Ficha técnica:
Título: Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea Autora: Annabel Pitcher
Editorial: Siruela Género: novela Páginas: 236Publicación: 2011 ISBN: 978-84-9841-675-6
Sinopsis (editorial):
Esta historia de la lucha de un niño por recuperar a su familia desgarra y conmueve, pero está también llena de humor y esperanza. La voz de Jamie tiene tanta fuerza que uno no puede evitar ponerse de su parte y ver el mundo a través de sus ojos.
Han pasado cinco años desde que Rose murió en un atentado terrorista islámico en el centro de Londres. Su hermano Jamie, de diez años, no ha podido llorar todavía, aunque sabe que debería hacerlo porque toda su familia lo hizo. Las cosas no van nada bien desde entonces: su padre bebe cada vez más, su madre los ha abandonado, Jasmine, la gemela de Rose, ha dejado de comer y Jamie tiene muchas preguntas que nadie le responde. Pero un día un anuncio de televisión le hace soñar con que todo vuelva a ser como antes…
Hay cuestiones extremadamente polémicas, duras y desgarradoras a las que la visión que ofrece un niño puede regalar un punto de frescura, inocencia y paradoja que, quizá por chocante, puede abrir nuevos caminos para la reflexión. Temas como la muerte, la religión, el fanatismo, el terrorismo, la desintegración de una familia o el amor incondicional pueden adquirir una nueva perspectiva si quien habla de ellos es un niño de 10 años. Un niño de 10 años que cuenta lo que le ocurre con la sencillez de la inexperiencia y con esa mirada aún no empañada ni por los prejuicios, ni por las ideologías, ni por lo políticamente correcto ni por las herramientas con las que los adultos moldeamos la realidad para hacerla menos dolorosa.
Por eso me ha enamorado esta novela: por ofrecer un punto de vista diferente sobre estos temas tan controvertidos. Un punto de vista fresco, inocente, chocante para mí modo de entender actualmente el mundo y que me ha hecho darle una vuelta más dentro de mi cabeza, dedicarle un tiempo a volver a pensar sobre lo que yo ya creía, para matizarlo, para transformarlo. Para intentar verlo con los ojos limpios de tantas cosas que mi propio bagaje personal, cultural e ideológico empañan.
La historia que cuenta la novela no puede ser más dura: Jamie es un niño de 10 años que perdió a su hermana Rose hace cinco años en un atentado terrorista. El principio del libro ya da muchas pistas sobre ese estilo que no deja de conmocionar, emocionar y forzar al lector a reflexionar a lo largo de toda la obra: "Mi hermana Rose vive sobre la repisa de la chimenea. Bueno, al menos parte de ella. Tres de sus dedos, su codo derecho y su rótula están enterrados en una tumba en Londres. Mamá y papá tuvieron una discusión de las gordas cuando la policía encontró diez pedazos de su cuerpo. Mamá quería una tumba que pudiera visitar. Papá quería incinerarlos y esparcir las cenizas en el mar. En todo caso, eso es lo que me ha contado Jasmine. Ella se acuerda de más cosas que yo". Esta manera de contar la historia y la forma de ver el mundo que implica (y la cantidad de información que deja ver) encogen el corazón. Y así se mantiene durante toda la novela (porque al pobre Jamie no le dejan de pasar cosas negativas), aunque a veces la autora suelta el puño con el que oprime el corazón de lector para regalarnos pequeñas victorias, momentos divertidos, párrafos entrañables y una verdadera lección sobre lo que es el amor.
A Jamie le han enseñado a odiar a los musulmanes aunque no tiene muy claro la razón por la que debe hacerlo. Sí, porque mataron a su hermana pero... y si la única niña que quiere ser su amiga en el nuevo colegio lleva velo, entonces ¿qué? ¿Hay que odiarla también? ¿Y sin embargo no puede odiar al niño que le hace mil y una barrabasadas solo porque no es musulmán? Con sus pensamientos infantiles y sus actitudes, Jamie cuestiona el modelo que le han transmitido sus padres. Un modelo quizá válido para ellos (en cualquier caso, quizá comprensible, después de lo ocurrido) pero que a Jamie (que ni se acuerda de su hermana, porque era demasiado pequeño cuando murió como para recordar ahora cómo era su sonrisa o si le gustaba jugar con ella) no le sirve. Casi sin decirlo, la autora cuestiona el fanatismo, tenga la razón que tenga, y el odio irracional inculcado generación tras generación.
