Ficha técnica:
Título: La boda de Kate Autora: Marta Rivera de la Cruz Editorial: Planeta Género: novela contemporánea Páginas: 400 Publicación: 2/10/2013 ISBN: 978-84-08-11712-4
Sinopsis (editorial):
Después de que la inesperada reedición de las poco exitosas novelas de su tío la hiciese heredar una pequeña fortuna, la reposada y sensata Kate Salomon vive una existencia plácida en una casa en Ribanova que comparte con dos amigas. Pero el día de su 72 cumpleaños ocurre algo completamente inesperado: Forster Smith, el hombre al que rechazó tres veces y del que estuvo enamorada desde los veinte años, se presenta ante su puerta con un ramo de flores y una oferta de matrimonio. A partir de ahí, la vida de Kate -y de sus dos ancianas amigas girará en torno a la preparación de esta boda, con la que casi nadie está de acuerdo... en especial la familia de Kate, que teme que Forster Smith acabe con la herencia que esperan recibir. Y mientras ella prepara su vestido de novia, la pequeña comunidad de Ribanova bulle en torno a este acontecimiento singular que no sólo va a cambiar las vidas de los novios.
Creo que hay muchas cosas de esta novela que se quedarán dentro de mí durante mucho tiempo pero estoy segura de que hay una que lo hará para siempre: la máxima que dice que nunca es demasiado tarde para intentar ser feliz. Es una de las frases que pronuncia el novio de esta historia en uno de los momentos más emotivos de la novela. Una frase cargada de razón que siempre siempre siempre deberíamos tener en la cabeza.
Es la gran lección de esta novela: no hay que arrojar la toalla nunca, la felicidad está en nuestras manos y nunca hay que cansarse de perseguirla, por muy esquiva que nos pueda resultar. Es lo que hacen Forster y Kate, los dos septuagenarios de la novela, empeñados en casarse y compartir los años que les queden, por muchos o pocos que sean. Me ha encantado la visión del amor, del romance y del matrimonio que presenta Marta Rivera de la Cruz en esta novela. Me parece que, sin perder un ápice de romanticismo y de emotividad, se aleja de muchos clichés de la comedia romántica, sobre todo cinematográfica. Clichés con los que nos hacen comulgar pero que a mí, lo confieso, siempre me han chirriado. Por ejemplo, en cualquier película tipo del género se nos presenta a dos personajes destinados a estar juntos pero que, por avatares de la vida, se separan. Estoy pensando, sin ir más lejos, en Serendipity, película que vi justo mientras empezaba a leer La boda de Kate. Dejan en manos del destino la decisión de volverse a ver y, claro, el destino juega con ellos: aunque no se han visto en años, no han podido dejar de pensar el uno y el otro (para eso son almas gemelas) y el recuerdo se magnifica coincidiendo, precisamente, con la preparación de sus respectivas bodas con otras personas. Total, que al final (y no leas esto si tienes interés por la peli, aunque siendo una comedia romántica, te lo puedes imaginar) cada uno deja plantado en el altar a sus parejas para reencontrarse y ser felices para siempre. Mensaje superficial: si estáis hechos el uno para el otro, ha de ser así. Pero... cuestiones que yo me hago: ¿realmente estáis hechos el uno para el otro? Si casi ni os conocéis: habéis luchado por unos guantes y tomando unos cafés una tarde... ¿Solo hay una mitad para cada media naranja? ¿Se puede ser feliz con otra persona que no esté (supuestamente) hecha para ti? Y lo que es más importante: ¿qué pasa con los dos otros implicados en los bodorrios? ¿Se les puede pisotear con esa facilidad? ¿Qué pasa con sus felicidades y sus medias naranjas? El final feliz de las pelis románticas siempre ha hecho que me emocione y me cabree al mismo tiempo. Rara que es una.
