jueves, 28 de febrero de 2013

"La luz en casa de los demás", de Chiara Gamberale: defendiendo la diferencia

   De un tiempo a esta parte, quizá desde que he sido madre, me interesa especialmente el niño como personaje literario, el esfuerzo que debe hacer un adulto para hablar, pensar y sentir como un niño y contarlo dentro de una buena historia. Por eso, he leído varios libros protagonizados por niños en los últimos meses. Desde luego, éste es uno de los que más me ha gustado.


LA LUZ EN CASA DE LOS DEMAS
(La luci nele case degli altri, 2010)
Chiara Gamberale

Editorial Seix Barral
Colección Biblioteca Formentor

© Arnoldo Mondadori Editore, 2010
© Editorial Seix Barral, 2012
© Isabel González-Gallarza, 2012
Traducción de Isabel González-Gallarza

1ª Edición, Mayo 2012
Género y tags: Novela, Narrativa, infancia, familia, literatura italiana

ISBN: 9788432209727
480 Páginas
   
Argumento:
  
  Si las reuniones de las comunidades de vecinos suelen ser largas y estériles a pesar de discutir problemas tan tontos como el color de los toldos o la ubicación exacta del aire acondicionado en la fachada, imagínate una comunidad que tuviera que ponerse de acuerdo sobre el futuro de una niña de seis años. ¿Y si decidieran hacerse cargo de ella entre todos los vecinos, convirtiendo cada uno de los pisos en un hogar para ella? Entonces… ¿cuánto durarían las reuniones de vecinos?

Opinión:
  
