Últimamente se ha hablado mucho en la blogosfera y en las redes sociales de qué es literatura y qué no (o si cualquier texto lo es), de lo que leen y reseñan los blogueros o de si existe una alta y una baja literatura, valorable según criterios objetivos, más allá de los gustos de cada uno. Yo tengo mis propias opiniones y llevo tiempo meditando una entrada al respecto (no sé si saldrá adelante, pero mi cabeza se va llenando de argumentos). Pero, mientras tanto, me gustaría abrir el debate con las ideas de Marta Sanz. En su No tan incendiario dice, por ejemplo, que toda literatura es literatura de compromiso (porque el no tomar partido por lo que está pasando en el mundo en el que vives ya es una toma de postura) o que actualmente el lector es visto exclusivamente como consumidor y, como tal, se cree con derecho a tener siempre razón y a que le den lo que le gusta, solo porque ha arriesgado su tiempo, su dinero y una determinada cuota de felicidad al pagar un libro. Un ensayo corto pero francamente interesante cuya reseña publiqué en Anika entre Libros y que hoy traigo hasta el blog.
Título Original: (No tan incendiario, 2014)
Autor: Marta Sanz
Editorial: Periférica
Colección: Pequeños Tratados
Copyright:
© Marta Sanz, 2014
© Editorial Periférica, 2014
Edición: 1ª Edición: Febrero 2014
ISBN: 9788492865888
Tapa: Blanda
Etiquetas: ensayo, literatura española, ideologías, historia de la literatura, comercio, sobre escritores, estudio literario
Nº de páginas: 190
Argumento:
Marta Sanz disecciona el estado actual de la literatura (sus débitos, sus esclavitudes, sus censuras, sus condicionantes, su inclusión dentro del ocio y del mercado…) para alejarse de su concepción como bien de consumo y abogar por una literatura comprometida que, como la vida misma, manche. Una literatura que incomode, que denuncie, que refleje la vida y sus injusticias, en vez de halagar, adular y complacer a un lector que compra y que busca una mera evasión que no le haga salir de su zona de confort.
Opinión: Marta Sanz disecciona el estado actual de la literatura (sus débitos, sus esclavitudes, sus censuras, sus condicionantes, su inclusión dentro del ocio y del mercado…) para alejarse de su concepción como bien de consumo y abogar por una literatura comprometida que, como la vida misma, manche. Una literatura que incomode, que denuncie, que refleje la vida y sus injusticias, en vez de halagar, adular y complacer a un lector que compra y que busca una mera evasión que no le haga salir de su zona de confort.
Marta Sanz es una de esas escritoras coherentes que milita como escribe, que hace literatura siguiendo las mismas premisas que defiende en ensayos, tratados, entrevistas o conferencias. Unas premisas que vuelve a exponer en este ensayo y que se pueden resumir en dos grandes ideas: la literatura (como la vida misma) mancha (o debe hacerlo) y todo texto tiene su ideología, como el autor que lo escribe. Hasta la opción de no comprometerse no es un acto de neutralidad sino una toma de postura.
Alumbrada por la claridad de estas dos máximas, Sanz disecciona con precisión de cirujana (o de escritora que tiene ojos en la cara, analiza, reflexiona y saca conclusiones) el estado de la literatura que se escribe hoy en día, una literatura que es hija de un mercado en el que el número de ventas actúa como censor y en el que el lector, transmutado en consumidor, es el dios todopoderoso que elige y sentencia, amparado en el derecho que le da haber pagado por un bien de consumo más y haber puesto en riesgo, pues, su tiempo, su dinero y su felicidad. Sanz critica que, en este contexto, nadie quiera incomodar al pagador (el cliente siempre tiene la razón), lo que da lugar a una literatura complaciente, agradable, que repite tópicos, situaciones y personajes y que no cuestiona ninguna realidad más allá de la que presenta en sus páginas.
Sanz defiende que la cultura es algo más que un "artefacto lúdico para ocupar los momentos de ocio" y critica la espectacularización de todo lo que tiene que ver con ella, favoreciendo el divertimento pero en franco menosprecio de lo que la cultura realmente es: una herramienta crítica para mirar nuestro mundo con otros ojos, reflexionar sobre el universo que habitamos y tratar de cambiar lo que debería ser cambiado. O lo que es lo mismo, contribuir a formar ciudadanos críticos en vez de consumidores autocomplacientes.