Y llega Marta Rivera de la Cruz (¿por qué no había leído yo nada de esta mujer todavía?? ¿Ehhh?? ¿Por qué???) y nos presenta una historia que, en cierto modo, reflexiona sobre todas estas cuestiones que yo siempre me he planteado con las pasteladas americanas. Porque ahí donde la ves, la señora Kate rechazó al señor Forster tres veces antes de darle el "sí, quiero". Forster ha tenido la mala suerte de llegar tarde en tres ocasiones y, además, de plantear muy mal lo que sentía y lo que esperaba de su propuesta pero es que Kate no ha sucumbido al amor romántico peliculero y ha optado, en primera lugar, por el respeto a sí misma (como ocurrió la segunda vez: ¿qué es eso de que alguien planifique tu vida al detalle, por muy amor de tu vida que sea, sin consultarte?) y, en segundo lugar, por el respeto a los demás (que es lo que ocurre en la tercera ocasión, cuando la propuesta de Forster pilla a Kate a punto de casarse con otro hombre).
Me parece que la trama de Rivera de la Cruz tiene mucho de sensato y que aboga por otro comportamiento muy diferente al que nos inculca la ideología dominante. El amor se puede vivir de muchas maneras pero siempre que como tú quieras vivirlo. Si el amor no te permite ser tu misma, tomar tus propias decisiones, planificar tu vida según tus propios criterios, dialogar con tu pareja sobre cómo hacer las cosas y basar la relación en la confianza y las decisiones mutuas y no en los arrebatos de una pasión que puede llegar a ser poco fiable... ¿es entonces amor?
Seguro que esta visión de la relación de pareja, tan alejada del amor romántico todopoderoso al que estamos acostumbrados, da para debatir largo y tendido pero me ha gustado encontrar vías alternativas que conduzcan a la felicidad, de igual modo.
Porque, debajo de esa persecución de la felicidad, hay también una reflexión sobre qué es la felicidad. La felicidad es ese sentimiento que nos rasga el pecho de pura emoción y convierte un instante en perfecto; esa felicidad que se parece a los fuegos artificiales que adornan el oscuro traje de la noche con miles de destellos multicolores. Pero la felicidad también es un arroyo manso que nutre a los animales y flores que encuentra a su paso, llenando de hermosura y de vida todo lo que toca. El primer matrimonio de Kate se parece más a este segundo tipo de felicidad mientras que su relación con Forster estaría más relacionada con la primera forma de felicidad. Pero, al final, hay un equilibrio, una defensa de las dos maneras de ser feliz. Quizá cada uno tenga que buscar su propia manera de serlo. O no dejarse cegar por los bellos fogonazos de los fuegos artificiales (aunque los disfrute) y aprender a valorar los pequeños momentos irrepetibles que van tejiendo la urdimbre de nuestras vidas cada día.
Con todo, para mí, lo más valioso de la novela es la defensa de la felicidad, sea cual sea su forma y, repito, sea cual sea la edad de quien la persigue y da con ella. En este sentido, también me parece que la novela rompe tópicos respecto a la visión de la vejez que se nos transmite otras veces, una visión muy retrospectiva, muy nostálgica, que muchas veces hace más hincapié en los achaques y la cuenta atrás hacia la muerte que en el camino que aún falta por disfrutar y recorrer. En La boda de Kate, la muerte está presente, claro que sí. No sería realista si contase una historia protagonizada por mayores y no se mencionase por ningún lado. Pero no es una espada de Damocles que cuelgue encima de las cabezas de los personajes y les impida continuar con sus vidas. Es algo inevitable, pero no por eso voy a dejar que determine el resto de mi vida, parecen pensar los personajes de la novela.
Y es una postura que me parece muy sana y realista y que me gusta tanto como la visión de una vejez activa que presenta Rivera de la Cruz. Una vejez activa y hermosa: frente a la decrepitud con la que se nos pintan algunas senectudes, la autora habla de viejos bien parecidos, incluso guapos, que se mantiene físicamente saludables y atractivos, con sus arrugas, sus manchas, sus volúmenes o su falta de ellos. Hay un visión general positiva de la vejez en la novela que me parece muy saludable para la sociedad en la que vivimos y que me ha hecho reflexionar sobre el papel de los mayores hoy en día, sobre la visión social que tenemos de ellos y sobre qué sienten ellos en realidad.