    Bajo la anécdota, este libro esconde mucho más. La trama es sorprendente ya desde el comienzo: Mandorla es una niña de seis años cuya madre, Maria, acaba de morir en un accidente de moto. Ambas vivían solas en el 315 de Grotta Perfetta, en Roma. Solas… en su piso, porque todos los vecinos del inmueble sienten una gran admiración y cariño por Maria y, por extensión, por Mandorla. Por eso, cuanto la primera fallece, convocan una reunión de vecinos urgente y extraordinaria para decidir qué hacer con la niña. Por eso… y por la carta que Maria escribió en su día en la que confiesa que el padre de su hija es uno de los vecinos del edificio. El silencio de los hombres y el miedo de las mujeres a tener que enfrentarse a una situación así hace que los vecinos aplacen la prueba de ADN que podría darles respuestas y tomen una decisión muy poco común: harán del edificio el hogar de Mandorla, turnándose para cuidar y educar a la niña.
   Así es como Mandorla pasará su infancia cambiando de piso y conviviendo con familias muy dispares entre sí: desde el tradicional matrimonio con dos hijos, hasta la pareja gay, pasando por la solterona, la familia que acaba de tener descendencia o la pareja que prefiere tener perro a tener niños. Así descritas, las familias pueden parecer típicas, prototipos familiares en la sociedad actual. Y, en cierto modo, lo son. Pero más allá del cliché, permiten a Mandorla (y al lector, con ella) descubrir las diferencias y semejanzas, las frustraciones y las pequeñas dichas cotidianas que todos sentimos tras cerrar la puerta de nuestra casa. Por eso decía que este libro es mucho más que la anécdota: porque ofrece una galería de personajes variopintos, diferentes, que se completan y se construyen mutuamente, investigados literariamente no en su individualidad sino (y ahí está la diferencia con otros libros y otros autores) en su condición de miembros de unidad familiar. Una unidad familiar cambiante, no sólo por la influencia que cada uno de sus componentes ejerce sobre los demás, sino por la llegada temporal de un nuevo integrante, en principio ajeno al núcleo familiar, al que hay que tratar, querer y cuidar como si fuera miembro de pleno derecho.
   Quizá porque cada uno queremos ver reflejado en los libros una parte de nosotros, La luz en casa de los demás me ha parecido un elogio a la diversidad, a un sociedad dinámica en la que muy pocos se atreven a decir qué es una familia y qué no… y quienes lo hacen suelen equivocarse, agarrándose a modelos trasnochados que no responden a una realidad mucho más rica y fructífera para cada uno de los miembros de esas familias y para la sociedad en su conjunto.
   Mandorla tendrá la oportunidad de saberlo de primera mano. Convivir con familias bien diferentes entre sí le permitirá abrir su mapa del mundo, aceptar la diversidad social como algo natural y romper los férreos esquemas bajo los que algunos tratan de encasillarnos. Pese al misterio que recorre la novela y que planea sobre el día a día del edificio (¿quién será el padre de Mandorla?), reina un clima de entendimiento, de fraternidad, de unión en la crianza de la niña.
   Pero Mandorla, ya adolescente, se mete en problemas. Será entonces cuando un recién llegado al bloque se plantee el éxito o el fracaso del modelo elegido por los vecinos para educar a la niña. Será quien cuestione la formación sentimental, ética, moral, escolar, cognitiva… de Mandorla, quien crea (no desde el conservadurismo, sino desde el espíritu crítico) que andar de acá para allá no es lo mejor para el desarrollo como persona de un ser humano, precisamente en años vitales para su configuración como tal: entre los seis y los diecisiete. Ejerciendo de abogado del diablo (y también legal), forzará a Mandorla a revistar sus once años siendo hija del edificio, siendo hija de todos y de ninguno, a hacer balance y a hallar una conclusión final que le permita seguir adelante.
   Precisamente, éste es el punto del que parte la novela: el balance que hace Mandorla. Por eso, conoceremos los detalles de su infancia desde el futuro (o sea, con una narración en pasado) y en primera persona. Una exposición, pues, narrativa y descriptiva… pero también analítica. A este narrador en primera persona se une un segundo narrador, omnisciente, que completa las vivencias, las experiencias y el pasado de los habitantes del inmueble, completando así el cuadro que permite descubrir por qué cada uno es como es en la actualidad y qué influencia tiene sobre Mandorla.
   El perspectivismo conseguido con el cambio de narrador (marcado tipográficamente con el uso de cursiva) se refuerza con los continuos desplazamientos temporales a los que ambos nos invitan; saltos cronológicos que abarcan un amplísimo arco temporal (en algunos casos, retratan la infancia de varios de los vecinos) y conceden un gran dinamismo, rompiendo la linealidad del relato y ayudando a entender a los personajes.
  Inevitablemente, surge la reflexión sobre el peso del componente genético y del componente ambiental en la educación y desarrollo de una persona. Y, pese a la convivencia en sociedad, la soledad que todo ser humano siente en alguna ocasión. Una soledad convertida en agujero en el medio de su cuerpo en el caso de Mandorla, un agujero que se traga todos sus sentimientos, que no deja que concilie el sueño por las noches, que tiene su raíz en la pérdida de su madre (¿hay algo más triste y doloroso que un niño al que sólo responde el silencio cuando llama a su mamá?) y hará que durante toda su vida desee (y elabores oraciones para ello) convertirse en objetos incapaces de sentir. Mandorla, que ha visto cómo su madre era sustituida por un pedazo de papel, por la materia de la carta que le escribió, también reza por convertirse en cosa, por dejar de ser una persona, cargada de historia y de sentimientos. Por eso, en el fondo, siempre se sentirá una impostora. Mandorla sabe que no es como los demás, que hay algo en ella que hace que tenga que esforzarse para parecerse a los que la rodean, sobre todo, a sus compañeros de clase, con los que no tendrá muy buena relación. Pero, ¿qué es lo que la ha hecho diferente? ¿La muerte de su madre? ¿Su propia personalidad? ¿Su variable educación? Y, lo que es más importante, ¿qué consecuencias tendrá para el futuro?
    La luz en casa de los demás  es, pues, una novela que, bajo su aparente sencillez, esconde reflexiones vitales y sociales muy importantes. Y lo hace de una forma natural, integrando estas preocupaciones en una narración bien armada, que entrelaza, además, la descripción de las costumbres familiares de los vecinos del edificio y de las experiencias individuales de Mandorla con ese misterio sobre la identidad del padre. Además de esa naturalidad, el gran éxito de la obra es su tono. A pesar de la profundidad de mucho de lo que se cuenta (y se insinúa) en esta novela, el tono en positivo en la mayoría de las ocasiones, claramente humorístico muchas veces (a pesar de los latigazos que la cruda realidad siempre pinta en nuestras vidas) y con los toques de inocencia propios de una niña de seis años. Una novela, pues, muy fácil de leer, muy entretenida pero que siembra semillas muy diversas y muy productivas en la mente y en el corazón de quien la lee.
   Enlace a la publicación original en Anika entre Libros. 
   Nos seguimos leyendo

