Título: Ulises
Autor: James Joyce
Editorial: Cátedra
Género: novela experimental
Páginas: 1.104
Publicación: Julio 2005
ISBN: 978-84-376-1725-1
El título evoca al protagonista de la Odisea de Homero, cuyo hilo argumental es seguido por Joyce con un sentido irónico y burlesco. Esta nueva odisea está protagonizada por un hombre de clase media, Leopold Bloom, que tiene que afrontar asuntos problemáticos relacionados con la familia, la Iglesia y el Estado a lo largo de 24 horas que dura el relato. Uno de los mayores logros de la novela es el monólogo interior, tanto del personaje central (al estilo del examen de conciencia jesuítico) como de su esposa, Molly Bloom. Obra fundamental de la literatura universal, considerada obra maestra y genial, constantemente citada y admirada como obra de referencia por todos los escritores. Se publicó por primera vez en París en 1922.
Hay quien solo ve la relación entre la Odisea y el Ulises en el título y quien ha descubierto en ella una serie de paralelismos que unen irremediablemente a una y a otra (también hay quien cree que no hay tal relación y que todo son inventos de la crítica o que forma parte del peculiar humor de Joyce). Yo no soy quien para quitar o poner la razón a nadie pero sí he notado, mientras leía Ulises, una relación fundamental entre ambas: yo misma me he sentido como Odiseo en cada capítulo, porque cada uno de ellos es una aventura nueva capaz de sorprenderte y una nueva prueba que superar.
Porque sí, es lo primero que hay que decir: leer Ulises no es nada fácil. Nada de nada. Yo me he sentido desesperada en muchas ocasiones y he probado ediciones diferentes (la que tenía en casa, una que encontré por internet y la de la biblioteca de Azuqueca) hasta que encontré la definitiva, la de Cátedra, que ofrece una traducción, un estudio introductorio y una lectura/interpretación de cada capítulo que me han ayudado mucho en mi odisea particular. Me hubiera sido imposible seguir el hilo de la historia sin las explicaciones que incluye, porque es muy fácil perderse, no saber de qué te está hablando, no identificar a la inmensa cantidad de personajes que van a apareciendo a lo largo de la novela y he de decir que Francisco García Tortosa (editor y traductor, junto con María Luisa Venegas) ha sido mi cicerone en esta aventura, mi Virgilio particular, capaz de guiarme a través del infierno (por supuesto, vaya desde aquí mi agradecimiento eterno).
Así que sí, Ulises se parece a la Odisea (gracias a unas equivalencias que García Tortosa explica con tanta claridad como acierto) pero también me ha recordado al laberinto del Minotauro. Sin el hilo de Ariadna que ha supuesto para mí la introducción de la edición que he leído no hubiera conseguido salir de él, encontrar un orden al aparente (o, quizá, no tan aparente) caos que propone Joyce en su novela. Un caos que yo justifico a través de tres elementos: la infinidad de referencias de todo tipo que podemos encontrar, la variedad en cada capítulo y la experimentalidad del conjunto.
Las referencias de todo tipo y condición son uno de los grandes embrollos de esta novela. Hay referencias literarias, musicales, históricas...; referencias citadas y referencias en forma de estructuras o imitación de estilo; referencias a la propia obra del autor y hasta referencias a sí mismo y sus experiencias personales, todo ello aderezado con un peculiar sentido del humor. Resultado: es fácil no entender nada de lo que estás leyendo.
Yo necesité a mi Virgilio particular para poner un poco de luz en esta oscuridad y, aun así, hay pasajes que no he acabado de aprehender del todo. Ulises es un mundo en sí mismo y Joyce una enciclopedia andante (o escribiente) que pone en jaque al lector más formado. No digamos ya a mí misma.
