Título: El año sin verano
Autor: Carlos del Amor
Editorial: Espasa
Género: novela, narrativa contemporánea, autoficción
Páginas: 256
Publicación: 5/2/2015
ISBN: 978-84-670-4371-6
El 2 de agosto dejé el coche en el garaje. Estaba desierto. Al llegar al portal, abrí la puerta y maldije una nueva avería en el ascensor, tan bonito y antiguo como poco práctico. Vivo en un sexto piso de un edificio de siete plantas, así que emprendí la escalada resignado. En el tercero, di una patada a algo, encendí la luz del rellano y vi un enorme manojo de llaves.
Es pleno verano, Madrid está vacío y hay un periodista que tiene tiempo y ganas de curiosear. Las llaves están hechas para abrir puertas, buzones, coches, sueños. Y vidas ajenas. Aun así, lo que menos se imagina es que se va a encontrar con una historia de amor y con una misteriosa muerte que se verá inevitablemente abocado a investigar. La vida de los otros puede resultar sorprendente.
Me encanta el periodismo que hace Carlos del Amor y tenía muchas ganas de estrenarme con su faceta literaria. No leí en su momento La vida a veces (aunque espero hacerlo) y cuando vi que venía a La Librería de Javier a hablar de su primera novela, no me lo pensé, la compré y la leí. Luego no pude ir al encuentro... pero esa es otra historia.
Esperaba encontrar una historia sencilla pero con cierta enjundia y el estilo personalísimo de contar y profundizar en las vidas ajenas de Carlos del Amor y eso es justo lo que he hallado en esta novela que he devorado. Pero no esperaba encontrar un juego literario como la autoficción (que me encanta) y esa ha sido la deliciosa sorpresa con la que me he topado.
El protagonista del libro nos habla en primera persona y se nos presenta como el propio autor: un hombre joven, cuya pareja está embarazada, que trabaja en la televisión, que es periodista... O sea, una biografía calcada a la del propio Del Amor. Desconozco si otros datos son también reales (la coincidencia de la muerte del padre con el nacimiento del hijo, la zona de Madrid en la que vive el protagonista, sus costumbres...) pero justo ahí está el juego: sabiendo que hay datos reales... ¿qué parte es ficción y qué parte es realidad?
Un juego que es constante a lo largo de la novela. Lo es por esto que acabo de comentar pero también por el desarrollo de la historia: el protagonista va investigando la vida de sus vecinos e inventa vidas plausibles para ellos pero que no sabe si son ciertas o no. ¿Dónde acaba la realidad y empieza la ficción? O viceversa. Además, hay toques metaliterarios con reflexiones justo sobre este tema, como cuando el protagonista dice: "Nadie cuenta o contamos la realidad totalmente al pie de la letra; inventamos o maquillamos lo que vivimos para hacerlo un poco más interesante. La vida es literatura y todos somos, en cierta medida, escritores".
Creo que este afán por literaturizar la vida (o el periodismo) es una de las características de Carlos del Amor, no solo como escritor, sino también como periodista (y no sé si como persona, no tengo el placer de conocerle, aunque me encantaría hacerlo) y me encanta porque encaja muy bien en mi forma de ver la vida. Por eso me he encontrado tan a gusto en esta historia que, por si fuera poco, está contada con el estilo personal e intransferible de Del Amor. Un estilo bellísimo, delicado, muy poético y que con frases y pensamientos que te tocan el corazón. Y el alma. Y la zona del cerebro en la que duerme el gusto por el placer estético. Y aquella en la que reside la reflexión sobre lo que somos, sobre el ser humano, sobre la vida, sobre las cosas sencillas pero extraordinarias que van llenando nuestros días.
Me ha gustado mucho la forma de presentar los personajes y de buscarle la emoción a la vida cotidiana. O de descubrírsela, porque a veces no hace falta echarle mucha imaginación a las cosas que nos pasan ni exagerar su importancia o su capacidad para asombrarnos. Los personajes se nos van descubriendo uno a uno, a su tiempo y sin prisa por saber quiénes son y cuáles sus momentos vitales. Es casi casi como inventar la vida de los vecinos de enfrente mediante lo que ves a través de sus ventanas. O, como hace el protagonista, colarte en casas ajenas cuando sus habitantes no están y tratar de reconstruir vidas a partir de lo que sus hogares, sus cosas, lo poco que puedas percibir de sus costumbres... te cuenten.
Una cierta dosis de intriga recorre esta novela permitiendo que el ritmo y el interés no decaigan. Una intriga que tiene que ver con la historia de uno de sus vecinos y con los curiosos anuncios que deja en el periódico una vez al año.
Carlos del Amor ha sabido darle magia a la vida cotidiana y ahondar en el misterio que siempre nos suscitan quienes viven a nuestro lado pero a quienes apenas conocemos. Y todo ello con su precioso estilo, con su toque de intriga, su mucho de amor y su capacidad para ver el mundo con los ojos de un poeta.
