Más allá del ejercico puro y duro de mi profesión, siempre me ha interesado la reflexión sobre el quehacer periodístico. Si esa reflexión viene de la mano de uno de los grandes del periodismo español, mejor que mejor. Por eso, en cuanto vi este libro supe que lo iba a leer. Y Anika entre Libros me dio la oportunidad. No me defraudó (en absoluto).
EL FIN DE UNA EPOCA. Sobre el oficio de contar las cosas
(El fin de una época. Sobre el oficio de contar las cosas, 2011)
Iñaki Gabilondo
Editorial DeBolsillo
© Iñaki Gabilondo, 2011. Con la colaboración de David Guzmán.
© Barril y Barral editores, 2011 (edición original en castellano)
© Random House M
1ª Edición, Septiembre 2011
Género y tags: ensayo, periodismo, periodismo digital, periodismo español siglo XX, medios de comunicación, literatura
ISBN: 9788499891248 174 Páginas
Argumento:
Iñaki Gabilondo
ofrece en este ensayo su particular visión sobre la crisis
que actualmente vive el periodismo, motivada, principalmente, por la
revolución digital. Cimentando sus opiniones en su propia experiencia y
en su acertada visión sobre el papel que debe desempeñar el periodista
en la sociedad, Gabilondo augura que éste no será el fin del periodismo.
Eso sí, supondrá una profunda renovación, sobre todo de los soportes y
las formas de contar, en la que hay un factor al que no se puede
renunciar bajo ningún concepto: la protección de los valores propios del
oficio.
Opinión:
Iñaki Gabilondo, uno de los periodistas más prestigiosos y valorados (tanto
por la propia profesión como por la audiencia) de España, analiza el
estado actual del periodismo, describiendo las que, desde su punto de
vista, son las lacras más importantes que debe vencer y los caminos que
deberá tomar a partir de ahora. Gabilondo
utiliza su propia experiencia como punto de partida para tal análisis.
Un análisis que él dirige a los periodistas más jóvenes, los que deberán
tomar el relevo en los puestos directivos a los que actualmente los
ejercen… pero que también puede (y, en mi opinión, debe) extenderse a
todos los periodistas que realmente lo sean, jóvenes o no tan jóvenes,
trabajen para la prensa escrita en papel, para medios en internet, para
radio, para televisión o para cualquier tipo de gabinete de prensa.
Y es que, si algo defiende Gabilondo
es que, a pesar de los avatares concretos del momento, de los cambios
de soporte, de la hegemonía del dinero o de la avalancha tecnológica que
todo lo transforma, el periodista debe tener clara una meta: la defensa
de los valores de su oficio. Y ésa es una máxima que deben (o debemos)
aplicarse todos los periodistas, independientemente de su edad, cargo o
tipo de medio.
Gabilondo analiza cuáles son, actualmente, los factores que ponen en
jaque el respeto a esos valores y destaca entre ellos la búsqueda de la
rentabilidad económica por encima de cualquier otra cosa, la pérdida de
enfoque del propio periodista (que a veces olvida que está al servicio
de la sociedad y que debe defenderla de los abusos que el poder pueda
cometer, y no al revés, como ocurre en ocasiones) o del gigantesco ego
de aquellos periodistas que olvidan cuál es su verdadero papel (el de
mensajero, el de correa de transmisión de la información, el de
intérprete y contextualizador) y se erigen en protagonistas de la
noticia. En su crítica a los vicios del periodismo actual español,
Gabilondo no soslaya poner nombre y apellidos a quienes se han dejado
vencer por ellos.
El que fuera director de uno de los
programas con más audiencia de la radio española (“Hoy por hoy”),
también aborda otro de los problemas fundamentales a los que ya se está
enfrentando el periodismo actual y al que deberá seguir adaptándose en
los próximos años: el cambio de formato, el advenimiento de las nuevas
tecnologías como forma más habitual de comunicación. Gabilondo
augura que esto no significará el fin del periodismo, oficio que
continuará vigente mientras haya algo que contar y exista alguien que
quiera escuchar. Frente a quienes preconizaban que internet acabaría con
el periodismo tal y como lo conocemos, al abrir ventanas a todo el
mundo y convertir en potenciales comunicadores a todos los internautas
que encuentren algo que decir al resto, Gabilondo
se apoya en las experiencias vividas en este sentido en los últimos
años para contradecir sus augurios: se ha demostrado que no todo lo que
fluye a través de la red es información (con un valor añadido para el
lector que la recoja) y que es necesaria una labor de contextualización
que el comunicador ocasional no sabe (ni quizá puede) llevar a cabo pero
sí un periodista formado para ello y acostumbrado a hacerlo para su
medio.
