Cuando te quedas embarazada y, después, cuando te conviertes
en madre por obra y gracia de un puñado de matronas y enfermeras que te ayudan
a completar el milagro, piensas que lo que te está pasando es especial, único,
irrepetible. Crees que nadie en el mundo puede haber sido nunca tan feliz, que
nadie puede haberse sentido nunca más plena, que esta experiencia es tan
personal, tan íntima, que la conexión que se establece entre tú y
el ser que llevas dentro es tan extraordinaria que es imposible que pueda haberse repetido en todos los años
que el mundo lleva girando.
En las clases de preparación al parto empiezas a ver que a
lo mejor sí que hay sentimientos y sensaciones que experimentas tú... y las
otras 15 mujeres con las que compartes aprendizaje. Entonces, te animas a
contar todo lo que sientes, cada mínimo detalle de cuanto ocurre en tu
interior porque encuentras a otra mujer tan alucinada como tú que te comprende
y que comparte lo que tú estás viviendo. Es un momento de comunión femenina,
de comprensión mutua, de exultante plenitud como mujer, como si pertenecieses a una hermandad secreta a la que media
humanidad es totalmente ajena.
Es la matrona la que empieza a poner las cosas en su sitio,
la que te ayuda a dar a tu embarazo su justa medida (en todos los sentidos), a poner tu experiencia en
perspectiva: sí, es un momento mágico, extraordinario... pero, chicas, seamos
realistas; las mujeres llevan haciendo esto desde que el mundo es mundo. Hay
millones y millones de mujeres que han vivido exactamente lo mismo en los
últimos 40 siglos.
Tu creciente tripita se convierte, además, en herramienta
para que cada día se confirme tal hipótesis. Tu barriga da pie a que una
infinidad de mujeres, más o menos conocidas, te cuenten los pormenores de su
embarazo, parto y puerperio mientras frotan tu preñez como si quisieran sacarle
brillo. Pues va a ser que sí, que todas sentimos cosas parecidas en esos nueve
meses en los que te sientes más mujer que nunca (aunque sólo sea a nivel
biológico y, por supuesto, hormonal).
Y puede llegar a ocurrir que cinco años después de tu propio
embarazo vuelvas a sentir esa comunión con el resto de la humanidad femenina
si, por casualidad, cae en tus manos un libro como Blog de madre. Un libro
que cuenta las experiencias extrapolables de una mujer como futura madre, madre
en prácticas y progenitora de nivel avanzado con un humor, una ironía y una cercanía
que te harán pensar en Eva Quevedo como en tu nueva muy mejor amiga, aunque no
la hayas visto en la vida. Y es que esto de disfrutar pero también
sufrir la maternidad a voz en grito... une mucho.
Tuve la buena fortuna de disfrutar de dos libros geniales durante este verano: este y Cómo no ser una drama mamá, de Amaya Ascunce. Ambos parten de sendos blogs (blog-demadre.com y www.comonoserunadramamama.com), blogs que yo he conocido a través de los libros pero de los que ya me he hecho seguidora y fan de primer orden. Si Blog de madre ofrece la perspectiva de la madre, sus neuras y sus preocupaciones, Cómo no ser una drama mamá pone el contrapunto perfecto al tema al recoger la visión de una hija sobre las obsesiones de su madre, en el ejercicio de tales funciones maternas. De alguna manera, pues, ambos se complementan. Y lo que es mejor, ambos son divertidísimos. Vamos, que la gente me miraba mal en la playa por las sonoras carcajadas que me echaba leyéndolos. Y tal y como va el mundo, que te regalen unas buenas carcajadas es uno de los mejores regalos que te pueden hacer.
Anika entre Libros ya ha publicado las dos reseñas. Las enlazo, por si te apetece echarles un ojo.
