Abril es, en Alcalá de Henares, un mes
especial. Es el mes de las letras, el mes de los libros, el mes de Cervantes
(con permiso de octubre, cuando se celebra por todo lo alto el nacimiento del
escritor), el mes en el que se entrega el Premio Cervantes. Por eso, son muchas
las actividades que se organizan para rendir tributo a la cultura en general y
a la literatura en particular. Entre ellas está los Encuentros Literarios que este
año cumplen ya su quinta edición. Dirigidos por Fernando Marías, reúnen a
escritores de renombre y lectores para hablar sobre lo que comparten: las
historias, los libros, la literatura.
Este no podía comenzar mejor: estas
mesas literarias se abrían el pasado 3 de abril con un escritor que no necesita
presentación: Lorenzo Silva. Ganador del Premio Planeta de este año, conversó
con el director del encuentro (y amigo desde hace más de una década, según
comentaron durante la charla) sobre numerosas cuestiones, unas más literarias,
otras más personales, pero todas interesantísimas.
Tan interesantes y atractivas para el
lector de Silva y, en concreto, para los amantes de la saga protagonizada por
Bevilacqua y Chamorro como de dónde salió el nombre del personaje principal. Antes
de desvelar el misterio, Silva reveló que escribió la primera entrega (El lejano país de los estanques) con la
idea ya en la cabeza de que fuera una serie, de que no se quedara en una única
novela. Como puntualizó Fernando Marías recordando una conversación que tuvo
con Silva cuando ideaba la saga, lo que pretendía era “crear un personaje que fuera creciendo y una serie en la que también
quedara reflejada la evolución de España a través de los años”. Y así fue.
Sólo que los comienzos, como casi siempre, no fueron nada fáciles y varias
editoriales rechazaron la novela de Silva. Hoy, viendo lo buena que es la saga,
la cantidad de premios que han ido ganando sus novelas (el Ojo Crítico, el
Nadal o el Planeta), lo que cautiva Bevilacqua y los millones de lectores que
ha ido consiguiendo, parece una locura que alguien pudiera decir que no a Vila.
Pero así fue. Y, según explicó Silva, precisamente una de las causas que le
dieron para negarse a publicarla fue el nombre del protagonista. Era demasiado
raro. Pero eso ya lo sabía el creador. De hecho había buscado conscientemente
un nombre extraño:
“Yo quería escribir una novela policíaca pero quería lanzar un misil directo a la línea de flotación de lo que había sido la novela negra hasta el momento, quería bombardear sus estereotipos y lugares comunes. Así que busqué un nombre raro, que descolocara. Me costó encontrarlo. A posteriori me han preguntado muchas veces si era un homenaje literario a un autor italiano llamado así, pero no lo es, porque no lo conocía hasta después de crear a Vila. La verdad es que estaba buscando ese nombre diferente y, una tarde de verano, de esas tarde aburridas, en el sofá, mientras veía un campeonato de atletismo, lo vi: Antonella Bevilacqua. Era el de una de las atletas que competía (atleta a la que luego he seguido, pero que nunca ha conseguido ganar ninguna medalla) y lo vi claro: era eufónico, era raro, pensé que nadie iba a saber pronunciarlo ni escribirlo, que nadie se iba a acordar… Era el nombre que buscaba”.
De hecho, el nombre de Bevilacqua sigue
dando juego dentro y fuera de la novela, convirtiéndose en el mejor marchamo de
la saga, en la marca de calidad de la serie. Una serie que, por cierto, también
fue rechazada porque decían que la novela negra no se leía (o no se vendía)
mucho en España. Quizá lo que ocurría es que los lectores necesitábamos novelas
policíacas de calidad, interesantes, atractivas y capaces de despertar nuestro
interés. Como ocurrió.
También levantaba ciertas reticencias el
hecho de que los protagonistas fueran guardias civiles, explicaba Silva, quien
también mencionó algunos de los aspectos más positivos que le ofrece trabajar
una saga: “el lector y el autor saben
quién es el protagonista, por lo que no hace falta inventar o caracterizar uno
nuevo en cada novela, solo tienes que contar en qué sentido se transforma con
cada historia, aunque siempre manteniendo una coherencia respecto a lo que es
desde el principio”.
Una de las preguntas que más suele
hacerse el lector cuando lee una novela es qué hay del autor en ella, qué cuota
de la personalidad del escritor ha quedado adherida al personaje, qué comparten
o qué los diferencia. Para Silva, la respuesta es clara (y tan adecuada y
maravillosa como poética):
“Los novelistas nos deshacemos en todos nuestros personajes. La carne de todos mis personajes está hecha con jirones de mi propia carne, se alimentan de mi experiencia. A ellos les doy todo, no me guardo nada”.
