Título: Inés y la alegría
Autora: Almudena Grandes
Editorial: Círculo de lectores
Género: novela, histórica
Páginas: 720
Publicación: Septiembre 2010
ISBN: 9788467241693
Corre el verano de 1939 cuando Carmen de Pedro se cruza con Jesús Monzón en Toulouse. Ella es responsable en Francia de los comunistas españoles; él, un ex cargo del partido con un ambicioso plan en mente que cuajará en los próximos años: quiere organizar el grupo más disciplinado de la Resistencia contra la ocupación alemana, preparar la plataforma de la Unión Nacional Española y contar con un ejército de hombres dispuestos a invadir España. Entre ellos está Galán, que cree, como muchos otros en aquel otoño de 1944, que tras el desembarco aliado y la retirada de los alemanes se puede establecer un gobierno republicano en Viella. No muy lejos de allí, Inés, una muchacha de familia conservadora que durante la guerra apoyó la causa republicana, vive custodiada en casa de su hermano, delegado provincial de Falange en Lérida... El día en que escuche en Radio Pirenaica el anuncio de la operación Reconquista de España, se armará de coraje para dejar atrás sus años más grises y recuperar la alegría en su vida.
¡Hay que ver! Lo que es no estar bien por dentro... ¿Cómo pude dejar yo este libro con treinta y tantas páginas leídas? ¿Por qué no seguí? ¿Por qué lo dejé en el limbo de las novelas que esperan su momento? No sé por qué en su momento no me enganchó, aunque tengo claro que mi momento vital no era el óptimo. El libro salió en septiembre de 2010 y yo calculo que empezaría a leerlo en octubre o noviembre (Almudena Grandes es una de mis autoras favoritas y no suelo esperar mucho para leer sus novedades). Por esas fechas, yo llevaba un año en el paro, me había presentado a las oposiciones de Educación Secundaria que se habían convocado en junio, en julio había sufrido una queratitis (que es lo más doloroso que me ha pasado en la vida: las lentillas eran defectuosas o me hicieron daño o yo qué sé, pero el caso es que cada vez que me las quitaba me arrancaba un poquito de córnea, hasta que se me hicieron heridas, claro. Un horror), saqué un 9,5 en los oposiciones pero me quedé a las puertas de la plaza (había 68 y yo quedé la 69), en septiembre estuve esperando a que alguien renunciara a su plaza y a que salieran las listas de interinos y cuando vi que de ser la 1 había pasado a la 318 (por no haber trabajado nunca como profesora)... se me cayó el alma a los pies. Total, que esos meses no fueron muy buenos para mis lecturas. Y la pobre Inés pagó las consecuencias. Pero bueno, ya he saldado mi deuda con ella y ya he podido disfrutar de la alegría que promete el título.
Porque si algo nos enseña esta novela es que la alegría nos salva. Siempre. De todo. Hasta en los momentos más difíciles, es la alegría la que nos sustenta y nos empuja a seguir adelante, prometiéndonos días aún más felices y consolándonos con las gotitas de felicidad que ha logrado ponernos en el corazón en un momento oscuro. La alegría de vivir, de luchar por lo que uno cree, la alegría de amar y ser amada, de compartir vivencias, de sentirse arropado, de tejer una red de cariño y solidaridad con quienes te rodean. Esa es la alegría que pinta Almudena Grandes en este libro que abre sus Episodios de una Guerra Interminable, el primero de seis, la carta de presentación, la fijación de un precedente, el esbozo de lo que serán los demás.
Tal y como me pasó con Las tres bodas de Manolita, uno de los aspectos de creación literaria que más me ha gustado de esta novela es el juego que Grandes lleva a cabo con el tiempo y con la estructura. En este caso, la obra está dividida en tres partes (antes, durante y después) y cada una de esas partes consta de dos capítulos diferentes: los titulados "antes", "durante" y "después" entre paréntesis, que hablan de los acontecimientos reales, con un narrador muy especial, crítico y claramente posicionado (en la nota final, la autora confiesa que, en una suerte de parábasis muy galdosiana, ese narrador es ella misma, que toma la palabra para contarnos la Historia sin objetividad ni paños calientes); y los titulados "I. Aquí, Radio España Independiente...", "II. La cocinera de Bosost" y "III. El mejor restaurante español de Francia", en los que narra la historia de los protagonistas de la novela, Inés y Galán. Estos tres capítulos están, a su vez, divididos internamente en tres subcapítulos, en los que las voces en primera persona de esos dos personajes se van intercalando y mezclando la Historia con la ficción que Grandes dibuja para resaltar esos hechos históricos. La estructura se completa con dos epílogos, más cortos que los capítulos restantes (de ahí que considere que la historia se divide en tres y no en cuatro partes), en los que pone un punto final (o un punto y seguido, como ella misma advierte en el título del primero, porque, al final y al cabo, la Historia no se detiene nunca) a ambas tramas. Además, como ocurre en todos los libros de la saga, la autora incluye una nota en la que explica el origen de la novela, habla de los personajes reales que aparecen en ella (directamente o construidos literariamente) y muestra que, como ocurre tantas veces, la realidad supera, con creces, a la ficción.
