Título: La hija del dragón
Autora: Myriam Millán
Editorial: Amazon
Género: novela, thriller, misterio, intriga
Páginas: 480
Publicación: 2015
ASIN: B01124ROF6
En el año 1600, el pueblo de Nyitra pudo ver cómo una mente perturbada acababa con la vida de más de quinientas doncellas. Difundida por una creencia popular de que habitaba un demonio en los bosques que buscaba sangre de jóvenes vírgenes, los habitantes de aquellas tierras, no tenían dudas, que el destino que sufrían sus hijas, estaba relacionado con algo que ocurría tras los muros del castillo de Cachtice.
Londres 2013, comienzan a aparecer cadáveres de jóvenes procendentes del tráfico humano, aparentemente desangradas con antiguos aparatos de tortura.
El Doctor Emanuel Mason decide estudiar el caso. Pronto descubre que esta vez tendrá que analizar una de las mentes más sádicas de la historia hasta llegar a los orígenes de un misterioso ritual de sangre, un rito milenario practicado por distintas culturas y religiones que aún hoy día es un misterio para el ojo humano. Porque hay razones para matar que nunca deberían ver la luz.
Con una historia basada en la leyenda de Erzsébet Báthory, la autora de Décima Docta da un paso más esta vez y promete desvelar algunas incógnitas sobre antiguos rituales en esta novela, mitad histórica, mitad contemporánea, cien por cien thriller.
No leí Décima Docta en su momento, aunque me quedé con las ganas y, por eso, cuando Libros que hay leer nos propuso participar en la lectura conjunta de La hija del dragón, no me lo pensé. La experiencia ha sido más que satisfactoria así que ya estoy deseando leer la primera novela de Myriam Millán, la primera parte de esta historia que me ha tenido enganchada a sus páginas desde el comienzo.
Las razones por las que esta novela resulta adictiva son su estructura, sus capítulos cortos, la intensidad de la historia que cuenta y la dosificación de su intriga. Vayamos por partes.
Millán crea una estructura cimentada en dos ejes cronológicos diferentes (uno centrado en el siglo XVII y en Erzsébet Báthory y otro en la actualidad, en el que el foco de atención del narrador va moviéndose entre varios personajes) que no se alternan matemáticamente pero que sí van entrelazándose de tal modo que consigue mantener la intriga de uno y otro de manera magistral. Es más, creo que en determinados momentos del libro utiliza esta estructura de forma fabulosa, haciendo que la misma acción continúe tanto en un eje como en otro y, además, en la investigación que lleva a cabo Nel. Da, así, una idea de continuidad en el tiempo del macabro ritual que centra la novela, así como una imagen de objetividad, conseguida a través de la transcripción de las lecturas y reflexiones del investigador. Pero al mismo tiempo, también hay una confrontación de esa objetividad, casi fría, de la investigación con la subjetividad y el sufrimiento de las víctimas, por lo que se crea una sensación muy completa en el lector, una sensación de dualidad, de incredulidad desbaratada por la investigación y de horror absoluto al ver que la teoría se hace práctica y que ha continuado a lo largo de los siglos.
La agilidad de esta estructura, que ya facilita la lectura en sí misma, por la variedad de tiempos, lugares y personajes que propone, se completa con la elección de configurar la novela a base de capítulos cortos y ciertamente intensos. Algunos llegan a ser tan cortos que tienen unas pocas líneas. Todo ello incide favorablemente en la velocidad de lectura, de tal manera que devoras la novela casi sin enterarte.
El foco del narrador cambia, como he dicho antes, en cada uno de los capítulos y va centrando su atención tanto en Báthory y sus compañeros de tiempo y espacio como en los personajes centrales del eje actual: Emanuel Mason (Nel), encargado de investigar las razones de las desapariciones y los asesinatos de una serie de mujeres jóvenes en Londres; India/Natalia, la gran protagonista de la novela y Lara, una de las chicas secuestradas. En este sentido, me ha sorprendido un poco que al comienzo de la novela Lara sí sea uno de los centros de atención del narrador pero que, a medida que vamos avanzando en la novela, esta atención se diluye, de modo que pasa a ser un personaje secundario más. Importante, sí, pero sin que la historia esté ya focalizada en ella. Esta decisión de la autora me ha provocado una sensación como de abandono del personaje, justo, además, en el momento en el que más necesitaba tenernos cerca. Es verdad que, de algún modo, potencia la soledad infinita que ella misma debía de sentir y que, así, se logra una cierta empatía entre personaje y lector pero, ya que al principio era uno de los personajes elegidos por el narrador y que al final también tiene su importancia, me hubiera gustado que se hubieran mantenido los capítulos centrados en ella.
