Título: Huyendo de mí
Autor: Salvador Navarro
Editorial: Algaida
Género: novela contemporánea
Páginas: 416
Publicación: octubre 2015
ISBN: 978-84-9067-222-8
Leo, acosado por los problemas económicos de su estudio de Arquitectura y convencido de que su vida conyugal se ha convertido en un juego de disimulos y silencios, se topa una noche con Virginia, su gran amor juvenil. Creyendo que el azar los ha reunido tras veinte años sin verse, se sumergirán en una espiral de falsas confesiones e intentarán utilizarse mutuamente pretendiendo que hay un amor por despertar. Será Pablo quien intente desanudar esta maraña de equívocos, traiciones y medias verdades.
Me acerqué a este libro seducida por lo de la crisis de los cuarenta que da pie al argumento que nos cuenta (ya sabes, a veces nos buscamos en los libros) y, la verdad, es una novela que me ha despertado sentimientos encontrados durante y tras su lectura. Voy a ver si consigo aclarar mis ideas al tiempo que elaboro esta reseña.
Lo primero que habría que decir es que se trata de una novela interesante, que parte de un momento atractivo en la vida de cualquier persona (y más, si cabe, en la del personaje central, Leo) y que avanza con buen ritmo. Además, toca temas francamente sugerentes que logran atrapar al lector y, en la mayoría de las ocasiones, mueven a la reflexión.
La historia comienza cuando Leo se ve atrapado por los problemas económicos de la empresa que dirige junto a Enrique, su socio y amigo de toda la vida. Además, en esa encrucijada, aparece un antiguo amor que hace que también se plantee muchas cosas sobre su familia y su estabilidad emocional con Carmela, su mujer. Cuando Enrique fallece de un infarto, todo parece venírsele encima y su forma de reaccionar es, como el propio título de la novela sugiere, huir. Así que viaja primero a París y luego a Bruselas para regresar, al final, a una Sevilla que es más que una ambientación en la novela, puesto que recorremos sus calles y, sobre todo, sus garitos, bares y restaurantes de tal manera que casi llegamos a conocerla, aunque no la hayamos visitado.
Podríamos entender, pues, que el viaje de Leo entronca con la tradición literaria del viaje de crecimiento que se plantea en otras tantas novelas. Y así podría ser si no fuera porque en un momento dado Leo desparece. He interpretado esta ausencia del protagonistas durante muchas páginas como un intento de mostrar al lector los sentimientos que podría estar experimentado su mujer (que no sabe nada de él durante todo el tiempo que está fuera) pero, aún así, me ha chocado este vacío en el que, además, sucede algo muy importante para el personaje pero que el lector solo conoce a través del breve resumen que hace Leo cuando regresa (a la novela, no a Sevilla).
Además, no he conseguido empatizar con Leo. Me ha parecido buena gente... pero no he entendido ni sus reacciones ni algunas de las cosas que hace en su huída (como hacerse pasar por otro a través de Facebook para reconquistar a su mujer). Me ha interesado mucho su faceta como persona rota, tras varios reveses graves en la vida (algunos de los cuales, creo yo, hubieran dado mucho juego si hubieran sido un poco más desarrollados) pero creo que justo una de las reflexiones de la novela es que, en el fondo, en mayor o menor medida, todos somos personas rotas, todos hemos padecido algún tremendo revés en nuestras trayectorias, y no por eso salimos corriendo en cuanto la situación se pone cuesta arriba.
Para su mujer, el comportamiento de Leo es infantil. Yo lo veo inmaduro, pero no infantil. Y, sobre todo, me parece la forma de comportarse de alguien que se ha quedado anclado en el pasado y que no quiere asumir las responsabilidades con las que todos debemos cargar a medida que pasa el tiempo y vamos tomando elecciones vitales, como montar un negocio o fundar una familia.Y, además, su comportamiento no tiene consecuencias, lo que tampoco me parece demasiado verosímil.
Todos los personajes tienen su herida sin cicatrizar, como digo, y esto hace que todos sean interesantes y muy intensos. Sin embargo, he echado de menos algo más de profundidad y algo más de reflexión al hilo de cuestiones tan atractivas para el lector como puede ser que una mujer aborte obligada por su pareja y eso la deje prácticamente estéril, un chico que es expulsado de su casa por ser gay, una mujer a la que le quedan graves secuelas físicas tras un accidente de coche en el que, además, fallece su padre o un hombre que donó un riñón a un hermano al que no soporta. Son todas ellas cuestiones que se quedan solo esbozadas en la novela y, creo, hubieran dado mucho juego.
Además de la huída de Leo, el autor nos sumerge en una subtrama de intriga que tiene que ver con el marido de ese reencontrado amor. Esta subtrama sostiene el relato durante buena parte de los capítulos pero su final no queda claro, no queda cerrado, por lo que no satisfará a los amantes de las tramas bien atadas.
Finalmente, he tenido la sensación de que el autor abusaba del hipérbaton y, sobre todo, de los gerundios a lo largo de la narración, de manera que la lectura se enrevesa ligeramente sin (creo yo) motivo. Y un último apunte que a mí (y recalco: a mí) me ha parecido ofensivo: que el protagonista llame a su mujer gorda como apelativo cariñoso. Sé que en algunos lugares se utiliza como apelativo sin más y capto su carga emocional pero no creo que nadie deba llamar a nadie gordo o gorda como forma de mostrar cariño. Es una percepción personal pero, como lectora, no he podido evitar que me chirriaran los dientes cada vez que lo leía.
En definitiva, Navarro nos ofrece una novela entretenida y que se lee muy bien, con muchos temas sobre los que reflexionar que ahonda en las crisis (personales, económicas, sociales...) y que nos permite recorrer Sevilla sin movernos del sillón.
