Ficha técnica:
Título: Rayuela Autor: Julio Cortázar Editorial: Cátedra Género: novela, metaliteratura Páginas: 754
Publicación: Junio 2008 ISBN: 978-84-376-2474-7
Sinopsis (editorial):
Por primera vez se edita Rayuela como un clásico de la novela contemporánea. Todo el conjunto de materiales que aporta esta edición (introducción, abundantes notas, plano, fotografías) servirán al lector para comprender mejor y disfrutar más con esta gran novela. Al aclararse tantas alusiones y técnicas narrativas, resplandece con más claridad el sentido profundo del relato: la búsqueda constante, el humor, el juego, la nostalgia de una verdadera vida, el paso soñado "de la tierra al cielo"…
Me he enfrentado a Rayuela con miedo pero con la mente muy abierta, dispuesta dejarme embaucar por Cortázar y entrar en el juego que propone. Y, tal vez, por eso he disfrutado mucho de esta novela con la que saldo, de una vez por todas, mi deuda pendiente. Creo que esa debe ser la actitud del lector frente a ella: volverse un poco niño y dejarse seducir, jugar y compartir el juego en el que nos introduce el autor, buscar, investigar, dejarse arrastrar por las primeras impresiones y tratar de encontrarles sentido más tarde. Si lo haces, si consigues volver a ser un niño que disfruta jugando a la rayuela, es fácil que esta Rayuela te lleve de la tierra al cielo.
Porque Rayuela es muchas cosas (es una historia de amor, una lección de vida, una reflexión sobre muchos temas interesantes, una guía de París, un reflejo de cotidianidad, una propuesta sobre el quehacer del escritor...) pero sobre todo es un juego. Como dice reiteradamente Cortázar a través de Morelli o de Oliveira en la tercera parte de la novela, de lo que se trata es de convertir al lector en cómplice, en compañero, de llevarlo al tiempo del autor y transformarlo así en coautor de la novela. Cortázar, como Morelli, busca "quebrar los hábitos mentales del lector" (pag. 615), romper con la monotonía de empezar un libro por el principio y acabarlo en la última página, con la ortodoxia de ofrecer una historia ordenada y unívoca, una trama que cuente un único argumento, un producto cerrado que debe ser consumido tal y como el autor ha ideado. Cortázar busca un lector activo que se deje seducir y participe en el juego. Y que lo disfrute, por supuesto. Por eso, lo primero que hace es ponerle a viajar hacia adelante y hacia atrás en el libro constantemente con un mapa de capítulos que permite varias lecturas.
Quizá lo primero que hay que decir respecto a la estructura es que Cortázar divide la novela en tres partes: "Del lado de allá" (hasta el capítulo 36), "Del lado de acá" (hasta el capítulo 56) y "De otros lados (capítulos prescindibles)". Pero este orden de lectura solo es una de las posibilidades que ofrece la obra.
Comencé a leer Rayuela como una auténtica lectora pasiva (al principio, Cortázar llamó "lector-hembra" a esta manera de enfrentarse a una obra literaria aunque pronto cambiara su denominación, como explica Andrés Amorós en la excepcional introducción de esta edición de Cátedra), empezando por el primer capítulo. Es una de las lecturas posibles de la novela, como explica el propio autor en un comentario previo al capítulo en el que incluye un tablero de dirección que guíe al lector en la segunda posible lectura. Según Cortázar, la primera lectura, el primer libro, como lo llama él, "se deja leer de forma corriente y termina en el capítulo 56" (pag. 111), tras cuyo último párrafo, tres asteriscos equivalen a la palabra fin. Al llegar a ese punto, empecé a dudar: ¿y qué hago ahora? ¿Sigo con la tercera parte de la novela, esos "capítulos prescindibles", según los nombra el propio autor, o vuelvo a empezar y opto por la segunda lectura? Y si sigo con los capítulos prescindibles... ¿cómo los leo? ¿Del primero al último o según el orden del tablero? Estuve valorando las opciones y el tiempo disponible durante unas horas (hasta me planteé dejar la segunda lectura para el año que viene, para tener una idea más clara de las diferencias) y al final opté por comenzar el segundo libro, es decir, por leer Rayuela al completo siguiendo el tablero de dirección de Cortázar. Y cuál no será mi sorpresa cuando en el primer capítulo de esa segunda lectura (que, en realidad, es el capítulo 73) encuentro un eco de mis propias dudas: "Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura?" (pag. 544), "¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre?" (pags. 545-546). No sé cuántos lectores habrán dudado cómo yo sobre qué camino seguir cuando leen esta novela pero, desde luego, y tras leer todo el libro, esta referencia, justo en este capítulo, no me parece casual en absoluto. Así que ahí fue donde Cortázar me cautivó y me secuestró hasta tal punto que no solté el libro hasta acabar la segunda lectura.
