Título: Vamos a cazar un oso
Autor: Michael Rosen
Ilustradora: Helen Oxenbury
Editorial: Ediciones Ekaré
Género: LIJ
Páginas: 36
Publicación: 1989
ISBN: 978-980-257-107-9
En esta versión de la canción popular inglesa, el poeta Michael Rosen y la ilustradora Helen Oxenbury, le siguen la pista a cuatro niños que salen con su padre a cazar un oso. Juntos, atraviesan un campo de altos pastos, un profundo río y un oscuro bosque. Cuando se asoman a una cueva estrecha y tenebrosa, ¿quién le tendrá miedo al oso?
Me encanta contar este cuento porque tiene movimiento, tiene ritmo, tiene ruido, tiene repeticiones, tiene aventura... y te permite jugar tanto dependiendo del auditorio, que siempre pensé que tenía que hacerme con él porque, además, es tan popular que casi siempre está prestado en la biblioteca. Por eso, aproveché el dinerito del Tarro-Libro del año pasado (a partir de ahora, los libros que reseñe en los que ponga ese banner habrán sido comprados con lo que ahorramos leyendo el año pasado) para hacerme con un ejemplar (decimotercera edición, ahí es nada) y ahora te hablo de él.
Lo primero que he de decir es que me encantan las ilustraciones de Helen Oxenbury. Son dulces y poéticas, suaves y delicadas y aquí llenan las dobles páginas del libro de manera que te sumerges en los paisajes propuestos, los que van atravesando los protagonistas de la obra.
Porque Vamos a cazar un oso no es más (ni menos) que un viaje familiar en busca de un oso. Por lo tanto, está lleno de aventuras, porque hay que atravesar pastos verdes, ríos, barro, bosques, tormentas y, por supuesto, una cueva. La gracia del libro está en que juega con las repeticiones constantes y, también, con las onomatopeyas que producirían tales espacios al ser atravesados. Es decir, el libro propone jugar con el color y el sonido en cada uno de los espacios de esa aventura. Cuando tengo pocos niños, yo les propongo también añadir el tacto y, o bien les traigo algo que puedan tocar y que se podría parecer a todo lo dicho anteriormente, o les sugiero que me vayan diciendo cosas que podrían tener un tacto parecido a un bosque, una cueva, etc.
Si somos muchos, les invito a que repitan conmigo las retahílas del libro. Si somos pocos, jugamos por toda la sala y nos movemos de acuerdo a cómo se atravesaría un río, un pasto, etc. La verdad es que les encanta.
Y es que este libro tiene el encanto de las cosas sencillas, de las canciones y literatura oral de toda la vida que siguen funcionando. Además, creo que es un acierto que las ilustraciones jueguen con el color y con el blanco y negro porque da emoción y resalta justo los pasajes en los que hay que vivir una aventura.
También el hecho de que esté protagonizado por una familia genera un factor de empatía que les gusta mucho a los niños.
En definitiva, un libro muy muy divertido, visual, sonoro, táctil y, si se quiere, hasta olfativo y gustativo (se puede jugar con los niños también a añadir estos dos sentidos a lo que va ocurriendo) que entronca con las historias de aventuras y que, como digo, se puede vivir y disfrutar con los cinco sentidos. Una auténtica joya.
Nos seguimos leyendo.
Lo primero que he de decir es que me encantan las ilustraciones de Helen Oxenbury. Son dulces y poéticas, suaves y delicadas y aquí llenan las dobles páginas del libro de manera que te sumerges en los paisajes propuestos, los que van atravesando los protagonistas de la obra.
Porque Vamos a cazar un oso no es más (ni menos) que un viaje familiar en busca de un oso. Por lo tanto, está lleno de aventuras, porque hay que atravesar pastos verdes, ríos, barro, bosques, tormentas y, por supuesto, una cueva. La gracia del libro está en que juega con las repeticiones constantes y, también, con las onomatopeyas que producirían tales espacios al ser atravesados. Es decir, el libro propone jugar con el color y el sonido en cada uno de los espacios de esa aventura. Cuando tengo pocos niños, yo les propongo también añadir el tacto y, o bien les traigo algo que puedan tocar y que se podría parecer a todo lo dicho anteriormente, o les sugiero que me vayan diciendo cosas que podrían tener un tacto parecido a un bosque, una cueva, etc.
Si somos muchos, les invito a que repitan conmigo las retahílas del libro. Si somos pocos, jugamos por toda la sala y nos movemos de acuerdo a cómo se atravesaría un río, un pasto, etc. La verdad es que les encanta.
Y es que este libro tiene el encanto de las cosas sencillas, de las canciones y literatura oral de toda la vida que siguen funcionando. Además, creo que es un acierto que las ilustraciones jueguen con el color y con el blanco y negro porque da emoción y resalta justo los pasajes en los que hay que vivir una aventura.
También el hecho de que esté protagonizado por una familia genera un factor de empatía que les gusta mucho a los niños.
En definitiva, un libro muy muy divertido, visual, sonoro, táctil y, si se quiere, hasta olfativo y gustativo (se puede jugar con los niños también a añadir estos dos sentidos a lo que va ocurriendo) que entronca con las historias de aventuras y que, como digo, se puede vivir y disfrutar con los cinco sentidos. Una auténtica joya.
Nos seguimos leyendo.
¡Qué bonito parece! Yo ya no tengo niños tan peques en casa, pero es precioso para hacer un regalo, me lo voy a apuntar.
ResponderEliminar¡Besos!
Es uno de mis libros favoritos para trabajar en clase en su versión original. Funciona bien a cualquier edad y da muchísimo juego, ¡gracias por traernos este clasicazo!
ResponderEliminarBesos.
Qué lindo se ve!
ResponderEliminarBesotes!!!