Ficha técnica:
Título: La muerte llega a Pemberley Autora: P. D. James Editorial: Ediciones B Género: novela policíaca, drama judicial, metaliteratura Páginas: 336
Publicación: 2013 ISBN: 978-87-9872-854-5
Sinopsis (editorial):
Pemberley, año 1803. Han pasado seis años desde que Elizabeth y Darcy se casaran, creando un mundo perfecto. Pero de pronto, en la víspera de un baile, todo se tuerce. El marido de Lydia, la hermana de Elizabeth, ha sido asesinado y Pemberley se sume en el misterio.
La metaliteratura es una de mis debilidades, así que en cuanto supe de este libro asumí que acabaría leyéndolo, más tarde o más temprano. Con Orgullo y prejuicio fresco en mi cabeza, gracias al reto de Carmen y amig@s, comencé la lectura de esta novela que utiliza tramas, personajes, ambientación y estilo de la obra de Jane Austen pero que le añade el toque personal de P. D. James y el género en el que es experta. ¿El resultado? Una obra que juega continuamente con el universo creado por Austen, al que completa pero que al que también oscurece: P. D. James le quita romanticismo para ponerle frente a la cruda realidad de un asesinato.
Me ha gustado mucho cómo está urdida esa combinación entre lo nuevo y lo viejo, aunque creo que los amantes del género policial y judicial creerán que esta mezcla retarda la aparición del eje central de la novela. Me explico: durante las primeras 70 páginas, la autora recuerda los acontecimientos de Orgullo y prejuicio que necesita que el lector tenga frescos en la memoria para el desarrollo de su propio argumento. Une así la obra de Austen con la suya de una manera progresiva, suave, porque a medida que va recordando aquella novela también va introduciendo las novedades que ella misma aporta y continuará aportando. La transición está, pues, muy bien llevada, aunque supongo que quienes solo busquen en esta obra el meollo judicial pensarán que el ritmo es demasiado lento y que la acción tarda demasiado en comenzar. De hecho, esto es lo que me lleva a pensar en esta novela más como metaliteratura que como drama judicial, porque (creo) el peso del juego literario, del diálogo con Austen es más importante que el mero caso policíaco que, por lo demás, se centra más en el juicio que en la investigación y se resuelve de una manera un tanto "mágica": no es la investigación o el desarrollo del proceso lo que conduce a la resolución del crimen sino la aparición de un determinado elemento que, de repente, pone punto final al caso (aunque cierto es que el narrador había ido ofreciendo pistas que hacen sospechar al lector de quién puede ser el autor del crimen).
Es lo que más me ha gustado: cómo P. D. James completa, matiza y enriquece la obra de Austen. Porque en La muerte llega a Pemberley no solo recuerda parte del argumento de Orgullo y prejuicio, sino que aclara algunos de los sucesos que tuvieron lugar en aquella (como el tránsito del odio fulgurante de Elisabeth por Darcy a su amor incondicional), interpretando, así, aquellos episodios que, a juicio de la autora, pudieran quedar un poco en el aire o despertar alguna duda en el lector. De hecho, en uno de los momentos en los que se incide en ese momento de la trama original, P. D. James juega no solo a dialogar con la obra de otra autora y quién sabe si a completarla o contradecir su idea y sus motivos, sino que también burla los límites entre la ficción y la realidad al escribir: "Si aquella fuera una obra de ficción ¿habría el más ingenioso de los novelistas logrado explicar que, en un período tan breve, el orgullo hubiera sido sometido, y los prejuicios vencidos?".