Creo que esta es una de las razones por las que la novela ha sido tan criticada: porque resulta indescifrable y hasta con ayuda es fácil que no acabes de entender algunos guiños, algunos giros, algunas referencias. Es una obra difícil de leer, no nos engañemos. No nos propone un viaje delicioso, interesante y atractivo, sino que nos pone a prueba, como al más valiente de los héroes clásicos, y uno no siempre está convencido de salir victorioso. Ni siquiera el hecho de acabar la novela me ha provocado una sensación de victoria.
Porque a todo lo que acabo de decir sobre las referencias hay que añadir lo que García Tortosa explica en la introducción sobre la forma de escribir de Joyce: una sucesión de notas en papeles de colores que acaban convirtiéndose en uno o varios borradores que son corregidos hasta en varias ocasiones para dar lugar a una copia en limpio mecanografiada que, no obstante, volverá a ser revisada, corregida, ampliada o amputada, según el criterio del autor. Y si a todo esto se añaden sus problemas de visión, que le dificultaban la labor de entender lo que él mismo había escrito... en fin. Pero no acaba ahí la cosa, según mi Virgilio particular, hasta cambió la novela una vez publicada, de manera que hay pequeñas diferencias dependiendo de la edición que manejes (quizá de ahí vengan los problemas que te he comentado antes).
Resumiendo: que es muy difícil entender a Joyce, que la lectura de su novela se hace extremadamente ardua y que no puede uno enfrentarse a su Ulises esperando una historia con una presentación, un nudo y un desenlace sin más. Seguro que ya has visto este meme por internet: tiene, obviamente, su punto humorístico pero, como toda broma que se precie, tiene su parte de verdad. Y no hay más que decir.
A este caos desde el punto de vista del contenido hay que sumarle las variaciones que introduce en la forma. Cada capítulo es diferente: uno imita un estilo y una estructura periodística (con titulares y una forma de expresión más o menos objetiva), otro se asemeja a una novela sentimental, otro pretende transmitir la eufonía y el ritmo de la música, otro es puro teatro (tal cual, con parlamentos y acotaciones teatrales), otro es casi histórico, otro está escrito con un estilo ampuloso y grandilocuente, otro (justo al contrario) pretende evocar la torpeza del principiante y así hasta 18. Y justo el capítulo 18, el último, es uno de los más oscuros y uno de los más famosos: el monólogo interior de Molly Bloom, la esposa del protagonista.
Molly Bloom cierra la obra poniendo un contrapunto femenino a una novela en la que hemos escuchado, prioritariamente, voces masculinas, sobre todo la de su marido, Leopold Bloom. Pero oímos a Molly como, según el tópico, muchas veces escuchan los hombres a sus mujeres, con un galimatías de frases que a veces no tienen ni sentido, porque aparecen incompletas. Joyce pretende ser fiel a la forma en la que pensamos y transcribe, así, lo que podría ser una corriente de conciencia real: sin puntuación, con frases que quedan en suspenso, con pensamientos que colisionan y se interrumpen... Pura experimentación, puro juego literario, una joya de valor incalculable para los autores que ahondan en la psicología del ser humano y la trabajan en sus novelas. Pero 53 páginas muy complicadas de asumir para el lector. Sobre todo porque en ellas hay datos fundamentales para la obra, para entender a Leopold y su relación con su esposa (y, según García Tortosa, están llenas de referencias y símbolos relacionados con la propia vida de Joyce y sus creencias). O sea que hay que leerlas y leerlas con atención.
Es arduo, ya lo he dicho, pero es impresionante descubrir cómo el mismo autor puede cambiar de registro, de estilo, de tema y de formato de un capítulo a otro. Auténticos ejercicios de estilo, puro trabajo literario.