Eso sí, la revolución de las nuevas
tecnologías supondrá una profunda renovación para el periodismo, que
tendrá que adaptarse a nuevos soportes y, por tanto, a nuevas formas de
contar. Y es que, por mucho que se empeñen algunos, no es lo mismo
elaborar una noticia para la televisión (que cuenta con el apoyo
fundamental de la imagen), que para la radio (que exige concisión,
precisión, frases cortas y una forma de narrar directa y cercana, al
mismo tiempo que llamativa, para lograr captar la atención del oyente
que escucha la radio mientras continúa con las labores habituales de su
vida cotidiana), que para un periódico escrito (con una audiencia bien
definida), que para un medio digital (donde la intertextualidad puede
ofrecer una jugosísima baza a la noticia), etc.
Gabilondo analiza los vicios de los periodistas, pero también lanza una
advertencia a la población, a los potenciales oyentes y lectores
(advertencia que también sirve para los profesionales de la
comunicación): la información no es lo mismo que el conocimiento. Estar
informado no es suficiente para conocer. Además, hay que vivir el mundo
que habitamos: leer, ir al cine, al teatro, sentir nuestra cultura y
nuestra forma de entender las cosas, asistir a conferencias.... Todo
ello nos ofrece el contexto que nos sirve para interpretar lo que ocurre
cada día.
De alguna forma, este libro es un adiós. Gabilondo
admite que los profundos cambios que debe abordar el periodismo desde
ya mismo le pillan mayor, que él es un periodista clásico, con una forma
de entender la vida y su profesión que queda desfasada ante la
inmediatez y las formas comunicativas que ya empiezan a dominarlo todo.
La obra viene a confirmar, con palabras (y el riguroso análisis del que
hemos estado hablando) un retiro que Gabilondo ya ha llevado a la
práctica: ha cambiado la inmediatez del pulso diario de la información
por el placer de la entrevista sosegada y la comunicación trabajada y
sin prisas.
Los 40 años de profesión de Gabilondo,
su coherencia y el respeto escrupuloso a unos principios en absoluto
desfasados (compilados en esta obra) sirven de ejemplo y modelo para
otros muchos periodistas, sea cual sea el punto de su carrera en el que
se encuentren. Sus palabras son una verdadera caracterización y
definición de lo que significa dedicar tu vida al oficio de contar las
cosas que pasan.
Se me olvidaba...te he dejado un premio en el blog http://omeucartafoldelibros.blogspot.com.es/2013/01/premios-para-el-blog.html
ResponderEliminarOhhhh!!! Mil gracias!!! :D :D :D
EliminarBesetes gordos!
Esta mañana vine a comentar y ahora veo que no aparece mi comentario...
ResponderEliminarEl libro no me llama mucho, no es mucho de mi estilo. saludos
Tienes razón. Yo lo vi. Pero no lo he borrado... sospechoso...
EliminarNormal que no te llame, es un libro bastante específico. Pero quería compartirlo porque, dentro de su especificidad, es muy ameno e interesante.
Besos!
Para mi Iñaki Gabilondo es un profesional como la copa de un pino. Lo seguí durante muchos años. Me gustaba su forma de trabajar. Me quedo con lo que dices en el antepenúltimo párrafo. Es un maestro en su profesión. Besos.
ResponderEliminarNo me llama mucho el libro en esta ocasión, así que lo dejaré pasar. Pero muy buena reseña!
ResponderEliminarBesotes!!!
Este tipo de libros no me atrae, por más que su autor me parezca un periodista como la copa de un pino y al que disfruté años en la radio
ResponderEliminarMe gusta la voz de Iñaki Gabilondo. Es importante tener una voz que transmita calidez. De todos modos, esta temática no es la mía. En un principio pensé cursar periodismo pero tenía que irme fuera de Sevilla (ha llovido mucho desde entonces), así que me decanté por otros derroteros. Un besito
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