Ficha técnica:
Título: La verdad sobre el caso Harry Quebert Autor: Joël Dicker Editorial: Alfaguara Género: novela policíaca, thriller, metaliteratura Páginas: 672
Publicación: 19/06/2013 ISBN: 9788420414836
Sinopsis (editorial):
Quién mató a Nola Kellergan es la gran incógnita a desvelar en este thriller incomparable cuya experiencia de lectura escapa a cualquier tentativa de descripción. Intentémoslo: una gran novela policiaca y romántica a tres tiempos −1975, 1998 y 2008− acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor −Harry Quebert, autor de una aclamada novela−, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado, acusado de asesinato, al encontrarse el cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus comienza a investigar y a escribir un libro sobre el caso. Mientras intenta demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz. La verdad sólo llega al final de un largo, intrincado y apasionante recorrido.
La verdad sobre el caso Harry Quebert es una de las novelas del verano, si es que no es LA novela del verano. Todo el mundo habla de ella, todo el mundo pregunta por ella, muchos me han consultado, antes de leerla, si merecía la pena comprarla o si es uno de esos best-seller que despiertan curiosidad y poco más. Si soy sincera, tanto alboroto había llamado mi atención pero no tenía intención de leerla tan pronto. Pero llegó Laky con una iniciativa que ha sido un éxito y que, según tengo entendido, tendrá continuidad y nos propuso una lectura simultánea comentada a través de Twitter con el hashtag #leemosjuntos... y una que no es de piedra acabó sucumbiendo.
Ahora sí puedo contestar a las preguntas. ¿Es merecida su fama? Yo creo que sí. Me parece un libro muy bien estructurado (aunque luego le pondré una pega a la estructura), con vertiginosos giros en la trama y que mantiene el interés durante toda la lectura, aunque para mí no es un page-turner. He de confesar que a mí no me ha enganchado tanto como para no poder dejar de leerlo, pensar en la trama constantemente y fundirte con sus páginas como si no hubiera noche ni mañana. De hecho, me ha extrañado porque he tardado en leerlo más de lo normal (en mí, claro). Mantiene el interés pero no ha logrado que no quiera despegarme de él. Pero es mi experiencia, por supuesto; Twitter está lleno de comentarios que hablan de una adicción absoluta por el libro y cada vez son más las reseñas que hacen referencia a noches sin dormir por culpa de Dicker.
Respecto a otra de las preguntas recurrentes sobre el libro (¿merece la pena comprarlo?) respondería un sí sin ningún tipo de duda si eres de esas personas a las que les gusta la metaliteratura y, sobre todo, el proceso de escritura de una novela, porque de eso hay mucho (y muy interesante). Para mí, ha sido uno de los puntos más gratificantes del libro: el acercamiento a la vida de los escritores y a sus métodos creativos, la reflexión sobre el oficio de escritor, sobre el noble arte de juntar palabras y sobre lo que un libro puede causar en la vida del que lo escribe pero también de quien lo lee. Y, sobre todo, los consejos que abren cada capítulo, en los que Harry desgrana los secretos de la escritura para su aventajado alumno Marcus. Los secretos de la escritura... pero también los secretos de la vida porque al final si una conclusión se puede extraer de esta novela es que la vida es literatura y la literatura es una forma de comprender lo que va sucediendo en la vida.
