Ficha técnica:
Título: El saltamontes verde Autora: Ana María Matute
Editorial: Destino Género: literatura infantil Páginas: 144Publicación: 04/04/2013 ISBN: 978-84-233-4629-5
Sinopsis (editorial):
"Una vez existió un muchacho llamado Yungo. Vivía en una granja muy grande, cercana a los bosques. La granja muy grande, cercana a los bosques. La granja estaba llena de muchachos de todas las edades, los unos hijos de los granjeros, los otros de los criados. A primera vista, Yungo parecía un niño como los demás, pero los muchachos dejaban pronto de jugar con él, y las gentes no solían hablarle ni pedirle nunca nada. Y es que Yungo no tenía voz."
Pero Yungo no era mudo, él sabía que su voz estaba en algún sitio, sabía que alguien se la había robado. Y un día, como por arte de magia, mientras pensaba en cómo recuperarla, dibujó en una hoja de su cuaderno una isla muy bonita, rodeada de mar y pájaros, y pensó: "Aquí estará escondida mi voz". Esa misma tarde, Yungo emprendió su viaje hacia el Hermoso País en busca de las palabras, para convertirse en un niño como los demás pero encontró algo más importante, mucho más importante...
Lo que más me gusta de los libros infantiles o, mejor dicho, de algunos libros infantiles, es la cantidad de lecturas diferentes que admiten. Permiten, así, que niño y libro crezcan a la vez, que descubran cosas nuevas el uno del otro a medida que pasa el tiempo y que el lector extraiga reflexiones, vivencias, enseñanzas y conclusiones nuevas cada vez que regrese otra vez a él vestido con las ropas nuevas que le proporcionan sus propias vivencias, su crecimiento, su camino hacia la madurez.
Huelga decir que El saltamontes verde es uno de esos libros. Yo lo he estado leyendo con mi niña, que solo tiene cinco años, y es cierto que es un libro para niños un poco mayores, por las exigencias de la propia historia y el vocabulario, pero lo hemos disfrutado mucho, de igual modo. De momento, ella se ha quedado con la trama (un niño huérfano que va por el mundo buscando su voz perdida y que encuentra a un curioso saltamontes verde que susurra al oído de quienes se van encontrando lo que cada uno necesita oír en cada momento), con algunos pasajes y con la moraleja final: intenta hacer que las personas a las que vas dejando atrás en tu camino sean más felices después de haber pasado por sus vidas.
Pero este libro habla de muchas cosas más, cosas que (seguro) Lucía irá descubriendo cuando volvamos a él a medida que ella vaya cumpliendo años. Porque este pequeño relato también habla de la búsqueda de uno mismo, de la necesidad de establecer proyectos y alcanzar metas, de la importancia de lo que decimos, de las palabras que pronunciamos; habla de la amistad, de las oportunidades, de la solidaridad, del bien y del mal, de las buenas y las malas personas, de sacarle partido a lo que tienes, de no rendirte, de valorar lo que posees y de hacer lo correcto cuando la vida te dé a elegir entre cumplir tu máximo deseo a costa de alguien.
Todas estas enseñanzas aparecen entretejidas como cuentas de abalorios de brillantes colores en el tapiz que Ana María Matute teje con sencillez pero belleza. Toma la idea original de la literatura de aventuras y las novelas de aprendizaje para crear una historia sin recovecos en la que borda metáforas tan bellas como las que dedica a las palabras: palabras como pompas de jabón, bonitas y vacías; palabras como piedras negras, que caen, pesadas, y hieren a quien encuentran en su camino; palabras como flores, palabras como una sustancia viscosa, negra y repugnante; palabras que no son lo que parecen y palabras que se elevan al cielo acompañadas de notas musicales.
Y la hermosura de las metáforas y las enseñanzas escondidas del relato se completa, en esta edición homenaje, con las maravillosas ilustraciones de Albert Asensio: dibujos llenos de sensibilidad y belleza que completan el texto, sí, pero que también te introducen en él y te abren nuevos caminos para la lectura.
En definitiva, una historia maravillosa, como mil lecturas diferentes y muchas reflexiones en las que detenerse; unas ilustraciones bellísimas que completan y suman contenido a la propia historia y una edición cuidadísima y preciosa para una colección que ya estoy deseando continuar.
Nos seguimos leyendo.
Huelga decir que El saltamontes verde es uno de esos libros. Yo lo he estado leyendo con mi niña, que solo tiene cinco años, y es cierto que es un libro para niños un poco mayores, por las exigencias de la propia historia y el vocabulario, pero lo hemos disfrutado mucho, de igual modo. De momento, ella se ha quedado con la trama (un niño huérfano que va por el mundo buscando su voz perdida y que encuentra a un curioso saltamontes verde que susurra al oído de quienes se van encontrando lo que cada uno necesita oír en cada momento), con algunos pasajes y con la moraleja final: intenta hacer que las personas a las que vas dejando atrás en tu camino sean más felices después de haber pasado por sus vidas.
Pero este libro habla de muchas cosas más, cosas que (seguro) Lucía irá descubriendo cuando volvamos a él a medida que ella vaya cumpliendo años. Porque este pequeño relato también habla de la búsqueda de uno mismo, de la necesidad de establecer proyectos y alcanzar metas, de la importancia de lo que decimos, de las palabras que pronunciamos; habla de la amistad, de las oportunidades, de la solidaridad, del bien y del mal, de las buenas y las malas personas, de sacarle partido a lo que tienes, de no rendirte, de valorar lo que posees y de hacer lo correcto cuando la vida te dé a elegir entre cumplir tu máximo deseo a costa de alguien.