A las complicaciones ya aludidas hay que sumar, también la oscuridad que añade el propio lenguaje que utiliza Joyce, los vocablos que selecciona para construir su Ulises. Hay palabras duras, palabras malsonantes, palabras antiguas, palabras cultísimas y/o poco frecuentes (el tercer capítulo, por poner un ejemplo, comienza así: "Ineluctable modalidad de lo visible: al menos eso si no más, pensado con los ojos"), palabras de la calle, palabras en latín, palabras extranjeras, palabras reales y palabras inventadas (verdidorada, patigorda, doncellablancura) . De ahí que García Tortosa dedique un epígrafe entero de su introducción a hablar de la traducción, ciertamente complicada (y doy fe, sobre todo viendo algunas de las primeras ediciones que manejé). Hay un capítulo, por ejemplo, en el que Joyce habla de la evolución de la lengua inglesa pero lo hace con cierta sorna (para que te hagas una idea, un poco como el arcaizante Quijote y el estilo de las novelas de caballería que él convierte en su manera habitual de hablar) pero también hay juegos de palabras y juegos fónicos que, según explica el editor, son difíciles de volcar al castellano.
Otro de los elementos que hace de esta una novela única es el narrador, si es que puede considerarse que hay un narrador de la historia. Es cierto que determinados pasajes están contados con una tercera persona omnisciente pero Bloom habla al lector sin avisar, en primera persona, sin transición con respecto a esa voz en tercera persona. Un narrador que también se pierde, por ejemplo, en el caso del capítulo teatral (que ocupa 200 páginas, o sea, casi casi casi una cuarta parte del total), o en el monólogo final de Molly Bloom. Además, hay quien piensa (soy de las que ha leído varios estudios antes, durante y después de Ulises, contraviniendo la recomendación del nieto de Joyce, que cree que es mejor enfrentarse a la novela de su abuelo sin condicionamiento alguno) que el cambio de estilo del que he hablado podría significar que un personaje diferente lleva la voz cantante en cada capítulo, con lo que quedaría abolido ese narrador omnisciente, sustituido por una voz distinta para cada pasaje de la novela.
Por si todo lo dicho hasta ahora no fuera suficiente, el texto en sí es bastante opaco, no es unívoco y da pie a múltiples interpretaciones, lo cual obliga al lector a completar el significado de lo escrito. Ya sabes que a mí me encanta completar el significado de lo que sea y que me involucren en la construcción de un libro pero me resulta difícil hacerlo cuando no me han dado las claves suficientes para descifrar (no puedo decir que de forma correcta pero, al menos, sí debería ser satisfactoria para mí) el texto cifrado que parece componer el Ulises.
Y ahí no queda la cosa: en la búsqueda de esos significados, hay quien ve (o quizá debería decir: la mayoría ve) un paralelismo entre vida y obra, entre la trayectoria vital de Joyce y su Ulises. Así, Bloom vendría a ser un Joyce maduro frente a Stephen Dedalus, que podría asociarse con el Joyce joven. García Tortosa también ve, por ejemplo, muchas similitudes entre Molly Bloom y Nora, la esposa de Joyce. De este modo, se crea un juego de espejos que, nuevamente, complica la aprehensión global del texto y su significado (sobre todo para cualquier lector no experto en el autor).
Así pues, podríamos concluir que la experimentalidad que se desarrolla a lo largo de toda la novela y que afecta a todos los niveles de la obra (estructura, estilo, narrador, personajes y, por supuesto, contenido) empaña el tema del que quería hablarnos Joyce y provoca que el lector se sienta perdido en no pocas ocasiones. Es cierto que he disfrutado del hiperrealismo de la obra, de esos cambios y de su originalidad, pero no me siento muy segura al hablar de cuál es el tema central de la novela. ¿El reflejo costumbrista de un modo de vida? ¿El puro alarde de la capacidad creativa de Joyce? ¿La convivencia en pareja? ¿El amor y la infidelidad? ¿La pequeñez del hombre frente a la enormidad del universo? ¿El papel de la religión en la vida del ser humano? ¿La influencia de la literatura en cada uno de nuestros días? ¿La búsqueda del sentido último de la vida, del fin de nuestra existencia? No sabría quedarme con uno solo. Ni me atrevería a ello.
