Hoy rescato para el blog la reseña de un libro que me resultó extraño de leer por muchas cosas (entre otras cosas, el juego autoficcional que propone y que no sabes hasta dónde llega). La publiqué en Anika entre Libros hace unas semanas... a ver qué te parece a ti.
* Bayly y otras Baylys no es un error, está hecho a propósito para diferenciar al autor y al narrador
Me llamó mucho la atención la sinopsis de esta obra y, sobre todo, su paralelismo con la vida real del autor. De hecho, toda ella se mueve entre la autobiografía y la autoficción. La novela tiene un claro componente autobiográfico, como ocurre con buena parte de la bibliografía del autor y como él mismo confiesa en esta. Bayly cuenta (y así lo hace notar en la dedicatoria) cómo se enamoró de su segunda mujer y cómo nació su tercera hija, la que comparte con esta escritora maldita que la sirve para titular la novela.
Pero también tiene un importantísimo componente de autoficción, primero, porque solo el propio autor (o sus cercanos) saben qué parte de lo narrado es real y qué parte es ficción. Esta delgada línea se refuerza, además, con dos recursos literarios muy curiosos: por un lado, el autor cambia ligeramente su apellido para convertirse en narrador de la novela y, así, el protagonista de la obra se llama Jaime Baylys y no Jaime Bayly, como el autor. Este juego me ha hecho pensar en que no todo es autobiográfico y que, por lo tanto, hay una parte de ficción.
El segundo recurso que incide en esa fusión entre ficción y realidad es el propio narrador de la novela, un narrador infidente, no confiable, que miente al lector y que solo ofrece un punto de vista de la historia: el suyo propio; algo normal en una obra narrada en primera persona pero que cuando cuenta asuntos tan polémicos como los que aquí se narran hace que el lector no pueda evitar preguntarse qué pasará con la otra parte (o con las otras partes), qué pensaran, qué sentirán, cuál será su verdad.
Además, la manipulación de la realidad (o de su realidad) por parte del narrador es patente en la propia novela: la obra se compone a través de los parlamentos del Jaime podríamos decir persona y los del Jaime periodista, expuestos en forma de los artículos que el narrador pública en un periódico y que aparecen con diferente tipografía en la novela. En muchos casos, se nos cuenta el mismo episodio, la misma anécdota o el mismo conflicto en ambos y el juego está en que ni siquiera coincide. Suele haber una versión más edulcorada o más tergiversada y otra supuestamente más descarnada, más directa, menos eufemística. Así que la duda para el lector es clara: ¿cómo puedo confiar en un narrador que me cuenta dos versiones de la misma historia? Y, por lo tanto, ¿hasta qué punto es cierto lo que me cuenta? Ese es uno de los juegos más atractivos de la novela, el que más he disfrutado.
Tanto en unos fragmentos como en otros, Bayly reflexiona ampliamente sobre cuestiones como la política, una de sus grandes preocupaciones. Deslenguado y brutalmente honesto, el narrador no deja títere con cabeza aunque también es verdad que muchas veces defiende sus argumentos más desde el corazón que desde la razón y, en ocasiones, más por llevar la contraria que por el respeto a una ideología determinada.
Otra de las cuestiones que se plantean ampliamente en la novela es el de la paternidad. Baylys es un padre que prefiere ser amigo a autoridad y que opta por la sonrisa y la risa más que por las normas. Una elección personal que valora en muchas ocasiones en la obra, sobre todo teniendo en cuenta que los vaivenes de su vida amorosa (y cierta manipulación por parte de la madre, o eso nos da a entender) provocan que sus hijas mayores dejen de hablarle.
La homosexualidad, la libertad sexual y las drogas (legales e ilegales) son otros de los temas tratados en una novela diferente, escrita con un tono reflexivo pero también irónico e irreverente.
Una irreverencia que se nota, entre otras cuestiones, en la franqueza con la que cuenta algunas escenas de la novela (no hay medias tintas, ni pelos en la lengua, ni circunloquios, ni paños calientes) y en el lenguaje elegido por el autor: llano y coloquial, a veces incluso vulgar.
Así pues, Bayly nos ofrece una novela atípica, que reflexiona sobre cuestiones muy interesantes y que sorprenderá (y apabullará y enamorará y hará odiar) a este narrador histriónico, descarado, fresco y peculiar que, desde luego, no dejará indiferente nadie
Enlace a la reseña original.
