Decir que la novela
negra trata de indagar en la naturaleza del mal y en su presencia en nuestro
mundo cotidiano no es afirmar nada nuevo. Pero pocas lo hacen como La noche se llama Olalla, la segunda
entrega protagonizada por Ágata Blanc, personaje salido de la pluma siempre
certera de Jesús Ferrero. ¿Que por qué es diferente? El propio autor nos lo
cuenta.
- Hay una diferencia fundamental entre la primera novela de Ágata Blanc (El beso de la sirena negra) y la segunda: la primera estaba escrita en primera persona (en realidad, en un juego de espejos con dos voces en primera persona diferentes: la de Ágata y la de Alize) mientras que para la segunda opta por una voz narradora omnisciente que todo lo ve y que bucea en los corazones de todos los personajes… ¿por qué este cambio?
- Desde el principio me había planteado que con Ágata Blanc no iba a utilizar siempre el mismo registro, que en ocasiones me iba a interesar verla desde fuera, sumida en el mundo, no ella controlando el mundo. También me había planteado que en algunas novelas sería un personaje más. E incluso me puedo plantear alguna en la que ni siquiera sea la protagonista pero que sus actuaciones sean puntuales y definitivas en determinados momentos de la novela. Ese juego lo tenía planteado ya desde el principio y así lo he hecho. La novela cambia de perspectiva cuando utilizar la tercera persona aunque tengo que advertir que cuanto utilizo este tipo de narrador siempre está muy focalizado en un personaje determinado y, por lo tanto, el punto de vista es el de ese personaje en ese momento, más que el del narrador omnisciente. Y eso lo hago siempre: sí, estamos en una tercera persona que te da un poco de distancia respecto al personaje pero yo suelo colocar la cámara muy cerca del personaje de forma que tú estás viendo la acción, en realidad, a través de él. Y no participo de ese tipo de narrador omnisciente del siglo XIX que lo sabe todo como si fuese Dios y que lo explica todo desde las alturas.
- Sí, al final el efecto que consigue es el de un primerísimo primer plano sobre el personaje. Pero también es verdad que el narrador conoce muy bien el alma del personaje al que está retratando; en este sentido, sí es bastante omnisciente, es como si se metiera dentro de él.
- Se mete dentro, efectivamente. Pero ocurría muchas veces en la gran novela del siglo XIX que el narrador no se metía dentro del personaje, estaba como en otra dimensión. Incluso lo juzgaba, como Galdós. Incluso, violentamente.
- Y desde su punto de vista, no desde el del personaje.
- Efectivamente. Y Tolstói también lo hacía, con cierta frecuencia. Me parecen los momentos más flacos, más débiles de esas novelas, con ese intervencionismo del narrador. O del autor. Pero sí es verdad que parece meterse en el alma de los personajes. En Las trece rosas yo le di un nombre, usurpado a Beckett: el espíritu sin nombre. Está como flotando por ahí y cuando ve un personaje se mete dentro de él, lo posee, lo puede iluminar desde dentro pero al mismo tiempo salirse. Es un juego muy cerca del personaje.
- Ese otro juego del que hablaba antes, el de que Ágata no siempre sea protagonista, en realidad rompe con la regla general de la novela negra, en la que el investigador suele ser el personaje central y toda la narración gira en torno a él y a sus pesquisas. En este caso vemos cómo muchas veces Ágata es un mero testigo. Y a veces, incluso, no interviene cuando debería. Es una investigadora atípica, en ese sentido.
- Tiene su estrategia. No la explicaba en la primera novela pero sí en esta segunda. Y una de sus estrategias es de índole taoísta (no está desarrollada en esta segunda novela pero sí lo haré en la tercera): intentar ganar una guerra sin entablar una sola batalla. Y también se basa en un principio de Maquiavelo (en esta novela cita al autor pero no el principio): deja que las cosas sucias las hagan los otros.
- ¡Una estrategia inteligente!