miércoles, 27 de febrero de 2013

"La niebla y la doncella", de Lorenzo Silva: héroes humanos, héroes de papel, héroes vencidos





  Ficha técnica:


Título: La niebla y la doncella       Autor: Lorenzo Silva
Editorial: Destino             Género: novela, novela negra Páginas: 338
Publicación: 10/10/2002  ISBN:  9788423334438

Sinopsis (editorial):


  El sargento Bevilacqua y su compañera la cabo Chamorro, atípicos investigadores criminales de la Guardia civil, reciben un incómodo encargo. El asunto que les toca en suerte es un asesinato ocurrido dos años atrás en la isla canaria de La Gomera; el muerto, un joven de vida desordenada y carácter atolondrado. Por el crimen, en su día, se juzgó y absolvió a un político local cuya hija adolescente andaba en relaciones con la víctima. El caso ha estado en la vía muerta durante meses, pero las altas conexiones de la madre del chico han forzado a reabrirlo. Chamorro y Bevilacqua se encuentran con un crimen antiguo y muy pocas pistas para resolverlo. Tras desplazarse a la isla, la cabo y el sargento, con la colaboración no siempre entusiasta de los guardias que en su día cerraron el caso en falso, se sumergen en la búsqueda de un asesino que parece haberse desvanecido en la niebla del bosque donde apareció el cadáver.
   Lorenzo Silva nos ofrece en La niebla y la doncella la entrega más trepidante y ambiciosa de las andanzas del sargento Bevilacqua.
    Quizá sea ésta la entrega que más me ha gustado de la saga (sin contar La estrategia del agua, quinto libro protagonizado por Bevilacqua y Chamarro, que hasta el momento -y a falta de leer La reina sin espejo y La marca del meridiano- es mi favorito). Tal vez sea porque lo personal está más presente, porque conocemos a un Vila y una Chamarro más personas que personajes, con sus conflictos íntimos, sus frustraciones y una personalidad cada vez más definida. Porque Lorenzo Silva sigue ofreciéndonos datos nuevos sobre los personajes principales en esta tercera entrega. Ahora descubrimos que el sargento Bevilacqua estuvo casado y tiene un hijo de nueve años, al que ve menos de lo que quisiera desde hace seis y deja entreabierta una puerta a su alma por la que nos deja ver qué siente ante esa situación, cómo se siente respecto a su hijo, cómo es como padre. Vila también nos revela ahora el porqué de su afición a pintar soldados de plomo. Más que el porqué de su afición, lo que revela es la razón por la que solo pinta soldados derrotados, pertenecientes a ejércitos que perdieron sus batallas. Además, sus problemas para navegar humanizan a este modesto héroe. Él mismo nos habla de su evolución personal cuando dice, por ejemplo: 
"De joven, y cuando digo joven quiero decir antes de empezar a levantar cadáveres con cierta frecuencia, yo era un pesimista obstinado y fastidioso. No descarto que fuera eso lo que me condujera, precisamente, a la psicología. Para un pesimista, el estudio de los desarreglos de la mente humana puede llegar a ser una gozosa fuente de confirmaciones de su convicción. La cosa empezó a cambiar cuando me puse a convivir de forma efectiva con el desastre, y terminó de invertirse cuando la muerte se convirtió en mi compañía y mi ocupación cotidiana. Desde entonces, soy un optimista contumaz. Ver truncarse las vidas, con todo".
   Asimismo, también le acerca al lector su férreo sistema de valores humanos y esa lealtad por quien, como él mismo dice, "soporta contigo, codo con codo, el barro y el polvo de la misma trinchera. Aunque uno nunca termina de saber si es justa o verdadera la causa por la que lucha, lo que está fuera de cuestión es la indignidad de quien da la espalda al que tiene a su lado". Y, finalmente, en este caso también nos deja ver cómo se maneja con las mujeres. Las referencias sentimentales o sexuales a Chamarro y otras minas han sido constantes hasta ahora, pero Vila ha mantenido su firme convicción de no mezclar el placer con el deber. Hasta ahora. Y sus inseguridades, su miedo, su forma de describir un encuentro sexual y la conversación posterior, su manera de recordar al otro 50% de esa aventura y las bellísimas palabras que le dedica muestran a un Bevilacqua más humano aún, con sus bajezas y sus cualidades, más admirable, más cercano.
    También Chamorro adquiere mayor protagonismo en esta entrega, dejándonos ver su cara más personal. La relación sentimental que mantiene con ese "Conan", objeto de todas las burlas posibles por parte de Vila, perfila a la Virginia que hay detrás del uniforme de Guardia Civil, a la mujer que apuesta por una relación pero con la suficiente sinceridad consigo misma, la suficiente valentía, fuerza e inteligencia como para pararla en cuanto deja de ser lo que ella creía que podría ser. Del mismo modo, otro de sus amores, su pasión por la astronomía, también cobra importancia en esta tercera entrega, descubriendo al lector su capacidad para apasionarse y para compartir esa pasión.