Título: El niño terrible y la escritora maldita
Título Original: (El niño terrible y la escritora maldita, 2016)
Autor: Jaime Bayly
Editorial: Ediciones B
Colección: BN - B Novelas
Copyright:
© Jaime Bayly, 2016
© Ediciones B, S.A., 2016
Edición: 1ª Edición: Abril 2016
ISBN: 9788466658713
Tapa: Dura
Etiquetas: drogas, autobiográfica, amor, política, literatura peruana, metaliteratura, novela, periodismo, televisión, sexo, paternidad, homosexualidad, bisexualidad, escritura creativa
Nº de páginas: 368
Título Original: (El niño terrible y la escritora maldita, 2016)
Autor: Jaime Bayly
Editorial: Ediciones B
Colección: BN - B Novelas
Copyright:
© Jaime Bayly, 2016
© Ediciones B, S.A., 2016
Edición: 1ª Edición: Abril 2016
ISBN: 9788466658713
Tapa: Dura
Etiquetas: drogas, autobiográfica, amor, política, literatura peruana, metaliteratura, novela, periodismo, televisión, sexo, paternidad, homosexualidad, bisexualidad, escritura creativa
Nº de páginas: 368
Argumento:
El periodista, escritor y eterno aspirante a entrar en política Jaime Baylys* se enamora de una joven más de veinte años menor que él. A pesar de la oposición de su madre, su exesposa, sus dos hijas y hasta su exnovio argentino, el protagonista (y narrador irreverente en primera persona de la obra) luchará por este curioso amor, a cosa de lo que sea.* Bayly y otras Baylys no es un error, está hecho a propósito para diferenciar al autor y al narrador
Opinión:
Me llamó mucho la atención la sinopsis de esta obra y, sobre todo, su paralelismo con la vida real del autor. De hecho, toda ella se mueve entre la autobiografía y la autoficción. La novela tiene un claro componente autobiográfico, como ocurre con buena parte de la bibliografía del autor y como él mismo confiesa en esta. Bayly cuenta (y así lo hace notar en la dedicatoria) cómo se enamoró de su segunda mujer y cómo nació su tercera hija, la que comparte con esta escritora maldita que la sirve para titular la novela.
Pero también tiene un importantísimo componente de autoficción, primero, porque solo el propio autor (o sus cercanos) saben qué parte de lo narrado es real y qué parte es ficción. Esta delgada línea se refuerza, además, con dos recursos literarios muy curiosos: por un lado, el autor cambia ligeramente su apellido para convertirse en narrador de la novela y, así, el protagonista de la obra se llama Jaime Baylys y no Jaime Bayly, como el autor. Este juego me ha hecho pensar en que no todo es autobiográfico y que, por lo tanto, hay una parte de ficción.
El segundo recurso que incide en esa fusión entre ficción y realidad es el propio narrador de la novela, un narrador infidente, no confiable, que miente al lector y que solo ofrece un punto de vista de la historia: el suyo propio; algo normal en una obra narrada en primera persona pero que cuando cuenta asuntos tan polémicos como los que aquí se narran hace que el lector no pueda evitar preguntarse qué pasará con la otra parte (o con las otras partes), qué pensaran, qué sentirán, cuál será su verdad.
Además, la manipulación de la realidad (o de su realidad) por parte del narrador es patente en la propia novela: la obra se compone a través de los parlamentos del Jaime podríamos decir persona y los del Jaime periodista, expuestos en forma de los artículos que el narrador pública en un periódico y que aparecen con diferente tipografía en la novela. En muchos casos, se nos cuenta el mismo episodio, la misma anécdota o el mismo conflicto en ambos y el juego está en que ni siquiera coincide. Suele haber una versión más edulcorada o más tergiversada y otra supuestamente más descarnada, más directa, menos eufemística. Así que la duda para el lector es clara: ¿cómo puedo confiar en un narrador que me cuenta dos versiones de la misma historia? Y, por lo tanto, ¿hasta qué punto es cierto lo que me cuenta? Ese es uno de los juegos más atractivos de la novela, el que más he disfrutado.
Tanto en unos fragmentos como en otros, Bayly reflexiona ampliamente sobre cuestiones como la política, una de sus grandes preocupaciones. Deslenguado y brutalmente honesto, el narrador no deja títere con cabeza aunque también es verdad que muchas veces defiende sus argumentos más desde el corazón que desde la razón y, en ocasiones, más por llevar la contraria que por el respeto a una ideología determinada.
Otra de las cuestiones que se plantean ampliamente en la novela es el de la paternidad. Baylys es un padre que prefiere ser amigo a autoridad y que opta por la sonrisa y la risa más que por las normas. Una elección personal que valora en muchas ocasiones en la obra, sobre todo teniendo en cuenta que los vaivenes de su vida amorosa (y cierta manipulación por parte de la madre, o eso nos da a entender) provocan que sus hijas mayores dejen de hablarle.
La homosexualidad, la libertad sexual y las drogas (legales e ilegales) son otros de los temas tratados en una novela diferente, escrita con un tono reflexivo pero también irónico e irreverente.
Una irreverencia que se nota, entre otras cuestiones, en la franqueza con la que cuenta algunas escenas de la novela (no hay medias tintas, ni pelos en la lengua, ni circunloquios, ni paños calientes) y en el lenguaje elegido por el autor: llano y coloquial, a veces incluso vulgar.
Así pues, Bayly nos ofrece una novela atípica, que reflexiona sobre cuestiones muy interesantes y que sorprenderá (y apabullará y enamorará y hará odiar) a este narrador histriónico, descarado, fresco y peculiar que, desde luego, no dejará indiferente nadie
Nos seguimos leyendo.
No conocía esta novela. Y sí, atípica, por lo que cuentas. Pero esta vez no creo que me anime.
ResponderEliminarBesotes!!!