Esta atípica estructura externa, este juego, esta libertad de elección se conjuga, en la estructura interior, es decir, en el contenido, con una tercera parte que amplía datos, ofrece nuevas perspectivas, explica acontecimientos y, sobre todo, ofrece una reflexión metaliteraria que he disfrutado muchísimo. Digo que amplía datos, ofrece nuevas perspectivas y explica acontecimientos porque en el primer libro ocurren algunas cosas que se quedan sin explicar, algunos personajes aparecen como sacados de una chistera sin saber por qué (aunque con un gran para qué). Ante estas lagunas, uno no puede dejar de construir o reconstruir los hilos que faltan para completar la historia: el lector propone, así, capítulos complementarios que llenen los huecos. Pero en el segundo libro, muchos de esos personajes y de esas situaciones tienen más desarrollo, por lo que el lector puede contrastar sus propias conjeturas con la idea original de autor, ver diferencias y similitudes y calibrar cuánto cambia la historia si la cuenta Cortázar o si me la invento yo. Este juego me ha encantado y me ha hecho pensar mucho sobre los autores que se lo dan todo mascado al lector o los que le permiten participar en la construcción del significado final de la obra.
Del mismo modo, el hecho de permitir dos lecturas (aunque no sé si debería matizar: al menos dos lecturas) me ha hecho pensar mucho sobre la secuencia de los acontecimientos de un texto y su distribución en él. Desde luego, manipular el orden natural de los hechos implica una mayor participación del lector, pero también me he preguntado si esa alteración podría tener consecuencias también sobre la historia en general. Es decir, si Caperucita se hubiera encontrado al lobo antes de las advertencias de su madre, ¿habría actuado igual? No sé... he estado imaginándome varios ejemplos y calculando posibilidades y solo el hecho de que un libro me haya hecho pensar en esto ya me parece estupendo.
Y es que si algo es Rayuela es metaliteratura, creo que le voy a nombrar rey del Mes de los libros sobre libros. Por varias razones. En primer lugar, por esto que acabo de decir: es un libro que invita a reflexionar sobre las estructuras literarias, sobre la propia literatura, sobre la relación entre autor y lector, sobre las herramientas, técnicas y elementos de los que un escritor dispone para componer su obra. Al jugar con el orden de los capítulos, el lector reflexiona sobre la secuencia de los acontecimientos, sobre lo fundamental y lo accesorio, sobre la información que se le hurta o la parte de la historia que depende de su propia lectura, de sus propias vivencias, de su bagaje, de su experiencia vital y literaria. En realidad, el tablero de dirección no altera el orden de la historia original: los capítulos del 1 al 56 aparecen uno detrás de otro en el orden habitual. Lo único que hace es añadir capítulos de la tercera parte entre los capítulos del primer libro, capítulos que añaden datos, profundizan en personajes, inciden en ideas o añaden una reflexión sobre el quehacer literario.
Y es que (y en segundo lugar), como Andrés Amorós dice en la introducción, Rayuela contiene una poética y una práctica, una teoría literaria sobre la novela y un ejemplo práctico sobre cómo ejecutar esa teoría. En la tercera parte, Cortázar añade varios (muchos) capítulos que hablan sobre cómo hacer literatura, aprovechando los apuntes del escritor Morelli, auténtico alter ego o doppelgänger del autor. Lo curioso es que muchas de las ideas que se plantean en ellos sirven para explicar lo que uno ha ido leyendo hasta entonces. Así, por ejemplo, Morelli habla de una novela desanudada, sobre la labor del escritor, incluso, Cortázar hace un guiño a la crítica literaria, haciendo que los personajes hablen sobre determinadas obras. En varias ocasiones se habla de romper con la monotonía de la lectura, de jugar, de sorprender, de desautomatizar el hecho de leer un libro, abrir la novela, escribir una antinovela, hacer literatura destruyendo la literatura. O sea, justo lo que Cortázar hace con Rayuela. La metáfora de Amorós explica muy bien lo que estoy tratando de decir: "este libro es como una máquina que, además de funcionar bien, contiene todas las herramientas necesarias para desmontarla y comprobar cómo funciona".
