Título: El síndrome E
Autor: Franck Thilliez
Editorial: Destino
Género: novela negra, policíaca
Páginas: 576
Publicación: 18/10/2011
ISBN: 978-84-233-4531-1
Un hecho muy extraño altera el verano de la teniente de la policía de Lille Lucie Hennebelle: un ex amante suyo se ha quedado ciego cuando visionaba un cortometraje que acababa de comprar al hijo de un coleccionista recientemente fallecido. Una película, muda, anónima, con un toque malsano, diabólico y enigmático. A trescientos kilómetros de distancia, el comisario Franck Sharko, de la policía criminal, acepta volver al servicio bajo la presión de sus jefes, tras haber abandonado el departamento. Se han hallado cinco cadáveres a dos metros bajo tierra que resultan imposibles de identificar, ya que tienen las manos cortadas, la cabeza abierta y cerebro, dientes y ojos extraídos. Al tiempo que Lucie descubre los horrores que oculta la película, una misteriosa llamada le informa de la relación entre el filme y la historia de los cinco cadáveres, y hace que Lucie y Sharko, dos seres absolutamente distintos, y quizás por ello tan cercanos, se encuentren para investigar lo que parece el mismo caso.
Me ha gustado y me ha horrorizado, casi a partes iguales, esta novela que he leído menos simultáneamente de lo que me hubiera gustado (aunque agradezco a Laky que nos meta en estos líos, porque nos hace descubrir obras y autores que, quizá de otro modo, se nos quedarían siempre pendientes). Me ha gustado (bueno, en realidad, encantado) porque está bien escrito, porque el suspense está muy bien conseguido, por su estructura (dos líneas de investigación aparentemente independientes que acaban fusionándose, como los dos personajes principales, investigadores de ambos casos) y por la dosificación de la información y la intriga que lleva a cabo Thilliez. No he encontrado en esta entrega ninguno de los elementos que me chirriaron cuando leímos El ángel rojo, aunque es cierto que mantiene una forma de narrar y, sobre todo, una preferencia por los casos especialmente impactantes, la preocupación por el Mal (así, en mayúsculas) y por las puestas en escenas truculentas (aunque no tanto como en El ángel rojo).
Y he ahí el motivo por el que me ha horrorizado: los casos investigados y, sobre todo, el motivo final de los asesinatos cometidos. O, quizá, no tanto el motivo final (que también) como el calvario que pasaron los asesinados y, sobre todo, el resto de los participantes en los diferentes experimentos y experiencias narrados en la novela y, tristemente, reales.
Me da escalofríos el pensar en lo que alguien puede pensar que es correcto hacer en nombre de la ciencia. Entiendo que la ciencia nos hace avanzar pero hay un límite, una línea roja que creo que no se debe superar. Y no menos escalofríos me dan los resultados de esas investigaciones, la capacidad de generar violencia de forma consciente en el ser humano, la manipulación a través de las imágenes o de los estímulos eléctricos. Creemos que somos libres y tomamos nuestras propias decisiones pero también es verdad que somos un puñado de carne que se mueve a golpe de electricidad y que no siempre entendemos por qué hacemos lo que hacemos.
Me ha fascinado todo lo que cuenta Thilliez en esta novela. Una fascinación sobrecogedora, sí; pero fascinación al fin y al cabo. Siempre me ha interesado el cerebro humano, cómo funciona, cómo y por qué reacciona ante determinados estímulos y cómo lleva a cabo el control del resto del cuerpo. Por mi profesión, también me he sentido siempre atraída por el poder de la imagen, por la manipulación de la voluntad a través de los estímulos que recibimos por los ojos (ya sea consciente o inconscientemente) y, en un mundo cada vez más visual, más todavía. Así que me ha encantado encontrar temas como estos insertos en una trama policíaca. Y, encima, bien llevados: sin alardes de documentación por parte del autor e integrando perfectamente los conocimientos psicológicos, fisiológicos y científicos con la trama y la acción.
Soy de las que ha pasado directamente de El ángel rojo a El síndrome E, sin la parada intermedia que supone Luto de miel. Y aunque es verdad que la historia se entiende, se puede adivinar qué ocurre en esa segunda entrega y se ve la evolución de Sharko, me quedan algunas dudas y cabos sueltos que me gustaría solucionar, así que seguramente tendré que volver sobre mis pasos y retomar Luto de miel.
Y creo que esa evolución le sienta bien a Sharko. No me acabó de convencer en El ángel rojo, como ya comenté en la reseña, pero aquí me ha conquistado (aunque lo del policía con esquizofrenia paranoide que sigue ejerciendo me ha dado bastante que pensar...). Quizá el dolor le ha hecho más humilde. Quizá ha aprendido la lección. ¿O estaba tan sumido en el pasado que había perdido su esencia? No sé qué habrá previsto Thilliez para él pero, tal y como acaba El síndrome E, creo que lo descubriré muy pronto; Gataca me espera.
Así podré seguir indagando en la vida de Lucie Hennebelle, el segundo pilar de esta novela, cuyo pasado solo se esboza aquí. ¿Nadie va a editar en castellano sus novelas? Porque me encantaría saber, también, cómo ha llegado al momento en el que la encontramos.
En definitiva... que quiero más. ¿Hace Gataca en octubre?
