martes, 31 de julio de 2012

Entre el orgullo y la carcajada

Situación: Lucía y yo, en el coche.


   Lucía: Mamá, cuando sea mayor y tenga una niña la voy a llamar Lidia, como tú.
  Yo:¿Siiiiiiíiiii? (léase esta pregunta con un tono de alucianda total, asombro maternal, orgullo y muchas babas, todo al mismo tiempo)
  Lucía: Sí. Pero luego cuando la llame y diga "Lidiaaaaaa" tú no contestes, ¿eh?
  
  Moraleja: Hijos: entre la sopresa, el orgullo y la carcajada. Siempre


 Nos seguimos leyendo.

lunes, 30 de julio de 2012

Maratón de lectura: yo sí me animo

   
   ¡¡Ufff! Casi no llego, pero aquí está mi post. Ayer leí en el blog El Universo de los Libros una iniciativa que me pareció curiosa, así que me voy a animar a participar. Se trata del Maratón de Lectura para el mes de agosto organizado por los blogs Libros que hay que leer y Momentos de silencio compartido. Acabo de leer los requisitos para participar y... ¡allá voy!! Digo que casi no llego porque el post anunciando los libros que vas a leer en agosto había que colgarlo en julio y, en fin.... ¡llego por los pelos!
   La verdad es que me resulta muy difícil elegir un lote de libros para leer en agosto. Hay cinco que leeré seguro, pero en cuanto a los demás...  De hecho había metido como unos 100 libros diferentes en la tablet para ir leyendo en vacaciones los que me fueran apeteciendo y, además, tengo que leer los que necesitaré para mi Trabajo Fin de Máster... O sea que muchos son los candidatos y veremos cuántos los elegidos finalmente jajajaja.
   Por lo pronto, los cinco libros que leeré sí o sí son estos:


  • Blog de madre, de Eva Quevedo
  • Las desterradas hijas de Eva, de Consuelo García del Cid Guerra
  • Cómo encontrar un trabajo satisfactorio, de Roman Krznaric (a ver si es verdad)
  • La penúltima oportunidad, de Caroline Vermalle y
  • Cómo no ser una drama mamá, de Amaya Ascunce.
    Además, aun no he acabado La Casa Riverton, de Kate Morton, me queda algo menos de la mitad, pero teniendo en cuenta que a julio le quedan dos días... será la lectura con la que inaugure agosto.
    Y, entre la lista interminable de libros que me apetecen leer y la de los que tengo que leer, creo que en agostó optaré por:
  • Entra en mi vida, de Clara Sánchez, que tengo pendiente desde marzo y con muchas ganas de hincarle el diente.
  • Delta de Venus, de Anaïs Nin, después de leer el primer tomo de su diario y Cincuenta sombras de Grey, viendo lo de moda que se ha puesto (o se está poniendo) la literatura erótica y siguiendo  la recomendación de Pep Bruno, creo que también elegiré este.
  • También me gustaría leer alguno de intriga, que es uno de los géneros que más amenos me resultan y más fáciles de leer. Quizá opte por El verano de los juguetes rotos, de Toni Hill.
  • Y de los que tengo que leer para el Trabajo Fin de Máster, sin ninguna duda empezaré por la saga protagonizada por Petra Delicado.
    Espero no ser demasiado ambiciosa, pero es que hay que aprovechar agosto y el tiempo libro para ponerse las pilas con las lecturas pendientes. En septiembre, te cuento qué tal me ha ido.
   Nos seguimos leyendo.


sábado, 28 de julio de 2012

Declaración de amor

    Recuerdo que mi padre y mi abuela me compraron unas horquillas nuevas y me llevaron a comprar un gran ramo de flores. Lo pusieron en la bandeja de atrás del coche y me dijeron: "vamos a ver a mamá y a conocer a tu hermana". Me acuerdo de los nervios que me entraron. ¿Mi hermana? ¿Qué será eso? Llevábamos nueve meses hablando de ella, pero no acababa de hacerme a la idea de qué supondría que un bebé llegar a nuestra casa. "Podrás jugar con ella y será tu mejor amiga", me había dicho. Bueno, habrá que verlo.
    Papá llamó a la puerta y a mí empezaron a sudar las manos. No quería entrar. Que pasen ellos primero y a lo mejor no se dan cuenta de que yo no entro, pensé. Siempre me ha pasado lo mismo. Cuando me ponía mala y faltaba unos días a clase. Cuando llevaba algún tiempo sin ver a una amiga, por muy buena que fuera. El reencuentro me ponía nerviosa. Me daba vergüenza. Aun me pasa.
    Me quedé a la puerta, asomándome para ver qué había dentro. "Pasa", me dijo mi madre. "¡Qué guapa estás con tus horquillas nuevas! ¡Y qué flores más bonitas has elegido para mí!". Mmmmm. Mi madre en la cama, pálida. Y un montón de carne envuelto en una sabanilla en algo parecido a una caja transparente a su lado. "Es tu hermana", me dijo mi madre. ¿Mi hermana es esto?, pensé. ¿Y cómo quieren que juegue con esto? Me asomé a la caja llena de curiosidad. ¡Qué raro! ¿Podré tocarla? Miro a los adultos que están en la habitación. Aparentemente nadie me mira. Alargo la mano. Despacito. Con mucho cuidado. Extiendo el dedo índice y toco su manita. Ella no dice nada. No se mueve. Será que no pasa nada. Lo muevo y tocos sus deditos. ¡Qué pequeñitos! Y si los muevo un poquito... ¿se despertará? Voy a ver. Lentamente voy separando sus dedos de la palma de su mano. Y de repente:

   - ¡¡¡Aaaaayyyy!!!
   - ¿Qué ha pasado? -mi madre me mira angustiada, pensando que le he hecho algo al bebé.
   - Nada -balbuceo-. Sólo que.... me ha cogido mi dedito -susurro sorprendida.
   - Eso es que te quiere.

