Título: Rebeca
Autora: Daphne du Maurier
Editorial: DeBolsillo
Género: novela, suspense
Páginas: 464
Publicación: julio 2014
ISBN: 9788490624340
Nadie que conozca la película basada en esta novela podrá olvidar la voz en off que recita la frase inicial de la obra más lograda de Daphne du Maurier: Rebeca. Así comienzan los recuerdos de la segunda señora De Winter, que la transportan de nuevo a la aislada y gris mansión situada en la húmeda y ventosa costa de Cornualles. Con un marido al que apenas conoce, la joven esposa llega a este inmenso predio para ser inexorablemente ahogada por la fantasmal presencia de la primera señora De Winter, la hermosa Rebeca, muerta pero nunca olvidada. Su habitación permanece intacta, sus vestidos listos para ser lucidos y su sirvienta, la siniestra señora Danvers, aún le profesa una devoción malsana. Y con el espeluznante presentimiento de que algo maligno le está aprisionando el corazón, la joven comienza a investigar el verdadero destino de Rebeca: el oscuro secreto de Manderley.
Gracias al empujoncito de Carmen y amig@s he cumplido con una nueva deuda en mi vida: leer Rebeca y ver la magnífica película de Hitchcock... que ya era hora. Y he de decir que las dos cosas me han encantado. Empecemos por el libro.
La obra de Daphne de Maurier, publicada originalmente en 1938, es una novela que avanza a ritmo lento pero que mantiene el interés gracias a una intriga que no resuelve hasta el final (y de qué manera). Así, la autora va sumergiéndonos poco a poco en la vida de la narradora y segunda esposa de Maxim de Winter y en su llegada a la mansión de su marido, Manderley.
En este sentido, es fácil asociar, tal y como propone la lectura conjunta que me ha servido para leer esta novela junto a Jane Eyre y El ancho mar de los sargazos, establecer comparaciones entre la obra de Charlotte Brönte y esta. En primer lugar, ambas son segundas esposas (aunque la pobre Jane no lo sepa). En segundo lugar, los hombres son (o aparentan ser) bastante fríos y un poco distantes, aunque estén muy enamorados de sus parejas (y aquí he de decir que en la película, Maxim es más, digamos, humano, menos envarado que en el libro, aunque tampoco es que sea la alegría de la huerta). Pero, claro, ambos tienen sus razones (y cuidado, que esto puede tomarse como un spoiler): los dos cargan con el peso de una culpa que les convierte en seres atormentados y a los que, por lo tanto, les cuesta entregarse sin reservas a sus nuevos amores.
También es verdad que, en ambos cosas, al ser ellas las narradoras en primera persona del relato, se nos ofrece solo una versión de la historia (lo cual, claro está, también contribuye a crear tensión y a alimentar la intriga que se resolverá al final) y solo conocemos a los personajes masculinos por lo que dicen o por lo que se nos cuenta de ellos.
El tono evocativo de Rebeca, potenciado por esos primeros capítulos en los que nos habla de un Manderley perdido, se mantiene a lo largo de toda la novela, lo que favorece también un cierto tono de reflexión sobre lo ocurrido. Y, por supuesto, hace aumentar la intriga desde la primera página: ¿qué ha pasado para que no puedan volver a ese Manderley que se pinta como la mansión ideal?
Rebeca no tiene, en cambio, el componente feminista de Jane Eyre. Más bien al contrario: la narradora es una mujer totalmente sumisa, muy insegura, que vive atormentada por la sombra de la primera señora de Winter, personaje que, precisamente, da nombre a la obra. Desde el principio, se presenta como ser atiplado, comedido incluso en el vestir, que sí, en algunos momentos da algún golpe de autoridad, pero que, por lo general, se acomoda sin mayores reflexiones a la realidad que le es dada. O, por lo menos, sin mayores reflexiones en lo que respecta a cambiar una realidad que no le satisface, porque obsesiones sobre que ella no es tan buena (ni tan guapa, ni tan inteligente, ni tan buena señora de su casa) como la fallecida Rebeca hay en grandes cantidades.
No obstante, no se me ha hecho un personaje antipático. Un poco pusilánime sí, demasiado acomplejada, demasiado timorata... pero no rechazable. Aunque, claro, me costó empatizar con ella porque no entendía muchas de sus reacciones.
Su voz (quiero imaginar dulce y serena) nos va desgranando una trama perfectamente armada que nos va ofreciendo pequeños indicios de lo que pudo haber ocurrido y leves detalles que nos van permitiendo descubrir al gran personaje de la novela, ese que ni siquiera aparece porque está muerto: Rebeca. Tanto la autora como luego Hitchcock consiguen centrar el foco y sostener a la perfección un personaje que, en realidad, no existe, que no se puede defender, que no nos puede mostrar su verdad ni su forma de ser. Deberemos, pues, reconstruirlo a través de los comentarios, las pistas, los datos incluso contradictorios que nos van llegando sobre la primera señora de Winter, un personaje realmente fascinante.