Pero la metaliteratura no está solo en el taller de escritura creativa que se esconde entre las páginas de esta novela. Hay infinidad de guiños a otras obras y situaciones literarias. Para descubrirlos es necesario conocer las obras a las que guiña el ojo Dicker en la novela, por lo que cada uno habrá visto unos u otros. Hay quien, por ejemplo, compara a Dicker con Philip Roth. Yo tengo una enorme deuda con el autor (tanto que me estoy ya planteando proponerme un reto para leer alguna de sus novelas el año que viene, porque esto hay que resolverlo pero ya), así que no puedo juzgar si tienen razón o no. Pero lo que sí he visto es un buen puñado de juegos intertextuales que relacionan este libro con otros que forman parte de la Historia de la literatura universal. El guiño a Lolita de Nabokov me parece muy visible, no solo por la chiquilla de quince años que hace enloquecer un hombre maduro (aunque, partiendo de ese cliché, Lolita y Nola en poco más se parecen), sino también, por ejemplo, en el recurso gráfico que utiliza Dicker, que también usó Nabokov en su día. En Lolita, Humbert Humbert paladea el nombre de su niña amada gracias al viaje que la lengua realiza al pronunciarlo, desde el centro del paladar hasta los dientes, en tres pasos: Lo-li-ta. Y así lo escribe Nabokov en la obra: "Lo-li-ta" (así aparece en el ejemplar que tengo en casa, publicada por Anagrama en 1999 en su duodécima edición; en otras ediciones he visto que aparece con punto en vez de con guiones). Al leer el obsesivo N-O-L-A de Harry Quebert no he podido evitar acordarme del Lo-li-ta de Nabokov, por lo que el vínculo entre Lolita y Nola ha quedado fijado en mí desde el principio de la novela. Además, creo que Dicker juega, en cierto sentido, con la mancillada reputación de Nola y lo que muchos han pensado de Lolita a lo largo de la Historia, fundiendo ambos personajes mucho más.
Pero hay un momento en el que Nola me ha recordado mucho a Nora (más allá de la semejanza de ambos nombres), la mujer de James Joyce, entregada a la tarea de crear la atmósfera familiar perfecta para que el escritor dé lo mejor de sí mismo. Dicker se hace eco en esas escenas en las que Nola cuida de Harry mientras él escribe su novela de ese tópico de la mujer del escritor dedicada enteramente a él, un cliché bastante patriarcal que mistifica la figura del hombre escritor y rebaja la imagen de la esposa-ama de casa-ángel del hogar que no vive más que para complacer a su hombre. Justo andaba yo pensando en esto, cuando Mayte Esteban escribió en su muro de Facebook que se había tenido que exiliar a la cocina para escribir un rato y no he podido evitar comparar la mística del escritor frente a la realidad de la escritora. No quiero decir con esto que todos los escritores tengan a alguien a su servicio para cubrir hasta su última necesidad y que todas las escritoras escriban en la cocina. Solo digo que qué diferente es la imagen ideal del escritor respecto a lo que vive en su día a día real, en este caso, de algunas escritoras.
En cualquier caso, y volviendo a la abnegada Nola, el personaje, globalmente, no me ha parecido un cliché patriarcal, sino una niña enamorada que hace todo lo que sea posible para que su amado cumpla su sueño. En el fondo, de eso habla del libro: del amor, de lo que llegamos a hacer por amor, de lo que el amor hace que seamos, de la varita mágica que es, capaz de transformarnos por completo. La novela plantea una reflexión sobre la importancia del amor y su papel como motor de la vida (por cierto, que no he parado de preguntarme mientras leía todo lo que se decía sobre el amor qué hubiera ocurrido si esta novela la hubiera escrito una mujer) pero en el propio libro aparece también la visión más ácida de este siempre ennoblecido sentimiento, de la mística y la idealización que siempre le rodea: "¡El amor es un truco que se inventaron los hombres para no tener que lavarse la ropa!", le dice el editor a Marcus, poniéndonos a todos los pies en la tierra, como hace siempre.
Y hablando del editor Roy Barnaski, él y Bejamin Roth, el abogado, son dos de los personajes que más me han gustado, por el contrapunto ácido, sarcástico y realista que suponen. Ellos nos bajan de las nubes y nos muestran el mundo en toda su crudeza, sin colorantes ni conservantes. Una visión que contrasta con el idealismo de Harry y Marcus y que añade un punto divertido pero también reflexivo a la novela.
También se convierte en contrapunto, aunque de modo muy diferente, la madre de Marcus y su obsesión por buscarle una buena esposa. Me ha parecido un personaje típico del chick-lit y me ha gustado verlo extrapolado al género policíaco y hasta cierto punto costumbrista que refleja esta novela. Es un personaje delirante, totalmente estrambótico, que me ha hecho soltar unas buenas carcajadas.