Tampoco me atrevo a recomendar a nadie la lectura de esta novela ni a puntuarla, puesto que no puedo hacer uso de la escala que utilizo para calibrar los libros que voy leyendo. Ulises es una novela totalmente diferente, un camino lleno de obstáculos, un alarde de virtuosismo, una clase magistral de escritura creativa, un compendio de ejemplos de un manual de Teoría de la Literatura. Ulises es, como dice García Tortosa, proteica (es decir, que cambia de formas o de ideas) y, añado yo usando las palabras que Saussure utilizaba para definir el lenguaje, heteróclita y multiforme. Efectivamente, un gran monstruo de la literatura. Creo que el más terrorífico de todos ellos.
Nos seguimos leyendo.
Porque sí, es lo primero que hay que decir: leer Ulises no es nada fácil. Nada de nada. Yo me he sentido desesperada en muchas ocasiones y he probado ediciones diferentes (la que tenía en casa, una que encontré por internet y la de la biblioteca de Azuqueca) hasta que encontré la definitiva, la de Cátedra, que ofrece una traducción, un estudio introductorio y una lectura/interpretación de cada capítulo que me han ayudado mucho en mi odisea particular. Me hubiera sido imposible seguir el hilo de la historia sin las explicaciones que incluye, porque es muy fácil perderse, no saber de qué te está hablando, no identificar a la inmensa cantidad de personajes que van a apareciendo a lo largo de la novela y he de decir que Francisco García Tortosa (editor y traductor, junto con María Luisa Venegas) ha sido mi cicerone en esta aventura, mi Virgilio particular, capaz de guiarme a través del infierno (por supuesto, vaya desde aquí mi agradecimiento eterno).
Así que sí, Ulises se parece a la Odisea (gracias a unas equivalencias que García Tortosa explica con tanta claridad como acierto) pero también me ha recordado al laberinto del Minotauro. Sin el hilo de Ariadna que ha supuesto para mí la introducción de la edición que he leído no hubiera conseguido salir de él, encontrar un orden al aparente (o, quizá, no tan aparente) caos que propone Joyce en su novela. Un caos que yo justifico a través de tres elementos: la infinidad de referencias de todo tipo que podemos encontrar, la variedad en cada capítulo y la experimentalidad del conjunto.
REFERENCIAS
Las referencias de todo tipo y condición son uno de los grandes embrollos de esta novela. Hay referencias literarias, musicales, históricas...; referencias citadas y referencias en forma de estructuras o imitación de estilo; referencias a la propia obra del autor y hasta referencias a sí mismo y sus experiencias personales, todo ello aderezado con un peculiar sentido del humor. Resultado: es fácil no entender nada de lo que estás leyendo.
Yo necesité a mi Virgilio particular para poner un poco de luz en esta oscuridad y, aun así, hay pasajes que no he acabado de aprehender del todo. Ulises es un mundo en sí mismo y Joyce una enciclopedia andante (o escribiente) que pone en jaque al lector más formado. No digamos ya a mí misma.
Creo que esta es una de las razones por las que la novela ha sido tan criticada: porque resulta indescifrable y hasta con ayuda es fácil que no acabes de entender algunos guiños, algunos giros, algunas referencias. Es una obra difícil de leer, no nos engañemos. No nos propone un viaje delicioso, interesante y atractivo, sino que nos pone a prueba, como al más valiente de los héroes clásicos, y uno no siempre está convencido de salir victorioso. Ni siquiera el hecho de acabar la novela me ha provocado una sensación de victoria.