Y creo que la configuración del carácter de la narradora también tiene que ver con Rebeca: creo que la autora quiere mostrarnos la oposición que existe entre ellas en todo momento, incluso en la forma de encarar la vida. Para bien y, claro está, también para mal.
¿Y qué decir de la adaptación firmada por Alfred Hitchcock? Que es grande, enorme, maravillosa. Y que si ganó el Oscar a la mejor película en 1941 fue por méritos propios. Es increíble cómo potencia el suspense que ya está en la novela gracias a la elección de los actores y, sobre todo, del continuo juego de sombras que permite el cine en blanco y negro.
Rey del detalle, Hitchcock hace una lectura casi al pie de la letra de la obra de Du Maurier (son pocos los aspectos del argumento que varían respecto a la trama de la historia literaria) y la potencia con su mano de Midas del cine, que convierte en oro (en calidad, en delicia, en intriga, en golosina para los ojos) todo lo que toca. Hitchcock nos ofrece planos de gran belleza pero que subrayan los detalles importantes de la obra (esos que no debemos perdernos) y, también, la oposición entre la segunda señora de Winter y su terrorífica ama de llaves.
El director sabe exprimir al máximo la tensión narrativa de la novela y la lleva a su más alto exponente con una serie de imágenes turbadoras, inquietantes y que comunican tanto por lo que cuentan como por lo que sugieren. Y es capaz de crear una atmósfera general de tensión (y de mensajes ocultos) que contribuyen a magnificar el suspense del argumento.
En definitiva, dos grandes obras en dos formatos diferentes pero que nos harán disfrutar doblemente de una misma historia.
Nos seguimos leyendo.
La obra de Daphne de Maurier, publicada originalmente en 1938, es una novela que avanza a ritmo lento pero que mantiene el interés gracias a una intriga que no resuelve hasta el final (y de qué manera). Así, la autora va sumergiéndonos poco a poco en la vida de la narradora y segunda esposa de Maxim de Winter y en su llegada a la mansión de su marido, Manderley.
En este sentido, es fácil asociar, tal y como propone la lectura conjunta que me ha servido para leer esta novela junto a Jane Eyre y El ancho mar de los sargazos, establecer comparaciones entre la obra de Charlotte Brönte y esta. En primer lugar, ambas son segundas esposas (aunque la pobre Jane no lo sepa). En segundo lugar, los hombres son (o aparentan ser) bastante fríos y un poco distantes, aunque estén muy enamorados de sus parejas (y aquí he de decir que en la película, Maxim es más, digamos, humano, menos envarado que en el libro, aunque tampoco es que sea la alegría de la huerta). Pero, claro, ambos tienen sus razones (y cuidado, que esto puede tomarse como un spoiler): los dos cargan con el peso de una culpa que les convierte en seres atormentados y a los que, por lo tanto, les cuesta entregarse sin reservas a sus nuevos amores.
También es verdad que, en ambos cosas, al ser ellas las narradoras en primera persona del relato, se nos ofrece solo una versión de la historia (lo cual, claro está, también contribuye a crear tensión y a alimentar la intriga que se resolverá al final) y solo conocemos a los personajes masculinos por lo que dicen o por lo que se nos cuenta de ellos.
El tono evocativo de Rebeca, potenciado por esos primeros capítulos en los que nos habla de un Manderley perdido, se mantiene a lo largo de toda la novela, lo que favorece también un cierto tono de reflexión sobre lo ocurrido. Y, por supuesto, hace aumentar la intriga desde la primera página: ¿qué ha pasado para que no puedan volver a ese Manderley que se pinta como la mansión ideal?
Rebeca no tiene, en cambio, el componente feminista de Jane Eyre. Más bien al contrario: la narradora es una mujer totalmente sumisa, muy insegura, que vive atormentada por la sombra de la primera señora de Winter, personaje que, precisamente, da nombre a la obra. Desde el principio, se presenta como ser atiplado, comedido incluso en el vestir, que sí, en algunos momentos da algún golpe de autoridad, pero que, por lo general, se acomoda sin mayores reflexiones a la realidad que le es dada. O, por lo menos, sin mayores reflexiones en lo que respecta a cambiar una realidad que no le satisface, porque obsesiones sobre que ella no es tan buena (ni tan guapa, ni tan inteligente, ni tan buena señora de su casa) como la fallecida Rebeca hay en grandes cantidades.