Y es que, para mí, los personajes son lo mejor de la novela. La trama, ya lo he dicho, está muy bien construida, e incluye un buen número de giros argumentales que hicieron que cerrara el libro y me sintiera como si acabara de bajar de una montaña rusa. Porque también es verdad que algunos de esos giros están diseminados por toda la novela pero que muchos de ellos se concentran en los capítulos finales, y ahí está una de las pegas de las que hablaba antes. No es que el libro se me haya hecho aburrido pero sí ha habido un momento (demasiado prolongado, creo yo) en el que el autor se ha esforzado en llevar la trama por un camino que, a posteriori, se ve que es equivocado. ¿Para qué gastar tanta palabra entonces? ¿Para engañar al lector? ¡Pero si lo sabe hacer magistralmente sin gastar tanta tinta! ¡Entonces?? Pues no lo sé, la verdad. Otra de las pegas que le pongo, ya que estoy en ello, es todo lo que tiene que ver con Obama y las elecciones. Además de contextualizar el relato, ¿para qué sirve? No le he encontrado sentido a que hable tanto de las elecciones del 2008. ¿Alguien se lo ha encontrado?
Como decía, estando la trama muy medida y sólidamente desarrollada (me ha encantado cómo ha ido tirando cabos a lo largo de la novela para luego ir recogiéndolos y atándolos al final), para mí lo mejor han sido los personajes. Y no solo por el rol que desempeñan, sino también por lo bien construidos que están y por cómo se definen a sí mismos a través de su lenguaje y sus expresiones (muy claro en el caso de Luther y muy significativo en el del sargento Gahalowood) y de sus acciones. Y me ha gustado mucho que todos tengan su cara amable y su lado oscuro, mostrando esa dualidad que todos llevamos dentro, seamos o no conscientes de ello.
La forma de caracterizar a los personajes me ha hecho pensar mucho en mis asignaturas sobre Teoría de la Literatura y, en especial, sobre Narratología. Bueno, de hecho toda la novela ha sido para mí como una sucesión de ejemplos prácticos de mis apuntes. Y en esto quiero ver también un guiño metaliterario: es como si el autor hubiera estudiado Narratología y hubiera querido meter en el libro un ejemplo de cada término o elemento que haya encontrado en los manuales estudiados. Porque es que hay de todo: caracterización de personajes a través de diferentes vías (por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que los demás nos cuentan de ellos...), hay cambios de focalización (el narrador en primera persona se transforma en tercera persona omnisciente cuando narra los acontecimientos del pasado), hay saltos temporales (las analepsis o flashbacks son parte fundamental de la trama, mezclados con la narración más cercana a nuestro tiempo pero también hay numerosas prolepsis o flashforwards, como esos momentos en los que Marcus adelanta "Ese fue el día en el que todo se torció" antes de contar por qué, por ejemplo) y hay un continuo juego con las reiteraciones. Mucha gente ha comentado en Twitter que ha acabado saturada por tantas repeticiones, sobre todo del adjetivo "formidable", pero creo que eso, por ejemplo, se explica en el propio libro: llena tu novela con una palabra y conseguirás que cada vez que el lector oiga esa palabra se acuerde de tu obra, le dice Harry a Marcus. Pero hay todo un juego de reiteración de narraciones que ya hemos leído que, en muchos casos, inciden en el aspecto metaliterario de la novela (el de la novela dentro de la novela o la novela que se va escribiendo a medida que leemos) pero que en otros actúan como recuerdo o aclaración de determinados pasajes. Es como si el autor encendiera la luz para revelarnos una escena en un momento determinado pero después, en el momento clave, en vez de una pequeña bombilla iluminase lo ocurrido con un potente foco que mostrase detalles ocultos y que permite al lector ver lo que hasta entonces había permanecido oculto. Dicker juega con la frecuencia narrativa (la periodicidad con la que aparecen los hechos en la narración) para mostrar otro de los recursos más típicos de la literatura: resaltar una acción o un grupo de acciones a través de la diferencia entre el número de veces que aparecen en la narración y el número de veces que ocurre en el relato cronológico de los hechos. Por ejemplo: a Nola solo la matan una vez, cronológicamente. Sin embargo, su asesinato se convierte, dentro del relato, en un elemento repetitivo, repasando los hechos una y otra vez, desde diferentes puntos de vista, a la luz de los detalles que distintos personajes van aportando a lo largo de la novela. Y así ocurre con otros muchos sucesos de la obra, como el maltrato de Nola o la paliza a Luther, por poner dos ejemplos muy claros.