     Tal vez también me haya gustado más esta novela por el propio caso en sí. Un "muerto pasado de fecha", en palabras de Vila, cuyo presunto asesino ya fue juzgado y absuelto. Cinco años después de que el joven Iván perdiera la vida, Bevilacqua y Chamorro tendrán que viajar a las Islas Canarias para investigar qué ocurrió de verdad aquella noche. A las dificultades que encontrarán por el tiempo pasado y el juicio (y los prejuicios) anteriores tendrán que sumar las trampas que irán encontrando en el camino. Un caso que sacará a la luz las miserias del ser humano cuando la avaricia se convierte en guía de vida.
    O quizá me haya gustado más, simplemente, porque es más redonda que las demás, mejor estructurada. Al menos, esa era la intención consciente de Lorenzo Silva, tal y como explica en su página oficial (página que te invito a visitar, porque tiene muchísimas curiosidades e información jugosa sobre la obra de Silva en general y sobre la saga que nos ocupa en particular):
"Era todo un reto volver a escribir una historia con esta pareja de investigadores, después del éxito (bastante espectacular e inesperado, para mí) de "El alquimista impaciente", un libro que llegó a más de 200.000 lectores y, a través de la adaptación cinematográfica que hiciera Patricia Ferreira, a muchos millares de personas más. Ser consciente de que con Chamorro y Bevilacqua podía haber inventado una fórmula de éxito me hizo ser muy cauto: tardé tres años en volver a ellos, y no lo hice hasta que no estuve más o menos convencido de tener entre las manos una novela que, lejos de limitarse a repetir los hallazgos de alguna de las anteriores, me pareciera que podía ser la mejor, la más completa y valiosa de todas. Así lo intenté, entre finales de 2001 y el verano de 2002, y esto fue lo que salió. Una novela más extensa que las dos precedentes, donde se cala más a fondo en la pareja protagonista, y sobre todo en el sargento, que deja entrever alguna de sus zonas oscuras. Y una historia en la que los investigadores no pueden mantener siempre la frialdad y la distancia profesional, porque se ven personalmente implicados en los acontecimientos como nunca se habían visto antes. Por lo demás, intenta la novela ser de nuevo un reflejo literario de la España actual, y los personajes, dos representantes de esa gente que se levanta cada mañana para hacer su trabajo, con alguna conciencia del deber, algún deseo de ayudar a los demás y el prurito de cumplir decentemente con su cometido. Aunque no les paguen mucho, aunque sirvan a un sistema de justicia imperfecto, y aunque no hubieran soñado de pequeños estar donde están. Un hombre y una mujer honrados y pundonorosos, que fallan como tú y como yo, pero que como tú y como yo intentan mantener la dignidad. Nada más. Nada menos". 
    Lo que no faltan son los comentarios y reflexiones sobre cuestiones importantes, al hilo del caso o de las relaciones y conversaciones que se establecen en el libro. Así, Silva pone sobre el tapete problemas tan actuales (quizá será porque siempre están de actualidad) como la corrupción, la desmilitarización de la Guardia Civil, las vidas afortunadas tiradas por la cloaca, o la hipocresía y la ruindad del mundo de la política. 
   Como también es habitual en la saga, no faltan las conversaciones que giran en torno a la desigualdad de género. En este caso, el diálogo no tiene lugar con Chamarro, sino con Ruth Anglada, la compañera isleña que les acompañará en el caso. Un personaje central (por muchos motivos) en esta entrega, con la que Vila discutirá sobre feminismo y machismo. Además, también estará presente la situación de la mujer en los Cuerpos de Seguridad, aunque en este caso sea para lamentar que la maternidad eche por tierra muchas prometedoras carreras profesionales: las exigencias del trabajo, dice el sargento, no son las más adecuadas para conjugarlas con una "maternidad responsable". Y éste, precisamente, será otro de los temas sobre los que pivoten algunas de las tramas de la novela: la educación que los padres brindan a los hijos y las consecuencias que tal educación tienen en los vástagos y en su futuro (y, claro está, si es posible enmendar errores). Aunque, en esto, como en todo, Vila no puede dejar de mostrar su escepticismo, más cargado de pesimismo aquí que nunca: "creo que los padres, se pongan como se pongan y hagan lo que hagan, siempre joden a los hijos", asegura el sargento. Genio y figura.
    Nos seguimos leyendo.