Tanto la estructura como los capítulos cortos ayudan a que la dosificación de la información cree una intriga que potencia el ritmo de thriller. Un ritmo que, por definición, también le sienta muy bien a la lectura ágil. El interés no decae en ningún momento y esa dosificación de la intriga hace que el lector esté continuamente preguntándose tanto acerca de lo que va a pasar como de lo que ocurrió en el pasado o qué significa todo lo que va leyendo. Y ya se sabe que no hay mejor acicate para la lectura que un lector intrigado y lleno de preguntas que buscan respuesta.
Finalmente, esa agilidad también viene dada por la propia intensidad de lo contado. La historia ya es, en sí misma, interesante, atrayente, estimulante para el lector. Ritos ancestrales, rituales de inmortalidad, asesinatos, sectas... son muchos los ingredientes que hacen aumentar la intensidad de la intriga. A ello se le suma, además, la extraña relación entre Natalia y Nel, personajes que ya aparecen en Décima Docta y cuya historia pasada solo he logrado esbozar, así que a estoy deseando sumergirme en la primera novela para despejar mis dudas.
Myriam Millán crea una serie de personajes tremendamente carismáticos y complejos, llenos de contradicciones y, por lo tanto, muy humanos, a pesar de que las acciones y decisiones de algunos de ellos queden muy lejos de la escala de valores del lector. Pero Millán nos hace comulgar con ruedas de molino y hasta consigue que empaticemos, que comprendamos e, incluso, que apoyemos a un personaje tan, en principio, rechazable como Natalia.
Gracias a contradicciones como esta o a las que sienten los propios personajes en la trama de la novela, la autora nos hace reflexionar sobre cuestiones como hasta dónde estaríamos capaces de llegar por no traicionar nuestras creencias, si todo vale por conseguir nuestros objetivos o sobre la parte menos racional del ser humano, todo eso que se nos escapa, que está más allá de nuestra capacidad para pensar y está más cercano a nuestra capacidad para sentir.
En definitiva, un thriller estupendo, capaz de conmovernos y de hacernos pensar en nuestros propios límites y en los de los demás y escrito con un pulso magistral. La única pega que le pongo es que necesita un revisión profunda y concienzuda, puesto que son muchos los errores de todo tipo (erratas, puntuación, acentuación...) que tiene.
Y como existe la posibilidad de dejar una pregunta a la autora, una de mis curiosidades sobre el libro es la siguiente: ¿de dónde sacó la idea de los iris albinos?
Nos seguimos leyendo.
Las razones por las que esta novela resulta adictiva son su estructura, sus capítulos cortos, la intensidad de la historia que cuenta y la dosificación de su intriga. Vayamos por partes.
Millán crea una estructura cimentada en dos ejes cronológicos diferentes (uno centrado en el siglo XVII y en Erzsébet Báthory y otro en la actualidad, en el que el foco de atención del narrador va moviéndose entre varios personajes) que no se alternan matemáticamente pero que sí van entrelazándose de tal modo que consigue mantener la intriga de uno y otro de manera magistral. Es más, creo que en determinados momentos del libro utiliza esta estructura de forma fabulosa, haciendo que la misma acción continúe tanto en un eje como en otro y, además, en la investigación que lleva a cabo Nel. Da, así, una idea de continuidad en el tiempo del macabro ritual que centra la novela, así como una imagen de objetividad, conseguida a través de la transcripción de las lecturas y reflexiones del investigador. Pero al mismo tiempo, también hay una confrontación de esa objetividad, casi fría, de la investigación con la subjetividad y el sufrimiento de las víctimas, por lo que se crea una sensación muy completa en el lector, una sensación de dualidad, de incredulidad desbaratada por la investigación y de horror absoluto al ver que la teoría se hace práctica y que ha continuado a lo largo de los siglos.
La agilidad de esta estructura, que ya facilita la lectura en sí misma, por la variedad de tiempos, lugares y personajes que propone, se completa con la elección de configurar la novela a base de capítulos cortos y ciertamente intensos. Algunos llegan a ser tan cortos que tienen unas pocas líneas. Todo ello incide favorablemente en la velocidad de lectura, de tal manera que devoras la novela casi sin enterarte.