He de confesar, pues, que, independientemente de la trama, que engancha por sí misma, he disfrutado muchísimo de la novela por toda la cantidad de guiños intertextuales (también me ha recordado a Sangre fría, de Truman Capote, que no lo he comentado hasta ahora y a una película de la que no hablaré porque supondría desvelar parte de la trama) y metaliterarios, además de las conexiones que he podido establecer entre mis apuntes y los ejemplos prácticos que presenta Dicker. Estoy pensando que quizá esa haya sido una de las razones por las que, como he dicho, he tardado más en leer esta novela de lo que es normal en mí: quizá he estado haciendo muchas conexiones dentro de mi cabeza y pensando en ellas, en vez de sumergirme en la trama y dejarme arrastrar por ella hasta el final.
En cualquier caso, me ha parecido una novela muy bien escrita y, sobre todo, muy bien planificada, que habla del amor pero también de la amistad, de la camaradería, de la protección de los padres y la sabiduría de los mentores; de personas que te cambian la vida y de sucesos que trastocan todos los planes que uno ha hecho para sí mismo. En definitiva, una novela que incide en el aspecto caótico y arbitrario de la existencia, ese que convierte en impredecible el plan mejor trazado.
Nos seguimos leyendo.
Ahora sí puedo contestar a las preguntas. ¿Es merecida su fama? Yo creo que sí. Me parece un libro muy bien estructurado (aunque luego le pondré una pega a la estructura), con vertiginosos giros en la trama y que mantiene el interés durante toda la lectura, aunque para mí no es un page-turner. He de confesar que a mí no me ha enganchado tanto como para no poder dejar de leerlo, pensar en la trama constantemente y fundirte con sus páginas como si no hubiera noche ni mañana. De hecho, me ha extrañado porque he tardado en leerlo más de lo normal (en mí, claro). Mantiene el interés pero no ha logrado que no quiera despegarme de él. Pero es mi experiencia, por supuesto; Twitter está lleno de comentarios que hablan de una adicción absoluta por el libro y cada vez son más las reseñas que hacen referencia a noches sin dormir por culpa de Dicker.
Respecto a otra de las preguntas recurrentes sobre el libro (¿merece la pena comprarlo?) respondería un sí sin ningún tipo de duda si eres de esas personas a las que les gusta la metaliteratura y, sobre todo, el proceso de escritura de una novela, porque de eso hay mucho (y muy interesante). Para mí, ha sido uno de los puntos más gratificantes del libro: el acercamiento a la vida de los escritores y a sus métodos creativos, la reflexión sobre el oficio de escritor, sobre el noble arte de juntar palabras y sobre lo que un libro puede causar en la vida del que lo escribe pero también de quien lo lee. Y, sobre todo, los consejos que abren cada capítulo, en los que Harry desgrana los secretos de la escritura para su aventajado alumno Marcus. Los secretos de la escritura... pero también los secretos de la vida porque al final si una conclusión se puede extraer de esta novela es que la vida es literatura y la literatura es una forma de comprender lo que va sucediendo en la vida.
