Ficha técnica:
Título: Sólo un pie descalzo Autora: Ana María Matute Editorial: Destino Género: literatura infantil Páginas: 272 Publicación: 4/4/2013 ISBN: 978-84-233-4630-1
Sinopsis (editorial):
"Hace muchos años, tantos que no vale la pena contarlos, existió una niña llamada Gabriela, que solía perder a menudo un zapato. Sólo uno, no los dos,..." Cuando lo perdía, los mayores se enfadaban mucho con Gabriela, y ella se sentía rara y triste, muy triste. Pero un día descubrió que algo muy especial ocurría en esos momentos. Se abría una puerta que sólo podía cruzar quien llevara un solo zapato, una puerta que estaba a punto de llevarla a un mundo mágico donde todo era posible.
No sé ni por dónde empezar esta reseña porque no sé cómo comenzar a hablar de un libro tan pequeño y que me ha gustado tanto. Ana María Matute explora tantos territorios que me parecen interesantes... Quizá lo primero que puedo decir es que mientras lo leía he tenido la sensación de hacer un viaje por tres territorios diferentes pero conectados en lo que podríamos decir que son tres partes diferenciadas de la obra. Así, la primera parte de la obra nos descubre a Gabriela, una niña distinta a todos los demás, en todos los sentidos. Una niña estigmatizada por su fortuita tendencia a perder un zapato y a la que su entorno condena a la soledad. Matute se mete a la perfección en la piel de esta niña dejada de lado, que ve cómo su madre dedica tiempo a sus hermanas pero no a ella y que tiene que compartir los descubrimientos que ellas hacen a través del reflejo del espejo. Gabriela nos hace sentir su soledad, el vacío que siente que la acompaña vaya donde vaya, la invisibilidad que la rodea e, incluso la crueldad de algunas escenas. Creo que la magistral manera de transmitir sentimientos de Matute hace que este libro sea más adecuado para niños un poco mayores que mi hija Lucía (seis años recién cumplidos): lo empecé a leer con ella y teníamos que parar porque se sentía muy triste por Gabriela y no entendía por qué todo el mundo le daba de lado.
Pero ese aislamiento puede servir para enseñar a los niños muchas cosas, como también el detalle de la pérdida del zapato: perder un solo zapato es lo que hace a Gabriela especial pero también desgraciada. Es lo que la diferencia, la causa de su humillación en la mayoría de las ocasiones. Ese zapato puede convertirse en metáfora de una discapacidad o de eso que todos tenemos y nos diferencia de los demás: ser alto, ser bajo, ser gordo, tener pecas, las orejas grandes... así que puede servir para trabajar muy bien los sentimientos que esa diferencia provoca y cómo superarlos.
La manera que Gabriela encuentra para ser aceptada es la fantasía, el mundo de la literatura, los cuentos, los personajes que la quieren tal y como es. En la que a mí me ha parecido que podría ser una segunda parte de la obra, Gabriela descubre un libro mágico que la transporta a mundos y situaciones maravillosas, capaces de enseñar una gran lección, tanto a Gabriela como al lector. Matute nos traslada no solo a mundos de ficción llenos de magia y fantasía sino a los lugares más recónditos de una casa, donde viven los objetos rotos, perdidos y olvidados.
Esta parte me ha fascinado porque incluye pequeños cuentos en los que los protagonistas son azucareros sin tapadera, tazas desportilladas o cucharillas que siguen llorando desconsoladas la pérdida del amor de ese tenedor que se fugó, tirándose al cubo de la basura, con otra cucharilla que ni siquiera era de la misma cubertería.
Ese mundo de los desparejados, los tarados, los descascarillados o los que son demasiado viejos como para ejercer su función me ha resultado tan metafórico como entrañable, tan bello como certero.
Gabriela abre el libro y el mundo se transforma. No hay mejor metáfora sobre lo que leer significa para mí, para muchos.
En esta tercera parte, Gabriela empieza a utilizar en su propio beneficio su gran defecto y comienza a sacarle partido a su pie descalzo. Además, prueba el sabor del viento en la cara, del sol de verano, de los baños compartidos y de los juegos infantiles.
Y también descubrirá el calor que da en el corazón encontrar a alguien especial que te comprende con solo mirarte, que se siente igual que tú. Esa persona que nos completa, que nos enriquece, que es igual pero diferente a nosotros, con la que podemos compartirlo todo porque sabemos que nos quiere tal y como somos, justo como nosotros la queremos a ella. Lo malo es que empezar a amar así es comenzar a crecer y perder lo que fuimos, lo que inevitablemente dejamos de ser, porque el tiempo y la vida y las circunstancias y todo lo que nos rodea nos va cambiando, moldeando, haciéndonos madurar.
Y todo ese bombón llega al lector envuelto en el precioso papel de colores que es el estilo de Ana María Matute, tan lleno de magia y de poesía como la propia historia de Gabriela y sus zapatos perdidos. Un libro para reflexionar sobre lo que todos tenemos de diferente y para aprender a aceptarlo: a aceptar a los demás pero también a nosotros mismos.
