Título: Cuentas pendientes
Autora: Susana Hernández
Editorial: Alrevés
Género: novela policíaca
Páginas: 288
Publicación: 2015
ISBN: 978-84-16328-20-8
La vida de la subinspectora Rebeca Santana quizá no difiera tanto de la de cualquiera de nosotros. De vez en cuando surgen problemas con la pareja y algunas amistades y, cómo no, tiene algunos conflictos laborales. Pero Santana, que se crió en el popular barrio del Carmelo, en Barcelona, tiene un pasado doloroso que no puede —y no quiere— olvidar y que se ha cobrado un alto precio en la relación con sus padres y entorno más próximo.
Mientras Santana y su compañera Miriam Vázquez intentan desmantelar una red de tráfico de menores, que a la postre abrirá antiguos casos que se creían ya cerrados, los demonios del pasado y del presente perturbarán sus vidas. Por si fuera poco, un asesino que consiguió huir de Santana tiempo atrás parece haber regresado a Barcelona, y su madre, recién salida de la cárcel, es secuestrada.
Entretanto, su pareja, Malena, lleva un caso muy delicado y con trasfondos personales en su nueva condición de fiscal. En esta tercera entrega de la serie de la subinspectora Santana, tras Curvas peligrosas (Odisea Editorial 2010) y Contra las cuerdas (Editorial Alrevés 2012), los amantes de esta policía que monta una Harley-Davidson disfrutarán no solo de un nuevo caso, o deberíamos decir casos, sino también de una Santana más humana que nos abrirá las puertas a su pasado y a su relación con Malena, el verdadero amor de su vida.
Después de todo lo que he leído sobre Susana Hernández en diferentes blogs, tenía muchas ganas de estrenarme con ella. Aunque tengo Contra las cuerdas y La puta que leía Jack Kerouac esperando en el Kindle, la suerte me sonrió en el sorteo del mes temático que organizó Libros que hay que leer y me permitió el lujazo de entrar en la novelística de Hernández por la puerta grande con su última obra, esta que ahora reseño.
Cuentas pendientes ha sido lo que me esperaba y más. Esperaba una novela policíaca bien construida, ágil, interesante, con ritmo y atractiva y es lo que he hallado. Pero, además, me he encontrado con una pluma que me ha sorprendido, con una tensión narrativa que me ha cautivado y con un estilo que tienes algunos estallidos de belleza que me han conquistado.
Hernández nos propone adentrarnos en el oscuro mundo de la trata de niños y consigue ponernos los pelos de punta con lo que le sucede a algunas de sus víctimas. Cierto es que podría haber profundizado un poco más en el tema, ahondar más en las víctimas y sus sentimientos, pero me parece que lo aborda en su justa medida: menos no hubiera servido para sostener el argumento y dar credibilidad y verosimilitud a la historia y más quizá hubiera supuesto dar cabida a temas muy sensibles que tal vez podrían haber llevado lo que ha de ser (y es) una trama policíaca hacia lo sensiblero, lo morboso o lo sensacionalista.
Además de esta trama principal, la autora mezcla asuntos personales de los personajes (tanto de la gran protagonista de la novela, Rebeca Santana, como de sus dos compañeras: la laboral, Miriam Vázquez, y la sentimental, Malena Montero), lo que multiplica los centros de atención y hace que el interés y el ritmo nunca decaigan. Junto a estas subtramas, Hernández trae hasta esta tercera entrega casos y referencias de novelas anteriores. Como he dicho, este es mi primer acercamiento a la saga, así que al principio me he perdido un poco, sobre todo porque también utiliza un recurso literario que me ha gustado aunque me ha costado ubicarlo: la novela se nos presenta de forma fragmentaria, con capítulos numerados y con título propio que nos van dando cuenta de los casos y otros con título pero sin número que se corresponden a la trama personal relacionada con la madre de Santana. Además, hay una serie de capítulos que nos hablan de reuniones con Asuntos Internos que hasta que no he ido avanzando en la lectura no he sabido que hacían referencia a algo que estaba por venir, por lo que durante parte de la novela he pensado que tendría que ver con casos anteriores.
