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jueves, 16 de mayo de 2013

Entrevista a Diana Guelar, coautora de "Mamás perfectamente imperfectas": “Hay tantos libros de madres como sobre dietas porque ninguno sirve”



 
    Los libros de consejos para ser buenos padres son una de las publicaciones más editadas y vendidas de los últimos años. Ser buen padre (y, sobre todo, buena madre) se ha convertido en un imperativo social. Pero ¿qué es ser buena madre? Si los modelos y los contextos cambian tanto, ¿qué paradigmas podemos o debemos aplicar en nuestras vidas cotidianas: el de madre trabajadora, el de madre amantísima, el de protectora del hogar…? Quizá, como propone este libro, lo más importante sea buscar la respuesta en uno mismo y aceptar que madre no hay solo una; que hay muchas y que la mayoría son imperfectas. Perfectamente imperfectas.
  • Yo creo que la gran protagonista del libro y de nuestra experiencia como madres es la culpa. ¿Por qué hemos llegado a este punto? ¿O es que la culpa es intrínseca al ser humano?
  • ¡Qué buena pregunta! Yo creo que la culpa es intrínseca al ser humano, salvo algunas desviaciones. La culpa es inherente al ser humano pero, después, la sociedad y los ideales y las creencias pueden ayudar a reducir la culpa o aumentar la culpa. Y en este caso de las mamás nos ayuda, todo el tiempo, a subir la culpa. Todo el tiempo ayuda a que se sienta más culpable. Hasta las madres que no trabajan se siente culpables. Las que trabajamos también nos sentimos culpables, porque son ideales que no existen. Nos plantean ideales utópicos. No tiene que ver con trabajar o no trabajar. 
  • ¿Hasta qué punto afecta esta culpabilidad al desarrollo psicológico, afectivo y social de los hijos? 
  • Yo creo que la culpa… el exceso de culpa, porque un poco de culpa uno siempre siente sobre determinadas cosas, pero el exceso de culpa nos deja en un lugar inamovible. Cuando uno se siente excesivamente culpable se siente estancado, no sabe para dónde arrancar. Entonces, lo que hace es más de lo mismo. Es como un círculo vicioso: te sientes culpable, tratas de sacarte la culpa haciendo algo en relación a tu hijo que a lo mejor te saca la culpa en un momento determinado, pero después vuelves a sentir lo mismo porque somos seres humanos. Y al final más culpa. Y a más culpa, más de lo que no uno venía haciendo. Y así sucesivamente. 
  • El libro trata de mostrar los paradigmas sobre la maternidad que han ido sucediéndose a lo largo de los años y que, curiosamente, varían según las circunstancias sociales e históricas. En cierto modo, estos paradigmas son una forma de manipular y someter a la mujer. ¿Cómo no nos damos cuenta? 
  • Uno sabe que no, lo charla con otro y se da cuenta de que esos paradigmas no son reales. Pero viene la publicidad por el Día de la Madre y vemos esa madre sonriente, aparentemente ideal y creemos que a lo mejor hay madres que sí son así. 
  • ¿Cómo podemos alejarnos de estos falsos mitos que tenemos tan interiorizados? 
  • Yo creo que lo primero es aceptar la imperfección: no hay ser humano que sea perfecto. Y uno, antes de ser madre, es ser humano y como ser humano le pasan un montón de cosas y ese montón de cosas van a entrar dentro de su rol de madre, como ser trabajadora, ser esposa, ser amiga… Yo creo que hay que partir de la base de que somos humanos y de que nos pasan cosas. También nos van a pasar cosas con nuestros hijos. La aceptación en sí misma ya baja la culpa porque la culpa es una negación sobre lo que uno hace. El exceso de culpa es una negación de lo que uno hace: yo hice tal cosa que no me gustó, me siento muy muy muy culpable y no pienso que eso se puede reparar, que todos nos equivocamos. O puede que ni siquiera sea una equivocación, simplemente que uno estaba triste, o sin ganas… Si uno cambia un poco los parámetros, si asume la posibilidad de equivocarse en algún momento tiene muchas posibilidades de cambiar la conducta que a uno no le gusta. Para desmontar estos falsos mitos es necesario saber que el exceso de culpa no va ayudarnos a cambiar y que si lo que queremos es modificar ciertas cosas nuestras, para eso tenemos que saltarnos la culpa. Uno puede creer que la culpa cura o que la culpa cambia, pero la culpa ni cura ni cambia. 
  • Quizá también deberíamos hacernos más preguntas, ¿no? Quizá escuchamos mucho de lo que nos cuenta sobre la maternidad, de un tiempo a esta parte leemos mucho, tenemos ejemplos (buenos y malos) cerca… pero no siempre nos cuestionamos sobre lo que es para nosotras la maternidad. Y el libro va por ahí planteando preguntas constantes para que cada uno se pare, piense y encuentre sus propias respuestas… 