   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto 13.000 páginas: 388/13.000
  •  Desafío100 libros: 19/100
  • Reto Sumando: 23/2013
  • Reto 25 españoles: 16/25
  • Reto negro y criminal 6/15
  • Reto homenaje a tu autor favorito 3/5                  
  Otros títulos de la saga reseñados:

martes, 26 de febrero de 2013

"Camuñas", de Margarita del Mazo y Charlotte Pardi: humor, higiene y amistad


    Ficha técnica:


Título: Camuñas                                                            Texto: Margarita del Mazo    Ilustraciones: Charlotte Pardi Editorial: OQO                                                               Género: Álbum ilustrado, infantil (a partir de 3 años)      Páginas: 40 
Publicación:  Octubre 2012      ISBN:  978-84-9871-420-3

Sinopsis:


  Camuñas es un brujo al que le gusta comer niños. Pero cuando intente hincarle el diente a Blanca, descubrirá que no todo es como él creía. Y lo más importante, conocerá el valor del calor humano.
     Hay veces en las que un brujo no sabe muy bien lo que es, ni por qué hace lo que hace, ni siquiera qué aspecto tiene y por qué. En ocasiones, es necesario que una niña le abra los ojos para que se vea tal y como es y deje de hacer maldades tan malísimas como comer niños.
   O quizá sea que hay niños capaces de vencer el miedo y utilizar la inteligencia para salir de las situaciones complicadas. Y una vez fuera, ayudar a quien lo necesita.
    Sea como fuere, Camuñas es un libro de monstruos diferente, es un libro en el que el asustador es derrotado por la asustada hasta cambiar su vida. Es una pequeña joya que destila humor, amor, alegría, ternura... e higiene. Una buena manera de enseñar a los niños a utilizar la inteligencia para vencer el miedo y para mostrar a los brujos y monstruos que hay que mirarse al espejo de vez en cuando (lección aplicable también a los niños, claro está).
   Margarita del Mazo utiliza el nombre tradicional del acerbo popular de monstruos y asustadores, Camuñas, para crear un personaje diferente, capaz de aprender y de querer. Y, para ello, emplea giros humorísticos, rimas y divertidos diálogos. Por su parte, Charlotte Pardi pone cara (o propone una cara) para Camuñas y para Blanca, al tiempo que dibuja la historia con gran acierto y siguiendo el mismo espíritu que marca el texto.
   En definitiva, una historia que valora la inteligencia como herramienta eficaz contra el miedo, que enseña a aceptarse a uno mismo tal y como es, sin ensoñaciones ni falsas apariencias; que propone la amistad como método de integración y, por supuesto, que invita a los lectores a cortarse las uñas... de vez en cuando.
   Nos seguimos leyendo.