Otra diferencia con respecto a las comedias románticas tradicionales es que en esta novela la felicidad no está solo asociada al amor. La autora introduce una trama paralela, la del tío de Kate, Albert Salomon, que nos habla de la felicidad que da perseguir los propios sueños, por muchos baches y zancadillas que uno encuentre en el camino. Incluso si el éxito llega cuando uno ya no puede disfrutar de él, la felicidad está en el camino recorrido y en haber dedicado su vida a lo que a uno le ha hecho sentir realizado, independientemente de la opinión de los demás.
La historia del escritor al que la fama le sobreviene demasiado tarde y toda la intriga por descubrir un manuscrito perdido me ha parecido apasionante. Es otra novela dentro de la novela, una trama que rompe con el género romántico de todo lo relacionado con Kate y su boda y que aporta mucho a la obra en general: además de introducir la intriga y la metaliteratura también sirve para conocer mejor a otros personajes que podrían ser secundarios pero que pasan, así, a convertirse en auténticos protagonistas, al menos durante un buen puñado de páginas.
Y hablando de metaliteratura, ¿qué decir de la librería de Kate? ¿Y de lo que ocurre con ella al final? Solo puedo decir que es uno de los sueños de mi vida: un lugar para encontrar lecturas y lectores, recomendaciones y buena conversación. Simplemente ideal.
Como ideal me parece también la amistad entre Kate, Shirley y Anna Livia. Tres mujeres radicalmente diferentes en casi todo pero que, sin embargo, saben dejar sus diferencias a un lado y sentirse las unas a las otras, conocerse, quererse. Otro tópico más que cae en esta novela: el de que las mujeres no podemos ser amigas.
Seguiría hablando y hablando de otros muchos aspectos que me han entusiasmado de la novela: la reflexión sobre los prejuicios y las convenciones sociales (muy clara, por ejemplo, en los preparativos de la boda, entre otros aspectos, como el que ya he comentado: ¿hasta qué edad se supone que puede uno aspirar a ser feliz?), sobre la avaricia y la mezquindad de ciertas personas, sobre cómo muchas veces manipulamos la realidad sin querer darnos cuenta de la imagen que, con nuestros cambios, transmitimos de otras personas y la repercusión que todo ello puede tener para ellas (como ocurre con los mails que Shirley intercambia con el hermano de Kate, por ejemplo), sobre los tesoros ocultos (el libro de Albert pero también el fresco de la iglesia de Ribanova, por ejemplo), sobre lo que el tiempo hace con nosotros, sobre el olvido y la supervivencia de nuestra esencia más allá de nuestra muerte, sobre el recuerdo y la corrosión del paso de los años, sobre el voluntariado (Kate, tenga la edad que tenga, siempre anda envuelta en actividades altruistas), sobre esas veces en que la vida se nos escapa y nos deja esperando en el andén por llegar demasiado tarde o sobre las segundas (o terceras o cuartas) oportunidades que llegan cuando menos te lo esperas.
En definitiva, La boda de Kate me ha encantado, por la historia que cuenta y por todas las reflexiones que van surgiendo en torno a ella, pero también por el estilo de la autora, por esas frases y pensamientos redondos ("A medida que el paso del tiempo va agrandando el abismo entre el pasado y el presente, a medida que también desaparecen aquellos a quienes un día importamos, la memoria de cada uno de nosotros está destinada a deshacerse suavemente hasta que no quede nada"), la ironía de la voz narradora o la frescura y humor de muchos de los diálogos. Y me ha fascinado su capacidad para crear personajes diferentes pero entrañables, reconocibles y admirables. Y, por supuesto, aplaudo cómo ha introducido la reflexión sobre el futuro del libro, del sector editorial y de las librerías, los peligros que los acechan y los caminos que aún tienen abiertos. Porque hay muchas cosas en esta novela (hay amor, hay amistad, hay intriga, hay reflexión, hay alegría, hay esperanza, hay valentía...) pero por encima de todas hay un profundo amor y respeto por los libros y lo que nos hacen sentir.