Esto hace que la relación entre
personaje y autor sea extraña, continuó explicando Silva: “Bevilacqua me ha aportado tanto a mí como yo le he aportado a él”,
confesó. Espoleado por Marías, el premio Planeta empezó a comparar, señalando diferencias
y similitudes:
“A diferencia de otros investigadores, Bevilacqua se mueve en un territorio amplio, viaja por toda España, y yo también he recorrido todo el país en mis diferentes trabajos. Ambos compartimos el no ser dogmáticos, que es una de las características que más valoro de mi personaje. Me enferma de mi país la cantidad de gente dogmática que hay. Ni yo ni mi personaje podemos ser eso”.
“Ambos
coincidís también ser muy racionales”, apuntó Marías. “Tenéis una capacidad de analizar que a mí
me deja sorprendido. Seguro que eres capaz de definir cómo es una persona solo
con ver cómo va vestida”, lanzó el director del encuentro, lo que digo
lugar a una divertida comparación entre los modos de vestir de los dos
escritores.
A pesar de todo ello, “Bevilacqua tiene un punto de vista
radicalmente diferente al mío, somos antitéticos en un aspecto: él es un
funcionario público, que pertenece a una institución con disciplina militar, mientras
que yo he sido siempre independiente, no me someto a una disciplina por
elección ni pertenezco a ninguna institución”, señalaba Silva, quien contó
al auditorio que él, hijo y nieto de militares, estaba llamado a convertirse en
lo mismo, pero que prefirió elegir no seguir la tradición familiar, de un modo
plenamente consciente. Y añadió: “Bevilacqua
asume el coste de aceptar ser parte de un sistema que sabe que no funciona
bien”.
En cuanto a lo que el personaje había
aportado al escritor como persona, Silva señaló que “Bevilacqua me ha hecho ser especialmente observador. He pasado muchas
horas con él intentado ver el mundo como lo ve un investigador de homicidios.
He conversado con muchos investigadores que me han enseñado cómo ven ellos a
las personas y cómo las calibran. Pensad que tienen que aprender a vivir en ese
espacio en que verdad y mentira se entremezclan y a ellos les pagan por apostar
por uno, por dilucidar quién miente y quién no. Sus conversaciones y la
creación del personaje han ido transformando mi forma de ver la realidad. Ellos
buscan, leen e interpretan la información, es su modo de enfrentarse a la
realidad. Gracias a ellos me he vuelto más observador y me han contagiado la
preocupación por ese dilema entre la verdad y la mentira, entre la realidad y
la interpretación. En este sentido, también mi experiencia como abogado me ha
valido para intentar reconstruir una realidad que no es reconstruible al cien
por cien, desde el momento en que hay que levantarla a través de testimonios,
pruebas y proyecciones sobre lo que pudo ocurrir”.
Del otro cincuenta por ciento de la
saga, de Virginia Chamorro, hubo tiempo para hablar cuando Marías le preguntó a
Silva si compartía con él la experiencia de que le acusen de no crear
personajes femeninos. Marías explicó que a él le cuesta como escritor meterse
en la piel de una mujer y que por eso sus personajes principales eran hombres.
Pero Silva recordó que tiene cuatro novelas en las que la protagonista y
narradora es una mujer y señaló que, ahora mismo, a estas alturas de la saga, “Chamorro es más importante para el
desarrollo de la historia que Bevilacqua, que se ha vuelto un poco
cascarrabias. Quienes hayan leído La
marca del meridiano habrán visto que hay un momento en el que Vila se sale
de la investigación y es Virginia la que carga con el peso de sacarla adelante”.
De igual modo, Silva trajo hasta el
auditorio la referencia a Rosana, la joven protagonista de La flaqueza del bolchevique, un personaje “que muchas veces se ha estudiado en comparación con la Lolita de
Nabokov pero que, para mí, son totalmente distintas, de hecho son opuestas y su
papel en la novela es totalmente diferente: Lolita es un personaje, en
realidad, accesorio, todo el peso de la novela recae en Humbert Humbert, es su
mente, sus obsesiones, sus pensamientos lo que se va transmitiendo al lector. Y
en mi novela, el personaje masculino es sólo una voz, la novela se sostiene por
la chica. Rosana tiene entidad propia, no es una palurda, es una persona que,
con 15 años, tiene la capacidad de pensar sobre sí misma y su entorno, lo que
también le da un punto de oscuridad. La novela se plantea como un
enfrentamiento dialéctico entre los dos, un enfrentamiento en el que él
sucumbe, dialécticamente”.
El debate sobre los personajes condujo
la conversación a otras novelas del autor. Así, y enlazando con lo que había
adelantado sobre su elección consciente de no seguir la carrera militar, Silva
contó pasajes de la vida personal de su abuelo y de su padre y los enlazó con
el análisis de personajes como los de El
nombre de los nuestros, Carta blanca
y Niños feroces. En todos ellos se
habla de historias duras relacionadas con la participación en diferentes
enfrentamientos bélicos y, al final, la impresión que quedó entre el auditorio
fue que con tales personajes y tales novelas Silva intenta profundizar o dar
respuesta a una de sus obsesiones respeto a la vida militar: “mi fascinación por lo militar es una
fascinación por la experiencia límite y por la voluntariedad para vivir esa
experiencia límite”, explicó Silva. Al final, la impresión que me produjo
toda la charla sobre novelas y vivencias reales es que Silva es incapaz de
comprender cómo alguien es capaz de ofrecerse voluntario para luchar o para
morir, en una guerra, por cualquier razón, y que trata de investigar en esas
razones o en esas personalidades o en la disciplina militar o en los contextos
en los que esas decisiones se producen para intentar comprenderlas.