A esta estructura de ida y de vuelta, que va intercalando voces, realidad y ficción, se le suma el manejo del tiempo de Grandes. Al buscar dos voces implicadas en los mismos hechos para contarnos la historia, la autora busca una cierta confrontación entre las versiones, lo que le da un perspectivismo muy enriquecedor a la novela. Así, hay sucesos que aparecen narrados tanto por Inés como por Galán (otros no), lo que da una idea de tiempo duplicado, de reiteración de un tiempo conocido por el lector. Además, cada capítulo comienza en un tiempo ligeramente posterior al punto en el que acabó el anterior, lo que nos hace viajar continuamente al pasado y al presente de cada capítulo para explicar hechos y consecuencias. El tiempo, pues, parece chicle en las manos de Almudena Grandes, capaz de saltar de atrás hacia adelante, de repetirse y hasta de ofrecernos versiones diferentes de los mismos hechos. Casi lo mismo que nos ocurre a veces con nuestros propios recuerdos.
Por lo que respecta a la historia en sí narrada en la novela, Grandes se fija aquí en los comunistas exiliados o clandestinos que siguieron luchando por derrocar a Franco durante décadas. Y mientras se juegan la vida y el futuro por abolir un régimen ilegal instaurado a fuerza de golpe de estado y de guerra, viven y se aman y tienen hijos y se apoyan y ponen restaurantes y tienen éxito y cocinan la mar de bien y llevan a cabo misiones y caen heridos (o muertos) y guardan secretos y celebran fiestas y siempre acaban reunidos alrededor de la mesa de Casa Inés, la cocinera de Bosost, el mejor restaurante español de Francia. O sea, justo lo que haría cualquier persona: intentar sobrevivir a pesar de las guerras, de las persecuciones, del peligro y de la clandestinidad. De ahí que la cuñada de Inés, esposa de un falangista con cargo en el Franquismo, alabe lo normales que son estos comunistas, conjurando así el miedo a los rojos que tantas veces se ha querido inculcar, no solo durante la dictadura. Sin embargo, este espejismo de normalidad, de cotidianidad, no implica que todo lo que se cuenta sobre el Partido Comunista en la novela sea positivo; también tienen cabida aquí sus fracasos, sus traiciones y el abandono al que las altas esferas sometieron, en algunos casos, a las bases. O al menos esa era la impresión de los comunistas de a pie, como muy bien queda reflejado en la obra.
Me encanta esta manera de tejer Historia e historia, o Historia e intrahistoria, que diría Unamuno. Porque, al final, siempre quedan los titulares, los grandes hechos, las victorias y las derrotas, pero se olvidan las pequeñas vidas, los logros y fracasos diarios de las hormiguitas que gestaron esas victorias y esas derrotas. Grandes les abre un hueco en su literatura mostrando la cara más humana de una retahíla de fechas casi sin sentido y sacando a la luz una parte de la Historia nunca contada o tan poco narrada que ha caído en el olvido, como muestra la foto a la que alude Inés en el cierre de la novela.
Si a todo esto le sumamos el estilo de Almudena Grandes, su voz, su poesía y su manera de narrar, tan personal, tan emotiva, tan cargada de sentidos y significados, el resultado es una novela de diez que no puedo por menos que recomendar y volver a recomendar. Como siempre me pasa con Grandes.
Nos seguimos leyendo.
Posdata: me encanta que en la página de la novela hayan incluido algunas de las recetas que Inés cocina a lo largo de la obra, incluidas sus rosquillas. ¡Pienso probarlas!
Porque si algo nos enseña esta novela es que la alegría nos salva. Siempre. De todo. Hasta en los momentos más difíciles, es la alegría la que nos sustenta y nos empuja a seguir adelante, prometiéndonos días aún más felices y consolándonos con las gotitas de felicidad que ha logrado ponernos en el corazón en un momento oscuro. La alegría de vivir, de luchar por lo que uno cree, la alegría de amar y ser amada, de compartir vivencias, de sentirse arropado, de tejer una red de cariño y solidaridad con quienes te rodean. Esa es la alegría que pinta Almudena Grandes en este libro que abre sus Episodios de una Guerra Interminable, el primero de seis, la carta de presentación, la fijación de un precedente, el esbozo de lo que serán los demás.