- Sí. También implica un sentido de la justicia que la coloca en el territorio de los vengadores, que son toda una tradición en la literatura. Parece que está actuando de una forma pasiva y en el último capítulo entiendes el porqué. Su pasividad no es tal: si ella no hubiese querido, la venganza no se habría producido. En mis novelas va a tener más importancia cómo es el asesino que quién es el asesino. Se puede hablar de dos tipos de novela negra: la de quién es el asesino, que es un clásico, desde su origen, con Doyle y Agatha Christie; y sin embargo hay otras novelas en las que el asesino se conoce desde el principio y lo que te engancha a ella es querer saber cómo es y hasta dónde va a llegar. Y si algo lo va a parar en algún momento. En mi novela, la pregunta ¿quién es el asesino? solo tiene importancia hasta la página 40 o 50 y a partir de ahí lo que te interesa es qué ocurrió realmente. En este tipo de novelas colocas al lector como juez, aunque él no quiera. Por eso quiere saberlo todo, para poder juzgar. En ese sentido, no creo que vaya a haber ninguna novela de Ágata Blanc que se centre exclusivamente en el hecho de saber quién es el asesino, eso lo voy a resolver relativamente rápido.
- Es cierto que Ágata tiene sus principios para actuar como lo hace pero también es verdad que el lector ve que se están cometiendo una serie de asesinatos que, podrán estar todo lo razonados o justificados que se quiera, pero no dejan de ser asesinatos. Y Ágata se mantiene al margen, no interviene para evitarlos.
- Es que Ágata ya ha tomado partido.
- El lector se plantea: ¿y qué haría yo en su lugar?
- Ágata también se lo plantea: ¿debo seguir adelante? Se lo plantea varias veces. Al final, es una novela de ángeles guardianes, aunque no lo parezca. Habrás observado que se detecta en el diario que Gaby era el guardián de Olalla y, sobre todo, el que la sacaba de sus obsesiones: cuando se sumía en una obsesión peligrosa que la atormentaba, era capaz de sacarla con una o dos palabras, con mucha suavidad. Y luego Ágata hará de guardiana de la venganza de Gaby: está protegiéndole como un escudo.
- La actualidad está muy presente en la novela. En muchos casos sirve de telón de fondo, de mera referencia a tal o cual noticia… pero el hecho de que usted las agrupe en la novela, y más en el contexto de una obra policíaca como esta, me ha despertado una sensación muy desasosegante. Es como si me dijera: vale, esto es una obra de ficción que habla sobre el mal… pero es que el mal también está en tu mundo, en tu día a día, en lo que vives, escuchas, ves, lees o sientes cada uno de los días de tu vida. Lo toleras, hasta cierto punto.
- Antes de abordar la escritura de la novela, que tuvo lugar hacia el otoño de 2012, sin acabar el año todavía, había hecho una especie de dietario del 2012 porque me pareció, ya desde enero, que podía ser un año con mucho interés narrativo, por toda la mitología que arrastraba sobre el fin del mundo. Al hacer ese dietario me di cuenta de que estaba siendo un año especialmente sangriento. Y supe que lo iba a utilizar como telón de fondo de la historia. Y es verdad que al agrupar todos los sucesos te das cuenta de que no solo Madrid estaba en decadencia: estaba en decadencia todo el mundo. Como hice en Las trece rosas, me interesaba aquí crear un ambiente de locura general y, además, creando contrastes muy interesantes para el lector: le damos mucha importancia a alguien que ha podido cometer tres o cuatro asesinatos en Madrid, o uno… y ¿todas esas muertes por la brava que van a quedar impunes? Muertes de indígenas en el Amazonas, no sé cuántas personas acribilladas en un supermercado… En realidad todas estas muertes quedan luego impunes o medio impunes. Y ya no te digo nada si las atrocidades las comete la propia policía, como sucedió en Sudáfrica ese mismo año. Todo eso también queda impune. Era como decir al lector: “tampoco te obsesiones tanto por estas muertes porque muertes hay permanentemente y mucho más violentas y salvajes que las que tú estás viendo en la novela”. Ante este problema siempre recuerdo a Françoise Sagan que hizo el guion de Landru y cuando le hicieron una entrevista sobre su trabajo y qué le parecía el personaje dijo que si lo comparábamos con la cantidad de muertes que provocaron los oficiales franceses, Landru era insignificante.
