueso que viven situaciones reales y a quienes la casualidad, como tantas veces ocurre en la vida, va moldeando las curvas del camino.
     La calma general de la obra se traduce también en un estilo limpio, sin alharacas, en el que, sin embargo, sobran (para mí) algunas explicaciones, como cuando dice "ahora estarían los dos, dándole a la sin hueso -dijo refiriéndose a la lengua-".
     Por lo demás, Navarro inserta una historia sobre el azar de la vida cotidiana y las decisiones que tomamos en un momento convulso de la Historia de España. Una reflexión sobre las casualidades y la capacidad de decir que también ahonda en el poder del sexo, las diferencias entre generaciones y la fortaleza de cada uno para conducir con mayor o menor acierto las riendas de su propia vida.
    Nos seguimos leyendo.   
   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto100 libros: 5/100
  •  Reto Autores de la A a la Z: N 2/24
  •  Reto Genérico: 5 (1 de misterio)/40
  • Reto 25 españoles: 5/25 
  •  Reto Novela Histórica: 2/5
  • Reto Negro y Criminal: 1/15

martes, 28 de enero de 2014

"Sólo un pie descalzo", de Ana María Matute: sacándole el juego al tesoro que estamos condenados a perder: nuestra infancia

http://www.planetadelibros.com/solo-un-pie-descalzo-libro-91553.html


Ficha técnica:


Título: Sólo un pie descalzo      Autora: Ana María Matute  Editorial: Destino    Género: literatura infantil         Páginas: 272   Publicación:  4/4/2013                    ISBN: 978-84-233-4630-1

Sinopsis (editorial):


 "Hace muchos años, tantos que no vale la pena contarlos, existió una niña llamada Gabriela, que solía perder a menudo un zapato. Sólo uno, no los dos,..." Cuando lo perdía, los mayores se enfadaban mucho con Gabriela, y ella se sentía rara y triste, muy triste. Pero un día descubrió que algo muy especial ocurría en esos momentos. Se abría una puerta que sólo podía cruzar quien llevara un solo zapato, una puerta que estaba a punto de llevarla a un mundo mágico donde todo era posible.
   No sé ni por dónde empezar esta reseña porque no sé cómo comenzar a hablar de un libro tan pequeño y que me ha gustado tanto. Ana María Matute explora tantos territorios que me parecen interesantes... Quizá lo primero que puedo decir es que mientras lo leía he tenido la sensación de hacer un viaje por tres territorios diferentes pero conectados en lo que podríamos decir que son tres partes diferenciadas de la obra. Así, la primera parte de la obra nos descubre a Gabriela, una niña distinta a todos los demás, en todos los sentidos. Una niña estigmatizada por su fortuita tendencia a perder un zapato y a la que su entorno condena a la soledad. Matute se mete a la perfección en la piel de esta niña dejada de lado, que ve cómo su madre dedica tiempo a sus hermanas pero no a ella y que tiene que compartir los descubrimientos que ellas hacen a través del reflejo del espejo. Gabriela nos hace sentir su soledad, el vacío que siente que la acompaña vaya donde vaya, la invisibilidad que la rodea e, incluso la crueldad de algunas escenas. Creo que la magistral manera de transmitir sentimientos de Matute hace que este libro sea más adecuado para niños un poco mayores que mi hija Lucía (seis años recién cumplidos): lo empecé a leer con ella y teníamos que parar porque se sentía muy triste por Gabriela y no entendía por qué todo el mundo le daba de lado.
    Pero ese aislamiento puede servir para enseñar a los niños muchas cosas, como también el detalle de la pérdida del zapato: perder un solo zapato es lo que hace a Gabriela especial pero también desgraciada. Es lo que la diferencia, la causa de su humillación en la mayoría de las ocasiones. Ese zapato puede convertirse en metáfora de una discapacidad o de eso que todos tenemos y nos diferencia de los demás: ser alto, ser bajo, ser gordo, tener pecas, las orejas grandes... así que puede servir para trabajar muy bien los sentimientos que esa diferencia provoca y cómo superarlos.
    

EXPLORANDO EL TERRITORIO DE LA FANTASÍA


  La manera que Gabriela encuentra para ser aceptada es la fantasía, el mundo de la literatura, los cuentos, los personajes que la quieren tal y como es. En la que a mí me ha parecido que podría ser una segunda parte de la obra, Gabriela descubre un libro mágico que la transporta a mundos y situaciones maravillosas, capaces de enseñar una gran lección, tanto a Gabriela como al lector. Matute nos traslada no solo a mundos de ficción llenos de magia y fantasía sino a los lugares más recónditos de una casa, donde viven los objetos rotos, perdidos y olvidados. 
    Esta parte me ha fascinado porque incluye pequeños cuentos en los que los protagonistas son azucareros sin tapadera, tazas desportilladas o cucharillas que siguen llorando desconsoladas la pérdida del amor de ese tenedor que se fugó, tirándose al cubo de la basura, con otra cucharilla que ni siquiera era de la misma cubertería.
    Ese mundo de los desparejados, los tarados, los descascarillados o los que son demasiado viejos como para ejercer su función me ha resultado tan metafórico como entrañable, tan bello como certero.
    Gabriela abre el libro y el mundo se transforma. No hay mejor metáfora sobre lo que leer significa para mí, para muchos.


LA INFANCIA: EL TESORO QUE ESTAMOS CONDENADOS A PERDER

   En la última parte, el tono cambia y la felicidad empieza a llegar a la vida de Gabriela. Matute indaga en ella en el territorio más feliz de la infancia: el de las vacaciones, los primos, los juegos, las excursiones... Gabriela no pierde su conexión con el mundo de la fantasía pero empieza a encontrar su hueco en el mundo real. Lo más triste es que, hasta cierto punto, esa victoria ganada se asocia con la pérdida de la infancia, con el indomeñable paso del tiempo que nos roba uno de nuestros tesoros más añorados después: la infancia. 
   En esta tercera parte, Gabriela empieza a utilizar en su propio beneficio su gran defecto y comienza a sacarle partido a su pie descalzo. Además, prueba el sabor del viento en la cara, del sol de verano, de los baños compartidos y de los juegos infantiles.
   Y también descubrirá el calor que da en el corazón encontrar a alguien especial que te comprende con solo mirarte, que se siente igual que tú. Esa persona que nos completa, que nos enriquece, que es igual pero diferente a nosotros, con la que podemos compartirlo todo porque sabemos que nos quiere tal y como somos, justo como nosotros la queremos a ella. Lo malo es que empezar a amar así es comenzar a crecer y perder lo que fuimos, lo que inevitablemente dejamos de ser, porque el tiempo y la vida y las circunstancias y todo lo que nos rodea nos va cambiando, moldeando, haciéndonos madurar.
    Y todo ese bombón llega al lector envuelto en el precioso papel de colores que es el estilo de Ana María Matute, tan lleno de magia y de poesía como la propia historia de Gabriela y sus zapatos perdidos. Un libro para reflexionar sobre lo que todos tenemos de diferente y para aprender a aceptarlo: a aceptar a los demás pero también a nosotros mismos.
    Nos seguimos leyendo.   
   Agradezco a Destino el envío de este ejemplar.

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