Hay
libros de los que hablar de personajes, de historia, de intriga, de trama, de
ambientación, de documentación, de lugares… En esta novela podríamos hablar
largo y tendido sobre todos estos aspectos pero si hay algo que marca la
diferencia en Azul Vermeer es el
final. Así que por ahí habrá que empezar la entrevista.
- Al cerrar el libro, el lector tiene la sensación de que, a pesar de haber compartido 448 páginas de su vida con Marta, la protagonista de la novela, al final… resulta que no la conoce. De hecho, esa misma duda la expresan otros muchos personajes de la novela. ¿Es que nadie conoce a Marta? ¿Solo ella misma? ¿O usted, que le ha dado vida?
- Aunque es cierto que el final puede causar cierta sorpresa,creo que, en realidad, es bastante consecuente con la personalidad de la Marta. Ella es una persona bastante reservada, distante y opaca a veces, invisible otras. Alguien que encuentra más fácil bajar la guardia y dejarse llevar por los sentimientos que le provoca una obra de arte que abrirse hacia otras personas.
- En cualquier caso, esta construcción de personajes no es habitual en la literatura. Lo normal es que, de alguna manera, lector y protagonista lleguen a ser buenos amigos al final de la novela. ¿Por qué quiso romper con esta máxima o esta costumbre y dibujar un personaje tan opaco como Marta?
- Marta utiliza su carácter como un escudo de protección ante un mundo que no siempre ha sido benévolo con ella pero, a la vez, esa misma distancia que impone la termina acercando al lector de alguna manera. Aunque es cierto que cueste encontrar ese punto de conexión con ella, se llega a entenderla y comprenderla.
- En un momento de la literatura en el que una de las estructuras más habituales es la de dos hilos argumentales ubicados en diferentes momentos históricos que, al final, acaban confluyendo, usted apuesta por una estructura diferente y original. Es verdad que al principio, al comenzar la historia en Delft, en 1675 y continuar, en el segundo capítulo, en la actualidad, una llega a pensar “otra vez la estructura de las dos tramas paralelas”… pero en el tercer capítulo confirma que no es así. Aún así, la estructura es peculiar, porque el libro está dividido en cuatro partes y al comienzo de cada una de ellas el narrador viaja en el tiempo y en el espacio para presentar a un personaje diferente a Marta, que es el que centra la mirada de la voz narradora en el resto de los capítulos. ¿Cómo se le ocurrió esta idea?
- Creo que las distintas tramas que iban confluyendo en la historia, la pedían. Aunque Marta es, indiscutiblemente, la protagonista de la historia, había algunos personajes secundarios que tenían tanto o incluso más peso que ella. Un pequeño puzle con el que enmarcar su personalidad.
- Y cada parte está, además, encabezada por un color, lo que une estructura y contenido….
- El color era un parte tan importante de la obra de Vermeer como la propia composición y se convirtió en mi pequeño homenaje a su genio. Por otro lado, la personalidad de cada uno de los tonos que inician los distintos bloques impregna el desarrollo de los acontecimientos que se van contando, hasta crear ese otro lienzo que constituye la historia en sí.
- Hablando del contenido y, sobre todo, de la documentación que requiere una novela así... ¿cómo fue el proceso de armar el telón de fondo de una obra como esta, los escenarios en los que se mueven los personajes?
- Bastante trabajoso, la verdad, y a la vez muy gratificante. Aunque Vermeer es un pintor mundialmente conocido ahora, los estudios sobre su obra son todos bastante recientes, a diferencia de otros grandes maestros que gozaron de una amplia popularidad mucho antes. Quizás por ello, su figura todavía conserva cierto aire de inaccesibilidad al que contribuye que su obra, o lo que conocemos de ella, no sea demasiado extensa. Recuerdo la visita al departamento de restauración y conservación de un prestigioso museo de Madrid como una experiencia inolvidable. Una oportunidad única de ser testigo de cómo se realizan los delicados procesos de análisis y rehabilitación de una obra de arte.
- Creo que la parte más documental, más erudita, está muy bien integrada en la novela. Aunque hay auténticos minitratados sobre diferentes materias (como la clase magistral que Ruud da a Marta sobre pigmentos antiguos), el lector no tiene la sensación de que esté metido con calzador, de que sea una excusa del autor para mostrar todo lo que ha aprendido durante el proceso de documentación. Los personajes están tan bien construidos que ese pequeño relato al margen de la trama principal está perfectamente integrado. La felicito por ello.
