Título: Naricillas negras
Autor: Rury Lee
Ilustrador: Emanuele Bertossi
Editorial: Pastel de Luna
Género: álbum ilustrado
Páginas: 40
Publicación: 2015
ISBN: 978-84-16427-02-4
Coda y su mamá son dos adorables osos polares. Su bonito pelaje blanco les permite ser casi invisibles en la nieve del Ártico. Sin embargo, Boba el cazador conoce su punto débil: sus naricillas negras se ven desde la lejanía. ¿Cómo podrán Coda y su mamá despistar al cazador?
Un libro poético con tiernas ilustraciones y entrañables personajes que dan vida a una emocionante historia. Un libro que por momentos nos dejará sin aliento.
Traducido a 6 idiomas y ganador de dos premios en su Corea natal: The Book of the Year (The School Libraries Conference) y The Best Book (Korea Education and Culture Institute).
¡Cómo me gustan los libros que está publicando Pastel de Luna! Están tan cuidados, tienen unas ilustraciones tan bonitas y cuentan unas historias tan entrañables... Como esta, que nos habla de peligros, de cariño y protección y del cuidado de la naturaleza.
La historia nos presenta primero al malo del libro: ese cazador que quiere cazar osos polares. Y nos cuenta los difícil que es cazar osos polares (blancos) en el Ártico, donde todo es blanco. Pero los osos polares, como todos, tienen un punto débil: su nariz negra que se diferencia perfectamente sobre el fondo nevado. Y así es cómo Boba encuentra a Coda y su mamá.
El pequeño osezno y su madre son, claro está, los buenos, los personajes con los que empatiza el lector y gracias a los cuales se esboza la reflexión sobre la caza y la protección de los animales y de la naturaleza. En esta obra, enfocada para niños a partir de tres años, no se dan más detalles sobre el motivo por el que Boba quiere cazar, así que no podemos justificar su acción. Simplemente se apela a los sentimientos (los osos estaban tan felices, jugando, antes de que llegara el cazador) y se crea, pues, un vínculo entre los protagonistas y el lector, que se verá muy identificado en esos juegos con mamá. De esta manera se crea también la moraleja del libro: no hay que descuidarse ni cuando uno es muy muy feliz porque el peligro acecha siempre.
Visto el peligro, los osos intentan protegerse uno a otro, lo que genera un sentimiento de ternura en el lector y nos permite hablar con los más pequeños de qué es el cariño y cómo se demuestra.
Lo que menos me ha gustado es que al final los osos, en vez de hacer algo por sí mismos (el pequeño, por ejemplo, tapa la nariz de la madre, con lo cual ya toma un papel activo; yo lo hubiera dejado así), empiezan a rezar y, al final, en una suerte de deus ex machina, empieza a nevar, de modo que las narices negras se cubren de nieve y el cazador deja de ver a los osos. Entiendo el matiz religioso, potenciado por la frase final... pero a mí me sobra. Creo que hubiera sido mejor apelar al ingenio o, eso, al cariño y a la protección, en vez de al cielo y a la suerte... pero, en fin, cada uno tiene su ideología.
Esta historia se acompaña de unas ilustraciones suaves y delicadas como la propia nieve, en las que predominan los blancos y los ocres (el cazador, para resaltarlo sobre el fondo) y, por supuesto, el negro de las naricillas.
Una historia, pues, entrañable y tierna en una edición tan delicada y bien hecha como merece.
La historia nos presenta primero al malo del libro: ese cazador que quiere cazar osos polares. Y nos cuenta los difícil que es cazar osos polares (blancos) en el Ártico, donde todo es blanco. Pero los osos polares, como todos, tienen un punto débil: su nariz negra que se diferencia perfectamente sobre el fondo nevado. Y así es cómo Boba encuentra a Coda y su mamá.
El pequeño osezno y su madre son, claro está, los buenos, los personajes con los que empatiza el lector y gracias a los cuales se esboza la reflexión sobre la caza y la protección de los animales y de la naturaleza. En esta obra, enfocada para niños a partir de tres años, no se dan más detalles sobre el motivo por el que Boba quiere cazar, así que no podemos justificar su acción. Simplemente se apela a los sentimientos (los osos estaban tan felices, jugando, antes de que llegara el cazador) y se crea, pues, un vínculo entre los protagonistas y el lector, que se verá muy identificado en esos juegos con mamá. De esta manera se crea también la moraleja del libro: no hay que descuidarse ni cuando uno es muy muy feliz porque el peligro acecha siempre.
Visto el peligro, los osos intentan protegerse uno a otro, lo que genera un sentimiento de ternura en el lector y nos permite hablar con los más pequeños de qué es el cariño y cómo se demuestra.
Lo que menos me ha gustado es que al final los osos, en vez de hacer algo por sí mismos (el pequeño, por ejemplo, tapa la nariz de la madre, con lo cual ya toma un papel activo; yo lo hubiera dejado así), empiezan a rezar y, al final, en una suerte de deus ex machina, empieza a nevar, de modo que las narices negras se cubren de nieve y el cazador deja de ver a los osos. Entiendo el matiz religioso, potenciado por la frase final... pero a mí me sobra. Creo que hubiera sido mejor apelar al ingenio o, eso, al cariño y a la protección, en vez de al cielo y a la suerte... pero, en fin, cada uno tiene su ideología.
Esta historia se acompaña de unas ilustraciones suaves y delicadas como la propia nieve, en las que predominan los blancos y los ocres (el cazador, para resaltarlo sobre el fondo) y, por supuesto, el negro de las naricillas.
Una historia, pues, entrañable y tierna en una edición tan delicada y bien hecha como merece.
Nos seguimos leyendo.
Yo también lo tengo, y coincido contigo en que esta editorial publica unos libros preciosos y entrañables.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
No conocía el libro, me lo apunto pues me has intrigado mucho.
ResponderEliminarbesitos
Qué tierno se ve!
ResponderEliminarBesotes!!!