Nos seguimos leyendo. Es la gran lección de esta novela: no hay que arrojar la toalla nunca, la felicidad está en nuestras manos y nunca hay que cansarse de perseguirla, por muy esquiva que nos pueda resultar. Es lo que hacen Forster y Kate, los dos septuagenarios de la novela, empeñados en casarse y compartir los años que les queden, por muchos o pocos que sean. Me ha encantado la visión del amor, del romance y del matrimonio que presenta Marta Rivera de la Cruz en esta novela. Me parece que, sin perder un ápice de romanticismo y de emotividad, se aleja de muchos clichés de la comedia romántica, sobre todo cinematográfica. Clichés con los que nos hacen comulgar pero que a mí, lo confieso, siempre me han chirriado. Por ejemplo, en cualquier película tipo del género se nos presenta a dos personajes destinados a estar juntos pero que, por avatares de la vida, se separan. Estoy pensando, sin ir más lejos, en Serendipity, película que vi justo mientras empezaba a leer La boda de Kate. Dejan en manos del destino la decisión de volverse a ver y, claro, el destino juega con ellos: aunque no se han visto en años, no han podido dejar de pensar el uno y el otro (para eso son almas gemelas) y el recuerdo se magnifica coincidiendo, precisamente, con la preparación de sus respectivas bodas con otras personas. Total, que al final (y no leas esto si tienes interés por la peli, aunque siendo una comedia romántica, te lo puedes imaginar) cada uno deja plantado en el altar a sus parejas para reencontrarse y ser felices para siempre. Mensaje superficial: si estáis hechos el uno para el otro, ha de ser así. Pero... cuestiones que yo me hago: ¿realmente estáis hechos el uno para el otro? Si casi ni os conocéis: habéis luchado por unos guantes y tomando unos cafés una tarde... ¿Solo hay una mitad para cada media naranja? ¿Se puede ser feliz con otra persona que no esté (supuestamente) hecha para ti? Y lo que es más importante: ¿qué pasa con los dos otros implicados en los bodorrios? ¿Se les puede pisotear con esa facilidad? ¿Qué pasa con sus felicidades y sus medias naranjas? El final feliz de las pelis románticas siempre ha hecho que me emocione y me cabree al mismo tiempo. Rara que es una.
Y llega Marta Rivera de la Cruz (¿por qué no había leído yo nada de esta mujer todavía?? ¿Ehhh?? ¿Por qué???) y nos presenta una historia que, en cierto modo, reflexiona sobre todas estas cuestiones que yo siempre me he planteado con las pasteladas americanas. Porque ahí donde la ves, la señora Kate rechazó al señor Forster tres veces antes de darle el "sí, quiero". Forster ha tenido la mala suerte de llegar tarde en tres ocasiones y, además, de plantear muy mal lo que sentía y lo que esperaba de su propuesta pero es que Kate no ha sucumbido al amor romántico peliculero y ha optado, en primera lugar, por el respeto a sí misma (como ocurrió la segunda vez: ¿qué es eso de que alguien planifique tu vida al detalle, por muy amor de tu vida que sea, sin consultarte?) y, en segundo lugar, por el respeto a los demás (que es lo que ocurre en la tercera ocasión, cuando la propuesta de Forster pilla a Kate a punto de casarse con otro hombre).
Me parece que la trama de Rivera de la Cruz tiene mucho de sensato y que aboga por otro comportamiento muy diferente al que nos inculca la ideología dominante. El amor se puede vivir de muchas maneras pero siempre que como tú quieras vivirlo. Si el amor no te permite ser tu misma, tomar tus propias decisiones, planificar tu vida según tus propios criterios, dialogar con tu pareja sobre cómo hacer las cosas y basar la relación en la confianza y las decisiones mutuas y no en los arrebatos de una pasión que puede llegar a ser poco fiable... ¿es entonces amor?
Seguro que esta visión de la relación de pareja, tan alejada del amor romántico todopoderoso al que estamos acostumbrados, da para debatir largo y tendido pero me ha gustado encontrar vías alternativas que conduzcan a la felicidad, de igual modo.