- Yo he encontrado un paralelismo entre Ágata, que ve cómo Gaby lleva a cabo su venganza y deja que actúe, y nosotros, como sociedad: también somos testigos de muchas injusticias (no solo muertes, sino también tantos delitos económicos, desahucios, leyes injustas… como estamos viendo) y tampoco salimos tanto a la calle como, quizá, deberíamos. Aunque tal vez mi paralelismo también tiene que ver con las circunstancias históricas y sociales que estamos viviendo en este momento…
- Yo creo que Ágata es, en la novela, un ser muy consciente de todo lo que ocurre. Está muy asentada en la realidad, en la realidad de ese año y la realidad de lo que está investigando. Y observamos que hace movimientos que implican un gran control de la situación, por ejemplo, en El beso de la sirena negra da la impresión de que ella no es partidaria de que Alize se cargue a su padre, cree que eso lo tiene que hacer su madre y, por eso, la coloca en el punto de mira para hacerlo, en el lugar adecuado para que lo lleve a cabo. Es decir, Ágata está dirigiendo la situación aunque los demás no se den cuenta. Aquí, con Gaby, ocurre lo mismo: parece testigo pero está dirigiendo la situación. No miente cuando se responsabiliza de lo que ocurre porque no interviene, no hace lo necesario para pararlo. Ella cree, pues, que Gaby está haciendo lo que ella quiere que se haga. Se podría pensar, incluso, que Gaby es un títere en sus manos y que lo está utilizando para llevar a cabo su propia idea de la justicia, siguiendo el principio de Maquiavelo. Creo que ese comportamiento va a ser bastante constante. No me puedo colocar en esos investigadores que matan a diestro y siniestro y, además, nunca les pasa nada; que establecen continuas luchas físicas con los otros… Y en una mujer me lo imagino menos aún: no voy a hacer que aprenda kárate y estas cosas.
- Y hablando de eso… ¿por qué eligió a una mujer como protagonista? Y, encima, a una mujer tan particular, que juega tanto con la ambigüedad sexual: tiene aspecto andrógino e, incluso, en la primera novela se disfraza de hombre.
- Me gusta verla disfraza de hombre. El travestismo en la mujer me encanta. Creo que cierta indumentaria masculina les puede ir muy bien a ciertas mujeres. Me la imagino como una mujer relativamente sofisticada, pero sin pasarse; no me imagino que su familia fuese rica, me imagino una familia hispano-francesa de clase media o media-baja; con una idea muy clara sobre el mundo en el que vivimos y sobre cuáles son las clases sociales que lo representan, dónde está el poder y por dónde discurre con más facilidad la muerte, que en principio es muy arriba y muy abajo de la escala social. Quería, además, una mujer atractiva pero me la imagino siempre vestida una forma práctica que le permita una cierta agilidad. Sí que me la imagino con trajes masculinos que creo que le pueden quedar bien. Y no me la imagino con zapatos de tacón de aguja.
- Me alegra que lo diga porque esa es una de mis grandes luchas con las series policíacas: no le encuentro sentido a las detectives que siempre van corriendo subidas en unos taconazos con los que yo no podría dar ni un paso…
- Es un fetichismo. Pero fíjate que yo siempre he sido un fetichista del pelo largo y, sin embargo, me encanta que Ágata lo lleve corto. También me planteé que iba a ser una mujer que concede mucha libertad a los otros y a la que le gusta que los demás le concedan a ella esa misma libertad; amante de la buena vida pero sin pasarse, que no se priva de nada pero que, al mismo tiempo, tiene una gran capacidad de control, aunque con algunas zonas oscuras que yo no conocía y que voy descubriendo. Tiene más zonas oscuras de las que yo creía. La ventaja de una serie, la aventura que supone una serie es que vas conociendo periódicamente al personaje. Por ejemplo, en la primera, yo sabía que su director de tesis se había suicidado, lo tenía clarísimo, pero no sabía que había tenido relaciones sexuales con él, me acabo de enterar en esta novela.
- ¿Y por qué pensó en una mujer?
- Pensé que el detective masculino estaba muy trillado y colocar a una mujer, aunque haya ya muchas representantes femeninas en el género, me daba la sensación de no seguir un camino tan trillado a la vez que me obligaba a plantearme otros esquemas de acción. A mí sí que me interesaba no basar los trabajos de la investigación, fuera hombre o mujer, en acciones disparatadas que, además, en las novelas, me aburren. Me había propuesto un trabajo más cercano a lo que realmente es la labor de un detective privado, que es vigilar e informar a su cliente. He conocido a detectives y es lo que hacen. También sé que sobre todo los contratan la clase alta. Incluso la policía te dirá que esos detectives que andan por los barrios bajos contratados por un carpintero no existen. Lo cual no quiere decir que Ágata Blanc fuera a estar siempre investigando a los ricos: en esta novela me pareció mucho mejor ubicar la historia en la clase media.