  Y una gran sonrisa de satisfacción dejó todos mis miedos atrás. Sí, me quiere. O sea que seremos grandes amigas. O sea que jugaremos juntas. O sea que le contaré mis secretos y ella los guardará. O sea que me acompañará cuando tenga miedo y me dará la mano por las noches. O sea que hará lo que yo quiera. O sea que me ayudará cuando yo no sepa hacer algo. O sea que soportará mis neuras. O sea que me consolará cuando algo no me salga bien. O sea que podré hablarle de lo que no le hablo a nadie más. O sea que compartiremos un montón de cosas a lo largo de los años. O sea que será mía. Mi hermana. 
 

    Hoy hace 32 años de esta escena. Y sí, todo eso se ha cumplido. Todo eso... y mucho más. Con sus altos y sus bajos, sus discusiones y sus faltas de acuerdo, sus momentos felices y sus frustraciones... mi hermana siempre ha sido mi mejor amiga. Hoy es profesora María Jesús, la tía Popi y un montón de cosas más. Pero, sobre todo, para mí y por siempre... es mi HERMANA. Con todas las mayúsculas y el amor del mundo.
   Nos seguimos leyendo.


viernes, 27 de julio de 2012

Lucía del Siglo de Oro

    Situación: Haciendo unos recados, me encuentro a un antiguo compañero del periódico al que no veía desde hace tres años. Le sonrío, le saludo, le doy dos besos, besa a Lucía (no muy convencida), charlamos brevemente, se va...

   Lucía: ¿Quién era? 
  Yo: Un compañero del periódico, cariño. ¿Por qué me lo preguntas?
    Lucía: Y tú... ¿por qué le has besado???
  
  Moraleja: Mientras esté conmigo, la honra de su padre está a salvo.


 Nos seguimos leyendo.

jueves, 26 de julio de 2012

Narrativa de la segunda mitad del siglo XIX: guía de lecturas

    Narrativa de la segunda mitad del siglo XIX. Así se llamaba una de las asignaturas del máster que he cursado este año, en el segundo cuatrimestre; una asignatura que me ha encantado, así que voy a hablar de los libros que leí para aprobarla.
   La parte teórica había que prepararla con manuales como Historia de la Literatura Española, dirigida por Víctor García de la Concha, o Historia de la Literatura Española, escrita por Juan Luis Alborg. La primera es buena como material didáctico pero aburrida de leer. La segunda, en cambio, es difícil utilizarla para elaborar temas teóricos que vas a exponer en un examen pero es bastante divertida de leer. En realidad, no se trata de una enciclopedia, sino de un compendio de opiniones sobre libros. Alborg recoge las suyas y las contrasta con lo que la crítica ha ido diciendo de una determinada obra o de un determinado autor a lo largo de los años. Lo mejor es que Alborg no se muerde la lengua y descubre las intenciones ocultas de buena parte de la crítica: desde las manías a determinados autores en su época hasta las propias contradicciones entre lo que un mismo crítico opina. El tono es irónico y fustigador y tiene pasajes francamente divertidos. Te ayuda a situar la crítica literaria en su justo lugar.
    Las lecturas obligatorias eran útiles pero exigentes. Leer Pepita Jiménez, Sotileza, Fortunata y Jacinta, Historietas Nacionales, Los Pazos de Ulloa y Pipá y otros cuentos en cuatro meses... tenía tela. Por si fuera poco, las profesoras (con razón pero, en fin, a ver quién tenía tiempo para seguir su consejo) recomendaban leer toda la novela del XIX que fuera posible pero yo con estas seis lecturas tuve suficiente. Hablaré brevemente de ellas, menos de Fortunata y Jacinta, que merece un extenso post para ella solita.
  • Pepita Jiménez es un libro muy fácil de leer, cortito, que retrata muy bien un determinado tipo de sociedad (la andaluza de clase alta a mediados del XIX) y que ofrece una historia de amor sencilla pero muy de la época: la que unirá a un seminarista con una joven viuda. La historia da pie a Valera a hablar sobre otras muchas cuestiones, sobre todo, religiosas. Y es que el autor pretendía homenajear a los místicos de la literatura española, por lo que buena parte de la prosa y de su contenido les rinde tributo. Es un libro entretenido, aunque muy criticado en la época. Se llevaban por aquel entonces las novelas de tesis y todo el mundo andaba buscando la tesis de esta: que si una contraposición entre la vida contemplativa y la vida mundana en la que la segunda salía vencedora, que si un canto al amor por encima de las convenciones sociales, que si una manera de escandalizar... Valera siempre dijo que el único objetivo de esta novela era hacer disfrutar, que no había defendido ninguna tesis en ella, aunque su atenta lectura deja entrever, si no unas tesis bien definidas, sí unas ideas concretas bastante argumentadas. Si quieres saber más sobre el libro, hice una reseña bastante más amplia para Anika entre Libros.
  • Sotileza es la novela que menos me ha gustado de todas. Es como un gran cuadro de la vida santanderina ligada al mar. José María Pereda dibuja con acierto las costumbres de la época, de los hombres y las mujeres del mar, la rudeza de su trabajo, la furia de la naturaleza, la belleza de los paisajes. En ese marco general sitúa a varios personajes inolvidables: Sotileza (Silda), el generoso pae Apolinar, el bronco Murgo, el exquisito Andrés, Mechelín y la tía Sidora... Cuenta la historia, a través de los años de infancia y juventud, de Silda, una pobre huérfana recogida en un hogar en el que la maltratan y, después, con una bondadosa pareja de pescadores y Andrés, bien situado, amigo y protector de la joven, que acabará enamorándose de ella. La crítica ha discutido mucho acerca de un aspecto de la novela que a mí también me extrañó cuando la leí: parece como si Pereda hubiera empezado a escribir sin un plan establecido. Es como si, a la mitad del libro, hubiera dicho "sí, voy a ir por aquí" y es entonces cuando empiezan a pasar cosas. Hay quien dice que no, que en la primera parte presenta a los personajes en su infancia (las "crisálidas" que dan título al primer capítulo) mientras que en la segunda se centra en la acción que se establece entre esos personajes, ya jovencitos ("mariposas", como señala el título que abre esa segunda parte). También ha sido objeto de análisis por parte de la crítica el personaje principal, Sotileza. Pese a ser el centro de toda la trama, el lector no acaba de conocerla, no comprende bien sus decisiones ni sus actuaciones. ¿Por qué no acepta el amor de Andrés? (la respuesta podría ser que la sociedad de la época jamás habría visto con buenos ojos un final feliz para una historia de amor con protagonistas de diferentes clases sociales). ¿Por qué su preferencia por el rudo Murgo? ¿Qué le pasa por la cabeza? Las dudas que suscita hacen que parte de la crítica crea que se trata de un personaje femenino no muy logrado mientras que otros creen mantiene el misterio y deja al lector el trazado final del personaje. A todo ello hay que sumar las descripciones, absolutamente artísticas, pero que alargan la resolución del conflicto. Costumbrismo y realismo se unen en este retrato de una sociedad y una forma de vida. El trabajo que realiza Pereda es tan fidedigno que sirve para reconstruir ese modo de vida que el propio autor ya sentía que se perdía cuando lo dejó fijado por escrito, a buen recaudo del olvido.
  • Historietas Nacionales, de Pedro Antonio de Alarcón, es un compendio de cuentos muy variados: fantásticos, sentimentales, sobre guerra... Hay algunos excepcionales, como El afrancesado, El ángel de la guarda, Fin de una novela o El libro talonario. Otros son costumbrismo puro y duro, sin más. En general, es entretenido. Aunque el asombro con el que leí los primeros cuentos se fue desinflando y al final se me hizo un pelín pesado. 
  • Los Pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán, sí que me gustó. He leído críticas en diferentes blogs que dicen que se hace muy pesado con tanta descripción... la verdad es que no coincido para nada. Me parece que no tiene tanta descripción y la que hay sirve o para ubicar el relato, el contexto y la situación de los personajes o para ilustrar lo que estos sienten, identificando naturaleza y ser humano. Más allá de la historia de amor (en este caso solo presagiada) entre el cura y la señora de los Pazos, me ha interesado mucho el tratamiento que Pardo Bazán da a otros temas como el de la violencia contra la mujer o los niños, la política, la diferencias entre el mundo rural y la ciudad... Me encantó la perspectiva literaria de una autora que luchó por los derechos de las mujeres, tanto en la sociedad como en la propia literatura. También tengo reseña amplia en Anika entre Libros, por si quieres saber más de la novela.
  • Pipá y otros cuentos, de Leopoldo Alas Clarín, fue como entrar en el Museo del Prado después de caminar por el Paseo del Prado: el camino es maravilloso, muy bonito, pero entras... y ¡buf! es otro mundo, una maravilla... es como magia. Se lo dije a mi chico: hasta ahora lo que he leído me ha gustado pero Clarín y Galdós son como el Cristiano Ronaldo y el Messi de la literatura del XIX. Juegan en otra liga. Lo que para los demás es una ardua labor para ellos parece fácil y sencillo. Todo fluye, todo encaja, todo está pensado y trabajado. Son una auténtica gozada.  No puedo elegir unos cuentos de esta compilación en detrimento de otros porque todos me parecieron perfectos: bien estructurados, con un argumento interesante, una trama bien desarrollada, unos personajes perfectamente definidos y presentados. Una maravilla.
      En definitiva, que he disfrutado mucho con esta asignatura y que, más allá de estudiar el Realismo, el Naturalismo, el Costumbrismo en sí mismos, lo que más me ha interesado es encajar estas piezas en la evolución histórica de la novela y ver cómo los autores de la época le dieron un giro a la novela hasta convertirla en lo que es hoy: el género dominante de la literatura. 
    Nos seguimos leyendo.
 