   He encontrado esta interesante reseña en el blog de la editorial.

   Incluyo este libro en el Reto Libros Ilustrados (4/5). 

lunes, 25 de febrero de 2013

"El alquimista impaciente", de Lorenzo Silva: poderoso caballero es Don Dinero





  Ficha técnica:


Título: El alquimista impaciente       Autor: Lorenzo Silva
Editorial: Destino             Género: novela, novela negra Páginas: 288
Publicación: 26/01/2000  ISBN:  978-84-233-3196-3

Sinopsis (editorial):


   El alquimista impaciente inicia su acción con un cadáver desnudo que aparece atado a una cama en un motel. Por la situación en que se halla, sin marcas de violencia, puede ser un crimen, o no. El sargento Bevilacqua, atípico investigador criminal de la Guardia Civil, y su ayudante, la guardia Chamorro, han de resolver el enigma. La investigación que sigue no es una mera pesquisa policial. El sargento y su ayudante habrán de llegar al lado oculto de la víctima y de las personas que la rodeaban, y deberán desentrañar un complejo entramado de dinero e intereses. Pero la clave, como en la alquimia, está en la paciencia.
    Cuando a una le ponen un caso criminal en la puerta de casa, una no puede por menos que disfrutar de la investigación, buscar similitudes, atar cabos, intentar leer entre líneas y sentir que conoce mucho de lo que se habla en la novela. Eso es lo que me ha pasado a mí con El alquimista impaciente, segundo libro de la saga de Bevilacqua y Chamorro que aún no había leído (a pesar de alzarse con el Premio Nadal de 2000), quizá porque vi la peli en su momento y la recordaba demasiado bien. 
  Lorenzo Silva sitúa esta novela en la provincia en la que vivo, Guadalajara, y toca temas que siento cercanos, como el de la Central Nuclear (en Guadalajara había dos, hasta que cerraron la que estaba situada en Zorita de los Canes en el año 2006. No he visitado nunca ninguna, pero como periodista, las centrales eran siempre fuente de información y en la redacción estábamos todos bastante al día de lo que tenía que ver con ellas), el del boom inmobiliario y los nuevos ricos surgidos bajo su manto protector y, por supuesto, el de los medios de comunicación ligados a las grandes empresas constructoras. Así que leerla ha sido como recorrer terreno conocido, como sentirse en casa. Sólo me ha faltado Bevilacqua al lado.
    El magistral equipo formado por el sargento y la guardia Chamorro (“Tu austeridad mental me sirve para mantener a raya mi fantasía desbordante”, le dice Vila a Virginia, tratando de explicar el éxito de su colaboración profesional) investiga ahora la muerte, en peculiarísimas circunstancias, de uno de los trabajadores de una central nuclear, Trinidad Soler, un hombre que no fue, en vida, lo que parecía ser. Se enfrentan, pues, a una investigación complicada, con recodos y recovecos, con trampas y manipulaciones, que revela, al fin, la debilidad del ser humano y el laxo concepto que muchos tienen de la ética y la honestidad.
   Silva plantea en este libro interesantísimas cuestiones sobre el mundo de los negocios, sobre todo, sobre su cara más oculta, su cara más sucia. Y, curiosidades de la vida, lo que en el año 2000 eran temas de actualidad (como la especulación y el boom inmobiliario) hoy se leen con la perspectiva que dan 13 años y una crisis derivada de aquellos barros. Todo el contexto adquiere, pues, una actualidad bárbara y muchas de las cuestiones que planteaba entonces se tornan, ahora, en preguntas de primer orden, como, por ejemplo, ¿puede la esposa de alguien que se está enriqueciendo ilícitamente no saber nada? Todo ello le permite poner en boca del