- Además de la ambigüedad sexual en el aspecto, Ágata mantiene relaciones sexuales con hombres y con mujeres.
- Es bisexual. Pero no lo descubrió inmediatamente.
- Comenzaba hablando de una de las diferencias entre sus dos novelas negras, pero la verdad es que hay muchas más cosas que las unen, como esa exploración del lado más oscuro del ser humano. ¿Es la novela negra el género ideal para indagar en esta zona oscura del alma?
- Es el ideal. Y además ocurrió desde el principio: en la novela policíaca empieza a haber un cierto enjuiciamiento de las clases sociales ya desde el principio, está ya en Agatha Christie. Es el mejor territorio. Una historia vehiculizada de otra manera podría parecer muy social o, incluso, cercana a un cierto realismo social que detesté toda mi vida, el estilo canónico de cuando yo era joven. En cambio, en una novela negra, todos los elementos sociológicos le quedan bien, se pliegan perfectamente a la trama y no quedan artificiales aunque, en sí misma, toda la novela negra tenga mucho de artificio: es un género que, si bien sigue muchas normas, a la vez te permite explorar los comportamientos sociales con una naturalidad que los demás géneros no te permiten.
- Una zona oscura que también llega a la mente: en este novela se habla mucho de la enfermedad mental, en la mayoría de las ocasiones ligada a un acontecimiento demoledor en la vida de las personas (la muerte de un ser querido, la situación económica, un desahucio…). ¿Por qué le preocupa esta conexión?
- Me preocupa porque he tenido amigos y familiares locos, he podido ver la locura desde muy cerca y sus dimensiones, he podido ver lo que tiene de infierno pero también lo que, en ocasiones, tiene de oasis: esa fuga del mundo es dolorosa pero, al mismo tiempo, procura grandes placeres. Y me interesa como límite, me interesa muchísimo acercarme a esa frontera imprecisa entre la cordura y la locura: ¿cuándo empezamos a estar locos? ¿Empezamos a estar locos en un momento determinado o siempre estamos medianamente locos y solo de vez en cuando nos pasamos y tenemos una crisis aguda? También me parecía el territorio ideal para ubicar a Gaby, unas cosas iban pidiendo otras. ¿Dónde colocabas a Gaby? Lo mejor: en un manicomio, en el valle de la depresión, aunque él ya esté saliendo, es el mejor sitio para colocarlo y tramar la venganza justamente desde ahí.
- Hablando de colocar… usted mueve mucho a los personajes: están todo el día viajando, moviéndose. Hay un montón de localizaciones en la novela. ¿Por qué este continúo movimiento físico?
- Porque me gusta aprovechar todo lo que ofrece una ciudad para la acción, y no solo la ciudad sino también los extrarradios. Desde hace un tiempo estoy utilizando los extrarradios cuando ubico una novela en Madrid. Te lo va pidiendo la acción. Yo soy partidario de que, en lo que se llama correlato, los escenarios arropen lo mejor posible la acción. Por ejemplo, me planteé que Víctor tenía que morir decapitado, como el personaje de Homero, y dije: ¿cómo? En un ascensor… Y se me ocurrió lo del circuito del Jarama. Yo no soy amante del automovilismo pero el ambiente de los circuitos me encanta. Había ido algunos domingos al Jarama, simplemente para verlo, sin plantearme que luego fuera a utilizarlo. Me gusta que salgan todos los espacios de la ciudad y, además, que tengan visibilidad: una de la cosas que valoraba Calvino de las novelas que a él le gustaban era que tenían que tener visibilidad, que tú pudieras ver las escenas, que no resultaran abstractas sino que fuera muy tangibles, cosa que no hace Agatha Christie, cuyas historias se quedan muy limpias y muy abstractas, como a ella le gustaba: los cadáveres no huelen… ¡ningún problema! Y a mí me encanta la visibilización. Yo creo que me viene de la pintura porque yo, hasta los 15 o 16 años quería ser pintor y estuve a punto de hacer el examen de ingreso a Bellas Artes. Lo que pasa es que justo aquel año me di cuenta de que escribían mejor que dibujaba, me da la impresión de que tenía mejores relaciones con el lenguaje que con el mundo de la plástica y desde entonces no volví a hacer ningún dibujo, quizá dos o tres en momentos perdidos, pero nada más… Y eso que hasta tomar aquella decisión no paraba de dibujar. Así que creo que me ha quedado ese pintor, no frustrado, porque llego un momento en que no quería y si no quieres, no eres frustrado, pero sí que me ha quedado un gusto por la descripción de las escenas de una manera a veces pictórica y a veces fotográfica.
