Ficha técnica:
Título: Habitaciones cerradas Autora: Care Santos
Editorial: Círculo de lectores Género: novela Páginas: 495Publicación: 2011 ISBN: 978-84-672-4424-3
Sinopsis (editorial):
«Antes de empezar a escribir la primera línea de un libro necesito saber el título, y el de Habitaciones cerradas me evocaba las historias familiares y la presencia femenina, que es muy importante en la novela.»
Violeta Lax se ha propuesto convertir el palacete familiar junto al barcelonés Paseo de Gracia en un museo dedicado a su abuelo, Amadeo Lax, que fue un renombrado pintor modernista. Tras años de abandono, la casa se encuentra en un estado lamentable, aunque afortunadamente sigue en pie el mural donde el pintor retrató a su esposa, quien lo abandonó para fugarse con un amante. Pero toda familia esconde sus secretos y toda casa vieja alberga sus fantasmas. Durante las obras de reforma del palacete aparece, tras una falsa pared, el cadáver momificado de una mujer, entre escobas, recogedores y plumeros. A partir de la investigación de esta muerte se desgrana la historia de una poderosa familia burguesa de la Barcelona de principios del siglo XX, con sus amores, mentiras y sueños rotos.
Hacía mucho tiempo que tenía ganas de leer esta novela, pero por diferentes motivos, no había llegado su momento. Su título siempre me ha atraído y me ha desanimado a partes iguales, casi igual que cualquier puerta cerrada y desconocida (real o metafórica) que te encuentras frente a ti: el miedo a lo que pueda haber dentro se mezcla con la curiosidad y las ganas de saber, y abrirla o no depende, en muchos casos, del momento de tu vida en el que te encuentres. Este era mi momento para abrir la puerta de esta novela y lo que he encontrado dentro me ha dejado cautivada.
Aunque no suelo escribirlas, sí tengo historias dentro de mi cabeza. Historias que se hinchan como un globo cuando cualquier libro, canción, película, comentario, anécdota... las inspira y las va haciendo crecer pero que, abandonadas en el fondo de mi mente, se van desinflando hasta quedar arrugadas y fofas en el rincón de las historias perdidas. Habitaciones cerradas es la historia que a mí me hubiera gustado escribir. De hecho, ya escribí un relato sobre una casa misteriosa y un pintor demasiado solitario y trastornado hace mil años y, de un tiempo a esta parte, me ronda otra historia sobre otra casa y otra pintora, que no descarto convertir en algo, sea lo que sea, porque últimamente todo me lleva a ella. Como esta novela, tan sugerente como fascinante.
Me rindo a los pies de Care Santos. No había leído nada suyo pero este mes he descubierto El aire que respiras y Habitaciones cerradas y no puedo por menos que manifestar mi admiración y mi fascinación por ella, por su modo de contar, por su forma de documentarse, por todo lo que transmite y por sus historias.
Habitaciones cerradas presenta al lector las vivencias de la familia Lax, desde Rodolfo y Maria de Roser Golorons, en el final del siglo XIX y principios del XX, hasta Violeta, en el albor del siglo XXI, pasando por Amadeo (el gran protagonista de la novela) y Modesto, hijo de este y padre de Violeta. Vivencias llenas de altibajos, de felicidad y tragedias y de un progresivo alejamiento entre sus miembros, cada vez menos integrantes de ese núcleo familiar que, como todas las familias, guarda secretos inconfesables.
Estos más de cien años de historia familiar, pero también social, geográfica, política y económica, no discurren por la novela con un orden cronológico. Todo lo contrario: los saltos temporales son continuos, yendo y viniendo a través de la línea del tiempo, adelantando sucesos y completando los puntos más destacables de la historia que Care Santos quiere contar. Este ir y venir, esta maleabilidad del tiempo, está relacionado con el narrador o narradores, sobre los que no diré nada, porque me parecen uno de los guiños más particulares de la autora (presente, también, en El aire que respiras) y porque da una magia a la novela que no quiero destripar a quien aún tenga por delante el inmenso placer de descubrirla. Solo diré que, como explican en la propia obra, "lo sencillo sería dejar correr el tiempo en el sentido de las agujas del reloj", o sea, contar la historia en orden cronológico, pero "estamos acostumbrados a las emociones fuertes. Preferimos transgredir el calendario", ordenando, de este modo, los acontecimientos no desde un punto de vista temporal sino desde un punto de vista literario, sorprendente, atractivo y adictivo para el lector.
Me ha encantado esta forma de reconstruir la historia, de armar el puzle, que obliga al lector a hacer el esfuerzo de dar un lugar a cada suceso, de poner en orden los detalles para construir con sus manos el armazón que sostiene la trama. En él está la habilidad para colocar cada pieza certeramente y que el conjunto no se derrumbe como la escalera central de los almacenes El Siglo tras el incendio que acabó con él.
Una de las cosas que más me gustan de Care, además del hecho de valorar la inteligencia del lector, es su capacidad para urdir las tramas históricas reales y las de ficción de manera que encajen en un engranaje perfecto. La labor de documentación (que se presupone ardua y descomunal) se nota pero no cobra protagonismo, no le roba importancia al argumento literario, no se convierte en un alarde de conocimiento del autor sino que ofrece al lector la posibilidad de descubrir mil detalles que no conocía sin hacer más esfuerzo que el que supone mover el brazo para pasar de hoja.
