Me gustan la novela negra y la novela policíaca por dos
motivos principales: primero, porque son fáciles de leer, son ágiles, están bien
estructuradas, dosifican la intriga a la perfección y te atrapan con la descripción de los
casos, las investigaciones, las trampas y las pesquisas hasta dar con la
resolución de crimen; y, en segundo lugar, porque al ahondar en lo más bajo, lo
más sucio, lo menos noble de la sociedad ofrecen una reflexión sobre sus males,
sus vicios, sus flaquezas, su podredumbre. No siempre lo consiguen pero, si están bien elaboradas, sí que lo hacen. Y entonces, disfruto como una niña el día de Reyes.
La saga protagoniza por Petra Delicado sí lo logra, al menos, las dos entregas que ya he leído y la tercera, que acabo de empezar (y... ¡cómo empieza! ¡Madre mía! Eso es empezar un libro con gancho y lo demás son tonterías. Pero ya hablaremos de ella). Y una cosa me atrae tanto como la otra: tanto monta, monta tanto, intriga o reflexión, reflexión o intriga. Porque de ambas hay de sobra en Día de perros.
Respecto a la intriga, si en la primera novela, Petra Delicado investigaba una violación, en esta segunda entrega (publicada por primera vez en 1997) se centrará en la paliza que recibe un hombre indocumentado al que nadie parece conocer, una paliza que acabará ocasionándole la muerte.
Los pasos de la investigación, la estructura de esa intriga, irá permitiendo a Petra reflexionar sobre diferentes cuestiones sociales, temas que analiza con su visión crítica, racionalista, irónica y ligeramente desencantada. Así, las diferencias sociales entre el proletariado y la marginalidad, la inmigración o la superficialidad de algunas vidas configuran el retrato de una sociedad en el que no faltan, tampoco, las consideraciones habituales de la investigadora sobre su tema favorito, la desigualdad por razón de género, así como sobre las razones tradicionales de la delincuencia y el asesinato: el amor, el dinero, la venganza...
Pero el gran asunto que subyace en esta segunda novela es la soledad, abordada desde diferentes puntos de vista, presentada a través de distintos personajes, situaciones y reflexiones y asumida de forma dispar. Por un lado, aparece la soledad como condición social, como condena de los tiempos que corren. La propia víctima es un solitario cuya personalidad nace conoce realmente, pero también hay una reflexión sobre los ancianos, los marginados, los inmigrantes, los olvidados por una sociedad que marcha a otro ritmo. Para paliar la soledad que provoca el olvido, o la indiferencia, o las excusas que todos ponemos para no hacer compañía a quien lo necesita (ancianos, enfermos...) muchos optan como solución por adoptar un animal de compañía, generalmente un perro, lo cual enlaza con el tema que sustenta la trama principal.
Por otro lado, Fermín Garzón encarna a esas personas que no saben estar solos, o que se han pasado la vida estando solos, aunque estuvieran acompañados, y que ahora buscan una compañía que realmente acompañe. Como supimos en la primera novela, tras quedar viudo, el subinspector se había trasladado a Barcelona, donde vivía en una pensión. Ahora, animado por Petra, ha alquilado un apartamento y empieza a hacer vida de soltero. Así, tendrá que enfrentarse a la ardua tarea del automantenimiento y el abastecimiento personal, materias totalmente desconocidas para él. Será Petra la que le instruya sobre los rudimentos de la compra semanal en el supermercado o las destrezas culinarias necesarias para sobrevivir. Estas escenas son realmente graciosas y muestran el lado más desenfadado de los personajes así como la consolidación de una amistad, más allá de la esfera profesional. Petra adiestra a Garzón en lo doméstico mientras que él la guía en la investigación policial, en la que ella es aun inexperta. Ambos comparten, pues, su propio bagaje cultural y profesional. En muchos aspectos, me recuerdan a Quijote y a Sancho y a la quijotización de Sancho y la sanchización de don Quijote que se va produciendo a medida que avanza la obra.
Finalmente, Alicia Giménez Bartlett presenta la soledad elegida, la soledad buscada y deseada, de la que disfruta (o aspira a disfrutar) Petra. Una soledad en la que la casa propia es un paraíso y el silencio y la tranquilidad, su mejor banda sonora. Una soledad en la que caben los amigos y los amantes esporádicos, pero no la condena de un matrimonio. Después de hablarnos de sus dos exmaridos, la autora nos muestra en esta segunda novela a la Petra sincera, madura y desinhibida, dueña de su mente y su cuerpo, de su espíritu y de su sexualidad, que habla abiertamente de sus necesidades físicas y que disfruta sacándole los colores al anticuado Garzón. Una mujer que no quiere comprometerse de nuevo ("el amor todo lo mancha", asegura) y que asume los roles típicos del hombre en lo que al flirteo y el inicio de las relaciones sentimentales/sexuales se refiere, aunque no siempre le dé buen resultado.
Todas estas reflexiones y la intriga se sustentan a través del telón de fondo que brinda el mundo de los perros: su adiestramiento, su uso como animal de compañía, como protección, como ocio... Hay todo un tratado sobre razas, fisiología, adiestramiento, psicología y enfermedades del mejor amigo del hombre que da mucho juego tanto para la historia policíaca principal como para las subtramas sentimentales tanto de Petra como de Garzón.
Por si todos estos temas y reflexiones no fueran suficientes, la novela se enriquece aun más con el análisis del uso del lenguaje, un nivel léxico alto y una gran cantidad de referencias culturales de todo tipo. Tres alicientes más para completar el panorama de una novela que cumple a la perfección las premisas del género pero que aporta mucho más.
Nos seguimos leyendo.
Ficha técnica:
Título: Día de perros
Autor: Alicia Giménez Bartlett
Editorial: Booket Género: novela negra, policíaca, thriller, misterio Páginas: 336
Publicación 15/05/2003 ISBN: 9788408092735