Al mismo tiempo, habla sin hablar de las semejanzas entre religiones, más allá de las diferencias que sus respectivos integrantes remarcan una y otra vez, dejando bien claro que "ellos" no son "nosotros".
Una de las consecuencias de aquel terrible suceso fue la posterior desintegración de la familia. Una familia rota cuyos pedazos tratan de sobrevivir al dolor como pueden: la madre, dejándose guiar por un nuevo amor; el padre, ahogándolo en alcohol; Jas (la hermana gemela de la fallecida Rose), subrayando la diferencia con la niña que fue, con la niña que sus padres quisieran que no hubiera crecido para que siguiera siendo siempre la niña ausente, la Rose perdida; y Jamie... Jamie intenta comprender el dolor de la ausencia pero no acaba de conseguirlo. Hasta el final de la novela.
Me ha parecido muy significativa e ilustrativa esa ausencia que se convierte en omnipresente. Ese hueco que lo llena todo, esa niña que falta y cuya inexistencia oculta lo que sí está, lo que permanece. La sensación que tienen Jas y Jamie de ser invisibles frente a la hermana que es realmente invisible pero que está más presente que si fuera de carne y hueso es metafórica pero también real y desata una serie de sensaciones muy concretas en el lector: sorpresa, vacío, tristeza, frustración. Las mismas que sienten los dos hermanos cuando el padre pone el cinturón de seguridad a la urna en la que se guardan las cenizas de Rose y se olvida de recordárselo a ellos: como si lo muerto tuviera más importancia que lo vivo. Como si el dolor cegase tanto que no hay diferencia entre lo vivo y lo muerto. Pero la narración de Jamie pone una pared inocente y hasta cierto punto humorística al sentimiento de vacío con la que el lector choca sin remisión cuando dice que si esto es ser invisible, entonces este es un superpoder sobrevalorado.
Me ha dejado muy impactada esta novela aparentemente sencilla (creo que el hecho de exponer cosas complicadas de una manera sencilla y aprovecharse del choque que produce en el lector es ya seña de identidad de Annabel Pitcher, como ya comenté en la reseña de su segunda novela, Nubes de kétchup). Es una novela diferente que habla de temas muy profundos con una sencillez que da más que pensar que si se tratara de un ensayo concienzudo. Por lo menos, a mí me ha dado mucho que pensar mientras la leía y creo que seguiré acordándome de Jamie y de su manera de ver el mundo cada vez que oiga hablar de terrorismo, de familias rotas, de alcoholismo, de lo que se guarda y no se puede sacar de uno mismo, de lo que se enseña a los hijos (consciente o inconscientemente), de lo que te enseñan tus padres pero no por las razones adecuadas, de super héroes, de valentía, de riesgo, de sueños rotos. O de ese dolor tan profundo que lo anega todo, que se convierte en un tsunami que arrasa vidas enteras.
Nos seguimos leyendo.
Por eso me ha enamorado esta novela: por ofrecer un punto de vista diferente sobre estos temas tan controvertidos. Un punto de vista fresco, inocente, chocante para mí modo de entender actualmente el mundo y que me ha hecho darle una vuelta más dentro de mi cabeza, dedicarle un tiempo a volver a pensar sobre lo que yo ya creía, para matizarlo, para transformarlo. Para intentar verlo con los ojos limpios de tantas cosas que mi propio bagaje personal, cultural e ideológico empañan.
La historia que cuenta la novela no puede ser más dura: Jamie es un niño de 10 años que perdió a su hermana Rose hace cinco años en un atentado terrorista. El principio del libro ya da muchas pistas sobre ese estilo que no deja de conmocionar, emocionar y forzar al lector a reflexionar a lo largo de toda la obra: "Mi hermana Rose vive sobre la repisa de la chimenea. Bueno, al menos parte de ella. Tres de sus dedos, su codo derecho y su rótula están enterrados en una tumba en Londres. Mamá y papá tuvieron una discusión de las gordas cuando la policía encontró diez pedazos de su cuerpo. Mamá quería una tumba que pudiera visitar. Papá quería incinerarlos y esparcir las cenizas en el mar. En todo caso, eso es lo que me ha contado Jasmine. Ella se acuerda de más cosas que yo". Esta manera de contar la historia y la forma de ver el mundo que implica (y la cantidad de información que deja ver) encogen el corazón. Y así se mantiene durante toda la novela (porque al pobre Jamie no le dejan de pasar cosas negativas), aunque a veces la autora suelta el puño con el que oprime el corazón de lector para regalarnos pequeñas victorias, momentos divertidos, párrafos entrañables y una verdadera lección sobre lo que es el amor.
