Ficha técnica:
Título: El sol de Argel Autora: Esther Ginés
Editorial: Ediciones Carena Género: novela Páginas: 276Publicación: 25/06/2013 ISBN: 978-84-08-11433-8
Sinopsis (editorial):
Matías tiene treinta años y una vida prometedora, pero decide suicidarse. Martín, su gemelo idéntico, desconoce qué lo condujo a actuar de esa manera. Desorientado e incapaz de pasar página, emprende una acelerada investigación que cambiará su forma de entender la estrecha relación que los unía. Convertido casi en un detective, se sumerge en los últimos meses de vida de su hermano para encontrarse con un Matías desconocido. ¿Con quién se citaba en un antiguo edificio medio derruido en el centro de Madrid? ¿Quién es M., esa misteriosa persona de la que él nunca oyó hablar y que alteró la existencia de Matías? El sol de Argel es una novela de identidades, de cómo no somos quienes creemos o decimos ser. Una historia de búsquedas, de encuentros y desencuentros. Un viaje que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos emprendido.
Si de todas las palabras del mundo tuviera que elegir una sola para definir esta novela escogería sugerente. La primera obra de Esther Ginés me ha parecido muchas cosas pero, sobre todas ellas, sugerente: creo que incluye tantos cabos de los que el lector puede tirar y completar su lectura que confieso que he tardado más en leer este libro de lo que sus 276 páginas me hacían pensar porque había veces que me quedaba parada pensando en algo de lo que había dicho Martín, el personaje central de la novela y su narrador en primera persona, o seguía leyendo mientras mi cabeza andaba desarrollando algo sugerido en el texto, con lo que tenía que volver atrás para retomar el hilo de la narración, porque no me había enterado de nada de lo que había leído en los últimos párrafos. De hecho, es que me ha pasado una cosa curiosísima con esta novela: al principio, reflexiona mucho sobre los gemelos, idénticos en este caso, sobre cómo los padres se esfuerzan en que se vean a sí mismos como dos personajes diferentes, dos entes individuales y no un mismo ser dividido en dos cuerpos. Todo lo que se cuenta en la novela sobre este tema me parece interesantísimo porque es que, además, hace un par de meses vi en el metro a dos señoras como unos cincuenta años, gemelas idénticas, vestidas exactamente igual, y desde entonces he estado pensando mucho en todo eso: en cómo se sentirían, si creerían que son dos personas o solo una, en cómo habrán vivido sus vidas... El caso es que durante la primera parte de la novela, he estado subrayando y anotando todo lo relacionado con esas preguntas previas que yo me había hecho, buscando paralelismos entre la literatura y realidad. Y cuando he llegado a la segunda parte de la obra y he visto que Martín hacía exactamente lo mismo con El extranjero de Camus, novela en la que buscaba a su hermano, explicarse su forma de ser, identificarlo con el protagonista... sinceramente, me he sentido dentro del libro. Así que por ese motivo, por la narración en primera persona y por la disección de sentimientos y sentimientos que realiza he empatizado muchísimo con el personaje central, por lo que he sentido esta novela muy muy dentro.
La novela comienza como una historia de intriga, con toques policíacos (Martín se convierte en investigador de la muerte de su hermano Matías; como dice él mismo, se disfraza de investigador para buscar las causas de su suicidio); una investigación que va perdiendo su pulso para ir derivando hacia una novela intimista y psicológica en la que Martín va desangrándose, deshojándose, descubriéndose, diseccionando todo lo que tiene que ver con su hermano: desde su pasado en común hasta su presente, su pareja, su diario... Esa novela de introspección volverá a cambiar cuando Matías encuentre a la gran incógnita de la obra, esa M. del diario de Matías, que acabará convirtiéndose en la Mirna que le rescatará del frenético luto en el que se había ido hundiendo. Comienza así una época de felicidad en el libro que tampoco será duradera: Mirna vive en un edificio a punto de ser derribado, así que la fecha del inicio de las obras pende como un espada sobre sus cabezas, enrareciendo su relación. El final, abierto, me ha parecido muy simbólico: ese edificio que fue esplendoroso pero que ahora está en ruinas que empieza a caer definitivamente para construir, sobre él, algo nuevo, abre, también, una nueva etapa en la vida de Martín.
