Título: El temor de un hombre sabio (Crónica del asesino de reyes 2)
Autor: Patrick Rothfuss
Editorial: Plaza&Janes
Género: novela fantástica, aventuras
Páginas: 1.200
Publicación: Noviembre 2011
ISBN: 9788401352836
El hombre había desaparecido. El mito no. Músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, trotamundos, héroe y asesino, Kvothe había borrado su rastro. Y ni siquiera ahora que le han encontrado, ni siquiera ni siquiera ahora que le han encontrado, ni siquiera ahora que las tinieblas invaden los rincones del mundo, está dispuesto a regresar. Pero su historia prosigue, la aventura continúa, y Kvothe seguirá contándola para revelar la verdad tras la leyenda.
La segunda entrega de Crónica del asesino de reyes empieza justo en el momento en el que acaba la primera, de manera que el autor logra una gran continuidad entre ambas, a pesar de que transcurrieron cuatro años entre la publicación de una y otra. De hecho, creo que esta historia está hecha para ser leída de un tirón, dure lo que dure, aunque Rothfuss se esté tomando con calma la publicación de la tercera parte.
En El temor de un hombre sabio retomamos al Kvothe universitario aunque también descubrimos al Kvothe más aventureros pues, obligado (entre comillas) a tomarse un descanso en sus estudios, emprenderá una serie de viajes y aventuras que le llevarán a conocer sociedades bien distintas a la suya. Y esto es lo que más me ha gustado de esta segunda entrega: la contraposición entre formas de vivir y de pensar (entre los nobles y Kvothe -todo lo que tiene que ver, por ejemplo, con el lenguaje de los anillos me ha parecido fascinante-, entre los Adem y la sociedad de la que el protagonista procede -me ha encantado este grupo social, sus costumbres y su filosofía- o los Fata y la manera de ver el mundo del propio Kvothe). Rothfuss consigue, así, una amalgama de colectivos sociales diferentes (no me atrevo a llamarlos razas) que enriquece mucho el universo propio de la saga y que, al mismo tiempo, ayudan a configurar al personaje principal y hacerle crecer (y, de paso, enseñar al lector la lección de cuánto nos cambia y nos enseña viajar y conocer otras gentes y otras culturas).
A pesar de que he disfrutado con esta segunda entrega (en la que vamos viendo a un Kvothe que va madurando y que descubre, por primera vez, el placer carnal, por ejemplo), me sigue pareciendo que hay ocasiones en las que solo el buen hacer narrativo del personaje principal sostienen una narración que se convierte en una sucesión sin más de episodios, unos con más trascendencia que otros. Y me sigue quedando esa sensación de que no sé a dónde quiere llegar.
Me gusta mucho el manejo que hace entre el presente en la taberna y el pasado que Kvothe va rescatando para el Cronista, sobre todo porque consigue aumentar la intriga con algunas de las cosas que pasan en el presente (ese intrigante final es como para devorar una tercera entrega que se demora, creo, demasiado) y me encanta el tratamiento de la magia y el universo que pinta para el lector.
Así pues, Rothfuss sigue desvelándonos los misterios de ese universo que ha creado para nosotros al tiempo que continúa desgranando la vida de uno de los personajes principales más carismáticos de la literatura universal.
Nos seguimos leyendo.
En El temor de un hombre sabio retomamos al Kvothe universitario aunque también descubrimos al Kvothe más aventureros pues, obligado (entre comillas) a tomarse un descanso en sus estudios, emprenderá una serie de viajes y aventuras que le llevarán a conocer sociedades bien distintas a la suya. Y esto es lo que más me ha gustado de esta segunda entrega: la contraposición entre formas de vivir y de pensar (entre los nobles y Kvothe -todo lo que tiene que ver, por ejemplo, con el lenguaje de los anillos me ha parecido fascinante-, entre los Adem y la sociedad de la que el protagonista procede -me ha encantado este grupo social, sus costumbres y su filosofía- o los Fata y la manera de ver el mundo del propio Kvothe). Rothfuss consigue, así, una amalgama de colectivos sociales diferentes (no me atrevo a llamarlos razas) que enriquece mucho el universo propio de la saga y que, al mismo tiempo, ayudan a configurar al personaje principal y hacerle crecer (y, de paso, enseñar al lector la lección de cuánto nos cambia y nos enseña viajar y conocer otras gentes y otras culturas).
A pesar de que he disfrutado con esta segunda entrega (en la que vamos viendo a un Kvothe que va madurando y que descubre, por primera vez, el placer carnal, por ejemplo), me sigue pareciendo que hay ocasiones en las que solo el buen hacer narrativo del personaje principal sostienen una narración que se convierte en una sucesión sin más de episodios, unos con más trascendencia que otros. Y me sigue quedando esa sensación de que no sé a dónde quiere llegar.
Me gusta mucho el manejo que hace entre el presente en la taberna y el pasado que Kvothe va rescatando para el Cronista, sobre todo porque consigue aumentar la intriga con algunas de las cosas que pasan en el presente (ese intrigante final es como para devorar una tercera entrega que se demora, creo, demasiado) y me encanta el tratamiento de la magia y el universo que pinta para el lector.
Así pues, Rothfuss sigue desvelándonos los misterios de ese universo que ha creado para nosotros al tiempo que continúa desgranando la vida de uno de los personajes principales más carismáticos de la literatura universal.
Nos seguimos leyendo.