REFLEXIÓN SOBRE LA FELICIDAD
Porque, debajo de esa persecución de la felicidad, hay también una reflexión sobre qué es la felicidad. La felicidad es ese sentimiento que nos rasga el pecho de pura emoción y convierte un instante en perfecto; esa felicidad que se parece a los fuegos artificiales que adornan el oscuro traje de la noche con miles de destellos multicolores. Pero la felicidad también es un arroyo manso que nutre a los animales y flores que encuentra a su paso, llenando de hermosura y de vida todo lo que toca. El primer matrimonio de Kate se parece más a este segundo tipo de felicidad mientras que su relación con Forster estaría más relacionada con la primera forma de felicidad. Pero, al final, hay un equilibrio, una defensa de las dos maneras de ser feliz. Quizá cada uno tenga que buscar su propia manera de serlo. O no dejarse cegar por los bellos fogonazos de los fuegos artificiales (aunque los disfrute) y aprender a valorar los pequeños momentos irrepetibles que van tejiendo la urdimbre de nuestras vidas cada día.
Con todo, para mí, lo más valioso de la novela es la defensa de la felicidad, sea cual sea su forma y, repito, sea cual sea la edad de quien la persigue y da con ella. En este sentido, también me parece que la novela rompe tópicos respecto a la visión de la vejez que se nos transmite otras veces, una visión muy retrospectiva, muy nostálgica, que muchas veces hace más hincapié en los achaques y la cuenta atrás hacia la muerte que en el camino que aún falta por disfrutar y recorrer. En La boda de Kate, la muerte está presente, claro que sí. No sería realista si contase una historia protagonizada por mayores y no se mencionase por ningún lado. Pero no es una espada de Damocles que cuelgue encima de las cabezas de los personajes y les impida continuar con sus vidas. Es algo inevitable, pero no por eso voy a dejar que determine el resto de mi vida, parecen pensar los personajes de la novela.
Y es una postura que me parece muy sana y realista y que me gusta tanto como la visión de una vejez activa que presenta Rivera de la Cruz. Una vejez activa y hermosa: frente a la decrepitud con la que se nos pintan algunas senectudes, la autora habla de viejos bien parecidos, incluso guapos, que se mantiene físicamente saludables y atractivos, con sus arrugas, sus manchas, sus volúmenes o su falta de ellos. Hay un visión general positiva de la vejez en la novela que me parece muy saludable para la sociedad en la que vivimos y que me ha hecho reflexionar sobre el papel de los mayores hoy en día, sobre la visión social que tenemos de ellos y sobre qué sienten ellos en realidad.
LA FELICIDAD QUE DA PERSEGUIR LOS SUEÑOS PROPIOS
Otra diferencia con respecto a las comedias románticas tradicionales es que en esta novela la felicidad no está solo asociada al amor. La autora introduce una trama paralela, la del tío de Kate, Albert Salomon, que nos habla de la felicidad que da perseguir los propios sueños, por muchos baches y zancadillas que uno encuentre en el camino. Incluso si el éxito llega cuando uno ya no puede disfrutar de él, la felicidad está en el camino recorrido y en haber dedicado su vida a lo que a uno le ha hecho sentir realizado, independientemente de la opinión de los demás.
La historia del escritor al que la fama le sobreviene demasiado tarde y toda la intriga por descubrir un manuscrito perdido me ha parecido apasionante. Es otra novela dentro de la novela, una trama que rompe con el género romántico de todo lo relacionado con Kate y su boda y que aporta mucho a la obra en general: además de introducir la intriga y la metaliteratura también sirve para conocer mejor a otros personajes que podrían ser secundarios pero que pasan, así, a convertirse en auténticos protagonistas, al menos durante un buen puñado de páginas.
Y hablando de metaliteratura, ¿qué decir de la librería de Kate? ¿Y de lo que ocurre con ella al final? Solo puedo decir que es uno de los sueños de mi vida: un lugar para encontrar lecturas y lectores, recomendaciones y buena conversación. Simplemente ideal.
Como ideal me parece también la amistad entre Kate, Shirley y Anna Livia. Tres mujeres radicalmente diferentes en casi todo pero que, sin embargo, saben dejar sus diferencias a un lado y sentirse las unas a las otras, conocerse, quererse. Otro tópico más que cae en esta novela: el de que las mujeres no podemos ser amigas.