En este contexto, la autora reflexiona sobre el papel del autor, su independencia, su pugna entre el "buenrollismo" que le asegure el número de ventas necesario para que el mundo editorial le dé el visto bueno o el compromiso que causa incomodidad y antipatía pero que está más acorde con lo que Sanz defiende como auténtica literatura. Con la franqueza que caracteriza a esta obra, también hace referencia al sueldo de los autores y reivindica un pago justo por un trabajo realizado, más allá del amor al arte y de la vocación artística de quien escribe.
De igual modo, Sanz profundiza en la visión que de la cultura y la literatura ha tenido (y tiene) la izquierda ideológica y diferencia entre cultura popular y cultura basura al tiempo que aboga por una literatura de realidades, alejada de la literatura de evasión que (supuestamente) el público demanda en la actualidad para olvidarse de los problemas que el día a día de una crisis tan profunda como la que estamos viviendo genera. "Hay que escribir feo de lo feo" es el mantra que repite en varias ocasiones a lo largo de la obra al respecto.
No tan incendiario pone ante los ojos del lector una sociedad en la que la demagogia sustituye a la democracia, que transmuta al ciudadano en mero consumidor y en la que hasta el asesino de una novela negra ha de ser encantador. Una sociedad en la que algunas ironías se convierten en puro cinismo, en la que la cultura no fomenta la diversidad y la universalidad, sino que uniformiza y en la que, al igual que la comida rápida, se convierte en una necesidad mercantil al servicio de un consumidor que deglute en vez de degustar ("fast food cultura: traga y defeca", dice Marta Sanz con el tono provocador y sincero que caracteriza a esta obra).
En definitiva, Marta Sanz nos ofrece un ensayo lúcido que mete el dedo en la herida que algunos no quieren ni ver, que analiza el presente de nuestra literatura y nuestra cultura y, lo más importante, que incita al debate y a la confrontación de ideas: habrá quien no esté de acuerdo con lo que la autora proponer pero hasta esta piedra tirada en el mar en calma chicha del panorama cultural actual es de agradecer.
Nos seguimos leyendo.
Si, lo que resaltas en negrita, es la opinión de la autora, he de decir que sin leer el libro, seguro que estoy de acuerdo con ella.
ResponderEliminarSaludos
Me parece un tema muy interesante y que se podría debatir hasta el infinito, voy a buscar el libro, besotes
ResponderEliminarMira que no suelo leer este tipo de libros, pero me parece que éste sí que va a caer.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me encanta Marta Sanz, me encanta cómo escribe, cómo cuenta sus historias. Y por lo que veo, me gustaría también como opinadora. Para mí, leer es un entretenimiento. A veces me entretiene Poe, otras King, otras Faulkner y otras un autor autoeditado que no conocen ni en su casa. Realmente me preocupa poco si se considera o no alta literatura. Para mí, es sólo mi vía de escape.
ResponderEliminarBesos.
Parece un libro interesante, es un tema que puede general mucho debate.
ResponderEliminarUn beso!
Parece interesante...
ResponderEliminarMe ha interesado mucho todo lo que planteas en la reseña, el libro parece interesante. No conozco a la autora pero voy a investigar sobre ella. Me ha gustado mucho esa distinción entre cultura popular y basura. A veces se tiende a meter todo en el mismo saco. Un beso!
ResponderEliminarUn tema interesante. Yo no me atrevería a decir qué es literatura y qué no pero también creo que si algún libro tiene muchas ventas, independientemente de que no se corresponda con lo que algunos considerarían "buena literatura" también tiene derecho a tener su espacio en el mercado. Otra cosa es que las editoriales desechen buenas historias porque no sean comerciales.
ResponderEliminarEstoy convencida de que Torrente va a ser un éxito en taquilla, no es el tipo de película que me gusta y no encuentro ningún adjetivo positivo para definirla pero tiene el reconocimiento del público y eso también se debería ver a la hora de dar premios.
Vamos, que me he enrollado y probablemente no me haya explicado bien pero quería comentar mi opinión sobre un tema que me parece muy interesante.