  • Con tranquilidad. Y sabiduría. Cualquier inconveniente que padezca una madre (están tristes, se les ha muerto un familiar…) hace que piensen que están haciendo algo mal. Pero los niños ya nacen sabiendo que esas cosas pasan y que las madres trabajan y se separan… Hay que tomarlo con más naturalidad. Los hijos lo saben, somos nosotras las que queremos aparentar que las cosas no ocurren. 
  • El problema de la maternidad es que todo el mundo tiene una opinión basada en su propia experiencia. 
  • Todo el mundo se mete. Cuando estás embarazada todo el mundo te cuenta los peores partos. 
  • Y luego, cuando nace el bebé, llega tu madre, tu suegra… No te dejan seguir tu propio camino. 
  • Me gusta esto que dices. Yo no lo había pensado así pero es verdad. Al opinar las madres, las suegras… lo hacen como si hubiera una fórmula que ellas aplicaron y resultó perfecta. Y no, mire, ¿cuántos errores cometiste conmigo y ahora te las das de madre perfecta, o de suegra prefecta? 
  • Te hablan como si tuvieran la fórmula cuando el modelo de tu madre ya no te sirve a ti, porque la sociedad no es la misma, ni el contexto, ni la familia, ni los hijos… ni tú misma eres igual que tu madre. 
  • Claro, el mundo es otro. Y tú además cargas con los errores que cometió tu madre. 
  • Yo creo que el libro, al ofrecer tipologías, ejemplos reales, alternativas… sí abre perspectivas y ayuda a que cada lectora encuentre su propio camino, que supongo que, al final, es el objetivo que perseguís. 
  • El objetivo es que aprendamos que madre no hay solo una, que hay tantas madres como mujeres. 
  • El libro, en cualquier caso, no pretende dogmatizar: genera cuestiones, ofrece ejemplos y propone alternativas, pero no sienta cátedra. Permite que cada madre elija su propio modelo, el que le pueda funcionar de acuerdo con sus creencias, sus maneras de entender la vida, su tiempo, su entorno… Supongo que este enfoque también tiene que ver con tu experiencia profesional (Diana Guelar es codirectora y fundadora del Centro de Atención y Prevención de la Fundación La Casita para Jóvenes y Adolescentes de Buenos Aires) 
  • Sí. Mi experiencia particular viene de mi centro de adolescentes y jóvenes, en el que veo a muchísimas madres. Al centro llegan los adolescentes que ya tienen problemas y las madres llegan con unos niveles de culpa enormes. La idea es intentar que dejen la culpa fuera y vean cómo pueden actuar de ahora en adelante, no importa lo que pasó. Y yo parto de otra premisa: todos lo hacemos lo mejor que podemos, salvo, claro, gente que esté enferma, que tenga enfermedades psicopatológicas severas. 
  • En el libro se habla mucho de adolescentes… 
  • Sí porque yo trabajo con adolescentes. 
  • Claro y porque es una etapa especialmente complicada en la relación entre hijos y padres. 
  • Pero es algo natural. Creo que si uno lo naturaliza y comprende las cuestiones básicas que atañen al adolescente, también se puede desmitificar esta etapa, no idealizar el papel que debe jugar la madre en esta etapa. 
  • ¿Cómo nos preparamos las madres para lo que se nos viene encima en esta etapa? 
  • Yo creo que todo está relacionado con la autoestima. Hay que aprender a quererse como una es y saber cuáles son nuestros fallos y nuestras virtudes, aceptar nuestros errores para poder modificarlos. La relación en la adolescencia tiene mucho que ver con la autoestima propia porque los adolescentes nos dan ahí donde más duele. Tengo una paciente que su marido se volvió a casar y su hijo adolescente siempre le está diciendo lo guapa que es la otra señora. Nuestro trabajo es hacerle ver que no le está hablando de la otra señora, que lo que está intentado es herirla ahí donde le duele. No hay que tomarlo como algo personal. 
  • Quizá una de las claves sea, también, la independencia, el dejar que los hijos crezcan, que sigan su camino. No pueden estar toda su vida bajo tu ala. Y eso hay madres que no lo comprenden y en el libro se habla mucho de ello. 
  • Es uno de los grandes desafíos de una madre. Las madres tenemos que dejar a un lado nuestros propios miedos porque si cargamos a nuestros hijos con nuestros propios miedos, nunca les vamos a dar independencia. Y creo que abrir un poco la puerta al hijo es fundamental. Ahora, de nada sirve que diga me siento culpable por no haber hecho que mi hijo fuera más independiente. Lo más importante es pensar qué puedo hacer a partir de ahora, a partir de este momento en el que asumo mi error. Nunca es tarde. 
  • Leyendo los ejemplos y modelos que aparecen en el libro, la conclusión que yo he extraído es que lo difícil es encontrar la justa medida: la mesura exacta del amor, de independencia, de protección, de libertad, de muestras de cariño… 