A Jamie le han enseñado a odiar a los musulmanes aunque no tiene muy claro la razón por la que debe hacerlo. Sí, porque mataron a su hermana pero... y si la única niña que quiere ser su amiga en el nuevo colegio lleva velo, entonces ¿qué? ¿Hay que odiarla también? ¿Y sin embargo no puede odiar al niño que le hace mil y una barrabasadas solo porque no es musulmán? Con sus pensamientos infantiles y sus actitudes, Jamie cuestiona el modelo que le han transmitido sus padres. Un modelo quizá válido para ellos (en cualquier caso, quizá comprensible, después de lo ocurrido) pero que a Jamie (que ni se acuerda de su hermana, porque era demasiado pequeño cuando murió como para recordar ahora cómo era su sonrisa o si le gustaba jugar con ella) no le sirve. Casi sin decirlo, la autora cuestiona el fanatismo, tenga la razón que tenga, y el odio irracional inculcado generación tras generación.
Al mismo tiempo, habla sin hablar de las semejanzas entre religiones, más allá de las diferencias que sus respectivos integrantes remarcan una y otra vez, dejando bien claro que "ellos" no son "nosotros".
Una de las consecuencias de aquel terrible suceso fue la posterior desintegración de la familia. Una familia rota cuyos pedazos tratan de sobrevivir al dolor como pueden: la madre, dejándose guiar por un nuevo amor; el padre, ahogándolo en alcohol; Jas (la hermana gemela de la fallecida Rose), subrayando la diferencia con la niña que fue, con la niña que sus padres quisieran que no hubiera crecido para que siguiera siendo siempre la niña ausente, la Rose perdida; y Jamie... Jamie intenta comprender el dolor de la ausencia pero no acaba de conseguirlo. Hasta el final de la novela.
Me ha parecido muy significativa e ilustrativa esa ausencia que se convierte en omnipresente. Ese hueco que lo llena todo, esa niña que falta y cuya inexistencia oculta lo que sí está, lo que permanece. La sensación que tienen Jas y Jamie de ser invisibles frente a la hermana que es realmente invisible pero que está más presente que si fuera de carne y hueso es metafórica pero también real y desata una serie de sensaciones muy concretas en el lector: sorpresa, vacío, tristeza, frustración. Las mismas que sienten los dos hermanos cuando el padre pone el cinturón de seguridad a la urna en la que se guardan las cenizas de Rose y se olvida de recordárselo a ellos: como si lo muerto tuviera más importancia que lo vivo. Como si el dolor cegase tanto que no hay diferencia entre lo vivo y lo muerto. Pero la narración de Jamie pone una pared inocente y hasta cierto punto humorística al sentimiento de vacío con la que el lector choca sin remisión cuando dice que si esto es ser invisible, entonces este es un superpoder sobrevalorado.
Me ha dejado muy impactada esta novela aparentemente sencilla (creo que el hecho de exponer cosas complicadas de una manera sencilla y aprovecharse del choque que produce en el lector es ya seña de identidad de Annabel Pitcher, como ya comenté en la reseña de su segunda novela, Nubes de kétchup). Es una novela diferente que habla de temas muy profundos con una sencillez que da más que pensar que si se tratara de un ensayo concienzudo. Por lo menos, a mí me ha dado mucho que pensar mientras la leía y creo que seguiré acordándome de Jamie y de su manera de ver el mundo cada vez que oiga hablar de terrorismo, de familias rotas, de alcoholismo, de lo que se guarda y no se puede sacar de uno mismo, de lo que se enseña a los hijos (consciente o inconscientemente), de lo que te enseñan tus padres pero no por las razones adecuadas, de super héroes, de valentía, de riesgo, de sueños rotos. O de ese dolor tan profundo que lo anega todo, que se convierte en un tsunami que arrasa vidas enteras.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Desafío100 libros: 48/100
- Reto Sumando: 46/2013