sábado, 21 de julio de 2012

Luciadas

Dos nuevas luciadas en las últimas 18 horas.

    Situación: Ayer por la tarde fuimos a buscarla después de pasar dos días en casa de su abuela. Montamos en el coche y cuando vamos a arrancar, suena un pitido: nos hemos dejado la puerta de Lucía abierta. Mi chico se baja, la cierra, vuelve a subir y...

   Lucía: Papi, te he echado mucho de menos pero... deberías pensar más en lo que haces.
  
  Moraleja: Al final va a resultar que escucha cuando le repito las cosas una y otra vez.

  Situación 2: Esta mañana. Lucía tiene obsesión por las faldas y los vestidos (y los zapatos de tacón, como llama ellos a los planos que tienen un pequeño reborde por tacón). Así que...
  
   Yo: ¿Qué quieres ponerte para ir a comprar el pan con papá?
    Lucía: Vestido. (siempre responde lo mismo)
   Yo: ¿Qué vestido?
   Lucía: El que se me suben todas las hormigas.
   Yo: ¿Cuáaal???
   Lucía: El amarillo.
  
  Moraleja: Los niños tienen memoria y una capacidad simple para decir las cosas.

 Nos seguimos leyendo.

viernes, 20 de julio de 2012

Mi forma de resistirme al paso del tiempo

Las cosas con capacidad de convertirse en un recuerdo suponen el deseo personal de atender a la vida, de vivir con atención, con amor. [...] Los enamorados ponen mucha atención cuando se besan,  los que viven con mucha atención, con mucho amor por la vida, suelen llenar sus habitaciones de cosas” (Luis García Montero, Una forma de resistencia)

    Ya he hablado en varias ocasiones (aquí y aquí) sobre cuánto me gustó este libro. Y ayer, divagando en mi sofá tras cerrar otro diferente, volví a pensar en él. Miré a mi alrededor y me di cuenta de cuántas cosas que me recuerdan a gente a la que quiero mantengo junto a mí. A pesar de mis múltiples mudanzas, de los cambios de la vida y de las redecoraciones... ahí siguen.
    Generalmente, ni reparo en ellas, ya forman parte del decorado de mi día a día, no son un objeto nuevo al que se te va la vista en cuanto nota algo diferente en el entorno. Pero en tardes como las de ayer, en las que estás sola en casa, leyendo tranquilamente en el sofá, al ladito del ventilador... a veces terminas el libro, lo cierras y miras a tu alrededor para paladear la historia que acabas de leer. Y en el resbalar de los ojos por las cosas, a veces se detienen en un objeto. Lo miras con atención y sonríes. Las cosas son vigilantes del recuerdo”, dice García Montero. Y ahí están, mostrando lo que con tanto celo vigilan y guardan: la resurrección de un momento feliz, de una persona querida, de otro tiempo y otra vida. 
    El detonante fue este móvil que me regaló mi hermana cuando vivía en Salamanca, hace unos diez años. Lo tengo colgado en la barra de la cortina y emitía leves soniditos con la brisa de la tarde. Tres mudanzas y ahí continúa.