He disfrutado mucho leyendo la continuación de la historia que P. D. James imagina, cómo, seis años después de lo que ocurre al final de Orgullo y prejuicio, Elisabeth y Darcy siguen amándose profundamente, compartiendo su vida, han tenido hijos y habla de sus rutinas diarias y de los grandes acontecimientos que tienen lugar en Pemberley. Sin embargo, hay algo en lo que se distancia absolutamente del enfoque de Austen (y, en mi opinión, en perjuicio de esta segunda obra): James se centra en el personaje de Darcy, implicado de forma muy directa y a través de diferentes vías en el caso juzgado, y aparta de la acción a Elisabeth, convertida aquí en mero acompañante del personaje masculino central. Creo que pierde, así, por una parte la brillante inteligencia de Elisabeth y sus siempre interesantes puntos de vista y, por otro, desplaza el foco que Austen puso en la mujer hacia el más manido protagonismo masculino. Aunque es cierto que aquella época Elisabeth no podría haber participado en el desarrollo del juicio, creo que podría, por ejemplo, haber permitido que Darcy y ella hablaran en más ocasiones, pusieran en común opiniones sobre el caso, pergeñaran posibles alternativas, etc. De hecho, Elisabeth es la que descubre la pista que hace pensar al lector que el caso no va por donde debería... entonces, ¿por qué no se lo comenta a Darcy? ¿Por qué no se fomenta el diálogo entre la pareja? Creo que eso habría incrementado la sensación de complicidad entre ambos (de la que se habla en el libro pero que luego no se ve demostrada con hechos), además de poner a Elisabeth en su justo lugar, el que Austen ideó para ella. Me ha resultado chocante que haga decir a uno de los personajes: "Hace ya siglos se aceptó que las mujeres tienen alma. ¿No va siendo hora de que se acepte que también tienen mente?" y que ella misma niegue el peso a los razonamientos femeninos de alguien como Elisabeth, peso que Austen sí le concedió.
Este proceso judicial se acompaña de largos pasajes descriptivos que nos sitúan en el ambiente y en la época de Austen, tanto por el reflejo de los lugares como de muchas de las costumbres (sobre todo sociales) del momento. En este sentido, creo que James mantiene vivo el espíritu de Austen y consigue llevar al lector a la Inglaterra de principios del siglo XIX, con su formalidad y su encorsetamiento pero, también, con su solidaridad y sus miserias.
Por lo demás, la novela está escrita con un estilo muy fácil de leer que mantiene el interés del lector aunque la acción no aparezca, en realidad, en grandes dosis. La subtrama que sustenta el drama judicial cae, para mí, en clichés un poco manidos pero entiendo que también habla de preocupaciones y tabúes de la época. En definitiva, una novela capaz de mezclar, como el mejor café con leche, el sabor de Austen y de P. D. James y de la que he disfrutado más el sustrato metaliterario que el caso policíaco en sí.
Nos seguimos leyendo.
Me ha gustado mucho cómo está urdida esa combinación entre lo nuevo y lo viejo, aunque creo que los amantes del género policial y judicial creerán que esta mezcla retarda la aparición del eje central de la novela. Me explico: durante las primeras 70 páginas, la autora recuerda los acontecimientos de Orgullo y prejuicio que necesita que el lector tenga frescos en la memoria para el desarrollo de su propio argumento. Une así la obra de Austen con la suya de una manera progresiva, suave, porque a medida que va recordando aquella novela también va introduciendo las novedades que ella misma aporta y continuará aportando. La transición está, pues, muy bien llevada, aunque supongo que quienes solo busquen en esta obra el meollo judicial pensarán que el ritmo es demasiado lento y que la acción tarda demasiado en comenzar. De hecho, esto es lo que me lleva a pensar en esta novela más como metaliteratura que como drama judicial, porque (creo) el peso del juego literario, del diálogo con Austen es más importante que el mero caso policíaco que, por lo demás, se centra más en el juicio que en la investigación y se resuelve de una manera un tanto "mágica": no es la investigación o el desarrollo del proceso lo que conduce a la resolución del crimen sino la aparición de un determinado elemento que, de repente, pone punto final al caso (aunque cierto es que el narrador había ido ofreciendo pistas que hacen sospechar al lector de quién puede ser el autor del crimen).
EL DIÁLOGO CON ORGULLO Y PREJUICIO
Es lo que más me ha gustado: cómo P. D. James completa, matiza y enriquece la obra de Austen. Porque en La muerte llega a Pemberley no solo recuerda parte del argumento de Orgullo y prejuicio, sino que aclara algunos de los sucesos que tuvieron lugar en aquella (como el tránsito del odio fulgurante de Elisabeth por Darcy a su amor incondicional), interpretando, así, aquellos episodios que, a juicio de la autora, pudieran quedar un poco en el aire o despertar alguna duda en el lector. De hecho, en uno de los momentos en los que se incide en ese momento de la trama original, P. D. James juega no solo a dialogar con la obra de otra autora y quién sabe si a completarla o contradecir su idea y sus motivos, sino que también burla los límites entre la ficción y la realidad al escribir: "Si aquella fuera una obra de ficción ¿habría el más ingenioso de los novelistas logrado explicar que, en un período tan breve, el orgullo hubiera sido sometido, y los prejuicios vencidos?".
