lunes, 23 de octubre de 2017

"La niña perdida" (Dos amigas #4), de Elena Ferrante: un cierre fascinante y tremendo



Título: La niña perdida (Dos amigas#4)
Autor: Elena Ferrante
Editorial: Lumen
Género: novela contemporánea
Páginas: 544
Publicación: octubre 2015
ISBN: 9788426402783

  Lina y Elena son ahora adultas y han tomado caminos distintos: Elena dejó Nápoles para casarse y convertirse en una escritora de éxito en Florencia. Solo un amor de juventud que vuelve a florecer la devolverá a Nápoles, donde la espera Lina, que ahora es madre y además ha triunfado muy a su manera en el negocio local. Elena es la señora culta, Lina es en apariencia la mujer de barrio, ignorante y poco dispuesta al refinamiento, pero la inteligencia pura y la intuición están del lado de Lina.
  Los hechos se precipitan cuando un buen día de repente, la hija de Lina desaparece: ¿asesinato, rapto, muerte? Nadie sabe, y el barrio murmura. Desde entonces, Lina ya no es la misma y la locura acecha. Todo -los hombres, las mujeres, el paisaje, la ciudad entera de Nápoles- se convierten en testigos del duelo de una madre que no sabe llorar y un buen día también desaparecerá, devolviendo al lector a las primeras páginas de esta espléndida saga.
  Inteligencia, emoción contenida, escritura que se pliega a los acontecimientos y se ajusta como un guante a la trama: todo está en estas páginas donde se ha ido cosiendo una de las obras más brillantes del siglo XXI.
   Defintivamente, el punto y final de la saga corrobora que la calidad de las novelas que componen esta tetralogía napolitana va in crescendo pero que, al mismo tiempo, hay un punto circular, una vuelta a la infancia. O, si se quiere, una continuidad en ciertos temas, personajes y símbolos que se convierten en cruciales en esta última entrega, como ocurre con aquellas muñecas que las protagonistas perdían en la primera novela y que ahora se convertirán en metáfora de muchas cosas.
      Tras La amiga estupenda, Un mal nombre y Las deudas del cuerpo, Ferrante cierra ahora la saga de una forma magistral. Sin perder de vista la esencia de todas las novelas (el costumbrismo, Nápoles como algo más que un mero escenario, la violencia y la amistad), la autora añade temas, reflexiones y sucesos para aumentar el interés y el dramatismo de la trama. Y lo mejor es que aunque ocurren ciertas cosas que uno no sabe de dónde vienen, al final todo tiene su porqué, su razón y, sobre todo, su relación con el pasado, lo cual nos da una idea de lo amplia que es la existencia humana pero, también, de que todo acto tiene su consecuencia, aunque a priori pudiera parecernos que no.
     Lila y Lenù rondan los cuarenta en el comienzo de esta última entrega y vuelven a estar muy unidas. Tanto que son vecinas, que sus hijos se crían juntos y que, casi podríamos decir (y así lo dicen ellas en la propia novelas) las dos son madres de todos (tres de Lenù y dos de Lila). 
    Y ese, precisamente, es uno de los temas fundamentales de la novela. La maternidad, las relaciones entre hijos (y, sobre todo, hijas) y madres vertebra buena parte del relato y no solo porque las dos protagonistas son madres y han de lidiar con las decisiones (buenas o malas) que toman sus hijos, sino porque hay un reencuentro entre Lenù y su propia madre, de la que siempre renegó. La reflexión sobre los hijos, las preocupaciones que dan, lo que se nos parecen o no, sus caracteres (tan distintos a veces a los nuestros e, incluso, entre ellos, a pesar de estar criados en el mismo ambiente), sus decisiones, sus errores, sus méritos y sus deméritos, lo que duele su ausencia y el mundo tan diferente en el que les ha tocado vivir es constante en la novela. Sobre todo, tras la desaparición de la hija de Lila y las consecuencias que ello tiene para todo el entorno de las protagonistas.
    Y, a pesar de todo el recorrido feminista de la saga y de Lenù, de que ya han pasado los años y estamos en los ochenta, los noventa e incluso los dos mil; de que las protagonistas se han unido a hombres supuestamente progresistas y liberales... al final, se muestra y se demuestra la tesis de que los hijos son de las mujeres, lo que deja un cierto poso no sé si de amargura pero sí de decepción, de angustia por el avance demasiado lento en algunas cuestiones.    
    Además, encontramos en esta última novela un toque metaliterario que me ha encantado, propiciado por la labor de Lenù como escritora. Constantemente hay referencias al trabajo que cuesta escribir, a la fase de documentación, al estudio, a la promoción, a los viajes... Hasta cierto punto, la carrera literaria y periodística de la narradora la aleja de su familia, de sus hijas, y Lila así se lo reprocha (vuelve a reflexionarse, pues, sobre la difícil conciliación de la vida personal y profesional, sobre todo si una es madre separada y los padres no están muy por la labor de hacerse cargo de sus hijos) pero Lenù no puede dejar de escribir, con mayor o menor éxito; de contar, de analizar, de ver la vida a través de la escritura, de tratar de entender lo que le ocurre y lo que sucede en su país, su ciudad, su barrio.
    En este sentido, la mayor reflexión será la que haga sobre su amistad con Lila a través de esa última novela que habla de sus años de relación, que pretende comprender esa extraña amistad que han mantenido durante toda su vida (estupenda y tenebrosa, según las palabras de la propia Lenù), que es un guiño metaliterario a la propia saga que estamos leyendo y que nos permite volver al principio de la misma, a la primera entrega, y a los sucesos que ocurrieron en sus primeras páginas.
     Una estructura, pues, circular sirve para poner el punto final a una saga maravillosa, tremendamente rica en personajes, sucesos, matices, ambientación, historias e Historia y que desde lo pequeño nos hace reflexionar sobre lo grande, sobre las preocupaciones de la vida: el sentido de nuestras vidas, su trayectoria y su relación con todo lo que nos rodea.
     Nos seguimos leyendo.

   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto 100 libros64/100

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