El foco del narrador cambia, como he dicho antes, en cada uno de los capítulos y va centrando su atención tanto en Báthory y sus compañeros de tiempo y espacio como en los personajes centrales del eje actual: Emanuel Mason (Nel), encargado de investigar las razones de las desapariciones y los asesinatos de una serie de mujeres jóvenes en Londres; India/Natalia, la gran protagonista de la novela y Lara, una de las chicas secuestradas. En este sentido, me ha sorprendido un poco que al comienzo de la novela Lara sí sea uno de los centros de atención del narrador pero que, a medida que vamos avanzando en la novela, esta atención se diluye, de modo que pasa a ser un personaje secundario más. Importante, sí, pero sin que la historia esté ya focalizada en ella. Esta decisión de la autora me ha provocado una sensación como de abandono del personaje, justo, además, en el momento en el que más necesitaba tenernos cerca. Es verdad que, de algún modo, potencia la soledad infinita que ella misma debía de sentir y que, así, se logra una cierta empatía entre personaje y lector pero, ya que al principio era uno de los personajes elegidos por el narrador y que al final también tiene su importancia, me hubiera gustado que se hubieran mantenido los capítulos centrados en ella.
Tanto la estructura como los capítulos cortos ayudan a que la dosificación de la información cree una intriga que potencia el ritmo de thriller. Un ritmo que, por definición, también le sienta muy bien a la lectura ágil. El interés no decae en ningún momento y esa dosificación de la intriga hace que el lector esté continuamente preguntándose tanto acerca de lo que va a pasar como de lo que ocurrió en el pasado o qué significa todo lo que va leyendo. Y ya se sabe que no hay mejor acicate para la lectura que un lector intrigado y lleno de preguntas que buscan respuesta.
Finalmente, esa agilidad también viene dada por la propia intensidad de lo contado. La historia ya es, en sí misma, interesante, atrayente, estimulante para el lector. Ritos ancestrales, rituales de inmortalidad, asesinatos, sectas... son muchos los ingredientes que hacen aumentar la intensidad de la intriga. A ello se le suma, además, la extraña relación entre Natalia y Nel, personajes que ya aparecen en Décima Docta y cuya historia pasada solo he logrado esbozar, así que a estoy deseando sumergirme en la primera novela para despejar mis dudas.
Myriam Millán crea una serie de personajes tremendamente carismáticos y complejos, llenos de contradicciones y, por lo tanto, muy humanos, a pesar de que las acciones y decisiones de algunos de ellos queden muy lejos de la escala de valores del lector. Pero Millán nos hace comulgar con ruedas de molino y hasta consigue que empaticemos, que comprendamos e, incluso, que apoyemos a un personaje tan, en principio, rechazable como Natalia.
Gracias a contradicciones como esta o a las que sienten los propios personajes en la trama de la novela, la autora nos hace reflexionar sobre cuestiones como hasta dónde estaríamos capaces de llegar por no traicionar nuestras creencias, si todo vale por conseguir nuestros objetivos o sobre la parte menos racional del ser humano, todo eso que se nos escapa, que está más allá de nuestra capacidad para pensar y está más cercano a nuestra capacidad para sentir.
En definitiva, un thriller estupendo, capaz de conmovernos y de hacernos pensar en nuestros propios límites y en los de los demás y escrito con un pulso magistral. La única pega que le pongo es que necesita un revisión profunda y concienzuda, puesto que son muchos los errores de todo tipo (erratas, puntuación, acentuación...) que tiene.
Y como existe la posibilidad de dejar una pregunta a la autora, una de mis curiosidades sobre el libro es la siguiente: ¿de dónde sacó la idea de los iris albinos?
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Genérico: 35 (2/2 histórico remoto)/40
Impresionante reseña Lidia! Me hace mucha ilusión que te haya gustado tanto.
ResponderEliminarBesos
Estoy viendo tantas buenas reseñas que ya me lo iba a comprar pero a este ritmo tendré que ponerlo muy arriba en mi lista de pendientes. Un beso! :)
ResponderEliminarMuy buena reseña Lidia. Estoy completamente de acuerdo con todas tus impresiones. Yo también estoy deseando leer Décima Docta para comprender mejor a Natalia y Nel
ResponderEliminarUn beso
Lo tengo apuntadísimo, solo he leído reseñas tn entusiastas como la tuya y la verdad, pica el gusanillo =)
ResponderEliminarBesotes
BUena reseña. A mi también me ha gustado mucho esta novela.
ResponderEliminarBs.
Segunda reseña seguida que veo de la novela y las ganas que tengo de leerla aumentan por momentos. Y yo que me había propuesto como reto post veraniego no comprar nada nuevo hasta bajar la pila de pendientes... :P
ResponderEliminarBesos
Cómo se nota que has disfrutado con esta lectura. Y yo con Décima docta pendiente en la estantería. Tengo que ponerle remedio!
ResponderEliminarBesotes!!