   Empezó mi viaje por el tiempo. Sin necesidad de pagar billete, sin ni siquiera moverme, sólo girando la cabeza, otro puñado de recuerdos: el reloj que me regaló mi amigo Valero en el ocaso de la adolescencia, los búhos que mi amigo Edu me ha ido comprando a lo largo de los años y el jarrón lleno de manzanas que mi amiga y compañera del periódico en Toledo Marta me regaló cuando me fui a vivir a Alcalá. Pensé en ellos y calculé cuánto tiempo hace que no les veo. Y a pesar de ello, los recuerdos y la felicidad me llenaron de alegría.
      Me sentía tan bien, que pensé que esto no podía quedar en el salón. ¿Cuántas cosas de otras vidas guardo en mi vida actual? En la entrada, uno de los objetos con más años: el espejo que me regalaron mis primos Isma y Alicia cuando tenía... ¿13 años? 23 años conmigo. No está mal. Era la época en la que nos hacíamos regalos en Navidad. Ahora son nuestros hijos los que reciben las sorpresas.

   Si este es uno de los más antiguos, pensé que el más viejo de todos mis objetos podría ser este megareloj que me trajeron los reyes a los 11 o 12 años y que tantas horas de estudio compartió conmigo. Confieso que dejó de funcionar hace unos tres o cuatro años... pero he sido incapaz de deshacerme de él.

    Y ya metidos en el estudio, otro regalo con solera: los sujetalibros que me regaló mi amiga María, no recuerdo si en COU o en los primeros años de carrera.




      Más reciente, el espejo que me regaló mi chico en nuestras primeras navidades juntos, cuando sólo llevábamos un mesecito juntos. Este diciembre hará diez años....


   Y como una cosa lleva a la otra, una de mis cosas más preciadas: el diario del bebé con portaobjetos incluido que me regaló Virginia, la prima de mi chico, cuando di a luz. En él voy guardando pequeños tesoros de mi gran tesoro: mi hija. Ahí están las pulseras que nos pusieron en el hospital, el chupete que solo utilizó 10 días, algunos juguetes ya rotos, su primer carné de la piscina, las entradas del concierto de Cantajuegos, las identificaciones de las maletas de nuestro primer verano en la playa... Un puñadito de vigilantes del recuerdo que me provocan una sensación muuuuuy cálida por dentro y un sentimiento de absoluta felicidad.

    Estos son solamente algunos de los testigos de mi trayectoria, algunos de los hitos de mi camino. Ellos tiran de otros recuerdos y otros amigos que siguen en mi vida y en mi memoria (no puedo pensar en Edu sin invocar a Cova o a Jorge o a Uka o a Goyete o mis compis de la facultad y de las teles, ni en mi hermana sin acordarme de mi madre, ni en Toledo sin volver a sentirme próxima a Esther, a Mariluz, a la comandante Barcenilla...; ni en mis primos sin pensar en mi gran familia, ni en Valero sin recodar a Jorge, ni en mi megareloj sin pensar en mis compañeras del cole, ni puedo ver un periódico sin recodar a la gente de La Tribuna...). Estos objetos forman una red, dibujan un mapa de tiempos, personas, ciudades y sentimientos. Un mapa que es mío, que jamás podré olvidar y que continúa guiándome en mi presente. ¿Cuál es el tuyo?
    Nos seguimos leyendo.
















miércoles, 18 de julio de 2012

Taras para toda la vida


    Dicen que hay tantas lecturas de un libro como lectores. Yo creo que hay más, porque un libro no te cuenta lo mismo en una época de tu vida que en otra. Tus experiencias son diferentes, tu conocimiento de la realidad y de la propia literatura, tus circunstancias en ese momento… En definitiva, hasta cierto punto, no eres la misma persona. Por eso, el libro te cuenta unas cosas y no otras dependiendo de cuándo lo leas. Por lo menos, a mí me pasa.
    Por eso, polémicas y calidad literaria al margen, a mí lo que me ha contado la trilogía “Cincuenta sombras de Grey” es la espeluznante historia de Christian Grey. (¡¡ADVERTENCIA!!: No sigas si no has leído la trilogía y estás interesado en hacerlo, porque voy a destripar parte de la historia, la clave que explica todo o casi todo). Pensar en ese niño con el pecho lleno de quemaduras de cigarrillos, que come guisantes congelados directamente del frigorífico porque está muerto de hambre y no encuentra nada más que llevarse a la boca, que toca a su madre muerta y la encuentra tan fría que la tapa con su pequeña mantita de bebé para intentar que entre en calor (un poco a lo Dexter, pero si baño de sangre); ese niño que no habla, que no soporta el contacto físico, que rechaza los abrazos, que nunca ha sentido lo que es que te hagan cosquillas y reír hasta no poder respirar… me parte el corazón. La risa de mi hija es el mejor regalo que puedo recibir cada día, es la melodía que más me conmueve, que más me llena; por eso trato de que ría todos los días, de que riamos juntas al menos una vez al día. Que un padre o una madre o cualquier adulto ligado a ese padre o esa madre prefiera el dolor a la risa… me dan escalofríos solo de pensarlo. Sé que es ficción, pero, lamentablemente, hay muchos casos reales así. O peores. Y eso sí que me hace desconfiar de la raza humana.


    Nunca he entendido que alguien pueda hacerle daño a un niño, pero desde que soy madre, los casos de maltrato, abusos, abandonos… me encolerizan y angustian a partes iguales. No comprendo, no me cabe en la cabeza, no puedo empezar ni a imaginar los motivos, traumas o emociones que llevan a una persona adulta a maltratar de ningún modo a un ser tan inocente e indefenso como un niño. Justo el lunes por la noche, después de acabar la trilogía, vi una información sobre abusos a menores en el Telediario (a partir del minuto 36:20, más o menos)… y desde entonces no he parado de darle vueltas al asunto.