Es lo que ocurre, por ejemplo, con el uso de la h. En muchas ocasiones, durante las dos primeras partes de la novela, Oliveira, el protagonista de la obra, añade haches delante de palabras que se escriben sin ella. Así, encontramos en la novela lo que serían errores ortográficos como "hunidad", "hasunto", "hencrucijada" y muchísimos más. En esas dos primeras partes, no se explica por qué y el lector puede hacer sus propias cábalas al respecto (una forma de protesta contra las reglas establecidas, una burla ante la arbitrariedad de ciertas normas y grafías... no sé, hay mil posibilidades). Pero en la tercera parte, Cortázar ofrece su explicación: Oliveira usa las haches como otros la penicilina, son una especie de vacuna contra la pomposidad retórica que muchas veces se asocia con la buena literatura o con el lenguaje académico o el habla hipercorrecta.
Este juego con la lengua es el tercer pilar metaliterario de la obra: hay toda una reflexión sobre el uso del lenguaje. Una reflexión pero también una transgresión, un juego, una broma. Desde las haches de Oliveira hasta el capítulo 69 en el que se da cuenta de la ingrata "notisia de aber fayesido en San Luis de Potosí el 1º de marso último, el teniente koronel....", hay mil juegos dentro de Rayuela: juegos fónicos, escribir párrafos en los que predomine un sola letra, jugar con el diccionario, el gíglico (lenguaje inventado)... y un recurso muy habitual en Cortázar: redoblar el significado de una misma palabra jugando con los paréntesis o los guiones. Escribe, por ejemplo, "los pasajes donde la ló(gi)ca acababa ahorcándose con los cordones de las zapatillas" (pag. 715) y ya te deja pensando sobre los múltiples significados (a veces opuestos y que a veces dicen mucho en su oposición) de la frase: desde si es la lógica o la locura la que se ahorca, hasta la posibilidad de la que lógica sea loca.
Y es que Cortázar es puro juego, puro humor, puros dobles sentidos y multiplicidad de lecturas y significados.
Esa multiplicidad de significados se deja ver muy bien en una serie de metáforas que van vertebrando la novela: los puentes que unen y separan, la tiza como símbolo de lo efímero, el símil entre la lluvia y el amor o, por supuesto, la propia rayuela. Todos ellos son elementos que aparecen una y otra vez en el texto, en un principio como atrezo de la propia historia pero que, cuando más adelante se explica su significado, cambian la visión de lo que has leído hasta ese momento. Un juego más, una señal de alerta más para el lector: fíjate bien en los detalles que luego entenderás por qué son importantes.
Uno de los símbolos más importantes, además de la rayuela, son los piolines, los hilos de colores que Oliveira siempre anda manipulando y que, en el capítulo 56 (es decir, el que cierra el primer libro, la primera lectura) sirven para crear una mágica tela de araña que une cada rincón de la habitación en la que se encuentra. Esta imagen de los piolines repartidos por la habitación que tejen una estructura clara se asemeja a la propia estructura de la novela: los símbolos repetidos y las autorreferencias (las referencias al propio libro) crean el tejido que soporta el significado final de la novela.
Otro de esos elementos recurrentes es el doppelgänger, el doble: en muchas ocasiones, personajes o situaciones se asimilan a lo largo de la lectura. Por ejemplo, tras su regreso a Argentina (la primera parte transcurre en París y la segunda, en Argentina), Oliveira cree ver a La Maga aquí y allá y hasta llega a asimilar a La Maga y Talita (por extensión, él cree ser Traveler, el marido de Talita, lo que supondría un final feliz para su historia con La Maga).
El ser y lo posible, los dos lados del puente, el acá y el allá, la muerte y la vida, el drama y la farsa, materia y esencia, lo real y lo mágico, lo arbitrario y lo medido, lo serio y el humor, lo racional y lo sentimental, La Maga y Oliveira... son muchas las dicotomías sobre las que se asienta Rayuela, dicotomías de las que nacen nuevos significados y que abren, casi hasta el infinito, el tema de la novela.