- ¡Le acabo ver disfrutando mientras me contaba cómo había planeado el asesinato de Víctor! ¿Es divertido… o es perverso imaginarse la muerte de los demás? Es como lo que dice el protagonista de la serie Castle: “hay dos tipos de personas que se pasan la vida pensando en asesinatos: los asesinos y los escritores de misterio”.
- ¡Es verdad, es verdad! Es que, además, te lo tienes que plantear todo, incluso, por ejemplo, cómo desprenderse de los cadáveres, que, como decía Patricia Highsmith, que es el autor de novela negra que más me interesa, “¡lo que cuesta desprenderse de un cadáver!”. No solo en la vida real… ¡también en una novela!
- Gaby lo hace perfectamente.
- Sí que lo hace bien, sí.
- Otro de los puntos en común de sus dos novelas negras son las referencias al sexo más perverso, como dice uno de los personajes de esta segunda: violaciones, abusos, sodomía…
- Este tipo de relaciones está impregnando toda nuestra vida. Yo no hablo de cosas raras ni de fantasmas… Como mucho, hablo de fantasmas sociales, no de fantasmas personales. En El beso de la sirena negra aparece una relación sadomasoquista y eso está también en la sociedad. Si no fuera así, la horrible novela esta de las sombras de Grey, de la que yo solo conseguí leer más de 100 páginas, no habría tenido ningún éxito. A veces, algún amigo, me ha preguntado si a mí me tientan estas cosas… y no es así. Estoy construyendo un personaje y tú, cuando dibujas un personaje, le puedes insuflar características que a ti no te interesan. Uno de los personajes de La noche se llama Olalla es devoto del Marqués de Sade y a mí me parece uno de los escritores más aburridos de la historia: quitando Justine todo lo demás es de un aburrimiento… esos catálogos de perversiones no los aguanta ni su padre. Sin embargo, a ese personaje le cuadraba muy bien utilizar ese autor y su filosofía. Estas relaciones están ahí: las violaciones… ¿Cuántas mujeres van muertas por violencia de género en lo que va de año? No estoy hablando de nada que no esté ocurriendo prácticamente todo los días. Lo que sí me gusta, no siempre pero sí en las novelas basadas en el mundo contemporáneo, es que aparezca bien representada la época. Es lo que ocurre con las drogas, por ejemplo.
- Todos los personajes son tremendos y, en conjunto, ofrecen una visión muy completa de esa cara oscura del alma de la que hablábamos antes, por diferentes motivos, pero a mí me ha parecido especialmente significativo el personaje de Julio. Es un profesor universitario, con una imagen social muy positiva pero que no es eso que aparenta. Me parece muy representativo cómo él defiende la igualdad de la mujer en sus clases, de cara a la galería, pero luego abusa de ellas en la intimidad. Es el personaje más hipócrita de la novela… ¿es una llamada de atención?
- Ese tipo de personajes está actuando continuamente en nuestra sociedad y, además, haciendo lo que les da la gana. Yo creo entenderlo: sufre sus contradicciones más que otros personajes porque es más intelectual y yo creo que tiene un grado de moral superior a sus dos amigos. Lo curioso es que estos tres amigos no tienen la misma ideología y entre los tres cubren todo el espectro: el alemán se podría considerar de extrema derecha y la herencia de su familia es de extrema derecha; Víctor sería simplemente de derechas e incluso puede llegar a ser encantador y muy liberal en determinadas ocasiones; y Julio es, en realdad, de izquierda, incluso de extrema izquierda, como ideología. ¿Qué es lo que les une, entonces? Cierta pulsión de muerte, y ahí son iguales; por la noche son iguales: son tres depredadores, cada uno con sus características. Y ahí son tres cuerpos en uno y, en cambio, son totalmente diferentes. Con lo cual, llegué a la conclusión (porque me llevó a ella la novela) de que, en realidad, la pulsión, que sería lo que está debajo, lo que actúa continuamente por debajo sin que nos demos cuenta, sería un vínculo muy superior a cualquier otro. El alemán está menos dibujado que los demás porque dejo que sea el lector el que lo construya: tiene elementos para ello. Es el más enigmático, el más sombrío: a mí era el que más miedo me daba como personaje.