La variedad temporal en la narración, en los sucesos y en los personajes se completa con una variedad documental mostrada explícitamente en la novela a través del uso de diferentes tipos de soportes informativos que van completando la historia. A la narración puramente literaria, Santos añade extractos de informes artísticos, de noticias, de blogs, de cartas personales, de mails, de atestados policiales, de folletos pictóricos... sumando así voces a las ya numerosas voces que pueblan la novela. Suma voces, enfoques y perspectivas (unas subjetivas y otras objetivas) que enriquecen el conjunto, dan más pistas al lector a la hora de reconstruir la historia, muestran la variedad de fuentes que hay que manejar para edificar una novela y dan buena cuenta de la multiplicidad de puntos de vista y testimonios a los que cada día nos enfrentamos para construir la realidad.
Solo puedo añadir que me ha encantado el estilo narrativo pero también la forma de construir la historia de Care, que me ha atrapado la historia y las reflexiones que encierra y que puede contar con una seguidora fiel más desde ya mismo.
Nos seguimos leyendo.
Aunque no suelo escribirlas, sí tengo historias dentro de mi cabeza. Historias que se hinchan como un globo cuando cualquier libro, canción, película, comentario, anécdota... las inspira y las va haciendo crecer pero que, abandonadas en el fondo de mi mente, se van desinflando hasta quedar arrugadas y fofas en el rincón de las historias perdidas. Habitaciones cerradas es la historia que a mí me hubiera gustado escribir. De hecho, ya escribí un relato sobre una casa misteriosa y un pintor demasiado solitario y trastornado hace mil años y, de un tiempo a esta parte, me ronda otra historia sobre otra casa y otra pintora, que no descarto convertir en algo, sea lo que sea, porque últimamente todo me lleva a ella. Como esta novela, tan sugerente como fascinante.
Me rindo a los pies de Care Santos. No había leído nada suyo pero este mes he descubierto El aire que respiras y Habitaciones cerradas y no puedo por menos que manifestar mi admiración y mi fascinación por ella, por su modo de contar, por su forma de documentarse, por todo lo que transmite y por sus historias.
Habitaciones cerradas presenta al lector las vivencias de la familia Lax, desde Rodolfo y Maria de Roser Golorons, en el final del siglo XIX y principios del XX, hasta Violeta, en el albor del siglo XXI, pasando por Amadeo (el gran protagonista de la novela) y Modesto, hijo de este y padre de Violeta. Vivencias llenas de altibajos, de felicidad y tragedias y de un progresivo alejamiento entre sus miembros, cada vez menos integrantes de ese núcleo familiar que, como todas las familias, guarda secretos inconfesables.
Estos más de cien años de historia familiar, pero también social, geográfica, política y económica, no discurren por la novela con un orden cronológico. Todo lo contrario: los saltos temporales son continuos, yendo y viniendo a través de la línea del tiempo, adelantando sucesos y completando los puntos más destacables de la historia que Care Santos quiere contar. Este ir y venir, esta maleabilidad del tiempo, está relacionado con el narrador o narradores, sobre los que no diré nada, porque me parecen uno de los guiños más particulares de la autora (presente, también, en El aire que respiras) y porque da una magia a la novela que no quiero destripar a quien aún tenga por delante el inmenso placer de descubrirla. Solo diré que, como explican en la propia obra, "lo sencillo sería dejar correr el tiempo en el sentido de las agujas del reloj", o sea, contar la historia en orden cronológico, pero "estamos acostumbrados a las emociones fuertes. Preferimos transgredir el calendario", ordenando, de este modo, los acontecimientos no desde un punto de vista temporal sino desde un punto de vista literario, sorprendente, atractivo y adictivo para el lector.
Me ha encantado esta forma de reconstruir la historia, de armar el puzle, que obliga al lector a hacer el esfuerzo de dar un lugar a cada suceso, de poner en orden los detalles para construir con sus manos el armazón que sostiene la trama. En él está la habilidad para colocar cada pieza certeramente y que el conjunto no se derrumbe como la escalera central de los almacenes El Siglo tras el incendio que acabó con él.
Una de las cosas que más me gustan de Care, además del hecho de valorar la inteligencia del lector, es su capacidad para urdir las tramas históricas reales y las de ficción de manera que encajen en un engranaje perfecto. La labor de documentación (que se presupone ardua y descomunal) se nota pero no cobra protagonismo, no le roba importancia al argumento literario, no se convierte en un alarde de conocimiento del autor sino que ofrece al lector la posibilidad de descubrir mil detalles que no conocía sin hacer más esfuerzo que el que supone mover el brazo para pasar de hoja.
La variedad temporal en la narración, en los sucesos y en los personajes se completa con una variedad documental mostrada explícitamente en la novela a través del uso de diferentes tipos de soportes informativos que van completando la historia. A la narración puramente literaria, Santos añade extractos de informes artísticos, de noticias, de blogs, de cartas personales, de mails, de atestados policiales, de folletos pictóricos... sumando así voces a las ya numerosas voces que pueblan la novela. Suma voces, enfoques y perspectivas (unas subjetivas y otras objetivas) que enriquecen el conjunto, dan más pistas al lector a la hora de reconstruir la historia, muestran la variedad de fuentes que hay que manejar para edificar una novela y dan buena cuenta de la multiplicidad de puntos de vista y testimonios a los que cada día nos enfrentamos para construir la realidad.
Solo puedo añadir que me ha encantado el estilo narrativo pero también la forma de construir la historia de Care, que me ha atrapado la historia y las reflexiones que encierra y que puede contar con una seguidora fiel más desde ya mismo.
Nos seguimos leyendo.
Me ha interesado el blog de la autora y el que fue construyendo durante los meses en los que la novela estuvo más en boga.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 13.000 páginas: 495/13.000
- Reto 12 meses 12 libros: 4/12
- Reto Genérico: 2/2 sagas familiares
- Desafío100 libros: 38/100
- Reto Sumando: 21/2013