Rayuela es, ante todo, o sobre todo, o en su faceta más sencilla, una historia de amor fracasada: la de La Maga y Oliveira. Pero, por debajo de ella, esta novela que pretende ser total, abarcarlo todo, habla de un sinfín de temas capaces de mover a la reflexión del lector. Comenzando por la búsqueda, auténtico leit motiv de la novela que se desvela ya en su primera frase ("¿Encontraría a La Maga?") y finalizando por esa aspiración al tránsito de la tierra al cielo que permite hacer la muerte, sí, pero también el amor... y el símbolo fundamental de la novela: la rayuela.
Estaría horas y horas hablando de lo que Rayuela me ha hecho sentir y de lo mucho que he reflexionado leyendo sus páginas. Tantas, que hasta la introducción de 100 páginas de Andrés Amorós de la edición que he leído se podría quedar corta comparada con esta reseña. Rayuela es todo, es la vida, es el absurdo, es el drama, es la razón y la locura, la intelectualidad y el circo. Es una novela diferente a todo lo que he leído, una novela que te implica y que te invita a construirla junto a Cortázar. Es una novela para pensar y para disfrutar y, por lo tanto, es una obra que requiere tiempo, dedicación, silencio y ganas, para poder entrar en su juego y que el viaje valga realmente la pena. Un viaje difícil pero que vale la pena. ¡Ya lo creo que sí!
Nos seguimos leyendo.
Porque Rayuela es muchas cosas (es una historia de amor, una lección de vida, una reflexión sobre muchos temas interesantes, una guía de París, un reflejo de cotidianidad, una propuesta sobre el quehacer del escritor...) pero sobre todo es un juego. Como dice reiteradamente Cortázar a través de Morelli o de Oliveira en la tercera parte de la novela, de lo que se trata es de convertir al lector en cómplice, en compañero, de llevarlo al tiempo del autor y transformarlo así en coautor de la novela. Cortázar, como Morelli, busca "quebrar los hábitos mentales del lector" (pag. 615), romper con la monotonía de empezar un libro por el principio y acabarlo en la última página, con la ortodoxia de ofrecer una historia ordenada y unívoca, una trama que cuente un único argumento, un producto cerrado que debe ser consumido tal y como el autor ha ideado. Cortázar busca un lector activo que se deje seducir y participe en el juego. Y que lo disfrute, por supuesto. Por eso, lo primero que hace es ponerle a viajar hacia adelante y hacia atrás en el libro constantemente con un mapa de capítulos que permite varias lecturas.
LA ESTRUCTURA Y LAS MÚLTIPLES LECTURAS
Comencé a leer Rayuela como una auténtica lectora pasiva (al principio, Cortázar llamó "lector-hembra" a esta manera de enfrentarse a una obra literaria aunque pronto cambiara su denominación, como explica Andrés Amorós en la excepcional introducción de esta edición de Cátedra), empezando por el primer capítulo. Es una de las lecturas posibles de la novela, como explica el propio autor en un comentario previo al capítulo en el que incluye un tablero de dirección que guíe al lector en la segunda posible lectura. Según Cortázar, la primera lectura, el primer libro, como lo llama él, "se deja leer de forma corriente y termina en el capítulo 56" (pag. 111), tras cuyo último párrafo, tres asteriscos equivalen a la palabra fin. Al llegar a ese punto, empecé a dudar: ¿y qué hago ahora? ¿Sigo con la tercera parte de la novela, esos "capítulos prescindibles", según los nombra el propio autor, o vuelvo a empezar y opto por la segunda lectura? Y si sigo con los capítulos prescindibles... ¿cómo los leo? ¿Del primero al último o según el orden del tablero? Estuve valorando las opciones y el tiempo disponible durante unas horas (hasta me planteé dejar la segunda lectura para el año que viene, para tener una idea más clara de las diferencias) y al final opté por comenzar el segundo libro, es decir, por leer Rayuela al completo siguiendo el tablero de dirección de Cortázar. Y cuál no será mi sorpresa cuando en el primer capítulo de esa segunda lectura (que, en realidad, es el capítulo 73) encuentro un eco de mis propias dudas: "Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura?" (pag. 544), "¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre?" (pags. 545-546). No sé cuántos lectores habrán dudado cómo yo sobre qué camino seguir cuando leen esta novela pero, desde luego, y tras leer todo el libro, esta referencia, justo en este capítulo, no me parece casual en absoluto. Así que ahí fue donde Cortázar me cautivó y me secuestró hasta tal punto que no solté el libro hasta acabar la segunda lectura.