En realidad, el edificio ejerce una función simbólica desde el momento en el que aparece: primero es el temor a lo desconocido; después, el paraíso en el que ser feliz en medio de la jungla de asfalto madrileña y, finalmente, la esperanza de lo nuevo que está por venir.
Creo que, como en el caso del edificio, toda la novela permite varias lecturas: a la lectura del argumento como tal y de la trama urdida para desarrollarlo se unen las lecturas personas que cada lector puede extraer al hilo de todas las reflexiones que va proponiendo la autora. Así, hay una clarísima reflexión sobre la identidad propia, sobre quiénes somos y cómo nos presentamos ante los demás frente a la verdad que ocultamos y nos guardamos para nosotros mismos. Matías es el paradigma de este tipo de personalidad cerrada y opaca a la que nadie puede asomarse: ni Carla, su pareja; ni Martín, ni la madre de ambos... ni tampoco M. Su suicido hace caer la máscara tras la que Matías se ocultaba, pero ya es demasiado tarde para conocerle: no ha dejado en el mundo pistas suficientes para saber lo que ocultaba su alma. Todo ello siembra en el lector la duda sobre si realmente conocemos a quienes tenemos cerca, si son lo que nos muestran, hasta qué punto se puede mantener la máscara puesta, cómo nos relacionamos con quienes están a nuestro lado, hasta qué nivel nos desnudamos frente a ellos.
La identidad (opaca, misteriosa) de Matías contrasta con la de un Martín que se nos muestra en cada página del texto, aunque oculte (o trate de ocultar: para su madre, Martín es un libro abierto) lo que siente a los demás personajes. Hasta que los muros no puedan contener todo lo que guarda dentro y se aleje definitivamente de Matías, derramando sobre Mirna toda la tensión acumulada desde el suicidio de su hermano.
La reflexión sobre la individualidad y la dualidad al hilo de los gemelos (potenciada por el juego de los nombres, los espejos, la similitud física y los sueños en los que Martín se convierte en Matías) se une a la referencia a la lucha entre el individuo y la sociedad, manifestada en el libro a través de las múltiples referencias a El extranjero. Y este no será el único guiño metaliterario de la novela: hay continuas trasposiciones de momentos literarios a sucesos acontecidos en la obra, como cuando Martín entra en el jardín de Mirna y se siente como Alicia entrando en el País de las Maravillas, se siente al otro lado del espejo. Son varias las ocasiones en las que Martín echa mano de la literatura para explicar la vida, como ya hemos visto que hizo con el protagonista de El extranjero y su hermano, proponiendo, así, una reflexión sobre el consuelo que nos dan los libros en determinados momentos y sobre la grandeza de una literatura que buscar explicar la vida, hacer las preguntas correctas para que cada lector encuentre las respuestas que anda buscando.
Creo que Esther Ginés ha creado una novelita muy grande: es pequeña en tamaño pero grande en sugerencias; se lee rápido pero deja poso; dice más de lo que cuenta y nos presenta a unos personajes entrañables y un profundo análisis del ser humano a partir de sus miedos, sus pensamientos, sus máscaras, sus bloqueos, sus sentimientos, sus sueños, sus obsesiones, sus huídas, sus refugios y los mecanismos de su propia memoria.
La novela comienza como una historia de intriga, con toques policíacos (Martín se convierte en investigador de la muerte de su hermano Matías; como dice él mismo, se disfraza de investigador para buscar las causas de su suicidio); una investigación que va perdiendo su pulso para ir derivando hacia una novela intimista y psicológica en la que Martín va desangrándose, deshojándose, descubriéndose, diseccionando todo lo que tiene que ver con su hermano: desde su pasado en común hasta su presente, su pareja, su diario... Esa novela de introspección volverá a cambiar cuando Matías encuentre a la gran incógnita de la obra, esa M. del diario de Matías, que acabará convirtiéndose en la Mirna que le rescatará del frenético luto en el que se había ido hundiendo. Comienza así una época de felicidad en el libro que tampoco será duradera: Mirna vive en un edificio a punto de ser derribado, así que la fecha del inicio de las obras pende como un espada sobre sus cabezas, enrareciendo su relación. El final, abierto, me ha parecido muy simbólico: ese edificio que fue esplendoroso pero que ahora está en ruinas que empieza a caer definitivamente para construir, sobre él, algo nuevo, abre, también, una nueva etapa en la vida de Martín.