Porque a todo lo que acabo de decir sobre las referencias hay que añadir lo que García Tortosa explica en la introducción sobre la forma de escribir de Joyce: una sucesión de notas en papeles de colores que acaban convirtiéndose en uno o varios borradores que son corregidos hasta en varias ocasiones para dar lugar a una copia en limpio mecanografiada que, no obstante, volverá a ser revisada, corregida, ampliada o amputada, según el criterio del autor. Y si a todo esto se añaden sus problemas de visión, que le dificultaban la labor de entender lo que él mismo había escrito... en fin. Pero no acaba ahí la cosa, según mi Virgilio particular, hasta cambió la novela una vez publicada, de manera que hay pequeñas diferencias dependiendo de la edición que manejes (quizá de ahí vengan los problemas que te he comentado antes).
Resumiendo: que es muy difícil entender a Joyce, que la lectura de su novela se hace extremadamente ardua y que no puede uno enfrentarse a su Ulises esperando una historia con una presentación, un nudo y un desenlace sin más. Seguro que ya has visto este meme por internet: tiene, obviamente, su punto humorístico pero, como toda broma que se precie, tiene su parte de verdad. Y no hay más que decir.
UN GÉNERO Y UN ESTILO PARA CADA CAPÍTULO
A este caos desde el punto de vista del contenido hay que sumarle las variaciones que introduce en la forma. Cada capítulo es diferente: uno imita un estilo y una estructura periodística (con titulares y una forma de expresión más o menos objetiva), otro se asemeja a una novela sentimental, otro pretende transmitir la eufonía y el ritmo de la música, otro es puro teatro (tal cual, con parlamentos y acotaciones teatrales), otro es casi histórico, otro está escrito con un estilo ampuloso y grandilocuente, otro (justo al contrario) pretende evocar la torpeza del principiante y así hasta 18. Y justo el capítulo 18, el último, es uno de los más oscuros y uno de los más famosos: el monólogo interior de Molly Bloom, la esposa del protagonista.
Molly Bloom cierra la obra poniendo un contrapunto femenino a una novela en la que hemos escuchado, prioritariamente, voces masculinas, sobre todo la de su marido, Leopold Bloom. Pero oímos a Molly como, según el tópico, muchas veces escuchan los hombres a sus mujeres, con un galimatías de frases que a veces no tienen ni sentido, porque aparecen incompletas. Joyce pretende ser fiel a la forma en la que pensamos y transcribe, así, lo que podría ser una corriente de conciencia real: sin puntuación, con frases que quedan en suspenso, con pensamientos que colisionan y se interrumpen... Pura experimentación, puro juego literario, una joya de valor incalculable para los autores que ahondan en la psicología del ser humano y la trabajan en sus novelas. Pero 53 páginas muy complicadas de asumir para el lector. Sobre todo porque en ellas hay datos fundamentales para la obra, para entender a Leopold y su relación con su esposa (y, según García Tortosa, están llenas de referencias y símbolos relacionados con la propia vida de Joyce y sus creencias). O sea que hay que leerlas y leerlas con atención.
Es arduo, ya lo he dicho, pero es impresionante descubrir cómo el mismo autor puede cambiar de registro, de estilo, de tema y de formato de un capítulo a otro. Auténticos ejercicios de estilo, puro trabajo literario.
UNA NOVELA NADA COMÚN
A las complicaciones ya aludidas hay que sumar, también la oscuridad que añade el propio lenguaje que utiliza Joyce, los vocablos que selecciona para construir su Ulises. Hay palabras duras, palabras malsonantes, palabras antiguas, palabras cultísimas y/o poco frecuentes (el tercer capítulo, por poner un ejemplo, comienza así: "Ineluctable modalidad de lo visible: al menos eso si no más, pensado con los ojos"), palabras de la calle, palabras en latín, palabras extranjeras, palabras reales y palabras inventadas (verdidorada, patigorda, doncellablancura) . De ahí que García Tortosa dedique un epígrafe entero de su introducción a hablar de la traducción, ciertamente complicada (y doy fe, sobre todo viendo algunas de las primeras ediciones que manejé). Hay un capítulo, por ejemplo, en el que Joyce habla de la evolución de la lengua inglesa pero lo hace con cierta sorna (para que te hagas una idea, un poco como el arcaizante Quijote y el estilo de las novelas de caballería que él convierte en su manera habitual de hablar) pero también hay juegos de palabras y juegos fónicos que, según explica el editor, son difíciles de volcar al castellano.
