Título: Un millón de luces
Autora: Clara Sánchez
Editorial: Alfaguara
Género: novela contemporánea
Páginas: 299
Publicación: 2003
ISBN: 84-204-0070-X
La Torre de Cristal es uno de los grandes edificios de oficinas que pueblan cualquier ciudad. Allí la narradora se encuentra involucrada en las vidas de jefes y compañeros cuyas inquietudes, secretos y obsesiones tejen una atmósfera que la va absorbiendo poco a poco. Entre todos forman un mundo de supervivientes que tratan de adaptarse a una realidad cambiante y llena de gestos que no se sabe lo que esconden. Como si nos asomáramos a las ventanas del edificio, la envolvente estructura de Un millón de luces nos descubre las historias entrelazadas que componen la apasionante intriga de la novela y de la vida, impregnada de necesidad de amor, espejismos e incertidumbre. Clara Sánchez capta con ironía y ternura lo que los tiempos traen, el mundo en que vivimos, el ahora aparentemente banal. Y lo hace con la prosa sutil, enigmática y al mismo tiempo transparente y directa que la define.
Este fue el primer libro que leímos en el Club de Lectura de adultos de Azuqueca este curso (¡y aún tenía la reseña por publicar! ¡Madre mía!) y creo que deja tanto margen a la construcción de la historia por parte del lector que le sacamos bastante jugo, la verdad. Como suele ocurrir con Clara Sánchez, construye sus historias a base de pequeñas cosas, casi de detalles, que a veces nos parecen casi intrascendentes. Creo que esta es una de las cosas que más me gustan de Sánchez como escritora, que se fija en lo que otros pasan de largo y te muestra, así, una vida que es igual a la tuya pero diferente, aunque solo sea por la capacidad de observación de muchos de sus personajes.
Me ha pasado esta vez con la protagonista de su novela, la chica que nos habla en primera persona pero que a la que casi ni conocemos, centrada más en contarnos lo que pasa a su alrededor que lo que se cuece dentro de ella misma. Gracias a esta narradora en primera persona testigo, Sánchez nos sumerge en el mundo de las grandes oficinas, de las que están situadas en altísimos edificio, y nos habla de la perspectiva de las cosas que se obtiene desde ellas. ¿Siguen interesando los mismos temas? ¿O cambia el punto de vista, el enfoque? ¿Lo que preocupa o deja de preocupar es diferente?
Sánchez se centra en la mirada sobre lo personal desde el ámbito laboral. Más que describir las rencillas entre compañeros (aunque también desfilan por la novela, claro está), la narradora opta por ver la humanidad de cada uno de los jefes y compañeros que la protagonista va encontrando en su ascenso (literal y metafórico) en la empresa. Así, descubre el lado más humano, más imperfecto, menos impostado de quienes van compartiendo espacio con ella. Y cuando no es así, cuando habla del espacio laboral compartido como mero telón de fondo (laberinto, lo llama ella), en el que habitan fantasmas, sombras, susurros y ojos, más que personas de carne y hueso, por algo es.
Al final, la sensación que me ha quedado, después de recorrer la Torre de Cristal con la protagonista de la novela, es un poco contradictoria. Por un lado, me ha gustado conocer las historias de los jefes (algunas muy jugosas, otras que caen más en ciertos tópicos de sobra conocidos pero siempre, como ocurre con Sánchez, que hacen pensar que hay más vida debajo de lo que se ve a simple vista) pero, por otro lado, la sensación de no haber profundizado en la narradora y sus vivencias personales me ha dejado un poco descolocada, así como la trascendencia de lo contado, del efecto futuro de lo que la protagonista ha vivido en esa Torre de Cristal. Mi lectura (ya sabes que siempre intento buscarle una lectura, un significado a todo) es que lo que pretende reflejar es, por una parte, lo poco que en realidad conocemos a nuestros compañeros de trabajo, aunque pasemos más horas al día con ellos que nuestra propia familia y, por otro, la intranscendencia real de lo que ocurre en el entorno laboral: sí, comemos de ello y ocupa una gran (grandísima) parte de nuestro día a día pero... ¿es real? ¿Es esa nuestra vida? ¿O nuestra vida es todo lo que queda fuera de nuestras personales Torre de Cristal? ¿Quiénes somos: los que trabajamos o los que aparecen después de salir de la oficina?
Nos seguimos leyendo.
Me ha pasado esta vez con la protagonista de su novela, la chica que nos habla en primera persona pero que a la que casi ni conocemos, centrada más en contarnos lo que pasa a su alrededor que lo que se cuece dentro de ella misma. Gracias a esta narradora en primera persona testigo, Sánchez nos sumerge en el mundo de las grandes oficinas, de las que están situadas en altísimos edificio, y nos habla de la perspectiva de las cosas que se obtiene desde ellas. ¿Siguen interesando los mismos temas? ¿O cambia el punto de vista, el enfoque? ¿Lo que preocupa o deja de preocupar es diferente?
Sánchez se centra en la mirada sobre lo personal desde el ámbito laboral. Más que describir las rencillas entre compañeros (aunque también desfilan por la novela, claro está), la narradora opta por ver la humanidad de cada uno de los jefes y compañeros que la protagonista va encontrando en su ascenso (literal y metafórico) en la empresa. Así, descubre el lado más humano, más imperfecto, menos impostado de quienes van compartiendo espacio con ella. Y cuando no es así, cuando habla del espacio laboral compartido como mero telón de fondo (laberinto, lo llama ella), en el que habitan fantasmas, sombras, susurros y ojos, más que personas de carne y hueso, por algo es.
Al final, la sensación que me ha quedado, después de recorrer la Torre de Cristal con la protagonista de la novela, es un poco contradictoria. Por un lado, me ha gustado conocer las historias de los jefes (algunas muy jugosas, otras que caen más en ciertos tópicos de sobra conocidos pero siempre, como ocurre con Sánchez, que hacen pensar que hay más vida debajo de lo que se ve a simple vista) pero, por otro lado, la sensación de no haber profundizado en la narradora y sus vivencias personales me ha dejado un poco descolocada, así como la trascendencia de lo contado, del efecto futuro de lo que la protagonista ha vivido en esa Torre de Cristal. Mi lectura (ya sabes que siempre intento buscarle una lectura, un significado a todo) es que lo que pretende reflejar es, por una parte, lo poco que en realidad conocemos a nuestros compañeros de trabajo, aunque pasemos más horas al día con ellos que nuestra propia familia y, por otro, la intranscendencia real de lo que ocurre en el entorno laboral: sí, comemos de ello y ocupa una gran (grandísima) parte de nuestro día a día pero... ¿es real? ¿Es esa nuestra vida? ¿O nuestra vida es todo lo que queda fuera de nuestras personales Torre de Cristal? ¿Quiénes somos: los que trabajamos o los que aparecen después de salir de la oficina?
Nos seguimos leyendo.
Me parece una tema muy interesante y no conocía le libro. Pero no se si me caba de convencer.
ResponderEliminarUn beso ,)
No termina de llamarme esta vez así que lo dejo pasar.
ResponderEliminarBesotes!!!