Nos seguimos leyendo. Pero ese aislamiento puede servir para enseñar a los niños muchas cosas, como también el detalle de la pérdida del zapato: perder un solo zapato es lo que hace a Gabriela especial pero también desgraciada. Es lo que la diferencia, la causa de su humillación en la mayoría de las ocasiones. Ese zapato puede convertirse en metáfora de una discapacidad o de eso que todos tenemos y nos diferencia de los demás: ser alto, ser bajo, ser gordo, tener pecas, las orejas grandes... así que puede servir para trabajar muy bien los sentimientos que esa diferencia provoca y cómo superarlos.
EXPLORANDO EL TERRITORIO DE LA FANTASÍA
La manera que Gabriela encuentra para ser aceptada es la fantasía, el mundo de la literatura, los cuentos, los personajes que la quieren tal y como es. En la que a mí me ha parecido que podría ser una segunda parte de la obra, Gabriela descubre un libro mágico que la transporta a mundos y situaciones maravillosas, capaces de enseñar una gran lección, tanto a Gabriela como al lector. Matute nos traslada no solo a mundos de ficción llenos de magia y fantasía sino a los lugares más recónditos de una casa, donde viven los objetos rotos, perdidos y olvidados.
Esta parte me ha fascinado porque incluye pequeños cuentos en los que los protagonistas son azucareros sin tapadera, tazas desportilladas o cucharillas que siguen llorando desconsoladas la pérdida del amor de ese tenedor que se fugó, tirándose al cubo de la basura, con otra cucharilla que ni siquiera era de la misma cubertería.
Ese mundo de los desparejados, los tarados, los descascarillados o los que son demasiado viejos como para ejercer su función me ha resultado tan metafórico como entrañable, tan bello como certero.
Gabriela abre el libro y el mundo se transforma. No hay mejor metáfora sobre lo que leer significa para mí, para muchos.
LA INFANCIA: EL TESORO QUE ESTAMOS CONDENADOS A PERDER
En la última parte, el tono cambia y la felicidad empieza a llegar a la vida de Gabriela. Matute indaga en ella en el territorio más feliz de la infancia: el de las vacaciones, los primos, los juegos, las excursiones... Gabriela no pierde su conexión con el mundo de la fantasía pero empieza a encontrar su hueco en el mundo real. Lo más triste es que, hasta cierto punto, esa victoria ganada se asocia con la pérdida de la infancia, con el indomeñable paso del tiempo que nos roba uno de nuestros tesoros más añorados después: la infancia.En esta tercera parte, Gabriela empieza a utilizar en su propio beneficio su gran defecto y comienza a sacarle partido a su pie descalzo. Además, prueba el sabor del viento en la cara, del sol de verano, de los baños compartidos y de los juegos infantiles.
Y también descubrirá el calor que da en el corazón encontrar a alguien especial que te comprende con solo mirarte, que se siente igual que tú. Esa persona que nos completa, que nos enriquece, que es igual pero diferente a nosotros, con la que podemos compartirlo todo porque sabemos que nos quiere tal y como somos, justo como nosotros la queremos a ella. Lo malo es que empezar a amar así es comenzar a crecer y perder lo que fuimos, lo que inevitablemente dejamos de ser, porque el tiempo y la vida y las circunstancias y todo lo que nos rodea nos va cambiando, moldeando, haciéndonos madurar.
Y todo ese bombón llega al lector envuelto en el precioso papel de colores que es el estilo de Ana María Matute, tan lleno de magia y de poesía como la propia historia de Gabriela y sus zapatos perdidos. Un libro para reflexionar sobre lo que todos tenemos de diferente y para aprender a aceptarlo: a aceptar a los demás pero también a nosotros mismos.
Agradezco a Destino el envío de este ejemplar.
Una reseña genial, me lo llevo apuntado, besotes
ResponderEliminarQue bonita reseña, que ganas de ponerse a leer estos libros ;D
ResponderEliminarPues no sabrías por dónde empezar, pero te ha salido una muy buena reseña ;) Ana María Matute es para mi una escritora muy especial, muy grande, grande en los grandes relatos y también en los pequeños. Este que comentas no lo he leído (aun) pero espèro solucionarlo pronto.
ResponderEliminarBesos
Me ha encantado la reseña! Tengo ganas de leer este libro desde que lo vi en la librería así que espero no tardar mucho.
ResponderEliminarBesos
Muy buena reseña, y por tanto a mi lista de pendientes que no hay que dejar de leer. Saludos desde locura de lectura. Por cierto, Nobel para Matute YA!!!
ResponderEliminarMuy buena reseña, he leído a Ana María Matute, incluso el año anterior trabajé con mis alumnos "El verdadero final de la bella durmiente" como otra reescritura del cuento tradicional y me encantó, siempre la recomiendo, junto a Rosa Montero que también considero una excelente escritora.
ResponderEliminarBesos
Matute me encanta así que a estos libros ya les tengo bien echado el ojito. Y si encima me haces una reseña así... Con más ganas me dejas!
ResponderEliminarBesotes!!!
No suelen llamarme la atención los libros de esta autora, pero este me lo lleva apuntado, que me gusta el argumento =)
ResponderEliminarBesotes