Ficha técnica:
Título: Viajes por el Scriptorium Autor: Paul Auster
Editorial: Círculo de Lectores Género: novela, metaliteratura Páginas: 180Publicación: 2007 ISBN: 978-84-672-2348-4
Sinopsis (editorial):
Un hombre despierta en una habitación vacía. No recuerda nada, no sabe si está prisionero... Sólo tiene la vaga memoria de que ha hecho algo malo. Auster regresa a su mejor narrativa con esta historia llena de misterio donde, una vez más, ficción y realidad se funden y se confunden.
Tenía ganas de estrenarme con Paul Auster y, aunque probablemente no lo he hecho con la obra más adecuada, he de decir que me ha gustado la experiencia. Tenía el libro por casa desde hace años, por eso mismo: lo compré porque tenía ganas de leer al autor pero luego el argumento de esta obra en concreto me ha echado para atrás y una otra vez. Hasta que Cazando estrellas me dio el empujón definitivo con su reto. Y aquí estoy, intentando hablar sobre uno de los libros más extraños que he leído en mi vida.
Si lees el blog con frecuencia, ya sabrás que me encanta la metaliteratura. Y este libro es una obra metaliteraria de marca mayor. Es más, es como un juego de muñecas rusas de metaliteratura: hay un relato dentro del relato principal (una historia incompleta que Míster Blank, el protagonista de la novela, lee, interpreta e intenta completar) y, hacia al final, hay un nuevo giro metaliterario que habla de la propia novela que está leyendo el lector. Es una caja de sorpresas, un juego de espejos cuyo resultado final es bastante interpretable. O al menos, a mí me lo parece. Incluso, hay expresiones autorreferenciales del tipo "porque, según hemos visto en el primer párrafo, está como ausente", en las que la novela se cita a sí misma.
El narrador cuenta la historia de Míster Blank desde la omnisciencia. Al principio es más testigo que omnisciente, pero en muchas ocasiones (y cuanto más se avance la trama, con mayor frecuencia) habla de lo que piensa o siente Míster Blank, o sea que se va haciendo más omnisciente. Al comienzo del libro, la narración aséptica del observador de Míster Blank deja un poco descolocado al lector: el narrador habla en presente, describe cada uno de los actos y movimientos del personaje al que observa y recoge las inquietudes del observado: quién es, dónde se encuentro, qué ha ocurrido... Míster Blank no recuerda nada (al menos, nada de su pasado reciente; en muchas ocasiones el pasado lejano le visita y Míster Blank desaparece del presente para regresar a ese pasado, a su niñez, a sus recuerdos más lejanos. De hecho hay una vinculación entre la vejez y la niñez, mostrada claramente en la alegría casi infantil de Míster Blank cuando hace alguna travesura o descubrimiento que él cree sorprendente -como deslizarse en una silla de ruedas de las de oficina-) y el narrador trata de transmitir ese desconcierto que siente un hombre desmemoriado.
Al desconcierto de Míster Blank se une el desconcierto de un lector que no está acostumbrado a que se le presente el personaje principal de una novela sin que el narrador sepa quién es, qué hace, qué hizo; sin contar más que las acciones que realiza en cada momento, lo que le rodea, quién le visita, si se cae o se marea o lee o mira las fotos que tiene a mano. El narrador no adelanta nada de lo que sabe sobre Míster Blank, sino que va dejando que la narración y las acciones del anciano fluyan. Mantiene la objetividad que da la ignorancia, la falta de implicación con el personaje central.
También fluye el propio texto, sin nada que lo interrumpa: no hay marcas de diálogo (aunque sí hay diálogos) ni diferencia entre la narración y el texto que Míster Blank lee (aunque dentro de ese relato anidado sí están marcados los diálogos, por ejemplo).
A lo largo de la narración van surgiendo una serie de temas recurrentes: el olvido y la memoria, la culpabilidad, los hechos pasados y sus consecuencias en el presente, las repercusiones que nuestras decisiones tienen en los demás... Míster Blank no recuerda lo que fue pero sí recuerda el sentimiento que lo que fue le produjo, paradójicamente. Quizá la enseñanza sea que el sentimiento que nos queda de algo que vivimos es más perdurable que el recuerdo del hecho en sí mismo.
En una obra tan extraña y metaliteraria como esta, Auster juega constantemente con el horizonte de expectativas del lector, es decir, con lo que el lector espera de la obra, con lo que cree que está sucediendo, con esas apuestas que nos hacemos a nosotros mismos mientras vamos leyendo, tratando de adivinar que contará la siguiente página. De hecho, en un momento dado (muy avanzada la lectura, he de decirlo), tuve una intuición muy fuerte de lo que podría estar pasando y me pareció que podría ser una idea genial para una novela y que, si era eso, me iba a parece una obra francamente ingeniosa. Pero he reconocer que mi corazonada no era correcta y que el final te deja tan descolocada como el resto del relato. Puro juego, puro ingenio, pura treta literaria.
Me ha gustado mucho el estilo del autor aunque, ya digo, no creo que sea una obra significativa en su trayectoria, aunque he leído en varias reseñas y comentarios que algunos de los temas que aquí trata sí que son constantes en su producción, lo cual me anima a seguir conociendo a Auster. Doy por cumplido el reto pero no descarto leer alguna novela suya más durante este año. A ver si fuera posible.