Pero la metaliteratura no está solo en el taller de escritura creativa que se esconde entre las páginas de esta novela. Hay infinidad de guiños a otras obras y situaciones literarias. Para descubrirlos es necesario conocer las obras a las que guiña el ojo Dicker en la novela, por lo que cada uno habrá visto unos u otros. Hay quien, por ejemplo, compara a Dicker con Philip Roth. Yo tengo una enorme deuda con el autor (tanto que me estoy ya planteando proponerme un reto para leer alguna de sus novelas el año que viene, porque esto hay que resolverlo pero ya), así que no puedo juzgar si tienen razón o no. Pero lo que sí he visto es un buen puñado de juegos intertextuales que relacionan este libro con otros que forman parte de la Historia de la literatura universal. El guiño a Lolita de Nabokov me parece muy visible, no solo por la chiquilla de quince años que hace enloquecer un hombre maduro (aunque, partiendo de ese cliché, Lolita y Nola en poco más se parecen), sino también, por ejemplo, en el recurso gráfico que utiliza Dicker, que también usó Nabokov en su día. En Lolita, Humbert Humbert paladea el nombre de su niña amada gracias al viaje que la lengua realiza al pronunciarlo, desde el centro del paladar hasta los dientes, en tres pasos: Lo-li-ta. Y así lo escribe Nabokov en la obra: "Lo-li-ta" (así aparece en el ejemplar que tengo en casa, publicada por Anagrama en 1999 en su duodécima edición; en otras ediciones he visto que aparece con punto en vez de con guiones). Al leer el obsesivo N-O-L-A de Harry Quebert no he podido evitar acordarme del Lo-li-ta de Nabokov, por lo que el vínculo entre Lolita y Nola ha quedado fijado en mí desde el principio de la novela. Además, creo que Dicker juega, en cierto sentido, con la mancillada reputación de Nola y lo que muchos han pensado de Lolita a lo largo de la Historia, fundiendo ambos personajes mucho más.
Pero hay un momento en el que Nola me ha recordado mucho a Nora (más allá de la semejanza de ambos nombres), la mujer de James Joyce, entregada a la tarea de crear la atmósfera familiar perfecta para que el escritor dé lo mejor de sí mismo. Dicker se hace eco en esas escenas en las que Nola cuida de Harry mientras él escribe su novela de ese tópico de la mujer del escritor dedicada enteramente a él, un cliché bastante patriarcal que mistifica la figura del hombre escritor y rebaja la imagen de la esposa-ama de casa-ángel del hogar que no vive más que para complacer a su hombre. Justo andaba yo pensando en esto, cuando Mayte Esteban escribió en su muro de Facebook que se había tenido que exiliar a la cocina para escribir un rato y no he podido evitar comparar la mística del escritor frente a la realidad de la escritora. No quiero decir con esto que todos los escritores tengan a alguien a su servicio para cubrir hasta su última necesidad y que todas las escritoras escriban en la cocina. Solo digo que qué diferente es la imagen ideal del escritor respecto a lo que vive en su día a día real, en este caso, de algunas escritoras.
En cualquier caso, y volviendo a la abnegada Nola, el personaje, globalmente, no me ha parecido un cliché patriarcal, sino una niña enamorada que hace todo lo que sea posible para que su amado cumpla su sueño. En el fondo, de eso habla del libro: del amor, de lo que llegamos a hacer por amor, de lo que el amor hace que seamos, de la varita mágica que es, capaz de transformarnos por completo. La novela plantea una reflexión sobre la importancia del amor y su papel como motor de la vida (por cierto, que no he parado de preguntarme mientras leía todo lo que se decía sobre el amor qué hubiera ocurrido si esta novela la hubiera escrito una mujer) pero en el propio libro aparece también la visión más ácida de este siempre ennoblecido sentimiento, de la mística y la idealización que siempre le rodea: "¡El amor es un truco que se inventaron los hombres para no tener que lavarse la ropa!", le dice el editor a Marcus, poniéndonos a todos los pies en la tierra, como hace siempre.
Y hablando del editor Roy Barnaski, él y Bejamin Roth, el abogado, son dos de los personajes que más me han gustado, por el contrapunto ácido, sarcástico y realista que suponen. Ellos nos bajan de las nubes y nos muestran el mundo en toda su crudeza, sin colorantes ni conservantes. Una visión que contrasta con el idealismo de Harry y Marcus y que añade un punto divertido pero también reflexivo a la novela.
También se convierte en contrapunto, aunque de modo muy diferente, la madre de Marcus y su obsesión por buscarle una buena esposa. Me ha parecido un personaje típico del chick-lit y me ha gustado verlo extrapolado al género policíaco y hasta cierto punto costumbrista que refleja esta novela. Es un personaje delirante, totalmente estrambótico, que me ha hecho soltar unas buenas carcajadas.