Tal y como me pasó con Las tres bodas de Manolita, uno de los aspectos de creación literaria que más me ha gustado de esta novela es el juego que Grandes lleva a cabo con el tiempo y con la estructura. En este caso, la obra está dividida en tres partes (antes, durante y después) y cada una de esas partes consta de dos capítulos diferentes: los titulados "antes", "durante" y "después" entre paréntesis, que hablan de los acontecimientos reales, con un narrador muy especial, crítico y claramente posicionado (en la nota final, la autora confiesa que, en una suerte de parábasis muy galdosiana, ese narrador es ella misma, que toma la palabra para contarnos la Historia sin objetividad ni paños calientes); y los titulados "I. Aquí, Radio España Independiente...", "II. La cocinera de Bosost" y "III. El mejor restaurante español de Francia", en los que narra la historia de los protagonistas de la novela, Inés y Galán. Estos tres capítulos están, a su vez, divididos internamente en tres subcapítulos, en los que las voces en primera persona de esos dos personajes se van intercalando y mezclando la Historia con la ficción que Grandes dibuja para resaltar esos hechos históricos. La estructura se completa con dos epílogos, más cortos que los capítulos restantes (de ahí que considere que la historia se divide en tres y no en cuatro partes), en los que pone un punto final (o un punto y seguido, como ella misma advierte en el título del primero, porque, al final y al cabo, la Historia no se detiene nunca) a ambas tramas. Además, como ocurre en todos los libros de la saga, la autora incluye una nota en la que explica el origen de la novela, habla de los personajes reales que aparecen en ella (directamente o construidos literariamente) y muestra que, como ocurre tantas veces, la realidad supera, con creces, a la ficción.
A esta estructura de ida y de vuelta, que va intercalando voces, realidad y ficción, se le suma el manejo del tiempo de Grandes. Al buscar dos voces implicadas en los mismos hechos para contarnos la historia, la autora busca una cierta confrontación entre las versiones, lo que le da un perspectivismo muy enriquecedor a la novela. Así, hay sucesos que aparecen narrados tanto por Inés como por Galán (otros no), lo que da una idea de tiempo duplicado, de reiteración de un tiempo conocido por el lector. Además, cada capítulo comienza en un tiempo ligeramente posterior al punto en el que acabó el anterior, lo que nos hace viajar continuamente al pasado y al presente de cada capítulo para explicar hechos y consecuencias. El tiempo, pues, parece chicle en las manos de Almudena Grandes, capaz de saltar de atrás hacia adelante, de repetirse y hasta de ofrecernos versiones diferentes de los mismos hechos. Casi lo mismo que nos ocurre a veces con nuestros propios recuerdos.
Por lo que respecta a la historia en sí narrada en la novela, Grandes se fija aquí en los comunistas exiliados o clandestinos que siguieron luchando por derrocar a Franco durante décadas. Y mientras se juegan la vida y el futuro por abolir un régimen ilegal instaurado a fuerza de golpe de estado y de guerra, viven y se aman y tienen hijos y se apoyan y ponen restaurantes y tienen éxito y cocinan la mar de bien y llevan a cabo misiones y caen heridos (o muertos) y guardan secretos y celebran fiestas y siempre acaban reunidos alrededor de la mesa de Casa Inés, la cocinera de Bosost, el mejor restaurante español de Francia. O sea, justo lo que haría cualquier persona: intentar sobrevivir a pesar de las guerras, de las persecuciones, del peligro y de la clandestinidad. De ahí que la cuñada de Inés, esposa de un falangista con cargo en el Franquismo, alabe lo normales que son estos comunistas, conjurando así el miedo a los rojos que tantas veces se ha querido inculcar, no solo durante la dictadura. Sin embargo, este espejismo de normalidad, de cotidianidad, no implica que todo lo que se cuenta sobre el Partido Comunista en la novela sea positivo; también tienen cabida aquí sus fracasos, sus traiciones y el abandono al que las altas esferas sometieron, en algunos casos, a las bases. O al menos esa era la impresión de los comunistas de a pie, como muy bien queda reflejado en la obra.
Me encanta esta manera de tejer Historia e historia, o Historia e intrahistoria, que diría Unamuno. Porque, al final, siempre quedan los titulares, los grandes hechos, las victorias y las derrotas, pero se olvidan las pequeñas vidas, los logros y fracasos diarios de las hormiguitas que gestaron esas victorias y esas derrotas. Grandes les abre un hueco en su literatura mostrando la cara más humana de una retahíla de fechas casi sin sentido y sacando a la luz una parte de la Historia nunca contada o tan poco narrada que ha caído en el olvido, como muestra la foto a la que alude Inés en el cierre de la novela.
Si a todo esto le sumamos el estilo de Almudena Grandes, su voz, su poesía y su manera de narrar, tan personal, tan emotiva, tan cargada de sentidos y significados, el resultado es una novela de diez que no puedo por menos que recomendar y volver a recomendar. Como siempre me pasa con Grandes.
Nos seguimos leyendo.
Posdata: me encanta que en la página de la novela hayan incluido algunas de las recetas que Inés cocina a lo largo de la obra, incluidas sus rosquillas. ¡Pienso probarlas!
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 85/100
- Reto Novela Histórica: 12/15
- Reto 12 meses, 12 libros: 9/12