Ficha técnica:
Título: La luz de Candela Autora: Mónica Carrillo Editorial: Planeta Género: novela contemporánea, romántica Páginas: 320 Publicación: 3/4/2014 ISBN: 978-84-08-12730-7
Sinopsis (editorial):
¿Qué ocurre cuando nos enamoramos de una persona que sabemos que nos va a complicar la vida? Candela es una fotógrafa a la que un día se le cruza el amor y la atropella, poniéndolo todo patas arriba. Y ya nada será como antes. El responsable de ese torbellino es Manuel, un joven modelo con el que vivirá una historia de amor tan fascinante como adictiva. La emoción de los primeros besos, la complicidad, la pasión. Pero también la angustia de quien no recibe todo lo que da. Y el apoyo incondicional y mágico de las amigas. La cara y la cruz del amor. Porque la vida sigue, siempre sigue…
Intento no caer en los libros escritos por gente de la tele, porque luego una se lleva los chascos que se lleva, pero ceno todos los días con Mónica Carrillo (hasta Lucía, cuando vio la portada de La luz de Candela, dijo: "Mamá, la de las noticias") así que no podía por menos que hacer una excepción con esta mamá primeriza, como ella dice.
Me gustan los ojos de Mónica Carrillo y pensé que, tal vez, su libro me transmitiera tanto como su mirada. Y he llegado a la conclusión de que sí, de que en algo se parecen: ambos brillan, ambos sienten, ambos hacen sentir.
Escuché a Carrillo decir en una entrevista que con esta novela quería distanciarse totalmente de su imagen de informadora y, para conseguirlo, se había volcado en el mundo de los sentimientos. Y así es. La luz de Candela es puro sentimiento, análisis y reflexión de lo sentido y lo vivido. Candela escribe desde el presente para exorcizar los demonios del dulce infierno que ha pasado con Manuel, un modelo profesional demasiado ególatra que da la sensación de no saber querer a nadie que no sea él mismo. Y digo da la sensación porque aunque constantemente estamos leyendo sobre él, la visión que se nos ofrece es la de Candela y la de sus amigas. Hasta el final no contrastamos esa imagen con lo que él verdaderamente sintió durante su historia de amor con Candela (o lo que recuerda que sintió o lo que dice que sintió, porque su voz aparece a través de una carta dirigida a Candela). Y tampoco es que entonces salga mejor parado, aunque algo más le entendemos.
Carrillo realiza casi una labor de patchwork con su novela: nos cuenta la historia a través de fragmentos que mezclan voces, tipos de narrador y hasta géneros. En primer lugar, quien lleva la voz cantante es, obviamente, Candela, que habla en presente y en segunda persona a Manuel y desmenuza su pasado ante nuestros ojos, quizá queriendo comunicarse con él, efectivamente, desnudando su alma, diciéndole todo lo que no le dijo y también todo lo que dijo mil y una veces. Pero ese lamento apasionado hacia Manuel también sirve para que ella misma repase errores, hitos importantes y agujeros negros por los que se fue colando su relación. En ese análisis de su relación nos incluye a nosotros, los lectores, testigos de ese caudal sin freno de palabras y receptores de unas reflexiones que nos invitan a hacer lo propio, si no con la relación entre Candela y Manuel, sí con nuestra propia vida, o generalizando: ¿cómo sienten su relación cada uno de los miembros de una pareja que no se quiere de la misma manera? ¿Qué ocurre cuando los tiempos no coinciden? ¿Y cuándo uno se queda atascado en el desamor?
En segundo lugar, la voz de Candela deja de lado, en determinados momentos, la narrativa para hablarnos (y seguir interpelando a Manuel) a través de poemas cargados de sentimientos.
Además, Carrillo da entrada a las voces de las amigas de Candela, testigos del amor y del desamor, que nos van contando distintos capítulos de la relación de la protagonista, desde ópticas diferentes, mezclando sus propias historias personales y, sobre todo, a través de unos chispeantes y divertidos diálogos que, para mí, son lo mejor de la novela.
Finalmente, antes de cada uno de los capítulos narrados por Candela, aparece un microcuento que se va ajustando a la trama y que ofrece un pensamiento concentrado en apenas unas líneas. Aunque, obviamente, todos hablan de lo mismo (el desamor, el amor infortunado, la nostalgia por el amor que se fue o el recuerdo de algún momento feliz, aunque, visto desde el presente, siempre duele), hay algunos realmente bonitos y otros, simplemente maravillosos.