En este sentido, creo que sí se puede leer esta novela de forma independiente (es fácil hacerse una idea de lo que tiene que ver con novelas anteriores) pero me parece que habría disfrutado aún más de la lectura si las hubiera leído en orden, conociendo más a los personajes y de dónde vienen, así como los casos en los que han trabajado hasta el momento.
Y hablando de la caracterización de los personajes (y aún reconociendo que me falta mucho por conocer de ellos), me ha gustado mucho cómo Hernández define a Vázquez y, sobre todo, a Santana y a Montero. Me gustan sus personalidades, me parecen bastante realistas, y creo que están bien dibujadas sobre el papel. Y me ha encantado el tratamiento que hace de la homosexualidad. Desconozco hasta qué punto es realista tanta normalidad pero creo que es ahí a donde tenemos que llegar, a que ni nos sorprenda, ni sea objeto de burla, descrédito, discriminación o rechazo, así que me ha gustado mucho la naturalidad con la que nos habla de una pareja que, ciertamente, cautiva al lector.
Solo me atrevo a ponerle un pequeño pero y que no sé hasta qué punto es una cuestión personal (y que, desde luego, no enturbia nada de lo que he dicho hasta ahora): no sé si la elección de los nombres es la adecuada. Creo que el hecho de que la autora utilice abundantemente los diminutivos te mete en el mundo infantil en el que se desenvuelve la trama, pero ha hecho que me confunda en varias ocasiones de personaje. El uso continuo de Guille, Leo, Kike, Roque... a los que se añaden otros diminutivos que no se corresponden con niños como Koke, Becky, Vicky, Álex, Tino o Beni me ha hecho dudar en algunas ocasiones de a quién se estaba refiriendo y, además, creo que el abuso del fonema /k/ da lugar a algunas frases bastante cacofónicas que no quiero reproducir porque supondría desvelar el final de la novela. Pero podemos encontrar algunos ejemplos en las páginas 232 o 259, por poner un par de ellos. La cacofonía también se repite al final con una de las últimas escenas (muy trepidante y con mucho ritmo) en la que Santana persigue a Solana, dos apellidos demasiado parecidos tanto en grafía como en sonidos.
Quitando este pequeño detalle, me alegro de haber leído una gran novela, de haber descubierto a una autora que me promete buenas obras y a unas protagonistas tan fuertes e interesantes como Vázquez, Santana y Montero.
Nos seguimos leyendo.
Cuentas pendientes ha sido lo que me esperaba y más. Esperaba una novela policíaca bien construida, ágil, interesante, con ritmo y atractiva y es lo que he hallado. Pero, además, me he encontrado con una pluma que me ha sorprendido, con una tensión narrativa que me ha cautivado y con un estilo que tienes algunos estallidos de belleza que me han conquistado.
Hernández nos propone adentrarnos en el oscuro mundo de la trata de niños y consigue ponernos los pelos de punta con lo que le sucede a algunas de sus víctimas. Cierto es que podría haber profundizado un poco más en el tema, ahondar más en las víctimas y sus sentimientos, pero me parece que lo aborda en su justa medida: menos no hubiera servido para sostener el argumento y dar credibilidad y verosimilitud a la historia y más quizá hubiera supuesto dar cabida a temas muy sensibles que tal vez podrían haber llevado lo que ha de ser (y es) una trama policíaca hacia lo sensiblero, lo morboso o lo sensacionalista.