Todas estas enseñanzas aparecen entretejidas como cuentas de abalorios de brillantes colores en el tapiz que Ana María Matute teje con sencillez pero belleza. Toma la idea original de la literatura de aventuras y las novelas de aprendizaje para crear una historia sin recovecos en la que borda metáforas tan bellas como las que dedica a las palabras: palabras como pompas de jabón, bonitas y vacías; palabras como piedras negras, que caen, pesadas, y hieren a quien encuentran en su camino; palabras como flores, palabras como una sustancia viscosa, negra y repugnante; palabras que no son lo que parecen y palabras que se elevan al cielo acompañadas de notas musicales.
Y la hermosura de las metáforas y las enseñanzas escondidas del relato se completa, en esta edición homenaje, con las maravillosas ilustraciones de Albert Asensio: dibujos llenos de sensibilidad y belleza que completan el texto, sí, pero que también te introducen en él y te abren nuevos caminos para la lectura.
En definitiva, una historia maravillosa, como mil lecturas diferentes y muchas reflexiones en las que detenerse; unas ilustraciones bellísimas que completan y suman contenido a la propia historia y una edición cuidadísima y preciosa para una colección que ya estoy deseando continuar.
Nos seguimos leyendo.
Agradezco a Destino el envío de este ejemplar.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Desafío100 libros: 778/100
- Reto Sumando: 20/2013
- Reto Genérico: 1/1 infantil
Me encanta el libro, la colección, las ilustraciones...
ResponderEliminarPrueba para leer con tu niña El país de la pizarra. Es más infantil (y uno de mis favoritos).
Lidia
Ay, qué grande es la Matute, con cada lectura le sacas significados nuevos. Tengo que hacerme con estas preciosas ediciones de Destino.
ResponderEliminarBesos
Y yo aún sin leer nada de la autora...necesito más tiempo para todo lo que quiero leer jeje
ResponderEliminarUn beso!
Me enamoré de la autora con Olvidado Rey Gudú, así que me gustaría poco a poco ir leyendo el resto de su obra... Este libro, por lo que cuentas, es precioso: me encantará leerlo. 1beso!
ResponderEliminarMe lo apunto.
ResponderEliminarMi hijo mayor va a hacer ya mismo los 7 años y seguro que le viene bien. Además todo lo que nos cuentas del libro, las diferentes lecturas, y los valores que enseña (alcanzar metas, la solidaridad, la amistad, etc.) son muy importantes, pues creo que los niños además de divertirse leyendo pueden aprender muchas cosas. Y éstas son esenciales.
Un saludo.
Uis... le tengo unas ganas a estos libros de Matute que no veas. Ando detrás de Con un pie descalzo pero no hay forma de pillarlo en la biblio. Besos.
ResponderEliminarUf!!! Lo leí en el colegio y le tengo mucho cariño. Aunque siendo sincera, tendría que releerlo porque solamente recuerdos pasajes sueltos. Bsss
ResponderEliminarMe encanta esa literatura de calidad para niños!
ResponderEliminarBesos
Siempre me han gustado tus reseñas, pero últimamente "estás que lo tiras". Felicidades. La lectura compartida que has hecho con tu hija, creo que, es muy beneficiosa e interesante para ella, aunque el libro sea para niños algo mayores, porque así al comentarlo y apuntar cada una vuestras sensaciones el abanico que se abre para ella a la hora de comprender lo que estáis leyendo es mayor. Seguro que las dos lo habéis disfrutado mucho. Besos.
ResponderEliminarMe encanta este cuento. Lo acabo de leer precisamente también con mi pequeñaja y lo hemos disfrutado muchísimo. Pero no es esta edición. Es otra que sacó Lumen con todos los cuentos de la autora.
ResponderEliminarBesotes!!!
Ana María Matute es una de mis autoras fetiche. A estas alturas yo no sé si soy objetiva con ella, pero que que me maravilla su forma de escribir, todo lo que transmite, que siempre hay tanto detrás de lo que cuenta...
ResponderEliminarSaludos!
Hola Lidia. Me ha encantado tu reseña. Da la casualidad de que he dejado el libro pedido en la librería para regalárselo a mi sobrina por su santo. Yo lo leí de pequeña, y bueno es que no sé qué más decir que no hayas dicho tú.
ResponderEliminarAna Mª Matute contó una vez que estando en el cuarto oscuro de pequeña, me parece que castigada, se sacó del bolsillo un terrón de azúcar decidida a dar buena cuenta de él. Lo partió en dos. En medio de la oscuridad del cuarto, de las dos mitades de terrón salió una llamita de color azul, y la niña Ana Mª Matute pensó: ¡Soy maga! Y es que es eso, la Matute es maga. Y punto. Muy grande la Matute. Saludos!
Me ha encantado lo que cuentas de leer el libro junto a tu pequeña.
ResponderEliminarYo no tengo hijos, pero algún día los tendré y me encantaría poder compartir esos momentos de lectura con ellos, e intentar contagiarles esta pasión!