  • Pero es que ese equilibrio lo va a encontrar cada uno con su hijo individualmente y con cada hijo de manera particular. No hay un centro para todo el mundo. Por eso yo siempre digo que hay tantos libros de madres como sobre dietas, porque ninguno sirve. Si no, habría uno solo y todos lo leeríamos y ya está. No sirve porque cada uno ha de encontrar su manera, su forma. Son los libros que más abundan, los que más se venden y los que menos sirven, porque tratan de darte una receta y, desde mi punto de vista, esa receta no existe. 
  • Una de las cuestiones que más me preocupan, como madre, es las consecuencias que mi manera de ejercer la maternidad puedan tener en el futuro en mi hija. ¿Realmente los errores que pueda cometer pueden dejar una huella tan permanente y profunda en mi hija adulta? 
  • Para todos los hijos, la infancia es un momento muy importante pero eso no quiere decir que siempre sea traumática, aunque se vivan cosas traumáticas durante ella. No estamos hablando de patologías graves, estamos hablando de lo cotidiano, pero yo creo que aunque se vivan situaciones difíciles, si se puede vivir dentro de la casa con cierta flexibilidad y sin secretos, se puede llevar una infancia sana. Yo creo que lo peor son los secretos. Cuando sientes que están pasando cosas y no las entiendes y nadie habla de ello… Eso sí es traumático. Pero creo que uno puede (dentro de que tampoco se puede contar todo, claro) hablar con sus hijos y hacerles ver que la mamá está triste o que el padre está sin trabajo o el abuelo enfermo… Hay que tomar las emociones como parte de la vida, no tratar de esconderlas. 
  • Fomentar el diálogo con los hijos es, entonces, fundamental. 
  • Fomentar el diálogo es importante. Sin llegar, claro, al otro extremo, a esas familias que lo cuentan todo. 
  • ¿Y cómo consigues que tus hijos compartan contigo lo que llevan dentro? 
  • Yo creo que lo fundamental es que uno no le tenga miedo a las emociones, a las propias emociones ni a las de los hijos. Uno se encuentra muchas veces con madres que se desesperan porque en la adolescencia los hijos están tristes, pero si lees algo sobre lo hormonal, sabes que es normal. Hay que ir aceptando las propias emociones y no poner en los hijos lo que uno querría, idealizar a los hijos. Fomentar el diálogo es hacernos cargo de las emociones y responder a aquello que los chicos quieren saber, no hablar de más, hablar por hablar… pero si el hijo pregunta algo es porque necesita saber. Y hay días que querrán hablar y días que no, y hay chicos que hablan mucho y chicos que hablan poco… y no por eso unos son más sanos que otro. Lo bueno es que cada uno respete la evolución de cada chico y su personalidad. Si uno acosa a preguntas al hijo, el chico se va ir cerrando. Si lo dejas estar, al rato puede que algo cuente. Pero cada chico es distinto y tiene sus propios tiempos. 
  • Hay que darles tregua. 
  • Darles tregua... y darnos tregua a nosotros, porque a veces uno no tiene gana de andar preguntado todo el tiempo pero ahí entra el ideal de la madre, de la madre comunicativa y dialogante, y una piensa “no me estoy comunicando bien”… y volvemos a la culpa y al círculo vicioso. 
  • Creo que la pregunta fundamental de toda esta cuestión está planteada en el propio libro: ¿por qué las madres nos complicamos tanto? 
  • Porque en realidad las madres tenemos un super yo social, un modelo muy idealizada sobre cómo debemos ser. Tenemos una fuerte presión. Ahora empiezan los padres, que tienen que estar más con los chicos... pero antes ni se hablaba de los padres. Tradicionalmente eran los proveedores y las madres se quedaban en la casa y a cargo de los hijos, el padre no tenía nada que ver. Y a pesar de que ahora el padre ya no es el único proveedor creo que la cabeza de la sociedad no se modificó todavía en ese punto. 
  • Como tampoco ha cambiado su punto de vista sobre la multiplicidad de modelos familiares. 
  • Sí, sí. Se asume que la familia perfecta es el padre y la madre, perfectamente casados, y los hijos. Se sabe que hay separados, divorciados, no casados, homosexuales, adoptivos, monoparentales… pero no está incluido dentro de la sociedad. Además, vende poco. 


5 comentarios:

  1. Me ha encantando la entrevista, realmente ese libro creo que debe reflejar la cruda realidad de una madre perfectamente imperfecta, además...a caso no es verdad que la perfección se encuentra en lo imperfecto? por que seamos realistas, LO PERFECTO NO EXISTE.

    Muy buena entrada, gracias.

    Saludos!

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  2. Genial! eres una reportera richarachera ;D Gracias por la entrevista. Besos

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  3. Estás entrando en racha reportera. Muy buena entrevista y cuantas verdades hay en ella. Un beso.

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  4. Una entrevista genial, tanto las preguntas como las respuestas, me ha encantado.
    Un beso!

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