Otro de los elementos que hace de esta una novela única es el narrador, si es que puede considerarse que hay un narrador de la historia. Es cierto que determinados pasajes están contados con una tercera persona omnisciente pero Bloom habla al lector sin avisar, en primera persona, sin transición con respecto a esa voz en tercera persona. Un narrador que también se pierde, por ejemplo, en el caso del capítulo teatral (que ocupa 200 páginas, o sea, casi casi casi una cuarta parte del total), o en el monólogo final de Molly Bloom. Además, hay quien piensa (soy de las que ha leído varios estudios antes, durante y después de Ulises, contraviniendo la recomendación del nieto de Joyce, que cree que es mejor enfrentarse a la novela de su abuelo sin condicionamiento alguno) que el cambio de estilo del que he hablado podría significar que un personaje diferente lleva la voz cantante en cada capítulo, con lo que quedaría abolido ese narrador omnisciente, sustituido por una voz distinta para cada pasaje de la novela.
Por si todo lo dicho hasta ahora no fuera suficiente, el texto en sí es bastante opaco, no es unívoco y da pie a múltiples interpretaciones, lo cual obliga al lector a completar el significado de lo escrito. Ya sabes que a mí me encanta completar el significado de lo que sea y que me involucren en la construcción de un libro pero me resulta difícil hacerlo cuando no me han dado las claves suficientes para descifrar (no puedo decir que de forma correcta pero, al menos, sí debería ser satisfactoria para mí) el texto cifrado que parece componer el Ulises.
Y ahí no queda la cosa: en la búsqueda de esos significados, hay quien ve (o quizá debería decir: la mayoría ve) un paralelismo entre vida y obra, entre la trayectoria vital de Joyce y su Ulises. Así, Bloom vendría a ser un Joyce maduro frente a Stephen Dedalus, que podría asociarse con el Joyce joven. García Tortosa también ve, por ejemplo, muchas similitudes entre Molly Bloom y Nora, la esposa de Joyce. De este modo, se crea un juego de espejos que, nuevamente, complica la aprehensión global del texto y su significado (sobre todo para cualquier lector no experto en el autor).
Así pues, podríamos concluir que la experimentalidad que se desarrolla a lo largo de toda la novela y que afecta a todos los niveles de la obra (estructura, estilo, narrador, personajes y, por supuesto, contenido) empaña el tema del que quería hablarnos Joyce y provoca que el lector se sienta perdido en no pocas ocasiones. Es cierto que he disfrutado del hiperrealismo de la obra, de esos cambios y de su originalidad, pero no me siento muy segura al hablar de cuál es el tema central de la novela. ¿El reflejo costumbrista de un modo de vida? ¿El puro alarde de la capacidad creativa de Joyce? ¿La convivencia en pareja? ¿El amor y la infidelidad? ¿La pequeñez del hombre frente a la enormidad del universo? ¿El papel de la religión en la vida del ser humano? ¿La influencia de la literatura en cada uno de nuestros días? ¿La búsqueda del sentido último de la vida, del fin de nuestra existencia? No sabría quedarme con uno solo. Ni me atrevería a ello.
Tampoco me atrevo a recomendar a nadie la lectura de esta novela ni a puntuarla, puesto que no puedo hacer uso de la escala que utilizo para calibrar los libros que voy leyendo. Ulises es una novela totalmente diferente, un camino lleno de obstáculos, un alarde de virtuosismo, una clase magistral de escritura creativa, un compendio de ejemplos de un manual de Teoría de la Literatura. Ulises es, como dice García Tortosa, proteica (es decir, que cambia de formas o de ideas) y, añado yo usando las palabras que Saussure utilizaba para definir el lenguaje, heteróclita y multiforme. Efectivamente, un gran monstruo de la literatura. Creo que el más terrorífico de todos ellos.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 78/100
- Reto Autores de la A a la Z: J
- Reto Grandes Monstruos de la Literatura: 1/10
- Reto Eternamente pendientes: 2/10
- Reto 12 meses 12 libros: 8/12
La verdad es que me gustaría leer este libro, pero me da bastante pánico...demasiado denso. Creo que lo leeré, pero algún dia de estos que ande con la cabeza más despejada.