Y es que, para mí, los personajes son lo mejor de la novela. La trama, ya lo he dicho, está muy bien construida, e incluye un buen número de giros argumentales que hicieron que cerrara el libro y me sintiera como si acabara de bajar de una montaña rusa. Porque también es verdad que algunos de esos giros están diseminados por toda la novela pero que muchos de ellos se concentran en los capítulos finales, y ahí está una de las pegas de las que hablaba antes. No es que el libro se me haya hecho aburrido pero sí ha habido un momento (demasiado prolongado, creo yo) en el que el autor se ha esforzado en llevar la trama por un camino que, a posteriori, se ve que es equivocado. ¿Para qué gastar tanta palabra entonces? ¿Para engañar al lector? ¡Pero si lo sabe hacer magistralmente sin gastar tanta tinta! ¡Entonces?? Pues no lo sé, la verdad. Otra de las pegas que le pongo, ya que estoy en ello, es todo lo que tiene que ver con Obama y las elecciones. Además de contextualizar el relato, ¿para qué sirve? No le he encontrado sentido a que hable tanto de las elecciones del 2008. ¿Alguien se lo ha encontrado?
Como decía, estando la trama muy medida y sólidamente desarrollada (me ha encantado cómo ha ido tirando cabos a lo largo de la novela para luego ir recogiéndolos y atándolos al final), para mí lo mejor han sido los personajes. Y no solo por el rol que desempeñan, sino también por lo bien construidos que están y por cómo se definen a sí mismos a través de su lenguaje y sus expresiones (muy claro en el caso de Luther y muy significativo en el del sargento Gahalowood) y de sus acciones. Y me ha gustado mucho que todos tengan su cara amable y su lado oscuro, mostrando esa dualidad que todos llevamos dentro, seamos o no conscientes de ello.
La forma de caracterizar a los personajes me ha hecho pensar mucho en mis asignaturas sobre Teoría de la Literatura y, en especial, sobre Narratología. Bueno, de hecho toda la novela ha sido para mí como una sucesión de ejemplos prácticos de mis apuntes. Y en esto quiero ver también un guiño metaliterario: es como si el autor hubiera estudiado Narratología y hubiera querido meter en el libro un ejemplo de cada término o elemento que haya encontrado en los manuales estudiados. Porque es que hay de todo: caracterización de personajes a través de diferentes vías (por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que los demás nos cuentan de ellos...), hay cambios de focalización (el narrador en primera persona se transforma en tercera persona omnisciente cuando narra los acontecimientos del pasado), hay saltos temporales (las analepsis o flashbacks son parte fundamental de la trama, mezclados con la narración más cercana a nuestro tiempo pero también hay numerosas prolepsis o flashforwards, como esos momentos en los que Marcus adelanta "Ese fue el día en el que todo se torció" antes de contar por qué, por ejemplo) y hay un continuo juego con las reiteraciones. Mucha gente ha comentado en Twitter que ha acabado saturada por tantas repeticiones, sobre todo del adjetivo "formidable", pero creo que eso, por ejemplo, se explica en el propio libro: llena tu novela con una palabra y conseguirás que cada vez que el lector oiga esa palabra se acuerde de tu obra, le dice Harry a Marcus. Pero hay todo un juego de reiteración de narraciones que ya hemos leído que, en muchos casos, inciden en el aspecto metaliterario de la novela (el de la novela dentro de la novela o la novela que se va escribiendo a medida que leemos) pero que en otros actúan como recuerdo o aclaración de determinados pasajes. Es como si el autor encendiera la luz para revelarnos una escena en un momento determinado pero después, en el momento clave, en vez de una pequeña bombilla iluminase lo ocurrido con un potente foco que mostrase detalles ocultos y que permite al lector ver lo que hasta entonces había permanecido oculto. Dicker juega con la frecuencia narrativa (la periodicidad con la que aparecen los hechos en la narración) para mostrar otro de los recursos más típicos de la literatura: resaltar una acción o un grupo de acciones a través de la diferencia entre el número de veces que aparecen en la narración y el número de veces que ocurre en el relato cronológico de los hechos. Por ejemplo: a Nola solo la matan una vez, cronológicamente. Sin embargo, su asesinato se convierte, dentro del relato, en un elemento repetitivo, repasando los hechos una y otra vez, desde diferentes puntos de vista, a la luz de los detalles que distintos personajes van aportando a lo largo de la novela. Y así ocurre con otros muchos sucesos de la obra, como el maltrato de Nola o la paliza a Luther, por poner dos ejemplos muy claros.