sargento y de algunos personajes comentarios y pensamientos muy interesantes sobre la importancia del dinero y la dictadura social que impone, como cuando dice León Zaldívar, uno de los personajes centrales de la trama, el que representa al triunfo económico, “rico hasta aburrirse”, según el primer comentario que el lector recibe sobre él: “Lo lamentable, Laura, es que hoy la gente no se corrompe por el poco dinero que hace falta para comer, ni tampoco por el mucho que hace falta para ser libre. Lo hacen siempre por sumas intermedias: las que sirven para comprarse un coche más grande, o una casa, o una lancha motora, o cualquier otra de las mierdas a las que la publicidad reduce el horizonte vital de tantos cretinos”. 
   Además, nos va ofreciendo nuevos datos sobre la vida de Vila que permiten al lector ir conociendo con mayor profundidad  a un personaje lleno de matices, licenciado en Psicología (lo que añade un componente de análisis psicológico, análisis de la conducta y referencias explícitas a esta área del conocimiento en sus pensamientos, diálogos e investigaciones), que lucha por no perder la humanidad a pesar de la profesión que ejerce (“Siempre he procurado sentir compasión, en el mejor sentido de la palabra, por la desdicha de las personas cuya muerte me ha tocado esclarecer. Eso implica tener presente quiénes fueron, y esforzarse, hasta donde resulta factible, por conocer y comprender la manera en que veían las cosas”, dice de sí mismo) y que en sus ratos libres se relaja pintando soldados de plomo, eso sí, siempre de ejércitos perdedores.
   También vamos conociendo más datos sobre su compañera y su relación con ella, una relación profesional que se va consolidando y que cada vez se basa más en el respeto, la confianza y la admiración mutuas, inevitables encontronazos (derivados de la diferencia de edad o del distinto sexo de ambos) al margen.
   Silva pone ante los ojos del lector sugerencias para que reflexione sobre ellas, más allá de los comentarios de los personajes. Así, pone el acento en el funcionamiento del sistema judicial a través del juez tan enterrado entre las toneladas de trabajo pendiente que no ve más allá de sus expedientes o en las dificultades que encontramos las mujeres (en sentido amplio) sólo por el mero hecho de ser mujer.
   En definitiva, ésta es una novela bien escrita, con un caso repleto de trampas, recovecos y algún que otro cierre en falso; con unos personajes que crecen y se hacen querer y admirar aún más, con una serie de cuestiones sociales y psicológicas muy interesantes y con un análisis de la sociedad en la que vivimos tamizada por la siempre irónica y descreída mirada de Bevilacqua. Una narración muy bien trazada con un estilo sencillo pero que incluye, al mismo tiempo, una grandísima cantidad de referencias cultas sobre cine o psicología.
   Y finalizo con un detalle que me encanta de la saga: el que el último capítulo dé nombre al libro y en él se explique el porqué de tal título. Un colofón perfecto para una buena novela. 
   Nos seguimos leyendo.

   De todo lo que he leído sobre la novela, me ha interesado especialmente esta reseña y las curiosidades que el propio Lorenzo Silva recoge en su página oficial.


   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto 13.000 páginas: 288/13.000
  •  Reto Genérico: 4/5 misterio
  •  Desafío100 libros: 16/100
  • Reto Sumando: 24/2013
  • Reto 25 españoles: 14/25
  • Reto Negro y criminal: 4/15
  • Reto homenaje a tu autor favorito. 2/5                   

Otros títulos de la saga reseñados:

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