Nos seguimos leyendo.
Esperaba encontrar una historia sencilla pero con cierta enjundia y el estilo personalísimo de contar y profundizar en las vidas ajenas de Carlos del Amor y eso es justo lo que he hallado en esta novela que he devorado. Pero no esperaba encontrar un juego literario como la autoficción (que me encanta) y esa ha sido la deliciosa sorpresa con la que me he topado.
El protagonista del libro nos habla en primera persona y se nos presenta como el propio autor: un hombre joven, cuya pareja está embarazada, que trabaja en la televisión, que es periodista... O sea, una biografía calcada a la del propio Del Amor. Desconozco si otros datos son también reales (la coincidencia de la muerte del padre con el nacimiento del hijo, la zona de Madrid en la que vive el protagonista, sus costumbres...) pero justo ahí está el juego: sabiendo que hay datos reales... ¿qué parte es ficción y qué parte es realidad?
Un juego que es constante a lo largo de la novela. Lo es por esto que acabo de comentar pero también por el desarrollo de la historia: el protagonista va investigando la vida de sus vecinos e inventa vidas plausibles para ellos pero que no sabe si son ciertas o no. ¿Dónde acaba la realidad y empieza la ficción? O viceversa. Además, hay toques metaliterarios con reflexiones justo sobre este tema, como cuando el protagonista dice: "Nadie cuenta o contamos la realidad totalmente al pie de la letra; inventamos o maquillamos lo que vivimos para hacerlo un poco más interesante. La vida es literatura y todos somos, en cierta medida, escritores".
Creo que este afán por literaturizar la vida (o el periodismo) es una de las características de Carlos del Amor, no solo como escritor, sino también como periodista (y no sé si como persona, no tengo el placer de conocerle, aunque me encantaría hacerlo) y me encanta porque encaja muy bien en mi forma de ver la vida. Por eso me he encontrado tan a gusto en esta historia que, por si fuera poco, está contada con el estilo personal e intransferible de Del Amor. Un estilo bellísimo, delicado, muy poético y que con frases y pensamientos que te tocan el corazón. Y el alma. Y la zona del cerebro en la que duerme el gusto por el placer estético. Y aquella en la que reside la reflexión sobre lo que somos, sobre el ser humano, sobre la vida, sobre las cosas sencillas pero extraordinarias que van llenando nuestros días.
Me ha gustado mucho la forma de presentar los personajes y de buscarle la emoción a la vida cotidiana. O de descubrírsela, porque a veces no hace falta echarle mucha imaginación a las cosas que nos pasan ni exagerar su importancia o su capacidad para asombrarnos. Los personajes se nos van descubriendo uno a uno, a su tiempo y sin prisa por saber quiénes son y cuáles sus momentos vitales. Es casi casi como inventar la vida de los vecinos de enfrente mediante lo que ves a través de sus ventanas. O, como hace el protagonista, colarte en casas ajenas cuando sus habitantes no están y tratar de reconstruir vidas a partir de lo que sus hogares, sus cosas, lo poco que puedas percibir de sus costumbres... te cuenten.
Una cierta dosis de intriga recorre esta novela permitiendo que el ritmo y el interés no decaigan. Una intriga que tiene que ver con la historia de uno de sus vecinos y con los curiosos anuncios que deja en el periódico una vez al año.
Carlos del Amor ha sabido darle magia a la vida cotidiana y ahondar en el misterio que siempre nos suscitan quienes viven a nuestro lado pero a quienes apenas conocemos. Y todo ello con su precioso estilo, con su toque de intriga, su mucho de amor y su capacidad para ver el mundo con los ojos de un poeta.
Nos seguimos leyendo.
Las últimas tres veces que he ido a la biblioteca no estaban disponibles ninguno de los dos, pero le tengo muchas ganas. Supongo que entre periodistas nos tenemos ganas, sobre todo cuando es alguien como él, que trabaja así de bien y que estás convencida de que escribirá igual que trabaja. Maravillosa reseña.
ResponderEliminarBesitos
Paso un poco por encima, porque lo tengo pendiente, esperando en la estantería. Espero no hacerle esperar mucho. Besos
ResponderEliminarLo tengo apuntado, a ver cuando puedo leerlo...Saludos
ResponderEliminarNo pinta mal
ResponderEliminarno conocía al autor
un beesote
Aquí otra que lo tiene apuntado!
ResponderEliminarBesotes
Es un autor que me atrae mucho, y eso que no he leído nada de él. Espero hacerlo pronto.
ResponderEliminarUn besito.
Yo me la compré en la Feria del libro de Madrid y quiero leerla antes de que termine el verano. Espero que me guste tanto como a ti.
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