He de confesar, pues, que, independientemente de la trama, que engancha por sí misma, he disfrutado muchísimo de la novela por toda la cantidad de guiños intertextuales (también me ha recordado a Sangre fría, de Truman Capote, que no lo he comentado hasta ahora y a una película de la que no hablaré porque supondría desvelar parte de la trama) y metaliterarios, además de las conexiones que he podido establecer entre mis apuntes y los ejemplos prácticos que presenta Dicker. Estoy pensando que quizá esa haya sido una de las razones por las que, como he dicho, he tardado más en leer esta novela de lo que es normal en mí: quizá he estado haciendo muchas conexiones dentro de mi cabeza y pensando en ellas, en vez de sumergirme en la trama y dejarme arrastrar por ella hasta el final.
En cualquier caso, me ha parecido una novela muy bien escrita y, sobre todo, muy bien planificada, que habla del amor pero también de la amistad, de la camaradería, de la protección de los padres y la sabiduría de los mentores; de personas que te cambian la vida y de sucesos que trastocan todos los planes que uno ha hecho para sí mismo. En definitiva, una novela que incide en el aspecto caótico y arbitrario de la existencia, ese que convierte en impredecible el plan mejor trazado.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Porque sí: 1/5
- Desafío100 libros: 89/100
- Reto Negro y criminal: 12/15
- Reto Desafía tu estantería: 4/5
Pues todo el mundo habla maravillas de este libro y tras tu reseña veo que merece mucho la pena. Me gustaría leerlo pero a ver cuándo saco tiempo para todo. Besos.
ResponderEliminarA mi hija le gustó, pero no le entusiasmó
ResponderEliminarTodo son buenas críticas, no es la novela que más me atrae pero tampoco me disgusta.
ResponderEliminarUn beso!
Coincido bastante contigo. A mí me atrapó desde el principio y no me soltó hasta el final, que me pareció de infarto. Todas las cuestiones metaliterarias, además, me gustaron mucho; hay reflexiones muy interesantes.
ResponderEliminarUn besito.
Yo intentaré hacer la reseña para esta semana, al final me gustó más de lo que esperaba al principio, pero me aburrió bastante
ResponderEliminarMenuda reseña te ha quedado, aunque no sé de que me extraño. Al principio de salir todo el mundo hablaba maravillas, después leí algún comentario no muy favorable en Twitter (M. Rivera de la Cruz, L. Silva) que me quitó un poco las ganas. Ahora estoy inmersa en su lectura pero tampoco logra engancharme y desde luego puedo parar de leer y ponerme a dormir sin ningún tipo de problema, y en lo que he leído, que reconozco que todavía no es mucho (no sé que me pasa este verano con la lectura), hay algunas partes, sobre todo diálogos, que me parecen bastante malos es como si todo no estuviese escrito por la misma persona (comeduras de tarro mias). Un beso.
ResponderEliminarQuería leerla este verano, pero al final no he podido, espero poder hacerlo pronto, a pesar de las reseñas que he leído, buenas, malas y regulares, me sigue apeteciendo.
ResponderEliminarBesos!
Yo soy de las que se enganchó de mala manera con él, ya lo sabes. La verdad es que me gustó todo de él: la trama, los giros, los personajes, lo relacionado con la escritura de un libro..., hasta la sensación de mareo que me causó el final.
ResponderEliminarMenuda reseña! Dejaré unos días para publicar la mía que cualquiera se atreve después de ésta jajaja
Besos
Una reseña completísima!
ResponderEliminarYo aún no me he animado, pero caerá seguro.
1beso:)
Creo que tiene buenos ingredientes unidos a la fama que ha cogido para que se le de una oportunidad
ResponderEliminarSerá mi próxima lectura, qué ganas de ponerme con él.
ResponderEliminarUna gran reseña! Éste será un libro que caerá en algún momento, pero mejor voy sin expectativas alguna, que me parece qeu va a ser lo mejor para disfrutarlo.
ResponderEliminarBesotes!!!