No obstante, no se me ha hecho un personaje antipático. Un poco pusilánime sí, demasiado acomplejada, demasiado timorata... pero no rechazable. Aunque, claro, me costó empatizar con ella porque no entendía muchas de sus reacciones.
Su voz (quiero imaginar dulce y serena) nos va desgranando una trama perfectamente armada que nos va ofreciendo pequeños indicios de lo que pudo haber ocurrido y leves detalles que nos van permitiendo descubrir al gran personaje de la novela, ese que ni siquiera aparece porque está muerto: Rebeca. Tanto la autora como luego Hitchcock consiguen centrar el foco y sostener a la perfección un personaje que, en realidad, no existe, que no se puede defender, que no nos puede mostrar su verdad ni su forma de ser. Deberemos, pues, reconstruirlo a través de los comentarios, las pistas, los datos incluso contradictorios que nos van llegando sobre la primera señora de Winter, un personaje realmente fascinante.
Y creo que la configuración del carácter de la narradora también tiene que ver con Rebeca: creo que la autora quiere mostrarnos la oposición que existe entre ellas en todo momento, incluso en la forma de encarar la vida. Para bien y, claro está, también para mal.
UNA FIEL ADAPTACIÓN CINEMATOGRÁFICA
¿Y qué decir de la adaptación firmada por Alfred Hitchcock? Que es grande, enorme, maravillosa. Y que si ganó el Oscar a la mejor película en 1941 fue por méritos propios. Es increíble cómo potencia el suspense que ya está en la novela gracias a la elección de los actores y, sobre todo, del continuo juego de sombras que permite el cine en blanco y negro.
Rey del detalle, Hitchcock hace una lectura casi al pie de la letra de la obra de Du Maurier (son pocos los aspectos del argumento que varían respecto a la trama de la historia literaria) y la potencia con su mano de Midas del cine, que convierte en oro (en calidad, en delicia, en intriga, en golosina para los ojos) todo lo que toca. Hitchcock nos ofrece planos de gran belleza pero que subrayan los detalles importantes de la obra (esos que no debemos perdernos) y, también, la oposición entre la segunda señora de Winter y su terrorífica ama de llaves.
El director sabe exprimir al máximo la tensión narrativa de la novela y la lleva a su más alto exponente con una serie de imágenes turbadoras, inquietantes y que comunican tanto por lo que cuentan como por lo que sugieren. Y es capaz de crear una atmósfera general de tensión (y de mensajes ocultos) que contribuyen a magnificar el suspense del argumento.
En definitiva, dos grandes obras en dos formatos diferentes pero que nos harán disfrutar doblemente de una misma historia.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 55/100
- Reto Olvidados: 17
- Reto Book&Movie: 5/6
Magnífica entrada! Tengo unas ganas enormes de leer el libro y ver la película . Besos!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu reseña. A mí esta novela me encantó y eso que me costó cogerle el ritmo, pero a medida que iba leyendo más atrapada estaba por la historia y creo que las últimas páginas las leí de un tirón. Sí que es verdad que, aunque la protagonista no se me hizo antípatica, si que me entraban ganas de darle dos buenos guantazos de vez en cuando pero a raís del "giro argumental" se crece y parece madurar. En fin, una de las mejores lecturas del año. Un saludo!
ResponderEliminarEs uno de mis eternos pendientes, y tampoco he visto la película. A ver si con tu reseña llega el empujoncito ;)
ResponderEliminarBesotes!
Tengo este libro y la película pendientes de ver desde hace mucho tiempo. Y no es que no tenga ganas de ponerme...es que me falta tiempo!!! Besos
ResponderEliminarYo también leí el libro y después vi la peli. Ambas me gustaron. Eso sí, la rebeca del film me pareció mucho más ñoña que la del libro, era bastante insufrible jejeje.
ResponderEliminarBesos.
Ufff palabras mayores. Me encanta este libro y esta peli. Besos
ResponderEliminarYo también soy de las rezagadas con el libro y la película, espero leerlo ya este año! Además lo tiene mi abuela así que no tengo excusa.
ResponderEliminarBesitos
Un clasicazo!!
ResponderEliminar(la peli me encanta también!
Besotes
No sabía que la película estuviese inspirada en un libro. Hace tiempo que no la veo, pero me gustó tanto que es posible que me anime con el libro.
ResponderEliminarAbrazo!
He leído este libro dos veces y he devorado la peli no sé en cuántas ocasiones. Me encantan!
ResponderEliminarBesotes!!!
El clásico imprescindible. Maravillosos el libro y la película. Me gustaron mucho cuando los leí.
ResponderEliminarBesos