Esta atípica estructura externa, este juego, esta libertad de elección se conjuga, en la estructura interior, es decir, en el contenido, con una tercera parte que amplía datos, ofrece nuevas perspectivas, explica acontecimientos y, sobre todo, ofrece una reflexión metaliteraria que he disfrutado muchísimo. Digo que amplía datos, ofrece nuevas perspectivas y explica acontecimientos porque en el primer libro ocurren algunas cosas que se quedan sin explicar, algunos personajes aparecen como sacados de una chistera sin saber por qué (aunque con un gran para qué). Ante estas lagunas, uno no puede dejar de construir o reconstruir los hilos que faltan para completar la historia: el lector propone, así, capítulos complementarios que llenen los huecos. Pero en el segundo libro, muchos de esos personajes y de esas situaciones tienen más desarrollo, por lo que el lector puede contrastar sus propias conjeturas con la idea original de autor, ver diferencias y similitudes y calibrar cuánto cambia la historia si la cuenta Cortázar o si me la invento yo. Este juego me ha encantado y me ha hecho pensar mucho sobre los autores que se lo dan todo mascado al lector o los que le permiten participar en la construcción del significado final de la obra.
Del mismo modo, el hecho de permitir dos lecturas (aunque no sé si debería matizar: al menos dos lecturas) me ha hecho pensar mucho sobre la secuencia de los acontecimientos de un texto y su distribución en él. Desde luego, manipular el orden natural de los hechos implica una mayor participación del lector, pero también me he preguntado si esa alteración podría tener consecuencias también sobre la historia en general. Es decir, si Caperucita se hubiera encontrado al lobo antes de las advertencias de su madre, ¿habría actuado igual? No sé... he estado imaginándome varios ejemplos y calculando posibilidades y solo el hecho de que un libro me haya hecho pensar en esto ya me parece estupendo.
METALITERATURA
Y es que si algo es Rayuela es metaliteratura, creo que le voy a nombrar rey del Mes de los libros sobre libros. Por varias razones. En primer lugar, por esto que acabo de decir: es un libro que invita a reflexionar sobre las estructuras literarias, sobre la propia literatura, sobre la relación entre autor y lector, sobre las herramientas, técnicas y elementos de los que un escritor dispone para componer su obra. Al jugar con el orden de los capítulos, el lector reflexiona sobre la secuencia de los acontecimientos, sobre lo fundamental y lo accesorio, sobre la información que se le hurta o la parte de la historia que depende de su propia lectura, de sus propias vivencias, de su bagaje, de su experiencia vital y literaria. En realidad, el tablero de dirección no altera el orden de la historia original: los capítulos del 1 al 56 aparecen uno detrás de otro en el orden habitual. Lo único que hace es añadir capítulos de la tercera parte entre los capítulos del primer libro, capítulos que añaden datos, profundizan en personajes, inciden en ideas o añaden una reflexión sobre el quehacer literario.
Y es que (y en segundo lugar), como Andrés Amorós dice en la introducción, Rayuela contiene una poética y una práctica, una teoría literaria sobre la novela y un ejemplo práctico sobre cómo ejecutar esa teoría. En la tercera parte, Cortázar añade varios (muchos) capítulos que hablan sobre cómo hacer literatura, aprovechando los apuntes del escritor Morelli, auténtico alter ego o doppelgänger del autor. Lo curioso es que muchas de las ideas que se plantean en ellos sirven para explicar lo que uno ha ido leyendo hasta entonces. Así, por ejemplo, Morelli habla de una novela desanudada, sobre la labor del escritor, incluso, Cortázar hace un guiño a la crítica literaria, haciendo que los personajes hablen sobre determinadas obras. En varias ocasiones se habla de romper con la monotonía de la lectura, de jugar, de sorprender, de desautomatizar el hecho de leer un libro, abrir la novela, escribir una antinovela, hacer literatura destruyendo la literatura. O sea, justo lo que Cortázar hace con Rayuela. La metáfora de Amorós explica muy bien lo que estoy tratando de decir: "este libro es como una máquina que, además de funcionar bien, contiene todas las herramientas necesarias para desmontarla y comprobar cómo funciona".