Nos seguimos leyendo.
Si lees el blog con frecuencia, ya sabrás que me encanta la metaliteratura. Y este libro es una obra metaliteraria de marca mayor. Es más, es como un juego de muñecas rusas de metaliteratura: hay un relato dentro del relato principal (una historia incompleta que Míster Blank, el protagonista de la novela, lee, interpreta e intenta completar) y, hacia al final, hay un nuevo giro metaliterario que habla de la propia novela que está leyendo el lector. Es una caja de sorpresas, un juego de espejos cuyo resultado final es bastante interpretable. O al menos, a mí me lo parece. Incluso, hay expresiones autorreferenciales del tipo "porque, según hemos visto en el primer párrafo, está como ausente", en las que la novela se cita a sí misma.
El narrador cuenta la historia de Míster Blank desde la omnisciencia. Al principio es más testigo que omnisciente, pero en muchas ocasiones (y cuanto más se avance la trama, con mayor frecuencia) habla de lo que piensa o siente Míster Blank, o sea que se va haciendo más omnisciente. Al comienzo del libro, la narración aséptica del observador de Míster Blank deja un poco descolocado al lector: el narrador habla en presente, describe cada uno de los actos y movimientos del personaje al que observa y recoge las inquietudes del observado: quién es, dónde se encuentro, qué ha ocurrido... Míster Blank no recuerda nada (al menos, nada de su pasado reciente; en muchas ocasiones el pasado lejano le visita y Míster Blank desaparece del presente para regresar a ese pasado, a su niñez, a sus recuerdos más lejanos. De hecho hay una vinculación entre la vejez y la niñez, mostrada claramente en la alegría casi infantil de Míster Blank cuando hace alguna travesura o descubrimiento que él cree sorprendente -como deslizarse en una silla de ruedas de las de oficina-) y el narrador trata de transmitir ese desconcierto que siente un hombre desmemoriado.
Al desconcierto de Míster Blank se une el desconcierto de un lector que no está acostumbrado a que se le presente el personaje principal de una novela sin que el narrador sepa quién es, qué hace, qué hizo; sin contar más que las acciones que realiza en cada momento, lo que le rodea, quién le visita, si se cae o se marea o lee o mira las fotos que tiene a mano. El narrador no adelanta nada de lo que sabe sobre Míster Blank, sino que va dejando que la narración y las acciones del anciano fluyan. Mantiene la objetividad que da la ignorancia, la falta de implicación con el personaje central.
También fluye el propio texto, sin nada que lo interrumpa: no hay marcas de diálogo (aunque sí hay diálogos) ni diferencia entre la narración y el texto que Míster Blank lee (aunque dentro de ese relato anidado sí están marcados los diálogos, por ejemplo).
A lo largo de la narración van surgiendo una serie de temas recurrentes: el olvido y la memoria, la culpabilidad, los hechos pasados y sus consecuencias en el presente, las repercusiones que nuestras decisiones tienen en los demás... Míster Blank no recuerda lo que fue pero sí recuerda el sentimiento que lo que fue le produjo, paradójicamente. Quizá la enseñanza sea que el sentimiento que nos queda de algo que vivimos es más perdurable que el recuerdo del hecho en sí mismo.
En una obra tan extraña y metaliteraria como esta, Auster juega constantemente con el horizonte de expectativas del lector, es decir, con lo que el lector espera de la obra, con lo que cree que está sucediendo, con esas apuestas que nos hacemos a nosotros mismos mientras vamos leyendo, tratando de adivinar que contará la siguiente página. De hecho, en un momento dado (muy avanzada la lectura, he de decirlo), tuve una intuición muy fuerte de lo que podría estar pasando y me pareció que podría ser una idea genial para una novela y que, si era eso, me iba a parece una obra francamente ingeniosa. Pero he reconocer que mi corazonada no era correcta y que el final te deja tan descolocada como el resto del relato. Puro juego, puro ingenio, pura treta literaria.
Me ha gustado mucho el estilo del autor aunque, ya digo, no creo que sea una obra significativa en su trayectoria, aunque he leído en varias reseñas y comentarios que algunos de los temas que aquí trata sí que son constantes en su producción, lo cual me anima a seguir conociendo a Auster. Doy por cumplido el reto pero no descarto leer alguna novela suya más durante este año. A ver si fuera posible.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 12 meses 12 libros: 5/1
- Desafío100 libros: 53/100
- Reto Sumando: 25/2013
- Reto Paul Auster 1/1
Me parece que yo con esta novela no me animo, aunque tengo ganas de leer algo de este autor del que precisamente me llegó el libro del Sant Jordi de este año, así que me iniciaré con ese. Un beso.
ResponderEliminarYo aún no he catado al autor...y le tengo ganas, aunque aún no sé por cual empezaré...aunque ésta al no ser la más representativa no creo.
ResponderEliminarUn beso!
Me ha encantado la reseña, ni que decir tiene que me lo apunto. Gracias por participar en el reto. Un besote!
ResponderEliminarLeí un libro del autor y ya fue hace mil... tengo que retomarlo!
ResponderEliminarBesotes
Muy buena reseña! Y de un autor que hasta ahora me ha gustado mucho lo que he leído de él. Este me lo llevo anotado, a ver cuándo logro hacerle hueco...
ResponderEliminarBesotes!!