- ¡Gracias, Lidia! Para mí era primordial intentar trasmitir la importancia que muchos pintores conceden a cada paso del proceso de creación de sus obras. Quizás, en este caso, la propia obsesión que el arte despierta en los personajes facilitase que esas partes del libro se integraran mejor en la historia.
- Ruud es, sin duda, el personaje más… digamos… amable o benévolo de la novela, a pesar de su apariencia. ¿De dónde surgió el maestro restaurador?
- Ruud es un personaje que “decidió” alzar la voz por él mismo. Empezó en una primera versión de la historia con una actuación mucho más secundaria pero su magnetismo irradiaba de forma evidente. Creo que, además, se convirtió en un buen contrapeso a la personalidad de Marta. Alguien más humano, un bálsamo con el que suavizar un poco algunas de sus aristas.
- En realidad, todos o casi todos los personajes tienen una doble cara: la que muestran y la que ocultan, lo que son en su relación con los demás y lo que se reservan solo para sí mismos… ¿como todos?
- Supongo que sí… Cada uno de nosotros, aunque actuemos de forma más o menos predecible la mayoría de tiempo, siempre nos guardamos una faceta desconocida que suele salir en circunstancias muy particulares o simplemente camufladas tras anhelos que nos cuesta manifestar. Esa también es la grandeza del ser humano y la que, muchas veces, nos empuja a luchar por lo que queremos.
- Muchas de esas dobles caras o de esas personalidades hasta cierto punto escindidas tienen que ver con una infancia infeliz y, sobre todo, con un ejercicio de la paternidad, cuanto menos… dudoso. ¿Por qué hay tantos “malos padres” en la novela?
- ¡Esa es una reflexión que mis padres también se hicieron (risas)! Yo tuve la suerte de disfrutar de una infancia tranquila, feliz y soy incapaz de disociar mi personalidad adulta de ese clima de confianza, cariño y aceptación en el que crecí. Es cierto que algunas de las figuras parentales que aparecen en el libro no son ejemplares, aunque también los protagonistas cuentan con apoyos determinantes, en otras personas, para lograr suplir esos afectos.
- ¿Hay un cierto determinismo, una forma determinista de entender la vida: nadie escapa a las secuelas de una infancia infeliz?
- Aunque pueda ser importante para ser de una manera u otra, o tener un carácter específico, creo que también contamos con el regalo de tener opciones y oportunidades para cambiar, crecer y romper con las ataduras de un pasado injusto.
- Esta es su primera novela y sin embargo denota una madurez literaria sorprendente… ¿cómo lo ha logrado?
- ¡Muchas gracias! Sólo se me ocurre, de alguna manera, la cantidad de tiempo, de horas de trabajo que le dediqué han podido contribuir. Probablemente, por una combinación de inexperiencia y cabezonería, tuve que rehacer la novela varias veces, hasta estar contenta con el resultado.
- ¿Y cómo lleva los nervios por cómo se tomarán los lectores la novela? ¿Son difíciles de sobrellevar?
- ¡Han salido todos al final! Durante su escritura decidí centrarme sólo en disfrutar del proceso y dejarme llevar por lo que me iba dictando la intuición. Creo que, en general y con un poco de distancia, todos somos bastante buenos jueces de nosotros mismos pero no cabe duda que el momento de afrontar las primeras críticas son duras y un buen ejercicio de humildad. Yo tuve la suerte, de recibir muy buenos consejos que me ayudaron a pulir mejor la novela.
- Sinceramente, creo que no deba tener nervios. A veces cuando se nos presenta un libro como “la revolución literaria del otoño… o del invierno” o de lo que sea, se generan una expectativas en el lector que luego no se ven satisfechas. Yo creo que eso no ocurrirá con Azul Vermeer… así que le deseo una larga vida al libro y a usted mucha velocidad y constancia para que podamos disfrutar de tu segunda novela lo antes posible.
- Gracias por tu apoyo y por esa inmensa labor de soporte a la lectura, autores ya consagrados y a la llegada de autores y obras nuevas. ¡Ha sido un descubrimiento y un placer inmenso conocerte!
- ¡Lo mismo digo!