Nos seguimos leyendo.
Lo primero que habría que decir es que se trata de una novela interesante, que parte de un momento atractivo en la vida de cualquier persona (y más, si cabe, en la del personaje central, Leo) y que avanza con buen ritmo. Además, toca temas francamente sugerentes que logran atrapar al lector y, en la mayoría de las ocasiones, mueven a la reflexión.
La historia comienza cuando Leo se ve atrapado por los problemas económicos de la empresa que dirige junto a Enrique, su socio y amigo de toda la vida. Además, en esa encrucijada, aparece un antiguo amor que hace que también se plantee muchas cosas sobre su familia y su estabilidad emocional con Carmela, su mujer. Cuando Enrique fallece de un infarto, todo parece venírsele encima y su forma de reaccionar es, como el propio título de la novela sugiere, huir. Así que viaja primero a París y luego a Bruselas para regresar, al final, a una Sevilla que es más que una ambientación en la novela, puesto que recorremos sus calles y, sobre todo, sus garitos, bares y restaurantes de tal manera que casi llegamos a conocerla, aunque no la hayamos visitado.
Podríamos entender, pues, que el viaje de Leo entronca con la tradición literaria del viaje de crecimiento que se plantea en otras tantas novelas. Y así podría ser si no fuera porque en un momento dado Leo desparece. He interpretado esta ausencia del protagonistas durante muchas páginas como un intento de mostrar al lector los sentimientos que podría estar experimentado su mujer (que no sabe nada de él durante todo el tiempo que está fuera) pero, aún así, me ha chocado este vacío en el que, además, sucede algo muy importante para el personaje pero que el lector solo conoce a través del breve resumen que hace Leo cuando regresa (a la novela, no a Sevilla).
Además, no he conseguido empatizar con Leo. Me ha parecido buena gente... pero no he entendido ni sus reacciones ni algunas de las cosas que hace en su huída (como hacerse pasar por otro a través de Facebook para reconquistar a su mujer). Me ha interesado mucho su faceta como persona rota, tras varios reveses graves en la vida (algunos de los cuales, creo yo, hubieran dado mucho juego si hubieran sido un poco más desarrollados) pero creo que justo una de las reflexiones de la novela es que, en el fondo, en mayor o menor medida, todos somos personas rotas, todos hemos padecido algún tremendo revés en nuestras trayectorias, y no por eso salimos corriendo en cuanto la situación se pone cuesta arriba.
Para su mujer, el comportamiento de Leo es infantil. Yo lo veo inmaduro, pero no infantil. Y, sobre todo, me parece la forma de comportarse de alguien que se ha quedado anclado en el pasado y que no quiere asumir las responsabilidades con las que todos debemos cargar a medida que pasa el tiempo y vamos tomando elecciones vitales, como montar un negocio o fundar una familia.Y, además, su comportamiento no tiene consecuencias, lo que tampoco me parece demasiado verosímil.
Todos los personajes tienen su herida sin cicatrizar, como digo, y esto hace que todos sean interesantes y muy intensos. Sin embargo, he echado de menos algo más de profundidad y algo más de reflexión al hilo de cuestiones tan atractivas para el lector como puede ser que una mujer aborte obligada por su pareja y eso la deje prácticamente estéril, un chico que es expulsado de su casa por ser gay, una mujer a la que le quedan graves secuelas físicas tras un accidente de coche en el que, además, fallece su padre o un hombre que donó un riñón a un hermano al que no soporta. Son todas ellas cuestiones que se quedan solo esbozadas en la novela y, creo, hubieran dado mucho juego.
Además de la huída de Leo, el autor nos sumerge en una subtrama de intriga que tiene que ver con el marido de ese reencontrado amor. Esta subtrama sostiene el relato durante buena parte de los capítulos pero su final no queda claro, no queda cerrado, por lo que no satisfará a los amantes de las tramas bien atadas.
Finalmente, he tenido la sensación de que el autor abusaba del hipérbaton y, sobre todo, de los gerundios a lo largo de la narración, de manera que la lectura se enrevesa ligeramente sin (creo yo) motivo. Y un último apunte que a mí (y recalco: a mí) me ha parecido ofensivo: que el protagonista llame a su mujer gorda como apelativo cariñoso. Sé que en algunos lugares se utiliza como apelativo sin más y capto su carga emocional pero no creo que nadie deba llamar a nadie gordo o gorda como forma de mostrar cariño. Es una percepción personal pero, como lectora, no he podido evitar que me chirriaran los dientes cada vez que lo leía.
En definitiva, Navarro nos ofrece una novela entretenida y que se lee muy bien, con muchos temas sobre los que reflexionar que ahonda en las crisis (personales, económicas, sociales...) y que nos permite recorrer Sevilla sin movernos del sillón.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 19/100
- Reto Genérico: 12 (4/5 narrativa contemporánea)/40
- Reto 25 españoles: 11/25
- Reto Autores de la A a la Z: 10/24
- Reto Ciudades con libro: 1 (Sevilla es más que el entorno en el que se mueven los personajes y recorremos algunas de sus calles y locales de ocio como si estuviéramos allí)
Efectivamente, aquí en el sur el apelativo gordo, gordi, gorda es utilizado de forma cariñosa. He disfrutado mucho con tu reseña, Lidia. Siempre se aprende con las reacciones de los lectores, y más cuando se hace de forma tan trabajada y sentida. Un beso y gracias de corazón. Salva
ResponderEliminarPues no me convencía demasiado y, a pesar de que en tu reseña señalas muchos elementos positivos no termina de llamarme.
ResponderEliminar¡Besos!
No termina de convencerme esta vez, así que voy a dejarlo pasar.
ResponderEliminarBesotes!!!