Tanto el recurso a la poesía como la concentración que supone el microcuento le sientan muy bien a una narración con la que comparten muchas características: transmisión de emociones, belleza formal, condensación y una fluidez que se consigue a través del fragmentarismo que acabamos de analizar y de unos capítulos muy cortos. Carrillo juega, así, con el ritmo narrativo al ir alternando esa sensación de rapidez que dan capítulos, diálogos, poesía, microcuentos y cambio de voces, lugares y tiempos con el sosiego y la profundidad del análisis de sentimientos de los fragmentos de Candela. Frente a esa agilidad, a veces he tenido la sensación, mientras leía, que los capítulos de Candela me dejaban tan atascada en la novela como lo está ella en su propia vida.
Pero el que lleva a cabo con el ritmo no es el juego más notable ni el más frecuente de la novela: a lo largo de la obra (y ya sea en los microcuentos, como en la poesías, en los diálogos o en las palabras de Candela) hay constantes juegos de palabras. Juegos que a veces introducen matices de humor pero otras veces de melancolía y que siempre hacen pensar en el trabajo de la escritora que ha dado a luz a La luz de Candela.
Y casi tan frecuentes como los juegos de palabras son las referencias a películas y canciones, que dan pie a juegos de imágenes, a la creación de metáforas y hasta a la construcción de un capítulo con letras de canciones y otros con diálogos y títulos de películas.
Como poso de tanto juego y de tanto sentimiento queda la reflexión sobre si nos enamoramos de alguien de verdad o de la idea que nos hacemos de ese alguien, si esperamos demasiado de los demás sin que ellos ni siquiera sepan lo que esperamos o que estamos esperando, o las consecuencias psicológicas y sentimentales de las relaciones tóxicas que dejan tu presente colgando al borde del precipicio, hasta que saltas al vacío o haces el esfuerzo por volver a tierra firme y continuar tu camino en dirección contraria.
Nos seguimos leyendo. Me gustan los ojos de Mónica Carrillo y pensé que, tal vez, su libro me transmitiera tanto como su mirada. Y he llegado a la conclusión de que sí, de que en algo se parecen: ambos brillan, ambos sienten, ambos hacen sentir.
Escuché a Carrillo decir en una entrevista que con esta novela quería distanciarse totalmente de su imagen de informadora y, para conseguirlo, se había volcado en el mundo de los sentimientos. Y así es. La luz de Candela es puro sentimiento, análisis y reflexión de lo sentido y lo vivido. Candela escribe desde el presente para exorcizar los demonios del dulce infierno que ha pasado con Manuel, un modelo profesional demasiado ególatra que da la sensación de no saber querer a nadie que no sea él mismo. Y digo da la sensación porque aunque constantemente estamos leyendo sobre él, la visión que se nos ofrece es la de Candela y la de sus amigas. Hasta el final no contrastamos esa imagen con lo que él verdaderamente sintió durante su historia de amor con Candela (o lo que recuerda que sintió o lo que dice que sintió, porque su voz aparece a través de una carta dirigida a Candela). Y tampoco es que entonces salga mejor parado, aunque algo más le entendemos.
UNA NOVELA PATCHWORK
Carrillo realiza casi una labor de patchwork con su novela: nos cuenta la historia a través de fragmentos que mezclan voces, tipos de narrador y hasta géneros. En primer lugar, quien lleva la voz cantante es, obviamente, Candela, que habla en presente y en segunda persona a Manuel y desmenuza su pasado ante nuestros ojos, quizá queriendo comunicarse con él, efectivamente, desnudando su alma, diciéndole todo lo que no le dijo y también todo lo que dijo mil y una veces. Pero ese lamento apasionado hacia Manuel también sirve para que ella misma repase errores, hitos importantes y agujeros negros por los que se fue colando su relación. En ese análisis de su relación nos incluye a nosotros, los lectores, testigos de ese caudal sin freno de palabras y receptores de unas reflexiones que nos invitan a hacer lo propio, si no con la relación entre Candela y Manuel, sí con nuestra propia vida, o generalizando: ¿cómo sienten su relación cada uno de los miembros de una pareja que no se quiere de la misma manera? ¿Qué ocurre cuando los tiempos no coinciden? ¿Y cuándo uno se queda atascado en el desamor?
