He tomado prestada la foto de aquí |
Hoy Lucía se ha puesto a jugar con una niña con parálisis
cerebral. Todo absolutamente normal. Se ha sentado a su lado, le ha prestado
sus juguetes… y ¡a jugar! Sin preguntas, sin extrañezas, con total naturalidad.
Disfrutaba con la radiante felicidad que transmitía la niña al ver que otra
igual quería jugar con ella, se sentaba a su lado, compartía sus cosas.
Pasados unos minutos, Lucía se ha dado cuenta de que había
algo especial en esa niña. No hablaba, solo gruñía o gritaba; y aplaudía
frenéticamente para demostrar la felicidad que sentía. Lucía solo ponía cara
rara cuando ella la empujaba para que se sentara a su lado. No le gustaba
demasiado que lo hiciera, pero no le importó. No sé qué pensaría, pero no se
alejó, no me miró a ver cómo reaccionaba yo, no se sintió herida por los
empujones de la niña. Siguió allí, jugando con ella.
Los padres de la niña estaban con ella y las ayudaban a
jugar. Lucía ha entablado una conversación con la madre, como si fueran dos
iguales: no con el tono de una niña a una madre ajena, o de alguien que actúa
por pena o solidaridad. Como si fueran viejas amigas, Lucía le ha preguntado
que en qué idioma hablaba su hija. La madre, con naturalidad, le ha contestado
que es una niña especial, que tiene un problema para hablar y para moverse,
pero que es una niña normal. Y así lo ha aceptado Lucía, que no ha preguntado
nada más sobre ella.
Viéndolas jugar he pensado en todo eso. En el rechazo que
nos produce la diferencia, a veces solo por miedo, a veces solo por pena, a
veces solo porque no sabemos cómo reaccionar frente a ella. Y me he preguntado cuándo
empieza a ocurrirle eso a uno.
Quisiera que a mi hija no le pasara. Deseo que sea así toda
su vida. Que acepte la diferencia como parte de la igualdad, lo extraordinario
como parte de la normalidad. Todos somos iguales y todos somos diferentes. No
hay más vueltas que darle.
Quisiera que no fuera desconfiada, que no tuviera
reticencias ante la gente, que fuera amable, simpática y empática con todo el
mundo por igual. Pero tampoco quiero que la hieran, que la defrauden, que
abusen de su confianza ni de su forma de ser. ¿Cómo enseñárselo? ¿Dónde está la
sutil frontera? ¿No se puede ser buena gente sin que te tomen por tonta? ¿Cómo
se compagina la bondad y el poner a cada uno en su sitio? Quisiera enseñarle la
diferencia, descubrir esa frontera, mostrarle el truco. Pero ni yo lo sé.
Lucía me gusta ahora tal y como es. No cambiaría nada de
ella. Soy su madre, claro; pero quiero pensar que no me ciega el amor cuando
pienso que tiene las cualidades que me gusta ver en cualquier persona. Me gusta
como es. Me gusta cómo es. Por eso me martiriza pensar en lo que la vida le
puede hacer, en las heridas que le irá causando y en cómo irá moldeando su
personalidad a fuerza de golpes. Quisiera pensar que su forma de ser no es solo
cuestión de la edad. Quiero creer que su personalidad ya está esbozada, aunque
quede llenarla de color. Solo deseo que sea de colores plenos y brillantes. El
pincel está también en mi mano. ¿Cómo consolidar el brillo para que venza a la
oscuridad cuando alguien la aplique a ese dibujo?
Nos seguimos leyendo.
Bueno Lucia que irónica me resultar leer tu entrada... ;D
ResponderEliminarYo veo y siento que me tratas "normal" que te leo y me lees, incluso siento que nos caemos bien -al menos por mi parte-
Yo tengo parálisis cerebral, lo conté en mi blog mucho antes de que tu llegaras a él y tampoco veo necesario tener que comentarlo continuamente.
En su día lo conté porque es parte de mí, soy yo e igual que os cuento otras muchas cosas me parecía absurdo omitir eso.
Te dejo aquí el enlace para que puedas leerlo y cotillear...
http://loscuentosdelachina.blogspot.com.es/2011/08/la-segunda-capa-de-cebolla.html#comments
Que puedo decirte mi parálisis me causa problemas de movilidad si pero no utilizo sillas de ruedas y puedo andar siempre con un poco de ayuda eso sí.
La naturalidad siempre ha estado en mi alrededor, he encontrado obstáculos por los prejuicios de las personas si pero no me han afectado como para hundirme, siempre he sido libre para ir y hacer lo que quiciera, he sido y soy de tener buenos amigos, y tengo una vida super normal.
Los prejuicios y los miedos de los que hablas muchas veces son la herencia y el legado de los padres, Así que si Lucía ha visto naturalidad en tí no sentirá que es nada raro.
Pero claro siempre está bien escucharla y contestar sus preguntas, muchas veces ese silencio provoca dudas.
Pero no hay que forzar nada y hay que dejar que todas estas experiencias nuevas fluyan porque quizás no tenga otra ocasión como ésta y todo quede en una anécdota...
Un besote grande :D
Nieves... el cariño (aunque sea cibernético) es mutuo... ¡creo que se nota!! jajajaj.
EliminarNo tenía ni idea de tu parálisis, no había leído la entrada. Leo todo lo que vas publicando y me encanta, pero no había buceado tan a fondo en tu blog. Me ha gustado mucho lo que cuentas y cómo lo cuentas.
Creo que tienes toda la razón. La naturalidad es la clave. Y ser modelo para tus hijos. Así que me tocará a mí hacer examen de conciencia jajajaj. Gracias por tus consejos. Tu experiencia me resulta muy muy útil. Gracias por estar ahí.
Un beso aun más gordo!!!
Nieves, he intentado mandarte un mail privado a la dirección que aparece en tu perfil de blogger pero lo ha devuelto. ¿Podrías escribirme tú uno a lcasado76@gmail.com?? Gracias!!
EliminarTe he estado mandando mail estos días pero parece que hay algún tipo de problema, el caso es que no tengo ningún problema con otras direcciones, pensé que era algo ocasional pero siempre que te lo mando a las 24h. recibo una contestación informándome del fallo, no sé si será lo mismo que te pasaba a ti,
Eliminarseguiré intentándolo.
Tengo una pagina en facebook con el mismo nombre que el blog, por si quieres contactar conmigo por otro medio.
Un besote :)