Por hermosas casualidades de la vida, me ha tocado pasar el día con este hombre.
Y, la verdad, no podía haber encontrado un escritor mejor para compartir este día del libro. García Montero es excepcional. Es gracioso, es tierno, es crítico, es dulce, es veraz, es cercano, es urbano... es un amor. Sabe a Lorca, a Darío, a Salinas, a Gil de Biedma, a Ángel González, a Bécquer, a Machado, a Joaquín Sabina, a Gardel y a Ismael Serrano. Ésas (y algunas más) son sus fuentes y también a quienes ha dado de beber.
Oí a alguien decir que el poeta es el literato más generoso, porque siempre presta sus versos. Y me encantó, porque es verdad. La historia de la poesía entabla un diálogo consigo misma a través de las generaciones de poetas que se han ido nutriendo unos de otros. Si sigues la pista, puedes encontrar el sabor de un verso en muchos poemas posteriores, a modo de guiños, de parodias, de homenajes, de críticas... Pero siempre enriqueciendo a la propia poesía.
En pocos autores como en García Montero he visto yo un diálogo tan amplio y tan rico con la tradición precedente. Un diálogo que, en muchas ocasiones, actualiza y moderniza un género, un verso, una forma poética. Os pongo un ejemplo: ¿os acordáis de las églogas renacentistas de Garcilaso de la Vega, ésas en las que dos pastores más listos que el hambre cantaban los maravillosos atributos de sus doncellas, sus cuitas de amor, sus desgarros y sus alegrías en un paisaje idealizado y con un lenguaje que ya lo quisieran muchos académicos de la lengua? Pues Salicio y Nemoroso, esos pastores-poetas, se convierten en Rimado de ciudad en dos rascacielos que comparten penas a la luz de las farolas de una gran ciudad, enamorados de reinas de la noche, a quienes quieren conquistar.
Y es que ya lo dice García Montero en otro de sus versos: esto es la poesía: dos soledades juntas. Como la literatura en su conjunto: un remedio contra la soledad, un viaje fantástico, un lugar al que regresar, un amigo que comparte tus problemas, una violenta carcajada, una cálida sensación de abrazo, un puñado de frases que te retratan y te representan y una llave inglesa capaz de abrir todas las válvulas de la imaginación y hacer que corra, fresca, la sustancia de la mente.