He disfrutado mucho leyendo la continuación de la historia que P. D. James imagina, cómo, seis años después de lo que ocurre al final de Orgullo y prejuicio, Elisabeth y Darcy siguen amándose profundamente, compartiendo su vida, han tenido hijos y habla de sus rutinas diarias y de los grandes acontecimientos que tienen lugar en Pemberley. Sin embargo, hay algo en lo que se distancia absolutamente del enfoque de Austen (y, en mi opinión, en perjuicio de esta segunda obra): James se centra en el personaje de Darcy, implicado de forma muy directa y a través de diferentes vías en el caso juzgado, y aparta de la acción a Elisabeth, convertida aquí en mero acompañante del personaje masculino central. Creo que pierde, así, por una parte la brillante inteligencia de Elisabeth y sus siempre interesantes puntos de vista y, por otro, desplaza el foco que Austen puso en la mujer hacia el más manido protagonismo masculino. Aunque es cierto que aquella época Elisabeth no podría haber participado en el desarrollo del juicio, creo que podría, por ejemplo, haber permitido que Darcy y ella hablaran en más ocasiones, pusieran en común opiniones sobre el caso, pergeñaran posibles alternativas, etc. De hecho, Elisabeth es la que descubre la pista que hace pensar al lector que el caso no va por donde debería... entonces, ¿por qué no se lo comenta a Darcy? ¿Por qué no se fomenta el diálogo entre la pareja? Creo que eso habría incrementado la sensación de complicidad entre ambos (de la que se habla en el libro pero que luego no se ve demostrada con hechos), además de poner a Elisabeth en su justo lugar, el que Austen ideó para ella. Me ha resultado chocante que haga decir a uno de los personajes: "Hace ya siglos se aceptó que las mujeres tienen alma. ¿No va siendo hora de que se acepte que también tienen mente?" y que ella misma niegue el peso a los razonamientos femeninos de alguien como Elisabeth, peso que Austen sí le concedió.
EL PROCESO JUDICIAL
Como decía antes, el grueso del argumento policial se centra no tanto en las pesquisas llevadas a cabo para averiguar quién es el culpable o si el presunto culpable lo es realmente, como en el proceso judicial (la vista previa y el juicio en sí) que determinarán la culpabilidad o la inocencia del acusado, aunque sí hay guiños al proceso forense. P. D. James saca buen partido a las diferencias que el lector acostumbrado a leer obras de este género encontrará entre lo que la autora narra ahora y lo que otras novelas han contado sobre el proceso judicial. De hecho, incluye alguna broma que el lector del siglo XXI capta y comparte sin problemas.Este proceso judicial se acompaña de largos pasajes descriptivos que nos sitúan en el ambiente y en la época de Austen, tanto por el reflejo de los lugares como de muchas de las costumbres (sobre todo sociales) del momento. En este sentido, creo que James mantiene vivo el espíritu de Austen y consigue llevar al lector a la Inglaterra de principios del siglo XIX, con su formalidad y su encorsetamiento pero, también, con su solidaridad y sus miserias.
Por lo demás, la novela está escrita con un estilo muy fácil de leer que mantiene el interés del lector aunque la acción no aparezca, en realidad, en grandes dosis. La subtrama que sustenta el drama judicial cae, para mí, en clichés un poco manidos pero entiendo que también habla de preocupaciones y tabúes de la época. En definitiva, una novela capaz de mezclar, como el mejor café con leche, el sabor de Austen y de P. D. James y de la que he disfrutado más el sustrato metaliterario que el caso policíaco en sí.
Nos seguimos leyendo.
Agradezco
a Ediciones B el envío de este ejemplar.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Desafío100 libros: 94/100
- Reto Negro y Criminal: 14/15