Es lo que ocurre, por ejemplo, con el uso de la h. En muchas ocasiones, durante las dos primeras partes de la novela, Oliveira, el protagonista de la obra, añade haches delante de palabras que se escriben sin ella. Así, encontramos en la novela lo que serían errores ortográficos como "hunidad", "hasunto", "hencrucijada" y muchísimos más. En esas dos primeras partes, no se explica por qué y el lector puede hacer sus propias cábalas al respecto (una forma de protesta contra las reglas establecidas, una burla ante la arbitrariedad de ciertas normas y grafías... no sé, hay mil posibilidades). Pero en la tercera parte, Cortázar ofrece su explicación: Oliveira usa las haches como otros la penicilina, son una especie de vacuna contra la pomposidad retórica que muchas veces se asocia con la buena literatura o con el lenguaje académico o el habla hipercorrecta.
Este juego con la lengua es el tercer pilar metaliterario de la obra: hay toda una reflexión sobre el uso del lenguaje. Una reflexión pero también una transgresión, un juego, una broma. Desde las haches de Oliveira hasta el capítulo 69 en el que se da cuenta de la ingrata "notisia de aber fayesido en San Luis de Potosí el 1º de marso último, el teniente koronel....", hay mil juegos dentro de Rayuela: juegos fónicos, escribir párrafos en los que predomine un sola letra, jugar con el diccionario, el gíglico (lenguaje inventado)... y un recurso muy habitual en Cortázar: redoblar el significado de una misma palabra jugando con los paréntesis o los guiones. Escribe, por ejemplo, "los pasajes donde la ló(gi)ca acababa ahorcándose con los cordones de las zapatillas" (pag. 715) y ya te deja pensando sobre los múltiples significados (a veces opuestos y que a veces dicen mucho en su oposición) de la frase: desde si es la lógica o la locura la que se ahorca, hasta la posibilidad de la que lógica sea loca.
Y es que Cortázar es puro juego, puro humor, puros dobles sentidos y multiplicidad de lecturas y significados.
METÁFORAS Y DICOTOMÍAS
Esa multiplicidad de significados se deja ver muy bien en una serie de metáforas que van vertebrando la novela: los puentes que unen y separan, la tiza como símbolo de lo efímero, el símil entre la lluvia y el amor o, por supuesto, la propia rayuela. Todos ellos son elementos que aparecen una y otra vez en el texto, en un principio como atrezo de la propia historia pero que, cuando más adelante se explica su significado, cambian la visión de lo que has leído hasta ese momento. Un juego más, una señal de alerta más para el lector: fíjate bien en los detalles que luego entenderás por qué son importantes.
Uno de los símbolos más importantes, además de la rayuela, son los piolines, los hilos de colores que Oliveira siempre anda manipulando y que, en el capítulo 56 (es decir, el que cierra el primer libro, la primera lectura) sirven para crear una mágica tela de araña que une cada rincón de la habitación en la que se encuentra. Esta imagen de los piolines repartidos por la habitación que tejen una estructura clara se asemeja a la propia estructura de la novela: los símbolos repetidos y las autorreferencias (las referencias al propio libro) crean el tejido que soporta el significado final de la novela.
Otro de esos elementos recurrentes es el doppelgänger, el doble: en muchas ocasiones, personajes o situaciones se asimilan a lo largo de la lectura. Por ejemplo, tras su regreso a Argentina (la primera parte transcurre en París y la segunda, en Argentina), Oliveira cree ver a La Maga aquí y allá y hasta llega a asimilar a La Maga y Talita (por extensión, él cree ser Traveler, el marido de Talita, lo que supondría un final feliz para su historia con La Maga).
El ser y lo posible, los dos lados del puente, el acá y el allá, la muerte y la vida, el drama y la farsa, materia y esencia, lo real y lo mágico, lo arbitrario y lo medido, lo serio y el humor, lo racional y lo sentimental, La Maga y Oliveira... son muchas las dicotomías sobre las que se asienta Rayuela, dicotomías de las que nacen nuevos significados y que abren, casi hasta el infinito, el tema de la novela.
PORQUE, A TODO ESTO... ¿DE QUÉ VA RAYUELA?
Rayuela es, ante todo, o sobre todo, o en su faceta más sencilla, una historia de amor fracasada: la de La Maga y Oliveira. Pero, por debajo de ella, esta novela que pretende ser total, abarcarlo todo, habla de un sinfín de temas capaces de mover a la reflexión del lector. Comenzando por la búsqueda, auténtico leit motiv de la novela que se desvela ya en su primera frase ("¿Encontraría a La Maga?") y finalizando por esa aspiración al tránsito de la tierra al cielo que permite hacer la muerte, sí, pero también el amor... y el símbolo fundamental de la novela: la rayuela.