- También tienen en común sus dos novelas el recurso al diario… ¿qué le aporta como recurso narrativo?
- Ya no lo voy a utilizar nunca más.
- ¡Vaya!
- Pero sí lo he utilizado en estas dos novelas porque cumple dos funciones opuestas: el de Alize en El beso de la sirena negra es un diario que la delata a ella, tenía que haberlo quemado porque ese diario la puede matar; en cambio, el diario de Olalla es peligro no para ella misma, que ya está muerta, sino para los demás. El diario de Olalla tiene una dimensión lírica, mientras que el de Alize tiene una dimensión cínica, aterradoramente cínica. Como ya he utilizado diarios en unas cuantas novelas porque se me presenta como el territorio ideal para introducir la primera persona en una novela escrita en tercera persona, te da otro registro, no creo que vaya a recurrir más a él, aunque sí a textos que haya podido escribir la víctima, que pueden ser poemas, cartas… Porque en una novela de detectives tienes que examinar lo que ha dejado la víctima y las víctimas dejan escritura también, escritos de diferente contenido. A lo que deje escrito una víctima siempre le voy a dar mucha importancia.
- Es que es el medio por el que conocemos a Olalla, es la llave de su caracterización como personaje y de su pensamiento. Me interesa una de las reflexiones que incluye en ese diario: cuando habla de lo que nos usurpan cuando nos roban la vida. Nos roban las ilusiones, todo nuestro futuro… me parece tremendo porque no es algo que pienses todo los días pero si te paras a reflexionar sobre ello… es tremendo el hueco que deja alguien a quien han robado su vida.
- Si lo piensas es un abismo porque, para empezar (eso lo he dicho en alguna otra novela) rompes una cadena que permanecía ininterrumpida desde el origen de la vida. Cada vez que matas a una persona matas toda la historia de la humanidad. Pero si te colocas en lo que le quitas a una persona cuando es joven (porque matar a un anciano no es lo mismo)… Es el problema que más me dolió en Las trece rosas: roban el futuro, los hijos que pudieron tener, las cosas que le pudieron ocurrir. Al final, no te roban solo la vida roban la eternidad que contenía esa vida. Y de eso Olalla es muy consciente y eso me llamó mucho la atención de ella. Eso y que tiene ya el presentimiento de la muerte, como lo tenía Lorca, que daba la sensación de que se sentía perseguido por la muerte. Olalla estaba obsesionada con la muerte, la presentía, y el único que la sacaba de esa obsesión era su novio, Gaby.
- También me ha gustado mucho otro de las reflexiones del diario de Olalla, la que hace sobre la escritura como esa dimensión de la conciencia que te hace decir lo que no sabes y decir lo que no dices…
- Esa es la experiencia de la escritura, permanentemente. Ocurre muchas veces.
- No sé si también esto estaría relacionado con los sueños, con el mundo inconsciente o subconsciente que usted también recoge en sus novelas.
- Sí. Y además, como decía un amigo mío, toda novela tiene que parecerse un poco a un sueño y yo intento que eso ocurra siempre en mis novelas, incluso en las más realistas: que cuando la acabes tengas la impresión de que has vivido un sueño.
- Pues lo consigue, lo consigue.
Una entrevista muy completa, me ha encantado, besotes
ResponderEliminarComo siempre, estupenda entrevista. Besos.
ResponderEliminarQue entrevista!! enhorabuena!! ;)
ResponderEliminarTe comento que te he nominado a los Liebster award: http://eltemplodelalectura.blogspot.com.es/2014/01/nominada-liebster-awards.html
Un beso!
Enhorabuena por la entrevista!!!
ResponderEliminarUna entrevista fantástica! Y voy a tener que hacerle hueco a este autor pronto...
ResponderEliminarBesotes!!!