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miércoles, 3 de agosto de 2016

"El día que los crayones regresaron a casa", de Drew Daywalt y Oliver Jeffers: regresan los crayones, más nostálgicos y disparatados que nunca




Título: El día que los crayones regresaron a casa
Autor: Drew Daywalt
Ilustrador: Oliver Jeffers
Editorial: Fondo de Cultura Económica
Género: álbum ilustrado, humor
Páginas: 48
Publicación: 2016
ISBN: 9786071634504

 Los crayones que Duncan había perdido, olvidado en algún lugar durante las vacaciones, abandonado en el patio al calor del sol, tirado al suelo al alcance de su perro o que había dejado en su bolsillo y terminaron en la lavadora, le escriben cartas para exigirle que los rescate de los apuros en los que se encuentran. Duncan se pone triste por haberlos abandonado y de inmediato pone manos a la obra para recuperarlos a todos y compensar el tiempo perdido.
   Si la semana pasada te hablaba de El día que los crayones renunciaron, hoy hago lo propio con su continuación: El día que los crayones regresaron a casa. Una historia igual de divertida que la anterior (o más) que triunfa siempre que la cuento.
   Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y he de decir que, en este caso, el refrán no es aplicable: esta segunda parte es igual de buena que la primera. O, si hacemos caso a los más pequeños, mejor. Y yo creo que lo dicen porque esta tiene aún más humor, porque sigue jugando con algunos personajes que ya conocimos en el libro anterior (¿habrán resuelto sus conflictos amarillo y naranja? Pues sí. Y aquí lo descubrimos) y porque los textos son postales en vez de cartas, que son aún más cortos y certeros.
   Además, los colores que protagonizan esta segunda entrega son colores "raros", colores especiales que llaman más la atención de los niños. Desde el color que brilla en la oscuridad, hasta el rojo neón, pasando por el color guinda o el café, son muchas las pinturas que van enviando sus postales a Duncan y contándole que fue de ellas desde que él las perdió de vista.
   Porque esa es una de las grandes reflexiones de este cuento: ¿nos hemos dado cuenta alguna vez de la cantidad de pinturas que hemos gastado, perdido, abandonado, roto o regalado en nuestra vida? Probablemente, no. Son un objeto tan pequeño y trivial que quién va a echar de menos una pintura más o menos. Y, sin embargo, aquí se muestra que ellas también tienen su corazoncito y su memoria. Y ni te cuento el juego que da este debate con los niños.
      También el tema de las postales da mucho juego con los más pequeños, porque, te parecerá raro, pero muchos de ellos no han visto ninguna en su vida. Ahora son casi casi como un objeto exótico, algo del pasado. Así que es muy divertido mostrarles postales (yo les enseño las que he recibido o las que compras cuando haces turismo) e, incluso, enseñarles a rellenarlas de forma correcta. Si consigues que los padres las echen al correo y que comprueben que llegan a sus destinarios, el delirio es total para ellos. 
   Como en la entrega anterior, los dibujos de Oliver Jeffers son el complemento perfecto a la obra. Es más, yo diría que la hacen aún más grande, con su simplicidad y los entrañables personajes que nos presenta.
   Así pues, otro gran título para disfrutar con los más pequeños, ya sea leyendo, hablando o inventando actividades que nos permitan continuar el juego propuesto en el libro. 
     Nos seguimos leyendo.

1 comentario:

  1. Hola. Pues la verdad es que mis primas ya son un poquito mayores para este libro, pero por lo que cuentas parece súper divertido
    Cuando tenga mi propia clase me encargaré de que este en la biblioteca de aula.
    Besos
    Nos leemos

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