En realidad, el edificio ejerce una función simbólica desde el momento en el que aparece: primero es el temor a lo desconocido; después, el paraíso en el que ser feliz en medio de la jungla de asfalto madrileña y, finalmente, la esperanza de lo nuevo que está por venir.
Creo que, como en el caso del edificio, toda la novela permite varias lecturas: a la lectura del argumento como tal y de la trama urdida para desarrollarlo se unen las lecturas personas que cada lector puede extraer al hilo de todas las reflexiones que va proponiendo la autora. Así, hay una clarísima reflexión sobre la identidad propia, sobre quiénes somos y cómo nos presentamos ante los demás frente a la verdad que ocultamos y nos guardamos para nosotros mismos. Matías es el paradigma de este tipo de personalidad cerrada y opaca a la que nadie puede asomarse: ni Carla, su pareja; ni Martín, ni la madre de ambos... ni tampoco M. Su suicido hace caer la máscara tras la que Matías se ocultaba, pero ya es demasiado tarde para conocerle: no ha dejado en el mundo pistas suficientes para saber lo que ocultaba su alma. Todo ello siembra en el lector la duda sobre si realmente conocemos a quienes tenemos cerca, si son lo que nos muestran, hasta qué punto se puede mantener la máscara puesta, cómo nos relacionamos con quienes están a nuestro lado, hasta qué nivel nos desnudamos frente a ellos.
La identidad (opaca, misteriosa) de Matías contrasta con la de un Martín que se nos muestra en cada página del texto, aunque oculte (o trate de ocultar: para su madre, Martín es un libro abierto) lo que siente a los demás personajes. Hasta que los muros no puedan contener todo lo que guarda dentro y se aleje definitivamente de Matías, derramando sobre Mirna toda la tensión acumulada desde el suicidio de su hermano.
La reflexión sobre la individualidad y la dualidad al hilo de los gemelos (potenciada por el juego de los nombres, los espejos, la similitud física y los sueños en los que Martín se convierte en Matías) se une a la referencia a la lucha entre el individuo y la sociedad, manifestada en el libro a través de las múltiples referencias a El extranjero. Y este no será el único guiño metaliterario de la novela: hay continuas trasposiciones de momentos literarios a sucesos acontecidos en la obra, como cuando Martín entra en el jardín de Mirna y se siente como Alicia entrando en el País de las Maravillas, se siente al otro lado del espejo. Son varias las ocasiones en las que Martín echa mano de la literatura para explicar la vida, como ya hemos visto que hizo con el protagonista de El extranjero y su hermano, proponiendo, así, una reflexión sobre el consuelo que nos dan los libros en determinados momentos y sobre la grandeza de una literatura que buscar explicar la vida, hacer las preguntas correctas para que cada lector encuentre las respuestas que anda buscando.
Creo que Esther Ginés ha creado una novelita muy grande: es pequeña en tamaño pero grande en sugerencias; se lee rápido pero deja poso; dice más de lo que cuenta y nos presenta a unos personajes entrañables y un profundo análisis del ser humano a partir de sus miedos, sus pensamientos, sus máscaras, sus bloqueos, sus sentimientos, sus sueños, sus obsesiones, sus huídas, sus refugios y los mecanismos de su propia memoria.
Nos seguimos leyendo.
Agradezco a Albanta, de Adivina quien lee, que organizara el sorteo y la lectura conjunta de esta novela y a la autora su generosidad para no dejar a nadie fuera y que todos pudiéramos disfrutarla. Ha sido un placer.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Desafío100 libros: 77/100
- Reto Sumando: 15/2013
Tu reseña es extraordinaria y refleja perfectamente la esencia de la novela. Gracias por participar.
ResponderEliminarUauu!! sugerente es una palabra que me gusta para una novela, lo tengo en cuenta! Besos
ResponderEliminarLo he leído hace unas semanas y también me ha gustado. Es una pena que no haya leído El extranjero ya que pienso que habría disfrutado más de las referencias
ResponderEliminarbesos
He pasado por encima porque la tengo preparada para leer este mes.
ResponderEliminarCada vez le tengo más ganas a este libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Solo diré: Quiero leerla...la buscare, ojala llegue pronto a mi país. Gracias por la excelente reseña y por motivarnos a leer nuevos libros
ResponderEliminarUn abrazo
Lo tenía fichado, pero tras leerte sube puestos =)
ResponderEliminarBesotes