En segundo lugar, la voz de Candela deja de lado, en determinados momentos, la narrativa para hablarnos (y seguir interpelando a Manuel) a través de poemas cargados de sentimientos.
Además, Carrillo da entrada a las voces de las amigas de Candela, testigos del amor y del desamor, que nos van contando distintos capítulos de la relación de la protagonista, desde ópticas diferentes, mezclando sus propias historias personales y, sobre todo, a través de unos chispeantes y divertidos diálogos que, para mí, son lo mejor de la novela.
Finalmente, antes de cada uno de los capítulos narrados por Candela, aparece un microcuento que se va ajustando a la trama y que ofrece un pensamiento concentrado en apenas unas líneas. Aunque, obviamente, todos hablan de lo mismo (el desamor, el amor infortunado, la nostalgia por el amor que se fue o el recuerdo de algún momento feliz, aunque, visto desde el presente, siempre duele), hay algunos realmente bonitos y otros, simplemente maravillosos.
LA NOVELA Y SUS JUEGOS
Tanto el recurso a la poesía como la concentración que supone el microcuento le sientan muy bien a una narración con la que comparten muchas características: transmisión de emociones, belleza formal, condensación y una fluidez que se consigue a través del fragmentarismo que acabamos de analizar y de unos capítulos muy cortos. Carrillo juega, así, con el ritmo narrativo al ir alternando esa sensación de rapidez que dan capítulos, diálogos, poesía, microcuentos y cambio de voces, lugares y tiempos con el sosiego y la profundidad del análisis de sentimientos de los fragmentos de Candela. Frente a esa agilidad, a veces he tenido la sensación, mientras leía, que los capítulos de Candela me dejaban tan atascada en la novela como lo está ella en su propia vida.
Pero el que lleva a cabo con el ritmo no es el juego más notable ni el más frecuente de la novela: a lo largo de la obra (y ya sea en los microcuentos, como en la poesías, en los diálogos o en las palabras de Candela) hay constantes juegos de palabras. Juegos que a veces introducen matices de humor pero otras veces de melancolía y que siempre hacen pensar en el trabajo de la escritora que ha dado a luz a La luz de Candela.
Y casi tan frecuentes como los juegos de palabras son las referencias a películas y canciones, que dan pie a juegos de imágenes, a la creación de metáforas y hasta a la construcción de un capítulo con letras de canciones y otros con diálogos y títulos de películas.
Como poso de tanto juego y de tanto sentimiento queda la reflexión sobre si nos enamoramos de alguien de verdad o de la idea que nos hacemos de ese alguien, si esperamos demasiado de los demás sin que ellos ni siquiera sepan lo que esperamos o que estamos esperando, o las consecuencias psicológicas y sentimentales de las relaciones tóxicas que dejan tu presente colgando al borde del precipicio, hasta que saltas al vacío o haces el esfuerzo por volver a tierra firme y continuar tu camino en dirección contraria.
Agradezco a
Planeta el envío de este ejemplar.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto100 libros: 37/100
- Reto Autores Noveles: 4
A mi me dejó un regusto raro, hubo partes que me gustaron mucho y otras que, como tú bien has dicho, te daban sensación de estar "atascada" y me resultaban algo repetitivas. También encontré que muchos de ésos juegos de palabras ya eran viejos conocidos, no propios de la autora. Pero en general es una novela agradable.
ResponderEliminarBesos.
Me ha gustado tanto como a ti :) y me pasa como a ti con los autores mediáticos, pero esta vez ha merecido la pena
ResponderEliminarNo tiene mala pinta, intentare olvidar mis prejuicios, me gana el título :))Besotes
ResponderEliminarOle, ole, y ole, estupenda reseña. Ya sabes que a mi me gustó mucho. Besos.
ResponderEliminarMira que no tiene mala pinta y sin embargo hay algo que no me acaba de convencer en este libro..
ResponderEliminarBesos
Me pasa como a Inés. No encuentro un motivo claro, pero no acabo de sentir atracción hacia el libro. Con la lista de pendientes que tengo, creo que lo dejaré pasar.
ResponderEliminarUn besito.
Tiene buena pinta... Me esperaré a que lo traigan a la biblioteca, pero seguramente lo terminaré leyendo. Gracias por tu reseña :)
ResponderEliminarUn beso!
Una reseña que deja con una idea muy clara de lo que nos vamos a encontrar en esta novela. Pero no termina de convencerme.
ResponderEliminarBesotes!!!