Además de esta trama principal, la autora mezcla asuntos personales de los personajes (tanto de la gran protagonista de la novela, Rebeca Santana, como de sus dos compañeras: la laboral, Miriam Vázquez, y la sentimental, Malena Montero), lo que multiplica los centros de atención y hace que el interés y el ritmo nunca decaigan. Junto a estas subtramas, Hernández trae hasta esta tercera entrega casos y referencias de novelas anteriores. Como he dicho, este es mi primer acercamiento a la saga, así que al principio me he perdido un poco, sobre todo porque también utiliza un recurso literario que me ha gustado aunque me ha costado ubicarlo: la novela se nos presenta de forma fragmentaria, con capítulos numerados y con título propio que nos van dando cuenta de los casos y otros con título pero sin número que se corresponden a la trama personal relacionada con la madre de Santana. Además, hay una serie de capítulos que nos hablan de reuniones con Asuntos Internos que hasta que no he ido avanzando en la lectura no he sabido que hacían referencia a algo que estaba por venir, por lo que durante parte de la novela he pensado que tendría que ver con casos anteriores.
En este sentido, creo que sí se puede leer esta novela de forma independiente (es fácil hacerse una idea de lo que tiene que ver con novelas anteriores) pero me parece que habría disfrutado aún más de la lectura si las hubiera leído en orden, conociendo más a los personajes y de dónde vienen, así como los casos en los que han trabajado hasta el momento.
Y hablando de la caracterización de los personajes (y aún reconociendo que me falta mucho por conocer de ellos), me ha gustado mucho cómo Hernández define a Vázquez y, sobre todo, a Santana y a Montero. Me gustan sus personalidades, me parecen bastante realistas, y creo que están bien dibujadas sobre el papel. Y me ha encantado el tratamiento que hace de la homosexualidad. Desconozco hasta qué punto es realista tanta normalidad pero creo que es ahí a donde tenemos que llegar, a que ni nos sorprenda, ni sea objeto de burla, descrédito, discriminación o rechazo, así que me ha gustado mucho la naturalidad con la que nos habla de una pareja que, ciertamente, cautiva al lector.
Solo me atrevo a ponerle un pequeño pero y que no sé hasta qué punto es una cuestión personal (y que, desde luego, no enturbia nada de lo que he dicho hasta ahora): no sé si la elección de los nombres es la adecuada. Creo que el hecho de que la autora utilice abundantemente los diminutivos te mete en el mundo infantil en el que se desenvuelve la trama, pero ha hecho que me confunda en varias ocasiones de personaje. El uso continuo de Guille, Leo, Kike, Roque... a los que se añaden otros diminutivos que no se corresponden con niños como Koke, Becky, Vicky, Álex, Tino o Beni me ha hecho dudar en algunas ocasiones de a quién se estaba refiriendo y, además, creo que el abuso del fonema /k/ da lugar a algunas frases bastante cacofónicas que no quiero reproducir porque supondría desvelar el final de la novela. Pero podemos encontrar algunos ejemplos en las páginas 232 o 259, por poner un par de ellos. La cacofonía también se repite al final con una de las últimas escenas (muy trepidante y con mucho ritmo) en la que Santana persigue a Solana, dos apellidos demasiado parecidos tanto en grafía como en sonidos.
Quitando este pequeño detalle, me alegro de haber leído una gran novela, de haber descubierto a una autora que me promete buenas obras y a unas protagonistas tan fuertes e interesantes como Vázquez, Santana y Montero.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Genérico: 3 (2/5 misterio)
- Reto 25 Españoles: 4/25
- Reto Autores de la A a la Z : H (3/24)
- Reto Sabuesos: 3
Paso de puntillas que la quiero leer la próxima semana. Me ha encantado esta serie de Susana Hernández.
ResponderEliminarBesos
No sabía nada sobre esta novela y tu reseña me ha convencido de que merece la pena leerla. No obstante, creo que sería mejor empezar por el primero de la serie para enterarme bien, por lo que nos dices.
ResponderEliminar¡Besos!
He leído muy buenas reseñas de las novelas de esta autora. No suelo leer género policíaco, pero las tengo apuntadas. Magnífica reseña como siempre. Un saludo!
ResponderEliminar¡Cömo me alegra que te haya gustado tanto! Tienes que leer las anteriores también
ResponderEliminarGracias por participar
Besos
Este es el único que me falta y, afortunadamente, he conseguido leerlos en orden, se entiende mucho mejor la evolución de los personajes.
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