Título: El jurado número 10
Autora: Reyes Calderón
Editorial: Booket
Género: novela judicial, intriga
Páginas: 512
Publicación: 03/04/2014
ISBN: 978-84-270-4107-3
Los integrantes de un modesto despacho de abogados de provincias se verán envueltos, sin quererlo ni desearlo, en un caso que les supera totalmente: drogas de diseño, blanqueo de capitales y corrupción a gran escala… Efrén Porcina, un tipo encantador que ronda los ciento treinta y ocho kilos, sigue una dieta por internet y lleva una vida tranquila, y su única socia, Salomé, una secretaria cuando menos particular que cambia de novio cada dos por tres, junto con la inestimable ayuda de un ex policía borrachín, serán los encargados de arrojar luz y buscar la verdad en un intrincado caso con ramificaciones internacionales. Las vidas de unos y otros estarán pendientes del acierto de un juez, la cordura de un jurado popular y el misterioso jurado número diez…
Tenía ganas de leer esta novela desde que Reyes Calderón ganó el Premio Abogados de Novela en el año 2013 con ella. Lo que no me esperaba es que fuera a ser tan diferente. Esperaba la típica novela de abogados, seria, llena de juegos verbales, argumentos y contrargumentos, con sus trucos sucios y sus manipulaciones psicológicas... y, bueno, algo de eso hay, claro está, pero el tono es tan distinto a lo que yo había previsto que al principio me descolocó un poco. Aunque como yo no tengo ningún problema con la ruptura de las convenciones genéricas (es más, me encantan), pronto me metí en la historia y la disfruté con el placer que dan las sorpresas inesperadas.
Lo primero que cautiva de esta novela (por lo menos a mí; hay quien ha visto en este recurso una forma un poco tramposa de acercar la trama al lector, según he leído en las opiniones de Goodreads) es que el protagonista tiene voz propia, habla en primera persona y se dirige a una segunda (¿el lector? ¿Un narratario desconocido? Hasta el final no se sabe la verdad) con un tono muy muy particular. Y es que Efrén Porcina tiene una voz tan personalísima como su nombre.
Una voz que nos va guiando por los acontecimientos que se nos van describiendo en una novela que empieza fuerte, con una muerte que mete de lleno a Efrén y a su socia en un caso lleno de ramificaciones y malos malísimos. Así, la trama nos va desvelando las aventuras y desventuras de los miembros de este peculiar bufete de abogados y sus desencuentros con lo peor del mundo del hampa.
Esta trama se va desarrollando (con ritmos muy desiguales, cierto es) en dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas nos presenta una novela de intriga que se acerca un poco al thriller en cuanto a ritmo rápido y cantidad de sucesos que tienen lugar en sus páginas. En la segunda parte, en cambio, la obra muta en novela judicial y va presentando frente a nuestros ojos un juicio con todo lujo de detalles. Aunque el interés no decrece, sí es cierto que el ritmo y la intriga en esta segunda parte son mucho menores y que, hasta cierto punto, se hace un poco larga.
Sea como fuere, lo que más me ha gustado de la novela es el contrapunto, entre cómico y paródico, con el que Calderón subvierte el género judicial tal y como lo conocemos. Un contrapunto que se nota tanto en los personajes (antihéroes totales, aunque con una serie de complejos, débitos y dilemas morales que me han hecho reflexionar mucho y que me ha encantado encontrar en una novela) como en el tono del narrador; un tono coloquial, directo, irónico y hasta en ocasiones sarcástico que, creo, retrata muy bien a Porcina pero también le da un aire muy fresco a la novela. Mientras leía la obra (o, más bien, mientras escuchaba a Efrén contarme la historia, porque al final esa es la sensación que transmite este narrador) pensaba en Eduardo Mendoza y en Los misterios de Madrid, de Antonio Muñoz Molina.
Y por debajo de ese tono coloquial, ese enfoque que desdramatiza el mundo de los abogados y esa carga irónica, paródica y cómica, Calderón no olvida plantear cuestiones de interés como la corrupción policial, la falta de autoestima, los valores que se transmiten de padres a hijos, la catadura moral de cada uno, dónde queda nuestra ética personal en determinados momentos, qué estamos dispuestos a hacer por lograr nuestros objetivos (personales, profesionales o amorosos) o qué tipo de justicia merecen según qué delitos.