Estaría horas y horas hablando de lo que Rayuela me ha hecho sentir y de lo mucho que he reflexionado leyendo sus páginas. Tantas, que hasta la introducción de 100 páginas de Andrés Amorós de la edición que he leído se podría quedar corta comparada con esta reseña. Rayuela es todo, es la vida, es el absurdo, es el drama, es la razón y la locura, la intelectualidad y el circo. Es una novela diferente a todo lo que he leído, una novela que te implica y que te invita a construirla junto a Cortázar. Es una novela para pensar y para disfrutar y, por lo tanto, es una obra que requiere tiempo, dedicación, silencio y ganas, para poder entrar en su juego y que el viaje valga realmente la pena. Un viaje difícil pero que vale la pena. ¡Ya lo creo que sí!
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Desafío100 libros: 96/100
- Reto Rayuela: 1/1
- Reto 12 meses 12 libros: 9/12
- Reto Desafía tu estantería: 5/5
Quiero comprarme un ejemplar del libro de los últimas ediciones conmemorativas que han publicado...tengo muchas ganas de leerlo y viendo tu opinión mas!
ResponderEliminarNo me cabe duda de que si pudieras le pondrías diez estrellas.
ResponderEliminarMe quedo este enlace, vendré a leer de nuevo con más tranquilidad, esto tiene mucha miga.
Olé tú! Mira que tiene que ser difícil hacer una reseña de este libro y tú has salido airosa.... Es uno de mis eternos pendientes: a ver si me hago con la última edición que ha salido, que al parecer es completísima. 1beso!
ResponderEliminarTengo pendiente a Cortázar desde hace siglos y todavía no me he atrevido. Tarde o temprano leeré algo de él, pero me da a mí que será más tarde que temprano.
ResponderEliminarUn besito.
en estos momentos, estamos leyendo Rayuela en un grupo de lectura y ha sido maravilloso descubrir no solo al autor y su manera de escribir, sino que en estos capítulos de la tercera parte, va diciendo cómo escribió la obra. La estoy disfrutando mucho. Sola no la hubiera leído. Yo comencé a leerla según el tablero de juego, así que todavía me faltará la lectura que tu hiciste primero, como lectora hembra ;)
ResponderEliminarAños lleva este libro en mi estantería. Y es que reconozco que me asusta un poco. Y tu fantástica reseña me anima mucho, pero tampoco me quita mucho el miedo, para que te voy a mentir. Sí, se puede disfrutar, pero hay que ir preparada...
ResponderEliminarBesotes!!!
Leí Rayuela hace muchos años. Lo cierto es que no ha dejado ningún recurdo en mí
ResponderEliminarHas escrito una reseña magnífica! Me dejas con ganas de leerla, pero la sigo teniendo respeto y creo que hay que cogerla cuando se tenga tiempo y tranquilidad, así que por ahora tendrá que esperar:)
ResponderEliminar1beso!
Pues yo decidí por fin leerlo, voy casi a la mitad. Casi empezando "del lado de acá"... Detesto dejar un libro incompleto y más uno al que se le echan tantas flores, pero con este cada día que lo agarro es como obligarme a perder el tiempo. Tu reseña es muy bonita y es innegable que es una narración muy original y novedosa... Pero nomas. La historia me es indiferente y cuando me llega a interesar en partes, mete una sarta de pura chachara hiper tediosa re tupida de referencias reales, falsas, términos rebuscados cada tres palabras (lado bueno aprendes nuevo vocabulario) pero ya... Me remuerde la conciencia pero ya basta. Ese libro está haciendo de mi gusto por leer como un trabajo. Pienso: maldita sea, mira como le gusta a todo el mundo, tengo que leerlo tengo q ver esa magia... Pero pesa! Creo que ya no puedo. Me brincare al capítulo 56 y supongo ese será lo último que lea de rayuela.
ResponderEliminarSoy profe de insti recién jubilada. Aparte de que tu reseña me parece muy buena,me ha ayudado a encontrar un paralelismo entre mis clases y la literatura según Cortázar:hay que dejar participar al alumno/lector.
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