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jueves, 21 de junio de 2012

¿Se parece tu nevera a ti?

    Esta mañana tuve una revelación. Estaba leyendo Una forma de resistencia, de Luis García Montero (ya hablaré del libro, que es absolutamente genial) cuando, de pronto...
Supongo que los electrodomésticos, igual que los perros o los desnudos, se parecen a sus dueños
    ¡Ostras! No lo había pensado nunca. Y poco después...
Las relaciones con la nevera establecen una línea sentimental de trabajo y un modo de entenderse con la vida cotidiana. Resulta admirable la disciplina reguladora de los que no juegan con el vacío, o con las fechas de caducidad
    ¡Toma ya! Y, claro, fue inevitable pensar... ¿se parece mi nevera a mí? Tras mucho reflexionar, he llegado a la conclusión de que puede que un poquito.
    ¿Cómo es por fuera? Con imanes de sitios en los que he estado (Lanzarote, Zaragoza) o sitios a los que pertenezco (Salamanca), de gente a la que aprecio (el calendario de una amiga) o de servicios necesarios. Y, por supuesto, con reglas alimenticias: el cuadro que nos dieron el cole para organizar el almuerzo del recreo (se trata de que cada día lleven un alimento diferente para que se acostumbren a comer de todo: fruta, leche, cereales, bocadillo, yogur...) y el régimen que intento guíe mi labor en la cocina (aunque no lo consigo muy a menudo). O sea que, en cierto modo, sí me refleja. O, por lo menos, sí refleja una parte de mí.
      ¿Y por dentro? ¡¡Ufff!! Ahí sí que duele. Es caótica y no hay un hueco libre, llena hasta los topes, repleta a más no poder. Mi primo dice que da gusto verla (de hecho, me lo dice siempre que abro la nevera en su presencia) pero no es gusto lo que yo siento cuando traspaso la frontera de la puerta. ¡Cuánto me gustaría ser una Monica Geller del frigorífico! 


    Hace un par de años, pasé las vacaciones de verano en el chalet de mi familia con mi tía y sus hijos. Ella trabajaba, así que era yo la que me encargaba de organizar y preparar las comidas para diez personas. Toda una responsabilidad. Con la capacidad para el desorden que me caracteriza, iba al supermercado y llenaba el frigorífico. Un fin de semana, unos amigos de mi tía vinieron a pasar unos días con nosotros. El domingo por la mañana, cuando me levanté y bajé a desayunar, abrí la nevera en busca de la leche. ¡Madre del amor hermoso! ¡Mi hada madrina había convertido mi deseo en realidad! El refrigerador estaba perfecto, ordenadísimo, pulcrísimo... hermosísimo. Corrí en busca de mi hada madrina para darle las gracias y me topé con la amiga de mi tía. "Me levanté pronto, me aburría... y os ordenado el frigorífico", me explicó. "¿Por orden alfabético?", pregunté yo, ojiplática. Se echó a reír y a continuación me dio una clase completísima y utilísima sobre cómo despejar el caos de mi nevera (colocar los alimentos por grupos, separar lo fresco y lo cocinado, etc.) y convertirlo en un oasis de la alimentación, un lugar en el que haya un sitio para cada cosa y cada cosa esté en su sitio; un electrodoméstico mágico que te devuelva lo que deseas y no te obligue a sacar hasta la última manzana para dar con el medio limón que andas buscando.
    Tomé apuntes mentales de todas aquellas explicaciones (ponerme a escribir me parecía excesivo) y he decir que, después, he oído a varios cocineros profesionales aconsejar pautas similares. Durante un tiempo, hasta conseguí ponerlo en práctica. Pero, no sé cómo, el caos regresó. Y sí, logro ponerlo a raya cuando vacío el frigorífico para limpiarlo. Pero al cabo de un par de semanas, ya ha vuelto a instalarse en mi nevera, en mi vida. 
     Dice García Montero que el frigorífico de su casa es "un electrodoméstico adolescente, porque se abandona a los excesos del alma, divida entre las abundancias del corazón y los abismos tristes de la melancolía". Quizá la mía también lo sea. Y quizá se parezca a mí más de lo que me gustaría.
    Nos seguimos leyendo.



    

3 comentarios:

  1. Jolín Lidia, que me he ido directa a mi nevera y ES VERDAD!!!
    Mis imanes del Telepizza de galletas, de lugares que mis amigos van y me los traen.
    dibujos de mis sobrinos...
    Me identifico totalmente con la nevera, nunca lo hubiera dicho!!!

    Seguro que estará pensando en esto cada ves que tenga la nevera frente a mi.

    Un besto ;)

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  2. Jajaja, cómo me has hecho reír con esta entrada. Mi nevera es el caos personificado, me pasa como a ti y sólo consigo verla bien cuando la limpio, luego vuelve a la carga. Me tienes intrigada con el libro de García Montero, ¿tan bien está? Besos.

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  3. jajajajaj! ¿Lo veis? Nunca lo habíais pensado... pero la nevera os define. Al menos, ¡en parte! jajajaja.

    Rebeca, pues es que todo el libro es así. Son pequeñas reflexiones sobre objetos que guardan mucho de nosotros dentro sí. Parte de la base de que todos conservamos un montón de objetos inútiles pero que nos definen como personas. La idea ya es buena... pero es que está escrito de una manera, no sé, entre poética, irónica, humorística y sentimental. ¡Me está encantando! Y estoy sacando muchas más ideas para el blog, porque invita a la reflexión (aunque sea sobre tonterías como lo de la nevera, pero mola!). Voy por la mitad. Cuando acabe (vamos, mañana, se lee super rápido) haré la reseña para Anika entre Libros y en cuanto la cuelgue, te paso el enlace. También te advierto que yo soy muy fan de García Montero, que me gusta toodo lo que escribe, así que soy poco objetiva ;)

    Besitos a las dos

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