    Ser padre es un ejercicio de responsabilidad y de madurez, porque exige mucho. Los niños te ponen a prueba, desafían tu paciencia y tu capacidad de reacción constantemente y es necesario tener una altísima dosis de autocontrol para sobrellevar la situación. Es cierto que a esto, como a casi todo, se aprende. Nadie nace siendo un buen padre, todos cometemos errores. Pero creo que la clave está en no perder la perspectiva, en no dejarte llevar por la rabia, el enfado o el miedo que puedas sentir en un determinado momento. El amor, el respeto hacia tu hijo y pensar siempre en lo que es mejor para él son, para mí, las claves que me frenan en esos momentos, las que me ponen en mi sitio y me ayudan a pensar en esos momentos de ofuscación. Pero maltratar o abusar sistemáticamente de un niño no entra en esta categoría. No creo que sea cuestión de autocontrol pero tampoco soy capaz de imaginar qué hay dentro de la cabeza y el corazón de alguien que hace algo así. ¿Falta total de empatía? ¿Traumas propios? ¿Carencia absoluta de sentimientos? Ni idea.
    Las consecuencias pueden ser devastadoras. Grey es solo un ejemplo literario y muchos de los asesinos de series como Mentes Criminales lo son en el plano televisivo pero lo cierto es que son miles los ejemplos de realidad. Y lo peor es que no hace falta llegar a tanto. Conocí a una mujer incapaz de trabajar en nada porque el carácter autoritario de sus padres había mutilado su autoestima hasta el punto de que ella se veía inútil para hacer cualquier cosa.
A una amiga mía le pasó algo parecido. A base de bromas, de comentarios jocosos, uno de sus progenitores había conseguido que llegara a crear que no valía nada. El tono pseudo-humorístico de tales comentarios le hacía dudar así que, por si las moscas, decidió crearse un personaje, una mujer valiente, capaz, profesional que le permitiese ser valiosa en lo laboral, al margen de lo que sintiera por dentro. Y lo consiguió. Nadie cree lo que piensa y siente en realidad, porque se la ve tan segura, tan preparada, que parece imposible que sea (o, más bien, se sienta) todo lo contrario por dentro. Es lo que le pasa a Grey: se parapeta detrás del gran papel de su vida, el de presidente de una grandísima compañía, y así logra pasar el día controlando sus miedos y su ira, autocontrolándose. Pero la procesión va por dentro. Mi amiga duda de sí misma a cada instante, no se siente capaz de dar un paso porque no se cree capacitada para hacerlo. Sólo cuando se pone la máscara, sigue adelante. Grey recurre a la ira cuando la situación le supera y a las relaciones sexuales violentas consentidas y controladas. Mi amiga hace tanto uso de su máscara, que ya duda de quién es en realidad y, en el fondo, se siente una gran farsante, una gran mentira.
    Es muy difícil superar con éxito una situación de abuso, de maltrato o que, simplemente, la persona o personas sobre las que gira tu mundo, las que son tu modelo de comportamiento, las que trazan tu mapa sentimental cuando eres niño te ofrezcan patrones totalmente equivocados. Si te apartan cuando intentas demostrarles cariño, si sólo se fijan en lo que haces mal, si no te dejan crecer como persona, si minan tu autoestima, si ponen coto a tu independencia, si no sientes su amor cuando tu personalidad se está formando, tu forma de ver el mundo, de relacionarte con los demás, de querer, de empatizar, de tratar al resto de las personas tiene que verse alterada. En algunos casos, gravísimamente. Y hasta para siempre.
    Nos seguimos leyendo.

miércoles, 11 de julio de 2012

¿Quién se atreve? "Cincuenta sombras de Grey", de E. L. James

 Dice Umberto Eco:
“La moda cultural es tan esencial al proceso de la cultura que, a menudo, solo a través del reclamo de la moda recluta aquella sus líderes futuros” (Umberto Eco, La estrategia de la ilusión)
   Sinceramente, no creo que Cincuenta sombras de Grey sea un fenómeno cultural, ni tan siquiera un fenómeno literario. Más bien creo que se trata de una moda editorial, que no es lo mismo. Pero bueno, el caso es que está de moda y una, que suele sucumbir a ella, atendiendo a su máxima de "habla solo de lo que conoces", ha caído.
    Confieso que fue Eco el que me llevó directa a los brazos de E.L. James. El calor, las vacaciones escolares, la desidia veraniega no se llevan excesivamente con la reflexión semiótica y, aunque La estrategia de la ilusión es un libro ameno y relativamente fácil de leer, propone muchos temas muy interesantes sobre los que pensar. Y tengo el defecto de pensar en lo que leo. Así que el domingo por la noche, después de pasar el día con Eco, mi cerebro no daba para más, pero tenía ganas de seguir leyendo, así que sucumbí. Abrí Cincuenta sombras de Grey y empecé a leer.

