Me encanta este capítulo de Don Quijote de La Mancha, uno de los más emblemáticos de la primera parte. Es pura crítica literaria pero, además, me fascina porque habla de los gustos de Cervantes, de lo que se leía en su época, de lo bueno y lo malo que se publicaba por aquel entonces y, en definitiva, de los motivos que le llevaron a inventar a su Quijote. Además, me maravilla la forma en la que el barbero y el cura se erigen en una suerte de Tribunal de la Inquisición y celebran un juicio final en el que su único criterio es el que decide quién vive y quién muere, quién se queda en la estantería y quién pasará a avivar la hoguera del corral. Me parece realista y, al mismo tiempo, tan metafórico...
En esta purga, Cervantes no solo nos habla de sus gustos y nos ofrece algunas de las razones por las que él considera que se ha degradado el género de caballerías sino que, como bien explica Martín de Riquer en las notas a pie de mi edición, también dirime algunas de sus enemistades y confrontaciones personales con otros autores, como hará también, por ejemplo, en la segunda parte del Quijote con toda la crítica al Quijote de Avellaneda, que, precisamente, cumple años en este 2014.
Y una cosa muy curiosa: al hilo de lo que dice sobre Tirante el blanco, Martín de Riquer interpreta que Cervantes se queja de algo muy común en nuestros días y que, por lo que se ve, también se hacía hace 400 años: los impresores publican libros malos pero que venden, buscando el bien de su propio bolsillo. Según Riquer, en este fragmento Cervantes pediría una reimpresión de una novela de caballerías que sí vale la pena, en vez de (o a costa de) tanta obra mala que da dinero.
A pesar de la carga de crítica literaria del capítulo, Cervantes no pierde el humor y reviste todos los párrafos de la fina ironía que le caracteriza. Un humor que a veces te hace soltar carcajadas, como cuando la sobrina pide que quemen también las novelas pastoriles y la poesía no siendo que Don Quijote se recupere de la tontuna de ser caballero pero le dé por "hacerse poeta que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza". ¡Qué grande!
El colmo de los colmos, el guiño metaliterario más pícaro de todo un capítulo ultrametaliterario es la inclusión de sí mismo en el texto: barbero y cura juzgan La Galatea cervantina, hablan del autor e, incluso, utiliza el diálogo para adelantar que está escribiendo una segunda parte. ¡Magistral! Creíamos que la autocita y el autobombo eran algo tan moderno y, fíjate, ya los inventó Cervantes. Si es que es el más grande.
Nos seguimos leyendo.En esta purga, Cervantes no solo nos habla de sus gustos y nos ofrece algunas de las razones por las que él considera que se ha degradado el género de caballerías sino que, como bien explica Martín de Riquer en las notas a pie de mi edición, también dirime algunas de sus enemistades y confrontaciones personales con otros autores, como hará también, por ejemplo, en la segunda parte del Quijote con toda la crítica al Quijote de Avellaneda, que, precisamente, cumple años en este 2014.
Y una cosa muy curiosa: al hilo de lo que dice sobre Tirante el blanco, Martín de Riquer interpreta que Cervantes se queja de algo muy común en nuestros días y que, por lo que se ve, también se hacía hace 400 años: los impresores publican libros malos pero que venden, buscando el bien de su propio bolsillo. Según Riquer, en este fragmento Cervantes pediría una reimpresión de una novela de caballerías que sí vale la pena, en vez de (o a costa de) tanta obra mala que da dinero.
A pesar de la carga de crítica literaria del capítulo, Cervantes no pierde el humor y reviste todos los párrafos de la fina ironía que le caracteriza. Un humor que a veces te hace soltar carcajadas, como cuando la sobrina pide que quemen también las novelas pastoriles y la poesía no siendo que Don Quijote se recupere de la tontuna de ser caballero pero le dé por "hacerse poeta que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza". ¡Qué grande!
El colmo de los colmos, el guiño metaliterario más pícaro de todo un capítulo ultrametaliterario es la inclusión de sí mismo en el texto: barbero y cura juzgan La Galatea cervantina, hablan del autor e, incluso, utiliza el diálogo para adelantar que está escribiendo una segunda parte. ¡Magistral! Creíamos que la autocita y el autobombo eran algo tan moderno y, fíjate, ya los inventó Cervantes. Si es que es el más grande.
Comentarios de otros capítulos:
- Capítulo I: Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de La Mancha
- Capítulo II: Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso Don Quijote
- Capítulo III: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Don Quijote de armarse caballero
- Capítulo IV: De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta
- Capítulo V: Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
¡Esto se pone interesante! :D
ResponderEliminarA mi me pareció mas aburridos que los anteriores,pero la cosa va cogiendo forma y ritmo :)
ResponderEliminarA mí no me gustó demasiado, prefiero la aventura.
ResponderEliminarPues os sigo leyendo, besotes
ResponderEliminarEste capítulo me encanta. Esa crítica literaria que hacen en la que tan pocos libros se salvan. Y esa mención a la Galatea! Genial!
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues a mi este capítulo me ha resultado más aburrido que todos los anteriores Y Cervantes un presumido de la época, jajajaja Seguro que vendía menos libros que todos los que fueron a la hoguera.
ResponderEliminarBs.
Acertó en los libros que se han salvado de la quema de la historia
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