ResponderEliminarBesos
No, si al final iba a ser culpa de la edicion :) Yo "tengo" la de catedra, pero en realidad hace un par de años que no la veo porque mi madre la tomó prestada y la tiene en la taquilla del trabajo desde entonces. Porque aun no ha conseguido terminarla. Veo sin duda que el libro da que hablar, da que pensar y que tengo que leerlo si o si. Como Quilu, necesito la cabeza despejada y este verano no ha sido el mejor momento para ello. Pero se que es posible y que algun dia le llegara su momento. Que tiembre Joyce! Besos y felicidades
ResponderEliminar"Ulises" es uno de ésos clásicos que siempre me ha atraído, pero con el que nunca me he atrevido. Y no sé si lo haré en algún momento. Últimamente, más que nunca, he llevado eso de que "leer es un placer" a su máxima expresión, y no me apetece nada leer algo que me "rete" como lectora. Supongo que son épocas.
ResponderEliminarA pesar de ello, te felicito por la reseña. Me ha parecido absolutamente espectacular cómo has exhibido tus sensaciones con la novela, y consigues hacerlas llegar al que lee. Enhorabuena.
Besos.
Magnífica reseña de una lectura titánica. Tomo nota de la edición de Cátedra, que creo que en este caso sí es importante elegir una edición que ayude y no que obstaculice.
ResponderEliminarGracias y un saludo!
Menuda reseña! Es buenísima :) Sin embargo, yo hoy por hoy no me siento capaz de enfrentarme a este libro, así que de momento lo dejo pasar. Quizás dentro de unos años me de la locura y me anime a leerlo, quién sabe!
ResponderEliminarUn beso!
Una pedazo de reseña! Aunque si ya me asustaba un poquito este libro, ahora me asusta un poquito más. Creo que no sería capaz de entenderla, de disfrutarla. Aunque tomo nota de la edición de Cátedra por si algún día me armo de valor.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me quedo sin palabras ante una reseña así. Es un eterno pendiente que me impone, me anoto tu recomendación de Cátedra, creo que la edición es fundamental en libros como este. Enhorabuena Lidia. Un besazo.
ResponderEliminarLídia, qué valor! Mira, mi madre que tiene como máxima no dejar jamás un libro por leer, no pudo con éste. Y por eso yo ni me atrevo, que las madres siempre tienen/tenéis la razón ;)
ResponderEliminarAsí que me quito el sombrero contigo. Le diré a mi madre que lea tu reseña a ver si lo quiere volver a intentar.
Un beso
Puff, no sé qué decir. Menuda reseña, en serio.
ResponderEliminarTengo curiosidad por este libro, pero ahora mi cabeza no está para meterse en una lectura de tal calibre. Anoto lo de la editorial Cátedra, y está claro que tiene que ser una lectura secundaria, que durará muuucho en tu mesilla.
Un beso.
Me ha encantado tu reseña. La verdad es que es una lectura complicada yo creo que todavía no estoy preparada. Y después de leer tu reseña creo que la he de coger cuando tenga predisposición. Pero me ha gustado mucho el análisis que has hecho. De verdad.
ResponderEliminarUn beso.
Uno de mis eternos pendientes!
ResponderEliminarBesotes
Un libro con el que nunca me atreví y creo que no lo haré, aunque lo tengo por casa e igual le echo una lectura,
ResponderEliminarbesucus