Dicen que escribir es desnudarse y quizá hablar de lo que uno escribe también
acabe siéndolo, porque creo que Silva contó mucho de sí mismo a través de sus
personajes, de su modo de trabajar, de su manera de enfrentarse a una novela,
de los asuntos literarios que le preocupan, de las tramas que urde en la
ficción para dar respuestas a preguntas que él se hace en su realidad. Un
desabrigo literario de una persona que, por lo demás, es muy celosa de su
intimidad y su vida al margen de la escritura. Así lo demostró, por ejemplo,
cuando Fernando Marías le preguntó por su actividad en las redes sociales. “No soy un convencido de las redes
sociales”, señaló Silva. “Creo que
son herramientas tecnológicas fallidas: prestan una serie de utilidades a un
coste desmesurado para el usuario. La tecnología no siempre avanza y creo que
las redes sociales lo demuestran. Soy activo, pero muy reticente”, explicaba
el escritor, añadiendo que solo las utiliza para cuestiones profesionales y que
en ellas no encontraremos ningún tema personal. Parte de las razones de esta
desconfianza está en las condiciones legales, por ejemplo, que se permiten en
España, mucho más abusivas para el usuario que, según citó, las de Alemania,
por hacer referencia a un caso concreto. “Las
redes sociales están concebidas para utilizar al usuario, no para que el
usuario las utilice”, sentenció.
Al final del acto, Silva firmó ejemplares y charló con algunos de sus lectores |
Haciendo balance de sus 16 años de
amistad, Marías preguntó a Silva dónde se veía dentro de otros 16, a lo que el
premio Planeta contestó que “el desafío
es seguir siendo leales a lo que somos”. “A mí lo que me gusta es contar historias”, confesó. “Y se escritor me ha hecho creer en los
Reyes Magos”. Ante la estupefacción del auditorio y del propio Marías,
Silva contó un hermoso capítulo de su propia vida:
“Siempre he querido ser escritor y a los 13 años incluso se lo pedí a los Reyes en una de mis cartas: ‘Queridos Reyes Magos: me gustaría ser escritor’. Sólo que, por aquel entonces, yo pensaba que ser escritor consistía en quedarse parado mucho rato, apretar los puños contra la frente, estar en silencio y pensar y pensar y pensar hasta que se te ocurriera una buena historia. Sufrí mucho intentado encontrarlas por esa vía hasta que descubrí una alternativa: asomarse a la ventana. Fuera es donde pasan las historias, fuera pasan cosas que te dicen algo y que, encima, son verdad. La realidad es la gasolina del automóvil del escritor, siempre que se profundice en ella. El mundo es muy poliédrico y en sus paradojas y contradicciones están las historias. Todo es interesante y todo tiene una historia. Si profundizas y reflexionas, si no sabes y preguntas a la gente, si consultas y escuchas, encuentras las historias. Nada me ha enseñado más que hablar con la gente. Donde quiera que tú excaves en la realidad, allí encuentras una historia. Y esa historia está trabada, tiene sentido… y además, es verdad”.
No se puede poner mejor broche a la
crónica de este encuentro con un gran autor que se hace aún más grande en las
distancias cortas.
Nos seguimos leyendo.
Oye! Estas que te sales...invítame a tu casa y nos vamos de presentaciones las dos, que aqui no hay nunca nada....Gracias por compartirlo con nosotros
ResponderEliminarVaya lujo poder asistir a encuentros literarios con escritores como Silva. Seguro que algunos editores de esos que rechazaron la Saga de los picoletos estarán tirándose de los pelos por su "visión de futuro", jajaja. Un beso.
ResponderEliminarGracias por la crónica...yo nunca he ido a ninguna presentación, siempre me pillan todas lejísimos.
ResponderEliminarY vaya...ahora que el nombre del autor se oye tanto parece mentira que al principio le rechazaran por ser novela negra.
Un beso!
Que suerte poder asistir a ese tipo de eventos!! yo como vivo casi en el trasero del mundo....jejejeje no tengo la posibilidad de asistir.
ResponderEliminarSaludos!
Magnífica crónica!!!! me encanta poder asistir a presentaciones como esta de tu mano, leyéndote!
ResponderEliminarEnhorabuena y Gracias por compartirlo con tod@s nosotr@s!
Besos
Cómo me hubiese gustado estar allí!
ResponderEliminarBesos