   A decir verdad, a los pocos minutos estuve a punto de dejarlo. Me parecía lento, flojo, intrascendente y no acababa de entender los motivos que movían a los personajes (y, para ser sinceros, tras acabar el primer libro, sigo en las mismas; habrá que esperar al final de la trilogía). A pesar de identificarme en ocasiones con Anastasia (Ana), la protagonista (su entrada triunfal en el despacho de Grey me recuerda a mi episodio con S.A.R. el príncipe Felipe: "a sus pies, alteza"... literalmente), no acababa de entrar en la historia. Si continué leyendo fue por pura curiosidad: curiosidad por saber de qué va este libro del que tanto se habla, curiosidad por saber si es para tanto, curiosidad por descubrir si es tan explícito como dicen (que lo es). Continué y me absorbió. Y continué y continué... hasta que acabé el libro el lunes por la noche. 544 páginas en menos de un día (el lunes por la mañana no pude leer ni palabra): sí que engancha.
   Literariamente, no hay mucho que comentar: narración fluida, personajes que evolucionan a lo largo de la obra y que van desvelando (con cuentagotas) sus misterios (dejando las oportunas zonas oscuras para que te quedes con ganas de más, obviamente), una trama que avanza linealmente... vamos, sin complicaciones. Lo mejor (coincido con Jaci Alía, que ha elaborado la reseña para Anika entre Libros): los correos electrónicos que se envían Ana y Christian y las referencias a la humanizada conciencia y a la diosa interior de Ana. Son el contrapunto humorístico y sincero a la complicada relación que establecen los protagonistas y creo que cumplen muy bien la función de aligerar la sordidez de parte del relato y el erotismo del sexo explícitamente descrito. Y la conseguida ambigüedad de Christian Grey, personaje sobre el que cae el peso de la trama, por mucho que el narrador adopte el punto de vista de Ana (por cierto, también me ha gustado mucho el uso del presente: la narración en tiempo actual, en el momento en que están pasando las cosas, introduce al lector en el trama y permite compartir sentimientos con Ana, descubriendo las sombras de Grey en el mismo momento en que ella lo hace y viviendo sus decisiones a tiempo real). Christian es el gran misterio por resolver, el leitmotiv de la novela, el elemento principal del argumento. 
    Él es el que introduce a Ana (y a nosotros con ella) en el mundo de sado y el universo del amo y la sumisa, el aspecto más polémico de la obra, el que más ampollas ha levantado. Y a mí es el que más me ha dado que pensar. Porque la obra reproduce (al menos, hasta el momento; sólo he leído el primer tomo) algunos de los clichés más típicos y manidos de la cultura patriarcal: el hombre controlador y la mujer sumisa (por mucho que Ana intente rebelarse en determinados momentos), el amor como salvación y transformación, el mito de la virginidad, el hombre rico empeñado en gastarse dinero en ti, la mujer inexperta sexualmente a la que un hombre experimentadísimo abre los ojos, etcétera. Pero también es verdad que te pone en la tesitura de pensar "¿y qué haría yo si estuviera en la piel de Ana?".
    En definitiva, es un libro para pasar el rato, muy apropiado para el verano (aunque no para leer en el metro, como bien señala Pandora Rebato), del que no sabremos si, como decía Eco, abrirá caminos para la literatura futura o se quedará en una mera anécdota que, una vez pasado el temporal, caerá en el olvido. Porque lo cierto es que comentarios sí que ha suscitado, aunque no descarto que la polémica haya podido ser azuzada con fines comerciales. Habrá a quien las referencias al sado le escandalicen; sinceramente, a mí me escandaliza más la tolerancia o la indiferencia social hacia casos como el del Grey niño, cuyo pasado vamos conociendo poco a poco. 
“-¿Por qué no te gusta que te toquen? –susurro, contemplando desde abajo sus ojos grises.
-Porque estoy muy jodido, Anastasia. Tengo muchas más sombras que luces. Cincuenta sombras más.” (Cincuenta sombras de Grey. E. L. James)
   Y, desde luego, no me escandaliza un libro explícitamente sexual enfocado al público lector femenino (esa etiqueta de "porno para mamás" que le han colgado al libro): no es el primero que lo hace (no es que yo haya leído mucha novela erótica o romántica, pero ahí está Rachel Green y su vicario para demostrar que tiene sus seguidoras) y hace tiempo ya que las mujeres nos quitamos la represión sexual de encima.
    Pero lo cierto es que el libro está dando que hablar. En la web oficial de la trilogía hay mucha información y enlaces a diferentes artículos y en Divagando entre lineas, una completísima reseña, además de un sorteo del primer libro. Por haber, hasta hay una universidad que ha esbozado un retrato de Christian, atendido a las descripciones de la autora en la novela. No digo que no, pero como la imaginación es libre y cada uno tenemos la nuestra, yo le veo más como al vampiro Eric Northman, pero sin colmillos. 
    Espero comentarios sobre el libro.
    Nos seguimos leyendo.

Ficha técnica:


Título: Cincuenta sombras de Grey                          (Fifty Shades of Grey)   
Autor: E. L. James 
Editorial: Grijalbo  Género: novela, romántica, erótica    Páginas: 544  
Publicación  Junio 2012    ISBN: 9788425348839

sábado, 7 de julio de 2012

Las cosas de Lucía

    Inauguro sección: Las cosas de Lucía, una mirada diferente sobre nuestro día a día. Protagonista: Lucía, mi hija, de cuatro años (y medio).

    Situación: Viernes por la tarde, línea de cajas del Carrefour.

   Lucía: Mamá, ¿me dejas pagar a mí?
   Yo: Vale, pero ten cuidado con las tarjetas.
   Cajera (a Lucía): ¿Te gusta ir de compras?
   Lucía: mmm...
   Cajera: ¿Te gusta pagar?
   Lucía: Sí.
  Cajera: A mí me gusta ir de compras pero no me gusta pagar.
   Lucía: (cara rara)
  Cajera: Sí, porque cuando pagas, te quedas sin dinero, y tras que ya tengo poco....
   Lucía: Pues, si quieres, nosotras te dejamos.
   Yo: ¿¿???¡¡¡¡!!!!

  Moraleja: ¿No habíamos quedado en que había que compartir?

  Nos seguimos leyendo.