Tuve la buena fortuna de disfrutar de dos libros geniales durante este verano: este y Cómo no ser una drama mamá, de Amaya Ascunce. Ambos parten de sendos blogs (blog-demadre.com y www.comonoserunadramamama.com), blogs que yo he conocido a través de los libros pero de los que ya me he hecho seguidora y fan de primer orden. Si Blog de madre ofrece la perspectiva de la madre, sus neuras y sus preocupaciones, Cómo no ser una drama mamá pone el contrapunto perfecto al tema al recoger la visión de una hija sobre las obsesiones de su madre, en el ejercicio de tales funciones maternas. De alguna manera, pues, ambos se complementan. Y lo que es mejor, ambos son divertidísimos. Vamos, que la gente me miraba mal en la playa por las sonoras carcajadas que me echaba leyéndolos. Y tal y como va el mundo, que te regalen unas buenas carcajadas es uno de los mejores regalos que te pueden hacer.
Anika entre Libros ya ha publicado las dos reseñas. Las enlazo, por si te apetece echarles un ojo.
- Blog de madre: Eva Quevedo le da una vuelta a los pequeños dramas cotidianos de la maternidad, la vida en pareja, la conciliación de las facetas laboral y familiar… para ofrecernos un buen puñado de post cargados de humor, reflexiones acertadas y consejos de andar por casa. Desde los viajes en familia, hasta las salidas al parque o las visitas nocturnas de los hijos a la habitación de los padres; desde la planificación del embarazo hasta su consecución y desarrollo, pasando por las consecuencias (deseadas o no); desde las expectativas que una tiene cuando va a convertirse en madre hasta la asunción de que los hijos absorben todo el espacio y la energía… nada queda fuera de la incisiva, irónica pero sobre todo divertida mirada de la autora (y madre, por supuesto). (seguir leyendo)
- Cómo no ser una drama mamá (Las 101 frases de tu madre que juraste no repetir): Amaya Ascunce reconstruye su infancia a través de las 101 frases que su madre más le ha repetido en la vida (y que, a los 33 años, sigue repitiendo). Consejos peculiares, algunos compartidos por millones de madres, otros originales a más no poder, capaces de forjar el carácter de cualquier persona. Por eso, la autora no solo resume el pensamiento de su madre, sino que analiza las consecuencias que cada consejo ha tenido en ella, lo compara con el que han recibido otras personas (a través de los comentarios que han ido dejando en el blog) y, para que la cosa quede más apañada, con la opinión de expertos como la supernanny o Javier Urra. El resultado: un libro para aprender, para compartir, para guardar, para enseñar a nuestros hijos y, sobre todo, para reír. A carcajadas. (seguir leyendo)
Nos seguimos leyendo.
Yo sigo a estas dos madres desde hace tiempo en sus blogs y por twitter y tengo los libros pero aún no me he puesto con ellos...
ResponderEliminarPara mí han sido toooodo un descubrimiento jajaja!
EliminarLa experiencia de ser madre es algo que me queda, todas las madres hablan de ese cambio radical de mente que se obtiene al ver a tu pequeñín por primera ves en tu brazos y como es algo que todas decís tiene que ser algo muy GRANDE, que por mucho que me imagine valorando el amor por mis sobrinos no sabré. Aunque puede que encuentre al padre de mi hijo/a a última hora cuando lo daba por imposible, quien sabe...
ResponderEliminarEl segundo libro lo he escuchado mucho porque un amigo de bloger lo ha leído, creo que la sigue y me cuenta que es genial!
Puede que algún día lo lea!
Un beso grande :)
Ser madre te cambia la vida. Renuncias a mucho pero te da muchas cosas a cambio, cosas maravillosas. Ser madre te hace querer ser mejor persona, ser un modelo digno para tus hijos. Ser madre es querer incondicionalmente y saber que (al menos de momento) tu hijo te quiere del mismo modo.
EliminarNieves, que, hoy en día, para ser madre lo de menos es tener un hombre jajajajaaj! ;) Bromas al margen, para mí es muy difícil así que admiro profundamente a las mujeres que dan el salto y afrontan la maternidad en soledad y le estoy eternamente agradecida a mi chico por estar ahí y compartir conmigo una labor taaaaan complicada (y tan reconfortante!).
Besos!