Así pues, me ha sorprendido gratamente esta novela de la que esperaba algo totalmente diferente pero que me ha encantado que se cruzara en mi camino. Y que incluyo en la Yincana Criminal, en la categoría que nos tocaba esta semana: novela en la que uno de los personajes es abogado.
Nos seguimos leyendo.
Lo primero que cautiva de esta novela (por lo menos a mí; hay quien ha visto en este recurso una forma un poco tramposa de acercar la trama al lector, según he leído en las opiniones de Goodreads) es que el protagonista tiene voz propia, habla en primera persona y se dirige a una segunda (¿el lector? ¿Un narratario desconocido? Hasta el final no se sabe la verdad) con un tono muy muy particular. Y es que Efrén Porcina tiene una voz tan personalísima como su nombre.
Una voz que nos va guiando por los acontecimientos que se nos van describiendo en una novela que empieza fuerte, con una muerte que mete de lleno a Efrén y a su socia en un caso lleno de ramificaciones y malos malísimos. Así, la trama nos va desvelando las aventuras y desventuras de los miembros de este peculiar bufete de abogados y sus desencuentros con lo peor del mundo del hampa.
Esta trama se va desarrollando (con ritmos muy desiguales, cierto es) en dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas nos presenta una novela de intriga que se acerca un poco al thriller en cuanto a ritmo rápido y cantidad de sucesos que tienen lugar en sus páginas. En la segunda parte, en cambio, la obra muta en novela judicial y va presentando frente a nuestros ojos un juicio con todo lujo de detalles. Aunque el interés no decrece, sí es cierto que el ritmo y la intriga en esta segunda parte son mucho menores y que, hasta cierto punto, se hace un poco larga.
Sea como fuere, lo que más me ha gustado de la novela es el contrapunto, entre cómico y paródico, con el que Calderón subvierte el género judicial tal y como lo conocemos. Un contrapunto que se nota tanto en los personajes (antihéroes totales, aunque con una serie de complejos, débitos y dilemas morales que me han hecho reflexionar mucho y que me ha encantado encontrar en una novela) como en el tono del narrador; un tono coloquial, directo, irónico y hasta en ocasiones sarcástico que, creo, retrata muy bien a Porcina pero también le da un aire muy fresco a la novela. Mientras leía la obra (o, más bien, mientras escuchaba a Efrén contarme la historia, porque al final esa es la sensación que transmite este narrador) pensaba en Eduardo Mendoza y en Los misterios de Madrid, de Antonio Muñoz Molina.
Y por debajo de ese tono coloquial, ese enfoque que desdramatiza el mundo de los abogados y esa carga irónica, paródica y cómica, Calderón no olvida plantear cuestiones de interés como la corrupción policial, la falta de autoestima, los valores que se transmiten de padres a hijos, la catadura moral de cada uno, dónde queda nuestra ética personal en determinados momentos, qué estamos dispuestos a hacer por lograr nuestros objetivos (personales, profesionales o amorosos) o qué tipo de justicia merecen según qué delitos.
Así pues, me ha sorprendido gratamente esta novela de la que esperaba algo totalmente diferente pero que me ha encantado que se cruzara en mi camino. Y que incluyo en la Yincana Criminal, en la categoría que nos tocaba esta semana: novela en la que uno de los personajes es abogado.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 19/100
- Reto 25 españoles: 11/25
- Reto Mujeres Laureadas: 2/5
- Reto Autores de la A a la Z: C 13/25
- Reto Yincana Criminal: 8/15
- Reto Leemos en Digital: 6/12
Pues tiene muy buena pinta. Y con esta autora aún no me he estrenado, así que me apunto bien el título.
ResponderEliminarBesotes!!!
Esta novela me encantó cuando la leí, por todo lo que comentas. Obviamente, no es lo que parece porque es como si cuando nos planteamos leer una novela "de abogados", todos vayamos con los prejuicios asumidos, así que encontrarte con esta ido de olla es de lo mejor que te puede pasar.
ResponderEliminarUn beso.
A mi Reyes Calderón me gusta bastante y si dices que es diferente me la llevo son dudar. Besinos.
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