Nos seguimos leyendo.
Y he ahí el motivo por el que me ha horrorizado: los casos investigados y, sobre todo, el motivo final de los asesinatos cometidos. O, quizá, no tanto el motivo final (que también) como el calvario que pasaron los asesinados y, sobre todo, el resto de los participantes en los diferentes experimentos y experiencias narrados en la novela y, tristemente, reales.
Me da escalofríos el pensar en lo que alguien puede pensar que es correcto hacer en nombre de la ciencia. Entiendo que la ciencia nos hace avanzar pero hay un límite, una línea roja que creo que no se debe superar. Y no menos escalofríos me dan los resultados de esas investigaciones, la capacidad de generar violencia de forma consciente en el ser humano, la manipulación a través de las imágenes o de los estímulos eléctricos. Creemos que somos libres y tomamos nuestras propias decisiones pero también es verdad que somos un puñado de carne que se mueve a golpe de electricidad y que no siempre entendemos por qué hacemos lo que hacemos.
Me ha fascinado todo lo que cuenta Thilliez en esta novela. Una fascinación sobrecogedora, sí; pero fascinación al fin y al cabo. Siempre me ha interesado el cerebro humano, cómo funciona, cómo y por qué reacciona ante determinados estímulos y cómo lleva a cabo el control del resto del cuerpo. Por mi profesión, también me he sentido siempre atraída por el poder de la imagen, por la manipulación de la voluntad a través de los estímulos que recibimos por los ojos (ya sea consciente o inconscientemente) y, en un mundo cada vez más visual, más todavía. Así que me ha encantado encontrar temas como estos insertos en una trama policíaca. Y, encima, bien llevados: sin alardes de documentación por parte del autor e integrando perfectamente los conocimientos psicológicos, fisiológicos y científicos con la trama y la acción.
Soy de las que ha pasado directamente de El ángel rojo a El síndrome E, sin la parada intermedia que supone Luto de miel. Y aunque es verdad que la historia se entiende, se puede adivinar qué ocurre en esa segunda entrega y se ve la evolución de Sharko, me quedan algunas dudas y cabos sueltos que me gustaría solucionar, así que seguramente tendré que volver sobre mis pasos y retomar Luto de miel.
Y creo que esa evolución le sienta bien a Sharko. No me acabó de convencer en El ángel rojo, como ya comenté en la reseña, pero aquí me ha conquistado (aunque lo del policía con esquizofrenia paranoide que sigue ejerciendo me ha dado bastante que pensar...). Quizá el dolor le ha hecho más humilde. Quizá ha aprendido la lección. ¿O estaba tan sumido en el pasado que había perdido su esencia? No sé qué habrá previsto Thilliez para él pero, tal y como acaba El síndrome E, creo que lo descubriré muy pronto; Gataca me espera.
Así podré seguir indagando en la vida de Lucie Hennebelle, el segundo pilar de esta novela, cuyo pasado solo se esboza aquí. ¿Nadie va a editar en castellano sus novelas? Porque me encantaría saber, también, cómo ha llegado al momento en el que la encontramos.
En definitiva... que quiero más. ¿Hace Gataca en octubre?
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 77/100
- Reto 12 meses 12 libros: 7/12
Parece que nos hemos puesto de acuerdo para publicar la reseña!
ResponderEliminarA mí me ha encantado, pero tanto como El ángel rojo, que me sorprendió muy agradablemente (o desagradablemente, según lo mires jijij)
claro que hace Gataca en octubre, ya está programado el post para mañana.
Besos
Thilliez me conquistó con este libro, me gustó muchísimos y los siguientes aún más. Besos
ResponderEliminarMe tengo que estrenar con este autor. Solo veo reseñas buenas de sus novelas.
ResponderEliminarBesotes!!!
A ver si pudiera leerme El ángel rojo y éste y me diera tiempo a engancharme a Gataca, aunque lo veo un poco difícil. Es cierto que nos tiramos a la yugular de Laky con estas proposiciones, pero al final las disfrutamos taaaaaanto que sólo nos queda darle las gracias. Besos.
ResponderEliminarLa verdad es que la enfermedad le da Sharko un punto extra como personaje, yo he quedado definitivamente prendada de él. Gataa en octubre... por supuesto! Me tendre que morder las uñas para esperaros. Besos
ResponderEliminarNo he leído nada de este autor, pero espero hacerlo pronto, vuestras reseñas me dejan con los dientes largos. Saludos
ResponderEliminarMe falta muy poco para terminar pero no me ha enganchado...
ResponderEliminarPues claro que vamos a por Gataca en Octubre. Tengo mono de Thilliez, jajaja.
ResponderEliminarBs.
Sí, nos encontraremos en Gataca! Por cierto a mí también ha habido momentos en que me ha horrorizado las cosas que describía el autor. No puedo opinar sobre El ángel rojo porque no lo he leído. Me he estrenado con esta novela y la he disfrutado de principio a fin. A mí lo único que las razones del final no me acaban de convencer. Pero me ha gustado.
ResponderEliminarUn beso.
Sí, nos encontraremos en octubre con Gataca, jeje.
ResponderEliminarNo sé por qué no han traducido los de Lucie, a ver si se animan a hacerlo en un futuro.
Un beso!