jueves, 5 de julio de 2012

Hijas de Eva, hijas de Lilith: la sutil diferencia

Antonio recuerda perfectamente cómo y cuándo conoció a la que tiempo después sería su mujer. Mi mujer, no, me rectifica. Mi compañera, dice. Porque Manuela ha sido eso, mi compañera. Mi amor, mi amante, mi amiga. (El rayo dormido. Carmen Amoraga)
    Cada vez aprecio más el matiz que diferencia al hombre que llama a su esposa compañera del que habla de ella como "mi mujer". Intuyo que la mayoría de los que se incluyen en el segundo grupo lo hacen por costumbre, por uso social. Pero los que frenan la costumbre y se imponen un cambio en su lenguaje, los que piensan antes de decir si la mujer con la que comparten la vida es su posesión o si camina a su lado, sí que lo hacen conscientemente, a sabiendas, deliberadamente. De ahí su valor. Son capaces de pensar antes de hablar, de examinar sus sentimientos y de admitir una igualdad absoluta, más allá del sexismo del lenguaje.
Foto de npiggy2
    Porque no me parece lo mismo que te digan que eres hija de Eva o que te confirmen que eres sucesora de Lilith; que te hagan creer que saliste de la costilla de un hombre o que te igualen en el material y la forma de creación. Es un matiz muy sutil, pero cada vez estoy más convencida de que encierra una gran diferencia. Una no se puede sentir de igual manera si le cuentan que primero fue otro y que de ese otro la crearon a ella que si le dicen que ambos fueron creados en igualdad; si tu pareja te trata como a su mujer, o sea, como a un objeto de su posesión (máxime cuando él no es tu hombre, a lo sumo, es tu marido) que si te trata como a una compañera, una cómplice de vida, elegida conscientemente para compartir un proyecto vital juntos. Es una sutil diferencia que encierra, en el fondo, una forma de sumisión, de dominación. 
    Y nada más lejos del amor que la sumisión y la dominación. El amor es un compromiso mutuo de comprensión, sostén, respeto, cariño, cuidado y resolución de problemas y conflictos. No es un intercambio amor por protección, amor por sexo, sexo por seguridad, seguridad por servicios. Nadie posee a nadie, por mucho que algunas canciones y determinadas películas nos hagan creer lo contrario. La posesión no es amor. Sí lo es la confianza, la complicidad, la lealtad.
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
(Te quiero. Mario Benedetti)
    Hay mil expresiones cotidianas que encierran esa sumisión, mil productos culturales y sociales que la afianzan cada día. Lo que me parece más grave es que lo tengamos tan interiorizado que no nos demos ni cuenta. Habrá quien quiera quitarle importancia... pero para mí la tiene. Y mucha. Por eso prefiero cantar a grito pelado canciones como Hija de Lilith, de Ismael Serrano o Lilith, de Pedro Guerra cuando voy en el coche. Y me gusta aún más cantarlas con mi hija.
No te trajo a este mundo
la costilla de un hombre.
No dio vida a tu barro
el aliento de dioses.
Tú has nacido del vientre
de una mujer despierta
que navega en el tiempo
dando a luz primaveras.
(Hija de Lilith. Ismael Serrano) seguir leyendo
    Brindo por los hombres que también captan la sutil diferencia.
    Nos seguimos leyendo.

miércoles, 4 de julio de 2012

"Una forma de resistencia", de Luis García Montero: una forma de disfrutar pensando

  Anika ya ha publicado mi reseña sobre "Una forma de resistencia", de Luis García Montero. Me ha gustado mucho, es muy fácil (y rápido) de leer, pero es uno de esos libros que deja poso, que te hace pensar en las cosas que dice y propone hasta bastante tiempo después de cerrarlo, como ya adelanté en este post.
  ¡Una buena recomendación para el veranito! Si te animas, espero que te guste. Ya me contarás.
García Montero hilvana en esta obra pequeñas piezas en las que reflexiona sobre el valor (más sentimental que económico) que damos a diferentes objetos de uso cotidiano, objetos que guardamos como una forma de resistencia frente al paso del tiempo y la fragilidad de la memoria pero también frente a un mundo materialista que, sin embargo, se olvida de la significación real de lo utilitario casi tanto como de la trascendencia de la vida humana.(seguir leyendo)
    Nos seguimos leyendo.

martes, 3 de julio de 2012

Proust y su búsqueda del tiempo perdido

    Cumplo mi promesa de hablar de Proust con este primer post sobre En busca del tiempo perdido. He reseñado cada uno de los libros para Anika, así que lo que haré será hacer una valoración general aquí y enlazar las reseñas.


     La verdad es que no sé ni por dónde empezar. Es una obra tan abrumadora, tan exigente pero tan maravillosa que no sé por dónde comenzar a hablar de ella. Yo lo comparo con una gran catedral: es titánica pero bellísima y hay que tomarse tiempo en disfrutar de cada uno de los detalles, porque si no, no podrás decir que has estado en ella. Es una obra para paladear, no para devorar. Es una reflexión sobre el tiempo que se nos escurre entre los dedos, tiempo personal y tiempo colectivo. Porque Proust aúna el relato de la trivial vida de la aristocracia de finales del siglo XIX y principios del siglo XX en la que se mueve pero también disecciona sus propios recuerdos y sentimientos. Y ahí es donde reside el gran legado de esta heptalogía.
     Está narrada desde el futuro, de ahí ese intento por recuperar el tiempo perdido, por ahondar en el laberinto de la memoria en busca de los recuerdos, tratando de rescatarlos, sí, pero también profundizando en los propios mecanismos que utiliza para olvidar y almacenar, para descartar o conservar, o para recuperar un recuerdo que creíamos haber olvidado. Esta parte me ha resultado muy interesante y conecta con algunas preguntas que yo me había hecho antes de leer la obra, así que profundizaré en ello en futuros post.
    Temporalmente, abarca desde que el protagonista es niño hasta su madurez, con un amplio lapso de tiempo que no es narrado por Proust, salto que se produce en la entrega final y que le permite reflexionar sobre la percepción que tenemos del paso del tiempo, sobre sus efectos en las personas, las ideologías y la sociedad.
    Por lo que respecta al estilo literario, es minucioso, detallista, exhaustivo, primoroso. Se demora en las descripciones y el análisis y consigue pasajes de gran belleza (obviamente, quienes prefieran la acción, pensarán que estos pasajes son un lastre para la obra... pero, en realidad, no creo que En busca del tiempo perdido sea un libro para quienes buscan acción en la literatura). Quizá porque soy de Salamanca, comparo a Proust con el plateresco de la fachada de su universidad: si la miras de lejos, es bonita pero recargada; pero si te paras a observar sus detalles y comprendes su lógica interna, te parece una de las obras más grandes que el ser humano puede haber creado. A Proust le gusta la filigrana, el giro poético, la belleza de las palabras. Buena prueba de ello es la auténtica investigación sobre el lenguaje en uso que lleva a cabo en toda la obra, reflexionando sobre los diferentes tonos, niveles y formas de expresión que utilizamos dependiendo de la situación, el contexto comunicativo y, por supuesto, la clase social.
     Hace solo unos días encontré este post que indaga en lo que se necesita para leer a Proust. No puede evitar dejar mi opinión en los comentarios:

Yo he acabado la heptalogía hace sólo unas semanas. Un año he tardado en conseguirlo (obviamente, intercalando otras lecturas). Así que coincido plenamente con los requisitos que aportas. Pero, para mí, lo fundamental es la paciencia: paciencia para leer al ritmo que pide Proust, paciencia para disfrutar de sus digresiones (que, al final, son, para mí, lo mejor de la obra), paciencia para degustar una sociedad que ya no existe, paciencia para desentrañar su sintaxis y entenderla, paciencia para contextualizar cultural y socialmente algunas de sus opiniones sobre la mujer o la homosexualidad, paciencia para paladear sus descripciones (la contraposición entre la vida de la calle que llega a través de la ventana y la vida en el interior de la casa de "La Prisionera" es sencillamente fabulosa), paciencia para aprender de la profunda reflexión sobre el lenguaje (el uso cotidiano que hacemos de él, los topónimos, las genealogías...) que lleva a cabo en cada tomo y paciencia para apreciar el monumental trabajo de uno de los grandes nombres de la literatura universal, cuyas obras son fundamentales para comprender otras muchas novelas y creaciones posteriores, repletas de referencias y juegos literarios con "En busca del tiempo perdido".

   Paciencia. Y tiempo. Y que te guste la literatura. Son tres requisitos fundamentales para abordar la lectura de Proust. Porque hay que echarle ganas. Pero, a cambio, disfrutarás de una de las obras cumbres de la literatura universal, una obra que abrió caminos para la novela del siglo XX, que aparece como referencia en otras muchas obras posteriores y que es, en realidad, un regalo para los sentidos.

   Te dejo los enlaces a las reseñas individualizadas, donde puedes encontrar un montón de datos y reflexiones más:

  •  En busca del tiempo 1. Por el camino de Swann. En busca del tiempo perdido es un trabajo de investigación sobre el pasado del protagonista, los caminos de nuestra memoria y las contingencias que nos devuelven las sensaciones y sentimientos de nuestro pasado hasta hacernos revivir aquel momento concreto en el que se produjeron. En el primer libro de esta heptalogía, el protagonista reconstruye parte de un infancia y adolescencia rememorando ambientes, lugares, impresiones y personas, al tiempo que pinta certeramente el retrato de una sociedad, la burguesa de la transición al siglo XX, a punto de cambiar. (seguir leyendo)
  •  En busca del tiempo 2. A la sombra de las muchachas en florEn busca del tiempo perdido es un trabajo de investigación sobre el pasado del protagonista, los caminos de nuestra memoria y las contingencias que nos devuelven las sensaciones y sentimientos de nuestro pasado hasta hacernos revivir aquel momento concreto en el que se produjeron. En el primer libro de esta heptalogía, el protagonista reconstruye parte de un infancia y adolescencia rememorando ambientes, lugares, impresiones y personas, al tiempo que pinta certeramente el retrato de una sociedad, la burguesa de la transición al siglo XX, a punto de cambiar. (seguir leyendo)
  • En busca del tiempo 3. El mundo de GuermantesLas relaciones de la alta sociedad de comienzos del siglo XX sirven de telón de fondo a este tercer volumen de En busca del tiempo perdido. La obsesión del protagonista por los Guermantes culminará ahora con la descripción de los numerosos encuentros que mantendrá con ellos. Un familia, que sin embargo, no es tal y como él creía, lo que tirará por tierra buena parte de su concepción de la aristocracia europea. (seguir leyendo)
  • En busca del tiempo 4. Sodoma y GomorraEl joven protagonista de En busca del tiempo perdido comienza, en esta cuarta entrega, a abrir los ojos ante la sociedad en la que vive, descubriendo relaciones inesperadas por él entre varios de sus amigos y conocidos. La sospecha de que su querida Albertina pueda mantener contactos de tipo sentimental o sexual con otras mujeres despierta unos celos patológicos en él, que le llevarán a tomar la drástica decisión que cierra la obra. (seguir leyendo)
  • En busca del tiempo 5. La prisionera. Tras tomar la precipitada decisión de casarse con Albertina, el protagonista decide recluirla (y recluirse) con ella en su casa para evitar que caiga en las tentaciones que suscita la ajetreada vida social del París de principios del siglo XX. Precisamente, serán los celos (motivo por el que encierra a Albertina) los auténticos protagonistas de esta quinta entrega; unos celos enfermizos, motivados o no, que salpican su relación de altibajos, desconfianzas y mentiras. (seguir leyendo)
  • En busca del tiempo 6. La Fugitiva. Tras la huida de Albertina, el protagonista se sume en una desesperación que se incrementará aún más cuando descubra la muerte de la joven. Durante meses, diseccionará la relación que mantuvo con Albertina, devolviendo a su memoria los momentos felices e investigando las causas de su fracaso, así como el rastro de las relaciones homosexuales que mantuvo la joven con diferentes mujeres. Poco a poco, el dolor se irá mitigando, la memoria irá dejando paso a otros recuerdos, la vida ganará la partida al encierro reflexivo. Y cuando esto ocurra, descubrirá que su universo social guarda grandes sorpresas para él. (seguir leyendo)
  • En busca del tiempo 7. El tiempo recobrado. La guerra llega a París y cambia la vida de todos sus habitantes, que ya no volverán a ser los mismos. Así lo descubrirá (y describirá) el protagonista tras estar alejado de ellos durante varios años. El tiempo cambia a las personas pero no afecta a los recuerdos que tenemos de ellas. Esta idea le servirá de acicate para comenzar, por fin, la obra literaria que lleva proyectando toda su vida. Sólo que ahora, la muerte acecha. (seguir leyendo).
    Y un par de enlaces más que me han interesado especialmente, de todo lo que he encontrado por internet:

    - una reseña en Solo de Libros y
    - una biografía de Proust

Nos seguimos leyendo.
    
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