Seguiría hablando y hablando de otros muchos aspectos que me han entusiasmado de la novela: la reflexión sobre los prejuicios y las convenciones sociales (muy clara, por ejemplo, en los preparativos de la boda, entre otros aspectos, como el que ya he comentado: ¿hasta qué edad se supone que puede uno aspirar a ser feliz?), sobre la avaricia y la mezquindad de ciertas personas, sobre cómo muchas veces manipulamos la realidad sin querer darnos cuenta de la imagen que, con nuestros cambios, transmitimos de otras personas y la repercusión que todo ello puede tener para ellas (como ocurre con los mails que Shirley intercambia con el hermano de Kate, por ejemplo), sobre los tesoros ocultos (el libro de Albert pero también el fresco de la iglesia de Ribanova, por ejemplo), sobre lo que el tiempo hace con nosotros, sobre el olvido y la supervivencia de nuestra esencia más allá de nuestra muerte, sobre el recuerdo y la corrosión del paso de los años, sobre el voluntariado (Kate, tenga la edad que tenga, siempre anda envuelta en actividades altruistas), sobre esas veces en que la vida se nos escapa y nos deja esperando en el andén por llegar demasiado tarde o sobre las segundas (o terceras o cuartas) oportunidades que llegan cuando menos te lo esperas.
En definitiva, La boda de Kate me ha encantado, por la historia que cuenta y por todas las reflexiones que van surgiendo en torno a ella, pero también por el estilo de la autora, por esas frases y pensamientos redondos ("A medida que el paso del tiempo va agrandando el abismo entre el pasado y el presente, a medida que también desaparecen aquellos a quienes un día importamos, la memoria de cada uno de nosotros está destinada a deshacerse suavemente hasta que no quede nada"), la ironía de la voz narradora o la frescura y humor de muchos de los diálogos. Y me ha fascinado su capacidad para crear personajes diferentes pero entrañables, reconocibles y admirables. Y, por supuesto, aplaudo cómo ha introducido la reflexión sobre el futuro del libro, del sector editorial y de las librerías, los peligros que los acechan y los caminos que aún tienen abiertos. Porque hay muchas cosas en esta novela (hay amor, hay amistad, hay intriga, hay reflexión, hay alegría, hay esperanza, hay valentía...) pero por encima de todas hay un profundo amor y respeto por los libros y lo que nos hacen sentir.
Agradezco a Planeta el envío de este ejemplar.
Por cierto, la web de la novela no tiene desperdicio. Hasta incluye bocetos de los vestidos de la boda. Es genial.
Hola Lidia!
ResponderEliminarQué interesante parece este libro. Me gusta sobre todo que transmita optimismo, algo que está poco de moda estos días y no debería ser así. Y también, que transmita ese amor por la lectura, por los libros... Nada seríamos sin ellos.
Un abrazo,
Inés
Pedazo reseña, me han encantado tus reflexiones, y cuanta razón tienes a veces no vemos que la felicidad esta a nuestro lado porque los fuegos artificiales nos ciegan,besotes y lo dicho: Buenísima reseña
ResponderEliminarGracias, hoy en especial, por esta magnífica reseña!
ResponderEliminarTú te la has leído hoy? ¿No? Pues léetela.
Se me antojaba mucho la lectura de esta novela, pero tras leerte a ti deduzco que ya voy tarde....
Muchas gracias por tu recomendación y por transmitir.
Besos
De momento no creo que me anime. La autora me gusta pero tengo taaanto por leer :D
ResponderEliminarBuena reseña!!
ResponderEliminarTengo ganillas de hacerme con él. Al principio pensaba que era romanticón, pero según he ido viendo reseñas...nada más lejos =)
Besotes
Vaya, vaya, veo que ya has caído en las redes de Marta Rivera de la Cruz. Besos.
ResponderEliminarEstá en la lista... todo a su tiempo!! Jajaja
ResponderEliminarHija mía, menudo reseñón! Casi me da vergüenza haber publicado mi reseñita el mismo día que tú!
ResponderEliminarEn fin, aunque tú lo has dicho mejor que yo, coincidimos en lo fundamental: nos ha encantado esta reseña
Besos
Lidia, te hago una reverencia por esta preciosa reseña. Chapeau. La tengo pendiente de lectura y, aunque tengo otras dos novelas de la autora, está ganando enteros el que empiece por esta. Besos, Paco.
ResponderEliminarYo no suelo leer este género así que lo voy a dejar pasar.
ResponderEliminarUn beso.